El profesor

¿Quería ir? Definitivamente sí. Aquello le producía un cierto morbo desconcertante. Un desconocido que se acerca sin ton ni son y después desaparece, un club "secreto" de sexo, el tal Hugo... Negar que aquello le excitaba era mentirse a sí misma.¡A la mierda! Que pasase lo que tuviese que pasar.

Después de casi tres semanas de mal tiempo en el que el sol no se había pasado ni siquiera para saludar, al fin podías darte el capricho de llevar la chaqueta bajo el brazo recorriendo las múltiples y abarrotadas calles de la ciudad. Puestos, mercadillos en plena calle, terrazas abarrotadas de cervezas, heladerías haciendo las ventas de su vida... Madrid siempre acogía con gusto las pequeñas señales que dejaban entrever que estaba cerca el verano.

Alberto, que lejos de celebrar su cumpleaños saliendo de fiesta hasta que más de la mitad del grupo estuviese perdido entre futuros revolcones, trapicheos de cubatas y retoques constantes de labios, prefería simplificar la parafernalia a tomar algo durante un par de horas; había escogido un bar de tapas por La Latina. Cinco cervezas, dos tintos de verano y una Coca Cola testigo de otro "no vuelvo a beber más" falso coronaban la mesa e incitaban la existencia de tres conversaciones distintas que, de vez en cuando, se hacían una sola por arte de magia.

La voz chillona e irritante de Natalia volvía a interrumpir cualquier conversación en la que ella no estuviese involucrada, cortando los planes de verano que Olivia y Jorge comentaban emocionados.

-Si yo a Mario le quiero mucho, pero no congeniamos en la cama. Yo sé que lo intenta, pero no me satisface. La verdad, ya no sé qué hacer.

  • Es tan simple como que le digas lo que te gusta o cómo hacer x cosa para que te produzca placer. Que nadie nace sabiendo, Natalia.

Olivia no acababa de tragar a aquella morena de ojos azules. Carlota decía que en el fondo tenía un buen corazón, pero ella sabía que lo decía simplemente porque estaba coladita por ella. Tampoco sabía qué veía en Natalia: tenía un cuerpazo, pero lo que tenía de guapa le faltaba de lista. Además de las perlas que soltaba, siempre tenía que ser ella la que brillase por encima de todos, la voz cantante; por no hablar de los aires de superioridad que se traía siempre de la mano, su egoísmo puro y duro y la carita falsa que ponía a todo el mundo de no haber roto un plato en su vida. Las veces que Mario se unía al plan del grupo, Olivia tenía que esforzarse mucho para no halagarle por aguantar a semejante víbora.

  • Estoy con Olivia. A saber qué pensó el primer muchacho al que diste un beso, Natalia. Además, tienes a Mario comiendo de tus pies, no va a negarte nada que le pidas por esa boquita.

  • El sumiso de la señorita Rottenmeier... -Olivia hacía de tripas corazón por no soltar una carcajada ante la última frase que Jorge había soltado en un susurro.

  • ¡¿Pero cómo voy a hacer eso?! ¡Qué vergüenza!

  • Yo lo llamaría confianza. Y si escasea en vuestra relación... Siento decir que se os acaba el tiempo.

  • Ni loca. Alguna alternativa tiene que existir...

  • Por supuesto. Contrata una sexóloga, cuéntale lo que te gusta y preséntasela a Mario. En unos días tienes a tu novio haciendo magia con los dedos y la boca.

Natalia fruncía el ceño ante la carcajada estruendosa de todo el grupo.

  • Eh, pues fuera coña, debería existir esa profesión, igual así tendría más éxito en el amor. -Todos miraban expectantes y divertidos a Olivia.- En serio, imagináoslo, una persona que os enseñe a follar: cosas básicas, movimientos más placenteros, otras formas de hacer determinadas cosas... A nivel general, claro, luego cada persona es un mundo. Si existe que contacte conmigo, yo le contrato. Si el sexo no está para disfrutar...

  • De primeras parece una auténtica locura, pero visto así... Placer asegurado para todos.

  • Olivia, sácate el doble grado en filosofía con sexología.

  • ¿Dónde me recomiendas hacer las prácticas, Alberto?

  • En mi casa, preciosa.

Tras otra carcajada unánime (excepto por Natalia), volvían a aparecer múltiples conversaciones en las que la voz de Natalia seguía sonando de fondo, pero nadie más que Carlota (con quien hablaba) prestaba atención a su discurso.

Todos encajaban como piezas de puzzles diferentes: a pesar de las diferentes maneras de ser y gustos, cada uno aportaba su esencia y complementaba al resto. Nunca salían ofendidos, prejuicios dañinos ni armas de doble filo. Exceptuando, claro, a Natalia.

  • Te toca ir a pedir la cuenta a la barra, Olivia. La última le tocó a Sergio y finalizamos la ronda.

  • Está bien. Así, de paso, miro a ver si tienen sexólogos en la carta. ¿Media ración o entera?

  • Hemos venido a jugar. Tira la casa por la ventana.

(...)

  • ¿Qué te pongo, preciosa?

  • La cuenta, por favor. Mesa 18.

  • Ahora mismo. Dame un segundo.

  • Claro. Sin problema.

El ajetreo hacía evidente la gran clientela a la que tenían que estar atendiendo. Vasos y copas chocando, bullicio, comandas a gritos, bayetas encima de numerosas mesas, tapas resonando sobre la barra... Ella se rendiría ante el agobio y la presión de aquel sitio.

  • Perdona.

Ojos negros como el carbón, pelo rubio y una apariencia desenfadada miraban a Olivia con cierta timidez y vergüenza, esperando una respuesta amable por su parte.

  • Si, ¿puedo ayudarte en algo?

Aquel desconocido se rascaba la cabeza, como intentando darse una autoaprobación para seguir hablando.

