El profesor (6)

Sigue la historia de sumisión del joven profesor hacia su alumna.

Después de un largo día, estaba en casa con mi Ama Jessi, su novio Marcos y su amiga Noe. Ellos comían en la mesa. Yo, en un plato en el suelo, junto a Duque, el perro de Marcos. Mi comida era ni más ni menos que comida de perro; lo que me correspondía, pues ahora era su perrita, y por esto me habían puesto un collar.

Como no había comido nada en todo el día, estaba muerto de hambre, así que me decidí a comer aquello. Al fin y al cabo no podía estar tan malo. Y yo necesitaba meterme algo en el estómago. Así que acerqué mi cabeza al plato, y hundí mi cara en aquella comida, intentando coger la comida con la boca y la ayuda de mi lengua. ¡Era difícil! Era la primera vez que comía así, sin cubiertos ni utilizar las manos. Tampoco era normal notar mi cabeza tan cerca del suelo, tan abajo. Conseguí tragar un poco de aquello y fue repugnante. Tanto que lo saqué de mi boca antes de tragarlo. Me daba asco en la boca, así que acerqué mi boca al platico del agua (que compartía con Duque) para beber algo. También aquí tuve la sensación de beber de forma nueva para mí, metiendo todo mi "hocico" en el platico. Entonces, Duque también metió su hocico en el platico, y nuestras lenguas se rozaron. Me aparté. Entonces los tres empezaron a reírse, y me di cuenta que estaban mirándome. "Venga, perrita, ¡come!" Y yo metí mi hocico en el plato y tragué aquello, cerrando los ojos. Ellos se rieron, y yo, muerto de hambre y con los ojos cerrados, volví a meter la cabeza en el plato y a tragar, y así empecé como un poseso a comer sin parar, muerto de asco, con los ojos cerrados, llenos de lágrimas. Y de repente paré; me dieron arcadas, pero conseguí no vomitar. Ellos me miraban muy divertidos. Yo no podía seguir comiendo, si intentaba tragar algo más de aquello vomitaría seguro. Entonces Noe se levantó y vino hacia mí, se agachó y pasando su mano por mi lomo y mi cabeza, me susurró dulcemente a la oreja: "¿Por qué no comes? ¿Ya no puedes más?". Yo asentí con la cabeza. Desde la mesa Jessi me gritó:

Oye perrita, que Noe te está hablando, ¡a ver si contestas joder!

Sí, Ama. Ya no puedo más, señorita Noe.

Noe parecía que ya estaba satisfecha con la respuesta, tenía algo en mente, se lo notaba en su cara, en su mirada. Sus ojos, saltarines y burlones, la delataban. Pero Jessi siguió:

¡Oye estúpido! ¡¿Desde cuándo los perros hablan?! ¡¿Eh, imbécil?! Quiero que contestes, y que contestes como un perro que es lo que eres. A partir de ahora serás mi perrita siempre que a mí me dé la puta gana. Serás mi puta, mi perra, mi chacha y todo lo que yo quiera que seas. ¿Lo has entendido perrita?

¡Guau, guau!, respondí asintiendo con la cabeza y moviendo mi culito en pompa como si pudiera mover la colita.

A los tres les hizo mucha gracia y se rieron mucho; entonces, Jessi y Marcos volvieron a entregarse a su cena, mientras Noe seguía agachada a mi lado. Me susurró:

  • ¿Estás seguro que no tienes más hambre? Hoy no has comido mucho, y tienes que comer. ¿Verdad, que tienes hambre todavía? ¿Qué pasa, no te gusta la comida?

Yo asentí con la cabeza, mientras le lamía los pies, intentando que se compadeciera de mí. Y parecía por su tono que lo conseguía, pero aquél brillo en sus ojos no me acababa de gustar; no me fiaba.

Quizás esto es demasiado espeso para ti. Si quieres te lo puedo hacer más digerible, que sea más blandito. ¿Qué te parece, perrita?

Guau, guau!, contesté asintiendo con la cabeza y moviendo el culito como antes.

Aaaayyyy, ¡qué chucho más majo…!, dijo ella pasando su mano por mi cabeza.

Entonces, se puso a cuclillas delante de mí, justo encima de mi plato; llevaba falda y debajo deduje que no llevaba nada, puesto que empezó a caer su orín en mi plato. Yo me desencajé; ¡así que era esto lo que tramaba! Ahora sí que se acababa la cena; aquello ahora sí que no se podía comer ya. La comida de perros es una guarrada. Pero, con orines, ya es algo asqueroso total. En fin, que allí acababa mi cena por lo visto. Me puse muy triste, y noté mi estómago vacío como se quejaba. Abajé la mirada al suelo, intentar contener mis lágrimas. Lágrimas, lágrimas. Solo repito esta palabra una y otra vez. ¿Os pareceré blandengue, quizás? A lo mejor sea eso, pero yo tenía ya los nervios destrozados; demasiadas emociones, demasiados acontecimientos. En aquél momento oí la puerta que se cerraba; era Marcos que se había ido de repente. Pero no acabó todo allí.

