El Profesor de Inglés
Será verdad aquello que se dice, que el mundo es un pañuelo. Encontrarse con personas conocidas en las circunstancias más extrañas y los lugares más inhóspitos es de lo más habitual...
EL PROFESOR DE INGLÉS
Nunca he estado en contra de mi cuerpo, redondito, con sus carnes extras, pero por aquello que dicen de la salud, me apunté a un pequeño gimnasio del centro de la población en la que vivo. Siempre he practicado deportes, porque me gusta hacerlo: baloncesto, tenis, natación, incluso rugby y boxeo, pero, sobretodo, he jugado y juego mucho a fútbol.
Mi primer día en el gimnasio había llegado. Entré al local, que no era demasiado grande. Estaba limpio y bien ventilado, algo muy importante cuando hay tanto sudor acumulado. Una gran sala llena de máquinas de todas las funciones posibles presidía, como no, el lugar. También disponía de un par de salas de masaje y el mismo número de saunas, una de calor seco y la otra de vapor. El vestuario de las chicas estaba situado al fondo del gimnasio, en la otra punta del de los chicos, que estaba junto a la puerta de entrada. Taquillas, banquetas, colgadores, duchas individuales con puerta para preservar la intimidad, aseos y lavabos con grandes espejos era todo lo que servía para el cambio de ropa, el alivio después del esfuerzo físico y salir impecable de darle salud al cuerpo.
La mujer que me hizo la inscripción me presentó al hombre que iba a guiarme en los ejercicios a seguir, el que sería mi entrenador personal. El chico, de unos cuarenta y poquísimos años, me resultó muy atractivo de entrada. Era bastante más alto que yo, de tez morena, barbita de apariencia descuidada, ojos negros, cabello corto de color castaño oscuro, cuerpo perfectamente musculado, ataviado con una estrechísima camiseta de tirantes negra y un pantalón corto del mismo tono. Su nombre era Javi.
Hecha la presentación, nos dirigimos a una cinta andadora para empezar con el entrenamiento. Mientras yo caminaba sobre aquella máquina, Javi me daba conversación, supongo que por hacer más llevadero el momento y no dejar que fuese aburrido. Me hacía preguntas de todo tipo, relativas al deporte, a mi profesión e, incluso, temas de índole personal. Se me hacía raro que alguien que acababa de conocer y en aquellas circunstancias tuviera tanta curiosidad por esas cosas que no venían a cuento. Pero no tengo nada que ocultar y, como me resultó bastante simpático, no me molestó responderle, aprovechando para hacerle el mismo interrogatorio a él.
Javi tenía pareja, un chico llamado Nacho con el que llevaba catorce años de relación estable. Con el magnetismo que tengo con los hombres homosexuales, la buena relación y el buen rollo, no me extrañó en absoluto que él también lo fuera y que, de entrada, hubiera habido esa conexión, la misma que, en poquísimo tiempo, nos convirtió en amigos.
Un miércoles que me tocaba entrenamiento, por causas del trabajo, acudí al gimnasio a una hora poco habitual para mí, casi de noche. Observé que no había nadie mientras me dirigía al vestuario a dejar mi mochila. Al salir, Javi ya me estaba esperando sentado en la bicicleta estática del primer ejercicio de mi sesión del día.
-¿Dónde está la gente?
-Hoy hay fútbol, la Champions. Han venido todos antes para no perderse el partido. Hace una hora, esto estaba a petar.
Las pocas mujeres que iban a ese gimnasio lo hacían por la tarde, al igual que yo. La gran mayoría de los usuarios eran hombres.
-Podré ponerme donde me dé la gana.
-Entonces hoy podemos empezar levantando unas pesas medianas. ¿Te ves capaz de hacerlo de entrada?