  • Mira, te va a sonar raro y pervertido, pero no he podido evitar escuchar la conversación que teníais. Eh... Mi novia y yo tuvimos algunos problemas hace unos meses y decidimos recurrir a una sexóloga. Lo que relatabas... Bueno, existe, pero supongo que hay que saber dónde buscar. Ella nos recomendó este sitio. Bueno, él suele frecuentarlo, por lo que nos dijo que le buscásemos aquí. - Las manos de aquel chico sujetaban una pequeña tarjeta negra, invitando a Olivia a cogerla.- Nos enseñó... algunas cosas. Si de verdad estás interesada... Pregunta por Hugo.

El tacto de la tarjeta resultaba agradable. Unas letras plateadas con mayor textura resaltaban frente al negro que cubría por completo aquella minúscula cartulina: "Dreamed Sensations". Rebosaba elegancia y cierto misterio.

  • Bueno, eh...

  • Guapa, perdona por la tardanza, aquí tienes, la cuenta de la mesa 18.

El desconocido se había esfumado.

(...)

¿Debía ir? Llevaba dando vueltas por casa desde que había terminado de comer, intentando buscar una respuesta que le convenciese.

¿Quería ir? Definitivamente sí, era lo único que sabía. Su pequeña aportación en la conversación había ido totalmente en serio. No se consideraba torpe en el sexo, pero tampoco una experta, ¿qué había de malo en querer aprender desde el punto de vista opuesto? Total, los hombres con los que se había acostado no habían aportado un placer descomunal y ella tampoco lo había ofrecido de igual manera.

Además, aquello le producía un cierto morbo desconcertante. Un desconocido que se acerca sin ton ni son y después desaparece, un club "secreto" de sexo, el tal Hugo... Negar que aquello le excitaba era mentirse a sí misma piadosamente.

¡A la mierda! Que pasase lo que tuviese que pasar.

(...)

Lo habían montado bien. Si su objetivo era que ni el FBI pudiese encontrarlos, lo habían logrado con éxito: 20 minutos caminando por la misma calle hasta que logró identificar aquel lugar. Parecía aquel bar de Harry Potter en el que nadie (no mágico/sin gustos sexuales específicos) se hubiese planteado entrar.

La fachada principal era antigua, de colores apagados, como si nadie en 100 años hubiese entrado en aquel lugar. Un portón negro con el pomo oxidado daba a un gran pasillo de paredes gris perla y suelo de mármol negro sorprendentemente limpio y elegante. Olivia volvió a leer la tarjeta: "abierto de 10:00 a.m a 5:00 a.m".

  • Hoy para desayunar un buen polvo, mañana si eso me tomo un café. - Pensó en su falsa interpretación para después emitir una pequeña risita.

Según avanzaba por aquel pasillo, el volumen de la música subía. No sabía identificar el género de la misma, era algo así como erótica, psicodélica y fría al mismo tiempo. ¿Un viernes a las seis de la tarde se consideraba hora punta? Wow, la gente no perdía el tiempo, eso estaba claro.

Al fin vislumbró otra puerta negra que parecía sacada del palacio de la madrastra de Blancanieves. Sólo le faltaba una aldaba con la cabeza de un león o un oso para llamar y que apareciese algo así como un guardia real.

De eso último sí que parecía tener: un hombre corpulento vestido totalmente de negro, alargaba la mano ante Olivia, como requiriendo algún tipo de documentación o carné de socio. Olivia le entregó la tarjeta, lo cual pareció abrir la puerta mágica.

Aquella escalofriante música la embotaba los oídos, lo que combinaba con las miles de luces violetas que luchaban por dejarla ciega. Cuando pudo hacerse a ello, sintió ganas de salir despavorida de aquel lugar. Se encontraba ante una sala gigantesca repleta de gente semidesnuda, con algunas prendas de cuero o bien con indumentaria demasiado elegante. Se quedó quieta junto a la puerta, tratando de procesar todo aquello que estaba viendo. Una zona con camas donde mujeres y hombres follaban como animales, como si estuviesen poseídos por el demonio del sexo. Sillones donde hombres y mujeres se abrían de piernas, se tocaban, se miraban con una lujuria jamás vista. Una especie de escaparate rodeado de gente observando cómo diferentes personas encadenaban a sus parejas, las azotaban con látigos y fustas y un sin fin de lo que Olivia calificaba como horrores. Justo cuando vislumbró la barra, una pareja pasaba por su lado: ella iba vestida completamente de cuero, con una correa en la mano derecha y un látigo en la izquierda; su pareja, un hombre, gateaba por el suelo con un collar al que seguía la correa de ella. Si él se paraba o hacía algo "indecente" para ella, le propinaba un golpe. Olivia salió corriendo hacia la barra.

  • Eh, preciosa, ¿puedo ayudarte?

Más cuero, ¿por qué tanto cuero?

  • Estoy buscando a... Eh... Hugo.

Aquella mujer miró de arriba a abajo a Olivia con... ¿Desprecio? No lo supo adivinar. Susurró algo al oído de otro camarero que no dudó en repasar de nuevo a Olivia con la mirada, limpió la barra y puso una copa en frente de ella.

  • ¿Qué quieres tomar? A la primera invita la casa.

  • Un vaso de agua fría, por favor.

Con desprecio. Le había mirado con desprecio.

  • Me ha dicho un pajarito que me buscas, ¿nos conocemos?

En cuanto se giró, se topó con unos ojos grises que trataban de inspeccionarla de pies a cabeza demasiado cerca.

Se levantó rapidamente de aquella butaca e intentó no parecer descarada según le analizaba con la vista. Tenía el pelo castaño recogido en un pequeño moño, sus ojos grises no se separaban de los de Olivia y se lamía el labio inferior cada cinco segundos. Vestía con unos pantalones negros, deportivas y una camisa blanca ajustada. Colgada del hombro, por supuesto, una cazadora de cuero.

Joder con el tal Hugo.

