El Profesor de Inglés (2)

Casi todas y todos los alumnos, en algún momento de sus vidas, se fijan en un profesor, quizás se lleguen a enamorar de forma platónica, pero este no fue mi caso; él sólo me resultaba gracioso.

EL PROFESOR DE INGLÉS (2)

Es poco habitual que un profesor le diga a su alumna de dieciséis años, "No te pongas más ese perfume, que me la pone dura". Pero así era Richard conmigo, directo y claro como el agua más pura y cristalina. Sus clases de inglés eran divertidas y nada monótonas. Le encantaba poner rojas a las niñas con muchos de sus comentarios de índole sexual. Yo sólo reía.

Él era el profe que más se involucraba con los alumnos, el que intentaba ayudar a los que más problemas tenían con su materia. Además, se divertía jugando partidillos de fútbol con nosotros. Fue por aquella misma época cuando decidimos crear equipos, formados por profesores, alumnos y ex-alumnos, y hacer campeonatos que se mantienen hasta el día de hoy.

En mi primer año como ex-alumna, Richard decidió cambiarse a mi equipo que pasó a estar formado por cinco alumnos y tres profesores: él, el de matemáticas y el de latín. Yo, como siempre, era una de las pocas chicas que participaba en los torneos. En concreto, éramos siete.

Después de un partido contra el equipo que más caña nos daba, tuvimos una reunión todos mis compañeros y yo en el vestuario de las chicas del gimnasio del instituto, para intentar buscar soluciones a los problemas del equipo. El profe de mates ejercía de capitán a la par que de entrenador. Se lo tomaba tan en serio, que la bronca que nos cayó a todos aquel día fue de las que hacen historia. Entre todos intentábamos aplacar su enfado con bromas: misión imposible.

-Bueno, ahora que ya está todo dicho, ya os podéis ir que yo me quiero duchar tranquilita.

Saqué a aquel pequeño montón de hombres del vestuario, casi a empujones. Libre de aquellos pesados, me desnudé, me puse las chanclas, para no estar descalza, y me metí en la ducha. Enjaboné mi pelo largo, en aquel tiempo virgen de tintes, después de haberlo liberado de la goma que lo apresaba en forma de coleta. El champú se extendía por mi espalda al enjuagarme la cabeza bajo el agua. En ese momento, sentí que alguien me sujetaba de la cintura desde atrás. No podía ver quien era, porque mis ojos permanecían cerrados para evitar que me entrara jabón.

-¿Recuerdas esto? ¿Recuerdas cómo te la restregué por el culo al pasar por detrás de ti aquel día que viniste a traerme un trabajo a mi seminario? ¿Lo recuerdas?

La voz era lo único que podía delatar a aquella persona. Era él, era Richard, pegado a mi cuerpo desnudo. Al contrario de lo que hubiera podido hacer en cualquier otro momento y con cualquier otra persona, sujeté con ambas manos las piernas del profe y lo apreté todavía más contra mí. Sentía su respiración agitada pegada a mi oreja.

-Claro que me acuerdo, pero no estabas tan duro como hoy.

-Tendrás que ayudarme a aliviar esta hinchazón que me provocas. ¿Tienes algo que hacer cuando salgamos de aquí?

-No, no tengo ningún plan.

-Vente conmigo a mi casa.

Acepté. Richard salió del vestuario, después de depositarme un beso en la nuca, con la ropa chorreando de haber estado bajo el agua conmigo. Yo acabé mi ducha sonriendo por lo que acababa de pasar. Me sequé cuidadosamente con la toalla el cuerpo y el cabello, me vestí, pasé el cepillo por mi pelo, lo recogí en una trenza, todavía algo mojado, maquillé suavemente mis ojos y salí con todas mis cosas metidas en la mochila que me colgué al hombro. Fuera del gimnasio, me encontré con Richard que ya estaba listo para llevarme a su casa.

-Hueles bien, como siempre... ¡Es imposible que se me baje con estas cosas!

Abrió la puerta de su casa y me hizo pasar primero, situándose detrás de mí, volviendo a apretarme contra su cuerpo. Me di la vuelta para ver su cara con gesto excitado. Lo besé. Richard metió sus manos dentro de mi vaquero y mi braguita, cogiendo mi culo y moviendo su cintura de izquierda a derecha, para restregar bien su paquete contra mí. Adoraba restregar su sexo.