Me tumbé en la banqueta, mi espalda descansando sobre ella, mis manos en la anillas que permiten levantar las pesas. Como, sin querer, de vez en cuando levantaba las piernas, Javi decidió sentarse encima para sujetármelas. Estaba sentado sobre mis muslos y sus manos en mis caderas. No pude seguir con lo que estaba haciendo, porque sus manos ya levantaban mi camiseta y su boca besaba mi estómago. Más pronto que canta un gallo, estábamos en una de las salas de masaje, tumbados en una camilla, follando, su polla dentro de mí, compartiendo fluidos... Ya no éramos sólo amigos.
Con su sospecha sobre su bisexualidad más que confirmada, nos convertimos en compañeros de juego. Después de casi tres meses acostándonos juntos, su pareja al tanto de lo que hacíamos, ya que no me gusta engañar a nadie, y conforme, empezamos a añadir otras personas a nuestros encuentros sexuales. Javi contactaba con hombres bisexuales, heterosexuales o hetero-curiosos interesados en follar con nosotros. Para mí siempre era un misterio esa tercera persona que formaba nuestros tríos. Un día, la sorpresa fue mayor.
-El de hoy es un hombre más mayor que yo, como siempre son juvencitos...Quiero ver como te folla un cincuentón.
Esperando a aquel hombre en el café habitual de nuestras citas, Javi me contaba cosas sobre esa persona. Escuchaba, nerviosa como normalmente me ponía aquella situación, y me hacía una idea de ese misterioso señor.
-Ahí viene.
Javi se levantó y lo saludó estrechándole la mano. Al girarme a mirar a aquel hombre, tuve la sensación de que se me iba a desencajar la mandíbula de tan abierta que tenía la boca por la enorme sorpresa: era quien fue mi profe de inglés.
-¡¿Richard?!
La reacción de él fue igual a la mía. Se quedó petrificado al verme. En vez de sentarse, podría decirse que cayó sobre la silla.
-Cómo son las cosas, ¿no? ¿Así que ya os conocéis?
Richard y yo dejamos de mirarnos con sorpresa para poder atender y contestar la pregunta de Javi. Era más que evidente que si nos conocíamos.
-Ella y yo nos conocemos desde hace tiempo y en varios aspectos, si. Fui su profesor en el instituto.
-Pues, si no queréis seguir con esto, lo dejamos y listo.
-Si podemos seguir, ¿verdad, Richard?
-Si, podemos.
La afirmación del que fuese mi profe y su mirada traviesa, dejaron claras las cosas a Javi, no hizo falta darle más explicaciones.
Richard, a sus 56 años maravillosamente bien llevados, tenía un físico envidiable. Delgado, pero fibrado, con una cara prácticamente libre de arrugas, de facciones suaves, ojos azules y pelo que ya comenzaba a dejar de ser el rubio de antaño. Vestido de sport, moderno, pero apto para su edad, el atuendo permitía observar lo bien que le sentaba la práctica regular de fútbol y golf.
-Podemos seguir la conversación tomando una copa en mi casa. Como te dije, Javi, vivo solo.
En el apartamento de Richard, las cosas seguían igual que la primera y única vez que estuve, bastante tiempo atrás; los mismos detalles en los muebles, la misma alfombra, el mismo sofá de cuatro plazas de color granate con el mismo asiento que se hundía más que el resto... Todo estaba igual, si. El profe nos sirvió las bebidas, un whisky para cada uno de ellos y un refresco para mí.
Sentada en medio de aquellos dos hombres, reposé mis manos en sus entrepiernas. La rección de ellos fue la misma: besarme el cuello. La dureza de sus paquetes iba en aumento y sus manos me acariciaban a la vez, repartidas por todo mi cuerpo. Fuimos desnudándonos, ellos a mí, yo a ellos con su ayuda. Fue excitante notar sus manos recorriéndome, quitando mis pantalones, la camiseta, uno detrás desabrochándome el sujetador, el otro delante acabándolo de quitar y apretando mis pechos con sus manos, los dos hombres bajando mis braguitas y dejando al descubierto todo aquello que ya andaba mojado.