(...)

(Al mismo tiempo, en el mismo lugar)

  • Hugo, preguntan por ti.

  • Espero que no sea mi madre, menudo susto se llevaría la mujer en este antro. -guiño el ojo a las dos mujeres que conversaban conmigo antes de que empiecen a reírse ruidosamente.

  • Es aquella chica de allí, la pelirroja.

Doy un trago a mi copa mientras dirijo la mirada hacia donde me indica Héctor.

Tiene la piel pálida y sus rizos pelirrojos caen en cascada por sus hombros. No alcanzo a ver el color de sus ojos, pero sí unos labios sensualmente finos que mueve hablando con Ángela sin prestar mucha atención. Está nerviosa, no le apasiona este mundo. Viste unos pantalones ajustados blancos, unas deportivas y un jersey azul eléctrico. Me gusta cómo le sienta ese color.

  • ¿Qué pinta aquí? ¿No se habrá perdido? - Héctor sabe perfectamente a qué me refiero.

  • Yo que sé, tío. Pero si se hubiese perdido, no le hubiesen dejado pasar.

Dejo la copa, me despido de aquellas mujeres y me dirijo hacia ella. Tiene buen cuerpo.

  • Me ha dicho un pajarito que me buscas, ¿nos conocemos?

Verdes, tiene unos preciosos ojos verdes.

  • Eh... No. Vengo por... Bueno, ni siquiera sé quién es.

  • ¿Quieres tomar algo? ¿Ir a un sitio más tranquilo?

  • Agradecería que saliésemos de este... Lugar, si no es mucho pedir. - Se ve de lejos que el Sensations no le da mucha confianza, justo después de notar cómo se estremece, empiezo a avanzar hacia la puerta.

  • Venga, pelirroja. No quiero que te desmayes.

En cuanto salimos, coge una gran bocanada de aire y tengo la sensación de que se olvida por un momento qué es lo que hace aquí. Es guapa e inocente, creo que ya sé por qué le han mandado a buscarme.

  • Tú dirás, pelirroja.

  • Me llamo Olivia. Y... Eh... Vaya, no sé cómo decir esto sin que suene demasiado brusco.

  • Al grano, princesa. Ni me como a nadie, ni me sobra el tiempo. Vienes por tu novio, ¿no? Todo ese rollo de que no disfrutáis en la cama y queréis que os enseñe.

  • No. Quizá te vendría bien que yo te enseñase cómo ser un poquito más amable, que no cuesta. Y que yo sepa a día de hoy no pagan por ser borde.

  • Vaya, vaya... La gatita saca las uñas. Cada persona es como es, encanto. Si soy borde, tendrás que lidiar con ello o buscarte otra persona más agradable que quiera hacer lo que sea que vengas a proponerme.

  • Entonces vuelve a esa... cosa. No estoy por la labor de contratar, o lo que sea, a un profesor amargado, y encima de sexo. Menuda ironía.

¿Profesor de sexo? El término me hace emitir una pequeña risa, lo cual cabrea aún más a Olivia, quien empieza a irse con pasos rápidos mientras farfulla palabras que no llego a entender.

Corro hacia ella y tiro de su brazo suavemente para retenerla.

  • ¿Te envía Kat?

  • No sé quién diablos es esa. - Está hecha una furia.

  • ¿Quién es la borde ahora?

  • Si quieres te beso la frente, te doy una piruleta y te contesto con voz angelical y cantarina.

  • Que sea de limón. ¿Crees que puedes llegar a besarme la frente?

Intenta volver a irse mientras yo carcajeo y tiro de nuevo de su brazo.

  • Está bien, está bien. Disculpa mi comportamiento, no ha sido el más acertado. -Frunce el ceño, lo cual me hace reír otra vez.- Vamos, te invito a un café mientras me cuentas qué es lo que has venido buscando.

(...)

  • Entonces quieres que te enseñe cómo hacer disfrutar a tu novio, amante o lo que sea en el sexo.

  • Por última vez, Hugo. No hay novio, ni marido, ni amante, ni rollo, ni lío, ni nada. Simplemente quiero... aprender.

  • ¿Eres virgen?

  • No.

  • Entonces querrás decir perfeccionar.

  • Dios, lo que sea.

  • ¿Por qué?

  • No lo sé. Antes sonaba razonable en cierto modo, no soy la diosa del sexo ni creo que llegue a serlo nunca. Ahora suena demasiado raro y perturbador. Pensarás que estoy enferma o algo parecido.

  • No lo pienso. Veo razonable lo que quieres, pero no logro entender por qué. No hay terceras personas, ¿por qué preocuparse de si tus prácticas sexuales son placenteras o no?

  • Por mí misma, supongo. Me gusta hacer disfrutar a la persona con la que esté, eso me hace disfrutar más a mí. Además, no sé, es raro pero me produce cierto...

  • Morbo. Es más normal de lo que te crees. -Sus mejillas se enrojecen mientras que ella intenta quitarle importancia al asunto bebiendo otro sorbo de su café mientras caminamos por calles que desconozco.

  • Siento que estoy contratando a un puto para hacer guarradas.

Sin poder evitarlo, suelto una carcajada escandalosa que provoca que Olivia me golpee el brazo molesta.

  • Guarradas haríamos, sí. Pero te olvidas de la parte en la que tengo que querer hacer lo que me propones, además de que no vamos a follar y ya está; sino a aprender, mostrar, sentir, perfeccionar y, sí, follar también.

  • Había olvidado la parte en la que tú tienes que cobrar y yo no soy especialmente rica. Cuanto más lo digo, más parece que contrato a un chico de compañía.

  • Deja de preocuparte, Olivia. Has venido por algo aunque ahora le estés dando mil vueltas a cada paso que das.

Acaricio sus mejillas mientras trata de mantener el contacto visual conmigo. Cualquier persona diría que es de todo menos tímida, mas sí lo es, y ahora mismo la vergüenza se manifiesta por cada poro de su piel.