Con gesto amenazador, agarré a mi profe de la solapa del cuello de su polo y lo arrastré hacia el comedor. Pidiéndole que me indicara adónde estaba su habitación, lo llevé hasta ella apartando a manotazos sus manos que intentaban tocarme. Parecía un pulpo. Tiré a Richard sobre la cama y me eché encima. Como una loba, como una perra en celo fui quitando con rapidez su ropa; quería verlo desnudo, ver el cuerpo de un hombre de su edad bien llevada. Era la primera vez que estaba con un hombre de más de 30 años.

Me llamaron la atención los dos lunares de la punta de su rabo, en su despejado capullo. Quité un cordón de una de mis deportivas, de las cuales ya me había despojado, lo pasé alrededor de sus huevos y los até. Con la yema de mis dedos, fui dibujando todo el contorno de su polla dura, tiesa.

-¿Quieres que te la chupe? -le dije con una sonrisa pícara.

-Please...

Aprobé su asignatura, así que... Sujeté sus manos con las mías, saqué mi lengua y la puse a trabajar. La humedecía y se la pasaba por la verga. Sólo utilizaba la puntita. Abrí bien mi boca y metí su instrumento. Mi mamada debía de gustarle bastante, porque sus gemidos no cesaban, al contrario, iban en aumento. No pudo evitar la corrida. Aparté mi cara y su leche fue saliendo a borbotones y cayendo en su estómago.

-Me va a tocar desvestirte, baby...

Ciertamente, mi ropa permanecía intacta en mi cuerpo. Lo único que me había quitado era el calzado. Richard se sentó en la cama y me pidió que me pusiera a su lado, mientras deshacía el nudo del cordón de mi deportiva, que permanecía atado a sus huevos. A gatas sobre la cama, llegué al lado de mi profe. Tumbada boca arriba, Richard enredaba sus manos por mi cuerpo quitándome mi camisa negra, desabrochando con delicadeza cada botón, deslizando sus dedos por mi pecho, por encima del sujetador. Después de deshacerme la trenza y dejarme la melena suelta, fue bajando hasta mis pies arrastrando con él mi pantalón. Ya me tenía en ropa interior, pero quiso que me quedara con esas dos prendas puestas. Se metió entre mis piernas, apartó a un lado mi braguita y dedicó a mi coño una buena sesión de lengua. La frotaba bien por cada recoveco de mi sexo.

Un brutal orgasmo sacudió mi cuerpo al tiempo que Richard me penetraba con su polla, provista de la goma de seguridad. No había tardado nada en volver a tener la verga dura. Después de varios minutos follando en aquella postura, él encima de mí, se me antojó cambiar y ser yo la que estuviera sobre él. Hice que Richard se tumbara en la cama, me incliné de espaldas a él, introduje su verga en mi agujero y apoyé mis manos en sus hombros, dejando caer mi melena sobre su cara. El profe metía y sacaba su miembro de mí con soltura, con movimientos rápidos y enérgicos de su cintura, flexionando las piernas para facilitar la labor. Mi braguita seguía ahí, puesta, clavada a un lado, mojándose con los flujos que salían de mí con cada uno de mis orgasmos y las embestidas de la polla de Richard.

Sentados en la cama, el uno frente al otro, viendo como nos masturbábamos. El profe poseía una verga corta, pero gruesa, con su glande al descubierto. Observar como la movía con su zurda, me puso cachonda de forma desmesurada. Quién hubiera dicho que me vería en esa situación con él... Lo miraba de arriba a abajo, su cara y su polla excitadísimas. Dejó de mirarme: inclinó su cabeza hacia atrás y empezó a jadear con fuerza. Vi como su leche brotaba, como si de una fuente se tratara. Mis dedos en mi sexo se movían con rapidez con aquello que mis ojos estaban presenciando. Imposible para mí evitar el profundo orgasmo y el chorro que de mi coño salía. Los dos mojamos las sábanas.

Ya repuestos, ayudando a Richard a cambiar la ropa de su cama, me di cuenta que lo que acababa de ocurrir podría confundir un poco nuestra amistad.

.Profe, esto sólo ha sido sexo y no creo que se vuelva a repetir.

-Tranqui, sé lo que quieres decirme, pero eso no quita que siga teniendo las mismas ganas de follarte de antes.

Y bueno, ya sabéis que se repitió, tan sólo una vez más, pero lo hizo. Hasta el día de hoy, nuestra relación sigue siendo de amigos-cómplices; él sabe muchos de mis secretos sexuales y el suyo, su bisexualidad, sus encuentros esporádicos con hombres, está a salvo conmigo. Y nuestro equipo... pues sigue ganando poquísimos partidos, por no decir que pierde muchos... con tanto profesor mayor... ¡normal!

MISSHIVA