De pie como estaba y desnuda, con uno de mis pies sobre la mesa de centro, sus bocas acompañaban la tarea de sus manos, Javi a mi espalda, Richard delante. Mis dedos apresando sus cabellos, empujando la cabeza de uno hacia mi coño, la del otro contra mi culo. Sus lenguas jugaban moviéndose en mis agujeros, entrando y saliendo de ellos. Bajé mi mirada, impregnada del éxtasis que aquellos dos machos me producían, para verlos, ahí, arrodillados, comiéndome entera. Una de las manos de Javi estaba pajeando a Richard. Me gustó la escena, pero quería más. Obligué a Javi a que se la chupara al profe, que seguía lamiendo mi sexo con devoción, dedicándose especialmente a succionar mi clítoris y a introducir varias de sus falanges en él y en mi ano, ahora libre.
Para estar más cómodos, nos fuimos al dormitorio. Javi fue el primero en tumbarse. Estirado a los pies de la cama, atravesado, fue indicándonos a Richard y a mí como quería que nos pusiéramos para no perderse detalle de la follada que sabía que se me avecinaba. Yo a cuatro patas sobre la cama, el profe de rodillas detrás de mí, acercándose. Restregó su rabo un buen rato contra los grandes labios de mi coño depilado. Cuando observó que mi orgasmo estaba próximo, me la clavó hasta los huevos que, tal parecía, pugnaban por entrar. Mi corrida hizo que se quedara inmóvil unos minutos antes de empezar a follarme fuerte, con energía, como a mí me gusta.
Javi se estaba masturbando viendo como aquel cincuentón me llenaba de carne los agujeros y me hacía gozar. Agarró mi cabeza con ambas manos e introdujo su mojadísima polla en mi boca para follarla. La profundidad que su miembro alcanzaba en algunos momentos, me producía alguna que otra arcada. Con aquel vaivén de su rabo, mi boca era incapaz de retener la saliba, que caía a chorro sobre las sábanas.
-¿Por qué no me follas un poquito a mí, Richard?
Se sonrieron. Javi se tumbó boca arriba en una esquina de los pies de la cama, con las piernas hacia arriba y el culo apoyado en el filo. Yo aproveché la ocasión para ponerme sobre él, consiguiendo un fabuloso 69. Aquello me iba a permitir ver como Richard le follaba el agujero a mi entrenador mientras yo se la chupaba. Intenté facilitarle la tarea al profe y masturbé el ano de Javi. Al ir a introducir uno de mis dedos, noté que había algo dentro: estuvo todo el tiempo con unas grandes bolas anales ahí metidas. Nunca antes las había utilizado. Se las saqué y pude ver lo dilatado que le habían dejado. Casi podría haber metido mi puño y Javi no se habría enterado.
Ya con el condón nuevo, Richard se acercó a nosotros. Agarrando su polla por el tronco, la metió de golpe en el ojal de Javi. Menudo grito pegó. Durante un rato no pudo seguir lamiendo mi coño empapado de flujo. Yo seguía con lo mío, chupándole la verga a mi entrenador y viendo como mi profe se lo trajinaba.
Con semejante estimulación trasera y yo mamándole el rabo, Javi sujetó mi cabeza y se corrió en mi boca. Su leche era espesa y muy abundante, como siempre. Sellé bien mis labios para que nada se escapara. Con todo aquello dentro de la boca, lo besé, pasándole su semen para que él lo tragara. Aquello debió poner a mil a Richard, porque pidió que acudiéramos raudos a prestarle nuestras bocas a su polla, ya libre de la goma. Alternándonos a mamar la verga del profe, conseguimos que este se corriera en nuestras lenguas, que esperaban juntas el chorretazo de leche que salió. Pringados, el profesor añadió su lengua al juego con su viscoso semen. Lo pasamos bien.
Aseados y vestidos, Javi y yo agradecimos la velada a Richard y nos despedimos de él.
-¡Profe, nos vemos la semana que viene en el partido!
MISSHIVA