Cuando consigue apartar la nube de pensamientos que le atormenta, logro el contacto que requería.

Siento, de alguna forma, que la conozco. Que conectamos. Hay algo entre nosotros que no logro entender ni explicar. Juraría que ella también lo siente.

Me sorprendo teniéndola peligrosamente cerca. Respira irregularmente mientras mira mis labios y vuelve a mirarme a los ojos. Entreabre la boca unos segundos, se apoya en mis brazos y siento el contacto de sus labios con los míos. Bajo mis manos hasta su cintura mientras su lengua se cuela por mi boca y juguetea con la mía succionándola y mordiéndola.

Besa bien. Joder, besa muy bien.

  • ¿Te apetecería venir a mi casa? Sin compromisos, podemos hablar y ya está.

  • ¿Ahora? -Se relame los labios mientras intenta normalizar su respiración. Joder, me ha excitado con un jodido beso.

  • Sí. Si logro ubicarme, claro.

  • Vale.

(...)

Me gusta la expresión de su cara. Es muy curiosa, pero intenta no parecer una entrometida mientras explora mi casa intentando que no se note la emoción de una niña de 5 años que lleva dentro.

  • ¿Te gusta? - Me acerco a ella y le acaricio la cintura.

  • Es preciosa. Se ve todo Madrid desde aquí, es increíble.

Río suavemente mientras observo su expresión. Le brillan los ojos y camina por la terraza embelesada, con una sonrisa que, me temo, pocos han podido disfrutar.

De repente se tensa, un escalofrío recorre todo su cuerpo y sus mejillas se encienden. Algo la ha hecho excitarse.

Cuelo mis dedos por su jersey y acaricio unos pocos centímetros de su estómago. Ella se pega a mí y vuelve a respirar nerviosa. Aparto el pelo de su cuello y comienzo a besarlo suavemente.

  • ¿Quieres que...?

  • Sí.

Cojo su mano, salimos de la terraza y bajo un poco las persianas para disminuir la luz.

  • La oscuridad siempre produce más excitación. No tiene por qué ser absoluta. Velas, una pequeña lámpara, algunos rayos... - Olivia asiente.- Quiero enseñarte cómo disfrutar de tu propio placer también, pelirroja.

  • B..bien.

  • Desnúdate poco a poco.

Me cuesta mantener la compostura. Me excita sólo con mirarme a los ojos y no estoy acostumbrado a ello. Olivia vuelve a sonrojarse mientras juguetea con el borde de su jersey.

  • Si no te sientes cómoda, si no quieres seguir... Estemos en el punto que estemos, házmelo saber. Dime que pare. Prométemelo.

  • Quiero hacerlo. Te lo prometo.

Se deshace de su jersey, sus deportivas y sus pantalones. Está en forma y sus curvas son una delicia para la vista. Tiene el cuerpo repleto de pequitas y lunares pequeños que se reparten aleatoriamente por toda ella.

  • ¿Te has masturbado alguna vez?

  • Claro. -Imita una explosión en su cabeza, lo cual me hace reír mientras busco unas copas y sirvo un vino blanco aleatorio que no me detengo a ver por culpa de sus movimientos.

Lleva ropa interior de encaje azul, le sienta de vicio ese jodido color. Deja caer su sujetador y su tanga unos segundos después. Se ruboriza, mira su estómago y después vuelve a buscar mi contacto.

Sus pechos son proporcionales a su físico, firmes y de forma tentadora. Las aureolas que rodean sus pezones son pequeñas, y ambos dos de un rosado demasiado apetecible. Tiene el vientre plano y unas piernas alucinantes que esconden su depilado y suave sexo. Su culo es jodidamente enloquecedor, redondo y firme.

  • Te mueves con suavidad y sensualidad. Añadirle erotismo acabaría con cualquier hombre de este planeta y de todos los que quieras inventarte. Eres preciosa, Olivia.

Sabe que estoy tremendamente cachondo, mi pantalón no sirve de mucha ayuda, pero comienzo a detectar un suave brillo en sus ojos. Le gusta ver que provoca algo positivo en mí.

Bebo un sorbo de mi copa mientras le ofrezco la otra y le observo detenidamente.

  • Mastúrbate, Olivia. Aunque la masturbación tenga la intención de excitar a la otra persona y satisfacerla, es algo en lo que únicamente mandas tú. No pueden decirte qué hacer y qué no. Es tu placer y tu cuerpo, y es lo que debe satisfacer. Si algún hombre te impone cómo masturbarte, ese no es tu hombre, pelirroja. Y desde luego, sólo busca su propio placer.

Me observa con timidez, intentando analizar mi rostro. Muerde la yema de su dedo índice inconscientemente mientras baja la mirada lentamente hacia mi pantalón. Joder con la inexperta. Después de tomar un sorbo lento de la copa que acabo de ofrecerle, se recuesta en mi sofá sin dejar de mirarme fijamente y chupa su dedo corazón. Mi miembro responde ante semejante gesto.

Mientras abre sus piernas, desliza el dedo por todo su cuerpo hasta llegar a la zona que ansío por ver. Separa sus labios mayores y acaricia lentamente unos labios menores más rosados que sus pezones. Su dedo corazón saluda a su clítoris y Olivia se acomoda mejor en el sofá. Comienza acariciándolo de arriba a abajo con movimientos lentos que la hacen suspirar de vez en cuando.

Está húmeda, puedo ver cómo brilla el estrecho agujero de su vagina mientras su clítoris se va hinchando poco a poco. La mano que tiene libre pasa a acariciar sus pechos y pellizcar sus pezones a la vez que lubrica su dedo bajando hacia la vagina y vuelve a masturbar su clítoris, esta vez pasando a ser círculos. Está muy excitada y receptiva, echa su cabeza hacia atrás mientras cierra los ojos y trata de no emitir ningún gemido.