¡Venga perrita, come!

Me lo decía Noe, que por lo visto no era mejor que su amiga Jessi. Yo no contestaba, solo miraba al suelo, sin hacer nada. Además me empezaban a doler las rodillas.

¿Qué pasa, perra? ¿¡Así es como agradeces mi ayuda!?

Y me clavó una sonora bofetada. Entonces se acercó Jessi, y le propinó una bofetada monumental a Noe. Yo sonreí, y Jessi al verlo me propino otra fuerte bofetada.

  • A ver, Noe, ¿quién te has creído que eres? ¿¡Eh!? ¿Quién te ha dado permiso para tocar a mi perra?

  • Perdona, Jessi, yo… lo siento. Solo quería divertirme un poco

  • Está bien, está bien, tranquila, no pasa nada… pero recuerda: esta es mi perra. Si quieres jugar con ella o lo que sea, me lo pides, y yo te la presto. Somos amigas, ¿no? Pues no debes preocuparte, porque la perra siempre estará a tus pies como a los míos. Pero, eso sí: no olvides que aquí la que manda soy yo.

  • De acuerdo Jessi. Y perdona. Gracias; muchas gracias por todo.

  • Venga, venga, ya está bien de discutir. Ahora lo que quiero es ver como la perra se come todo lo que tiene en el plato.

Noe me miró, como diciendo "ya lo has oído: ¡a comer!", y yo baje la cabeza y intentando no pensar en lo que estaba haciendo, empecé a comer. Las dos me miraban, y yo me comí todo lo del plato. Ya solo quedaban los restos, y un poquito de restos de orín. Levanté mi cabeza dando por hecho que ya estaba, pero Jessi me pegó una colleja.

Vemga, perrita, quiero que dejes el plato bien limpio. Quiero que te pongas a lamer el plato ahora mismo y lo dejes reluciente.

Guau, guau.

Esta fue mi contestación, acompañada de un movimiento del culo y asintiendo con la cabeza. Lamí todo el plato. Y cuando acabé me di asco a mi mismo. Y recordé que hacía unos días yo era un chico joven más o menos normal, contento porque le había salido un trabajo nuevo de profesor.

Jessi decidió ponerse a abofetearme en la cara, sin prisa pero sin pausa, me iba abofeteando, y decía riendo: "A falta de pan buenas son tortas, ¿verdad perrita?". Mientras, Noe se había puesto detrás de mí y me pateaba el culo, y de vez en cuando y intencionadamente, los huevos. Solo se entretuvieron así un ratito; luego me llevaron a la cocina, tirando del collar, y prepararon una cafetera grande de café. Luego, Jessi se puso encima mío, yo todavía estaba a cuatro patas, y me puso un embudo en la boca, cogiéndome bien la cara, mientras Noe me tiraba todo el café. Me obligaron a bebérmelo todo. Luego se fueron.

Al día siguiente en clase hacía muy mala cara; no es raro, puesto que no había podido dormir en toda la noche y era ahora que empezaba a estar cansado y adormecido. Además el día anterior había sido muy intenso y solo había comido un plato de comida de perro con orín. Buena mierda. En fin. Jessi tampoco estaba de buenas: habían tenido pelea con Marcos, que se empezaba a mosquear con mi tema. Jessi me hacía más caso a mí que a él, y además a Marcos todo esto de la dominación y según que practicas le venía muy grande, estaba descolocado. En el fondo era un carca.

Por la tarde Jessi entró a mi casa, y me comentó que tenía una idea para hacer dinero y superar el problema económico que teníamos. Su idea brillante consistía en hacer una subasta y así ganar un montón de dinero. ¿Cuál sería el objeto de la subasta? Mi culito virgen. Claro que eso no era del todo exacto, pues yo me había follado bastante el culo, aunque solamente con algún pequeño objeto y con el vibrador. Ahora mi culo iba a ser follado por una verga real por primera vez. Yo no sabía qué pensar; me sentía humillado por mi situación económica y por convertirme en un objeto de subasta, objeto sexual a cambio de dinero (según como se mire, eso significa que me convertía en una puta, una puta que se vendía al mejor postor). Era humillante, tan humillante que me ponía muy muy cachondo. Era una situación muy morbosa. Jessi me pidió que me pusiera muy sexy para el día de la subasta, así subirían más y ganaríamos más dinero. Ella gestionaba ya todo. Mi dinero era su dinero; mi deuda… la afectaba en cierto modo; mis beneficios eran sus beneficios. Jessi me acarició, me dio un beso, y me dijo: "Quiero que mi putita esté deliciosa, que se la quieran comer todos. Que se dejen un dineral en este culito de pendón putero". Ayyy… ¡cómo me ponía cuando decía estas cosas!