  • Mírame, Olivia.

Sus pupilas están dilatadas y el verde de sus ojos se ha intensificado. La punta de su nariz y sus mejillas están sonrojadas y su cuerpo comienza a sudar. Dos de sus dedos se introducen en su vagina, provocando un gemido de placer que calla mordiéndose el labio inferior.

  • ¿Qué se supone que debo enseñarte? No sé cómo no tienes a cientos de hombres haciendo cola para devorarte enterita. Joder, Olivia, mira cómo estoy.

Esta vez no puede acallar el gemido. Observa el bulto de mi pantalón con deseo mientras deja escapar un gemido suave y bajo que no hace más que aumentar mi excitación. Sus dedos se mueven mucho más rápido y su pulgar se las apaña para seguir masajeando su abultado clítoris. Sigue sin cortar el contacto visual mientras decide no esconder ningún gemido más.

  • No puedo enseñarte nada relacionado con gemir. Los gustos son bastante dispares. A algunos hombres les gustan intensos y sonoros, incluso chillidos descomunales para despertar a medio vecindario. Otros prefieren el silencio, algún suspiro de vez en cuando y poco más. En mi caso, me gustan los gemidos que no exageran en cuanto a volumen, el chillido ensordecedor me suena a simple teatro. Tus gemidos me gustan, eso está claro.

Sus piernas comienzan a temblar y su vientre se contrae disimuladamente mientras ahora ha decidido centrar toda su atención en el clítoris. Jadea mientras mira mi paquete y mis ojos a intervalos. Está tremendamente mojada.

  • Lo siento, Olivia, pero no puedo más.

Me deshago de mis pantalones, cojo un preservativo y lo tiro a su lado. Cubro su intimidad con mi palma derecha mientras ella acerca sus dedos a mi boca. Los succiono, clavo mis dientes en sus yemas y acaricio su sexo. Es suave, caliente y resbaladizo. Su clítoris recibe a mi dedo pulgar con excitación, provocando un espasmo significante en su vientre.

  • No dejes de mirarme.

Asiente a la vez que vuelve a gemir e introduzco el anular en su interior, sin poder evitar suspirar. Es estrecha y dispuesta. Sus piernas se cierran mientras Olivia se retuerce nerviosa.

  • Córrete, pelirroja. Córrete para mí.

Introduzco un segundo dedo aumentando mi ritmo mientras ella acaricia sus pechos y yo trato de abrir sus piernas.

  • Ojos abiertos, pequeña. El contacto visual siempre suma.

Mis dedos se mueven rápido mientras su mirada me taladra y su vientre se contrae. Acaricio su clítoris con empeño, abre la boca jadeando, sujeta mi mano y observo cómo llega su orgasmo: sus piernas se mueven involuntariamente, los espasmos de su vientre la dominan y un gemido ronco cubre mis oídos.

Cuando logra recuperarse, se mete mis dedos en la boca y los succiona despacio. Joder.

  • Se acabaron las clases por hoy.

Sus ojos me miran confusos y alarmados al mismo tiempo.

  • ¿He hecho algo mal?

Carcajeo mientras me deshago de mis bóxers y acaricio mi miembro mientras Olivia, mirándolo, relame sus labios.

  • No. Ese es el problema. No puedo seguir enseñándote ahora, sólo quiero follarte, Olivia. Estoy tan cachondo que me duele, necesito sentirte, por el amor de dios.

Ríe, coge el envoltorio plateado y saca el condón.

  • Fóllame, Hugo.

Coloca el condón sobre mi miembro y lo acaricia. El contacto de su piel contra mí me enloquece como nunca antes lo habían hecho. Sujeto su mano.

  • Tenemos tiempo para todo. Sé que lo voy a disfrutar, pero ahora mismo sólo pienso en introducirme en ti. No sé qué has hecho, pero voy a explotar en cualquier momento.

Se levanta para morderme el labio inferior, vuelve a recostarse en el sofá y abre sus piernas sin dejar de mirarme.

Rozo mi pene contra su sexo de abajo a arriba mientras ella jadea, poco después empiezo a introducirme lentamente en ella, observando cómo articula su boca en base al placer que siente. Cuando estoy completamente hundido en ella, un gemido sonoro sale de mi garganta mientras amaso sus pechos, tomándome unos minutos para sentir a Olivia en toda su plenitud. Mi pene palpita mientras su interior se ciñe sobre él de una manera inimaginable, respira deprisa, con los ojos cerrados y la boca abierta.

Comienzo a moverme despacio con movimientos suaves para que su vagina se adapte a mí y me permita moverme con libertad. Entro y salgo para proporcionarnos un mayor placer que Olivia me confirma con sus incesantes gemidos. Mi pulgar vuelve a masturbar su clítoris para conseguir una mayor lubricación y placer en Olivia. Dentro, fuera, dentro, fuera. Se siente tremendamente bien.

  • Avísame si te hago daño.

Sin salir de ella, nos siento a ambos en el sofá, quedando así su cara frente a la mía. Sus brazos rodean mi cuello mientras comienzo a moverme de nuevo y Olivia devora mis labios. Continúo con movimientos lentos, sin embargo, me introduzco en ella de un sólo golpe, lo cual me colma de un placer indescriptible. Aumento el ritmo mientras Olivia muerde, lame y besa mi cuello y orejas. Su culo sigue el ritmo de mis embestidas a un ritmo casi peligroso, nuestros cuerpos chocan sin parar una y otra vez, cada vez más rápido, cada vez más fuerte. Jadeo mientras Olivia presiona las yemas de sus dedos en mi espalda y gime en mi oído, provocando más excitación en mí. Tira de mi pelo cuando las contracciones de su útero cubren mi pene, avisándome de que va a volver a correrse mientras yo estoy al borde de rendirme ante ella. Sus caderas se mueven buscando el contacto preciso una y otra vez, de un golpe seco y duro, hasta que finalmente gime mi nombre sin dejar de moverse. Poco después soy yo el que se corre, hundiendo la cara en el hueco entre su hombro y su cuello.

  • ¿De verdad que esto no es una broma?

Olivia ríe dulcemente.

  • He quedado a las 12 en una discoteca de por aquí. ¿Quieres venirte?

Se mueve en círculos disimuladamente mientras sigo dentro de ella.

  • Claro, por qué no.

Sonríe mientras introduce su lengua en mi boca, jugando con ella mientras deja atrás el disimulo y el movimiento de su culo comienza a ser más notorio.

  • ¿Quieres más?

Asiente mordiéndose el labio mientras me mira fijamente y se encoge de hombros.

  • Me pones bastante.

Miro el reloj. Las diez menos cuarto.

  • ¿Tienes que irte a casa a ducharte y arreglarte?

  • Sip.

  • ¿Cuánto tardas en hacerlo?

  • Te sorprendería lo veloz que puedo llegar a ser con tal de conseguir lo que quiero.

Succiono uno de sus pezones provocando que gima para después salir de ella, hacer un nudo al condón y tirarlo a la basura.

  • A la cama, quiero jugar contigo y con mi lengua.

Doy un azote en su trasero antes de que comience a corretear en dirección a mi habitación. Una vez hemos llegado, la beso durante unos minutos pegando su cuerpo contra el mío, la tumbo y meto mi cara entre sus piernas de lleno. Olivia acaricia mi cabeza mientras gime según mi lengua explora toda su intimidad, succionando sus labios y su clítoris. Un rato después, vuelve a correrse sobre mi boca.

Sabe a puta gloria.

(...)

La discoteca está comenzando a llenarse cuando la música embota mis oídos. La gente baila, ríe y bebe donde sea que mires.

No tardo mucho en encontrarla. Lleva un vestido negro de tirantes que se ajusta perfectamente a su figura, mientras habla con un grupo de chicos y chicas, soy consciente de que varios hombres observan su culo. Sus tirabuzones pelirrojos caen sobre su espalda más pronunciados y se mueven cada vez que Olivia empieza a reír.

Me acerco a ella pasando la mano por su cintura disimuladamente.

  • Hola, pelirroja. Cuánto tiempo. -Me sonríe y devuelve la mirada hacia aquellos chicos.

  • Él es Hugo. Hugo, -va señalando conforme habla- ellos son Jorge, Alberto, Julia, Fer y Sonia.

Tras saludarles uno por uno y conversar de temas irrelevantes con la mayoría del grupo, Olivia se ofrece a pedir cada una de nuestras bebidas en la barra. Una vez que estamos todos servidos, la propino con un beso que no me rechaza.

  • ¿Qué tal estás?

  • Genial, ¿y tú?

  • Bastante bien, ¿no está usted cansada, señorita?

  • Para nada, tengo más energía que nunca. -Me guiña un ojo justo antes de que Julia y Alberto se unan a la conversación.

Un rato después, Sonia reclama a Olivia para bailar unas cuantas canciones justificando que son sus favoritas, Alberto no duda en unirse a ellas.

Julia charla animadamente con un chico apartada del grupo, Jorge y Fer conversan sobre marcas de motos, ventajas y desventajas de cada una. No dudo en unirme a la conversación mientras observo a Olivia moverse. Baila demasiado bien, sabe cómo moverse y qué mover, lo cual, combinado con el hecho de que no para de reírse y de vez en cuando la encuentro haciendo el tonto, la convierten en un partidazo.

  • Hugo, ¿y de qué os conocéis?

  • Vivimos bastante cerca. Al final, el cruzarnos tantas veces y en tantas ocasiones, entre unas cosas y otras, dan paso a más que un simple saludo.

Ambos asienten.

  • Es una buena chica. A veces se la va la pinza y no se corta ni un pelo, pero he de admitir que eso te acaba atrayendo.

  • Cierto, no te cansas de ella. Siempre tiene algo nuevo con lo que sorprenderte para bien. Sobre todo cuando sale el tema sexo. Es un librito de opiniones y consejos.

Río al recordar todo lo vivido en esta tarde. Es vergonzosa pero se rinde al placer fácilmente, cosa que no te esperas, de ahí que ciertos aspectos puedan llegar a sorprenderte.

Parece que va a ser muy reticente a probar determinadas cosas o a hacerlas, que no va a tener maña ni chispa, pero joder si la tiene.

  • Eh, ¿qué estás hablando de mí, cotilla?

Acaricio su culo y su cintura mientras toma un sorbo de su Aquarius de limón.

  • Les estaba preguntando si eres una alcohólica empedernida.

  • Qué va. No me va mucho el alcohol. Además, me gusta estar plenamente consciente cuando hago determinadas cosas. -Vuelve a guiñarme el ojo mientras aprieto disimuladamente su culo y ríe. Mierda, ya me estoy volviendo a poner cachondo.

  • ¿Bailas conmigo?

Deja el vaso en la mesa y tira de mi mano hacia la pista. En cuanto comienza a sonar una canción que desconozco, me sonríe.

  • Justo, mi favorita.

Se contonea alrededor de mí mientras yo trato de seguirla como puedo. Gira moviendo su culo en círculos, deleitándome con cada movimiento. Un rato después, baila completamente pegada a mí. Siento el roce de su culo contra mi miembro y su espalda contra mi pecho. A la cuarta canción, mi erección es más que evidente.

  • Olivia, me temo que vas a tener que parar.

Sigue mi mirada con la suya hasta notar el bulto que destaca sobre mi pantalón.

  • Oh, ¿estás excitado? - su voz inocente la delata.

  • No me puedo creer que seas tan insaciable, pelirroja.

  • Perdone, caballero, pero el que tiene una erección es usted.

La callo mordiéndola el labio inferior mientras la pego a mi cuerpo y acaricio su espalda y su culo.

  • ¿Eres consciente de cómo me pones?

  • Un poco. Venga, vamos a mi casa.

  • ¿A tu casa? Ya sabes que podemos ir a la mía. Está más cerca.

  • Pero igual me cobras más por visitar tu propiedad privada.

Suelto una carcajada mientras la doy un azote sonoro.

  • No te pienso cobrar. No soy tu puto ni tu chico de compañía, Olivia.

  • ¿Y quién eres?

  • El chico de la erección de Olivia. Encantado.

  • Un placer. Yo soy Olivia. ¿Serías tan amable de acompañarme a mi casa? De repente ha salido a relucir mi vena caritativa y quiero ayudarte con ese problemita de ahí.

  • ¿Problemita?

  • Cierto, problemón. Menudo pene, cariño.

  • ¡Pero muchacha! ¡Esa boca!

  • Ups. Si estuviésemos en mi casa ya la tendría ocupada.

  • Tira, o me van a detener por escándalo público.

(...)

Tras un camino repleto de roces, besos y tonteo, por fin tira sus cosas sobre el sofá para después tirar las mías del mismo modo.

  • Nunca había tenido tantas ganas de alguien en un mismo día.

Río mientras me lleva hacia la habitación. Antes de regresar conmigo, se mete en el baño de la misma habitación y oigo encenderse un grifo.

  • Olivia, ¿qué haces? ¿Estás bien?

  • Sí, sí. Es que quiero hacerlo en la bañera.

Me echo para atrás el pelo intentando controlarme. Poco después, regresa para enganchar sus dedos en mi pelo y comenzar a besarme con ansia, pegando su cuerpo al mío mientras muerde mi lengua y mis labios para después abandonarlos y seguir los mordiscos por el cuello y el lóbulo izquierdo mientras su mano derecha acaricia mi erección a través de la tela.

Sin dejar de colmar de besos, mordiscos y chupetones mi cuerpo, va deshaciéndose de mi ropa mientras mi deseo va en aumento cada vez más. Tira de mí hacia la cama, donde sube y se pone de rodillas, teniendo así mis bóxers frente a su cara.

  • No tienes por qué hacerlo.

  • Quiero hacerlo. Enséñame.

Suspiro cuando baja mis bóxers y sostiene mi pene tremendamente erecto entre sus manos. Su mirada me vuelve completamente loco.

Comienza a acariciarme arriba y abajo despacio, masturbándome lento mientras me mira fijamente.

  • Ten cuidado con el glande. Es muy... -En ese instante, pasa la yema de su dedo índice por él, recorriéndolo en círculos y prestando atención a la uretra, acariciándola con extrema delicadeza.- Sensible. Joder.

Unas pocas gotas preseminales brotan con ese simple contacto que me hace volverme loco.

Su masturbación aumenta el ritmo progresivamente, provocando que jadee constantemente y tenga la necesidad de cerrar los ojos.

  • Cierra la mano en torno al pene. Da una sensación parecida a la que sentimos cuando la introducimos.

Asiente y no tarda en hacer lo que la aconsejo. Presiona mi pene con delicadeza mientras se mueve deprisa, parándose, de vez en cuando, a jugar de nuevo con mi glande.

  • Olivia, ¿tienes vibrador?

  • Segundo cajón. Es morado.

Sonrío satisfecho. Sabe disfrutar de sí misma. Con rapidez, me dirijo al cajón, lo cojo y vuelvo con ella.

  • Quiero...

Justo en ese momento pasa la lengua por mi glande como si saborease lentamente la punta de un helado, lo que hace que gruña y eche la cabeza hacia atrás. Cuando intenta lamer cuidadosamente el pequeño agujero de la uretra con la punta de la lengua, siento que voy a estallar de placer ahí mismo. Cuando he logrado tranquilizarme en la medida de lo posible mientras ella pasa a introducirse mi miembro en la boca y succionarlo de arriba a abajo, pido a Olivia que se posicione a cuatro patas apoyando el pecho en la cama mientras sigue haciéndome la mamada.

Investigo un poco el vibrador, y cuando ya tengo una idea sobre cómo va, me dispongo a masturbarla cuando roza delicadamente los dientes de abajo a arriba por mi pene. No puedo evitar sujetar su cabeza y moverla, sin embargo, Olivia para mi mano, la aparta y niega con la cabeza.

Asiento mientras vuelve a succionarla de arriba a abajo, intentando saborearla hasta su límite mientras yo acerco el vibrador a su clítoris. Gime mientras comienzo a sentir que estoy cerca.

  • Presta atención a los... Joder, testículos. También nos excita su trato.

Unas pequeñas gotas caen sobre la colcha, vuelve a estar mojada. Me mira mientras baja a lamer mis testículos y succionarlos, mis gemidos dan paso a los suyos cuando subo la potencia del vibrador y lo introduzco una y otra vez por su vagina. El ritmo con el que succiona aumenta, compagina los lametazos con la presión de sus manos mientras mi vientre comienza a emitir pequeños espasmos. Cuando roza los dientes con muchísima delicadeza por mi glande, me dejo llevar y comienzo a correrme mientras mimo una y otra vez su clítoris.

Observo deleitado cómo traga mi semen, limpia mi miembro y después se relame.

Segundos después, inclino mi cuerpo para besarla con pasión mientras retiro el vibrador.

  • ¿Acuático?

  • Por supuesto. ¿Por quién me has tomado?

Río mientras la ayudo a bajar de la cama y me pego a su espalda, notando como mi pene vuelve a despertarse.

  • Lo haces muy bien, realmente no sé para qué me has buscado.

Sin movernos, coloca la punta de mi pene entre los labios de su sexo mientras se desliza adelante y atrás.

  • Menos mal que lo he hecho. Me gustas tú más que el vibrador.

Río, la cojo y, una vez ha enrollado las piernas en mi cintura, saco dos preservativos del mismo sitio donde estaba el vibrador, me coloco uno y la dejo caer, introduciendo mi miembro dentro de ella mientras camino hacia el baño y Olivia no deja de moverse para crear nuestro ansiado roce.

Nos meto en la bañera y salgo de ella con cuidado.

  • Tú mandas, pelirroja. ¿Cómo quieres hacerlo?

Cierra el grifo, vuelve a besarme y me sonríe.

  • A cuatro.

Sonrío mientras me pongo de rodillas seguido de su postura. Tiro de su culo acercándola a mí y antes de nada, la voy mojando poco a poco con el agua de la bañera. Enciendo el vibrador y rozo la punta de mi pene contra ella sin llegar a introducirme.

  • De una, Hugo. Empieza de una.

Hago exactamente lo que me pide. Después de acariciarla un poco, me introduzco en ella de un sólo golpe mientras ambos gemimos. Con la mano que sujeta el vibrador, recorro su cintura hasta colocarlo de forma que masturbe a su clítoris; con la otra, masajeo sus pechos mientras comienzo a moverme lento y suave, oyendo los gemidos incesantes de Olivia.

  • Quiero que te relajes y disfrutes. Siéntelo todo, dame todo lo que puedas darme, no te cohíbas.

Comenzamos a movernos al unísono, siguiendo el ritmo que marcamos hasta llegar a golpes secos en los que me retiro despacio una y otra vez. Las paredes de su útero siguen deleitándome ciñéndose sobre mi miembro y su lubricación es simplemente magnífica. Comenzamos a movernos más rápido y fuerte cuando noto que Olivia se tensa. Retiro el vibrador y paso a cubrirla con mi mano.

  • Relájate, pelirroja.

  • Si lo hago...

Su vientre se contrae violentamente mientras sigo introduciéndome en ella y masturbando su clítoris en círculos rápidos y pequeños pellizquitos.

  • Lo sé. Hazlo. Hazlo por mí. Relájate.

Aumento ambos ritmos mientras noto como ambos estamos a punto. Salgo de ella para rozar mi glande por su clítoris mientras introduzco mis dedos para acariciar el punto correcto. Está a punto.

Ejerzo presión sobre si clítoris con mi miembro mientras mis dedos la tocan gustosamente. Beso y muerdo su cuello con mimo mientras aumento el ritmo.

  • Córrete cielo.

Justo en el momento en el que muerdo su lóbulo, noto sobre mi miembro el líquido que requería mientras su cuerpo convulsiona sin parar. Vuelvo a cambiar rápidamente. Mi miembro se introduce y sale una y otra vez mientras mi pulgar sigue masturbando su clítoris sin cesar. Olivia cierra las piernas, tiembla y vuelve a deleitarme con otro pequeño chorro que cae directamente sobre mi mano. Son cuatro los que consigo que libere para después observar con deleite cómo su cuerpo sigue acostumbrándose al tremendo orgasmo que acaba de tener. Su vientre se contrae, sus piernas se cierran con fuerza y su culo desciende tembloroso. Sujeto con fuerza a Olivia mientras, poco a poco, vuelve a recuperarse.

Cuando se sienta sobre mí y se mueve inconscientemente, me corro gimiendo su nombre en su oído.

Acaricio su vientre mientras Olivia descansa su cuerpo sobre el mío.

  • Lo que acabas de experimentar se llama squirt. Suele ser difícil de conseguir en las mujeres porque...

  • Es como si te mearas.

  • Efectivamente, además de que no todas las mujeres suelen estar satisfechas en la cama.

  • Ha sido... Joder.

Río y la beso el pelo.

  • ¿Sigues teniendo ganas de más?

Olivia niega con la cabeza y deja caer su cuerpo sobre el mío, totalmente relajada.

  • De repente me muero de sueño.

Giro su cara y la beso.

  • Venga, vamos a bañarte y a dormir.

Un año después, sigue sin convencerme la cerveza ni el café.He descubierto la elegancia utópica del vino, mas no he aprendido a degustar con sensualidad todos los que se me han presentado por el camino.Los fines de semana que no me despierto más tarde de las doce sigo tomando Nesquick y las "citas" las acompaño siempre con Aquarius o Nestea.Últimamente me llueve cuando no llevo paraguas, y si me acompaño de éste un sol radiante viene a verme. Estoy desarrollando una conjetura mayor que la Teoría de Cuerdas en la que ligo todos estos sucesos a un círculo vicioso al que se ha enganchado el duendecillo que va dirigiendo mi vida. Pero sigo empapándome cuando hay tormenta con la excusa de quedarme un poquito más debajo de la ducha a temperatura "volcán en erupción".Cada año sé con más certeza que el invierno sólo me gusta por la Navidad y que estamos a una discusión de pedirnos el divorcio definitivo: estoy enamorada hasta la médula de otra estación que me promete playas paradisíacas, helados de vainilla y tintos de verano en terracitas al lado del mar.Soy de bailar sin tener ni puta idea, de cantar a grito pelao desafinando y de llegar tarde incluso a mi propia vida. De meterte mano viendo Frozen, llorar a moco tendido por Up y emocionarme como una niña de 5 años viendo Los Vengadores.Perezosa por naturaleza, marmota por preferencia y malhablada por lo general.Me puedes llamar Nut, que no "zorra", "guarrilla" o "viciosa" por el mero hecho de escribir lo que lees.Si muchos días apenas me conozco, siento decirte que menos lograrás conocerme tú; pero soy maja.Si quieres darme el gusto de disfrutar de una buena conversación, nutx__@hotmail.com hace los honores de comunicarme aquello que me quieras decir; mi tiempo de respuesta supera los envíos de Amazon, no suele traspasar las 24 horas.Morena, pelirroja, rubia... ¿Qué más da? Imagíname, es lo más parecido a mí que tendrás.