Se acercaba la época de exámenes; y también el día acordado para la subasta. Jessi ya había hecho su examen un día en casa: yo le había pasado las preguntas, pero ella quiso que se las respondiera también. Yo acepté. Luego se lo di para que ella hiciera el examen teniendo ya las respuestas; a ella le molesto tener que escribir todo aquello, pero finalmente la convencí de que el examen tenía que estar escrito por ella. Por fin me hizo caso, y con esto se ganó un sobresaliente. En realidad fue ella la que me ordenó que le pusiera un sobresaliente. Yo intenté que aceptara tener simplemente un aprobado, ya que todo lo otro lo iba a suspender, y un aprobado cantaría menos que un sobresaliente, que en una chica como ella es evidente que nadie lo creería. En fin. Al final tendrá sobresaliente y a ver si podemos salirnos con la nuestra en esto.

Bueno, pronto será ya la prueba de final de semestre. De esta prueba dependerá vuestra nota, os lo jugáis todo aquí. ¿Tenéis dudas? Supongo que ya estaréis preparando la prueba concienzudamente

¡Claro que sí, Juan! Y tú, ¿estás preparado para la prueba?

Sí; ya tengo ganas de que empiece.

Estas conversaciones paralelas entre Jessi y yo ya eran habituales en clase, y los chavales no se enteraban de la mitad. En esta pequeña conversación me puse un poco nervioso, como de costumbre, pero al final la cosa no salía nunca de control. Eran simples guiños, simples comentarios de Jessi que solo querían ponerme un poco nervioso y en evidencia, para recordarme que soy propiedad suya. Pero con el tiempo he visto que en realidad no quiere destapar nuestra relación de dominación abiertamente en la clase.

Finalmente llegó el día. Por la mañana tenía el examen en el instituto. Cuando entré en clase ya estaban todos apunto, sentados separados, como ya saben que funcionan los exámenes. Repartí todas las hojas de la prueba a mis alumnos, dando a Jessi su prueba ya hecha con anterioridad. Durante un buen rato ella tendría que fingir que escribía el examen, así que empezó a escribir en una hoja aparte. Durante el examen yo recorría la clase, de vez en cuando, de un lado a otro. En un momento dado me di cuenta que Noe estaba copiando. A Noe le habíamos dicho las preguntas del examen, para que pudiera estudiar directamente lo que saldría en la prueba. Pero por lo visto no fue suficiente y ella decidió copiar. La miré y ya me dirigía hacia ella cuando me encontré con una mirada penetrante de Jessi: "déjala copiar, tú no has visto nada". Hice como si no me diera cuenta. Sí que cogí a un chico copiando y le expulsé de clase y le suspendí.

Cuando la primera persona entregó su examen, Jessi decidió que ya podía entregar también el suyo. Y me entregó el examen y además la hoja que estaba escribiendo; era una carta para mí. Mientras yo la leía ella ya salía.

"Querida zorrita. Por fin vas a ser realmente mi putita. Qué bien. Estoy muy contenta. Seguro que no me defraudaras y serás la puta más guarra y viciosa de toda la ciudad. No habrá quién te pare, ¿eh, putilla viciosa? Bueno, espero que traigas bien preparada tu prueba, mi niña. ¡No olvides ponerte el collar de perra! Allí pone bien claro que eres una perrita de mi propiedad; la subasta es solo para un servicio, nada más.

Sé que estás muy caliente, zorrita, y que solo esperas a que llegue esta noche, la subasta. Sé que estás muy empalmado pensando en esta noche, y sino lo estabas seguro que con esto que estas leyendo ya te estarás poniendo calentón. Seguro que te preguntas como se sentirá una polla de verdad en tu culito de puta. Mmmm… qué morbo, ¿verdad? Yo me estoy excitando solo de pensarlo, solo de imaginarlo, solo de escribirte esto. Cuando tu leas esto yo habré salido ya del examen y estaré en el baño de chicas pajeándome; me estoy poniendo a mil. Sabes, Marcos está buenorro, pero ya no me excita tanto como tú. No por ti, sino por lo patético que eres, y por lo sumiso y entregado, por como te doblegas a mis caprichos. Soy muy caprichosa y me encanta. Me gustaría que te pajearas conmigo. Yo ahora mismo, mientras tú lees esto, estoy en el baño muy mojada, con mis deditos jugando en mi coño encharcado. Quiero que tú también te pajees, en la clase, sentado en tu butaca, detrás de la mesa. Quiero que te corras. Y es una orden. Noe está avisada; ella te estará vigilando. Hazlo: ahora!".

En efecto, yo estaba a mil, bien empalmado. Me senté en mi butaca al frente de la clase, detrás de mi mesa. Si debajo de la mesa me pajeo no lo ven, pero sí que se intuye; las caras, la agitación, la respiración, los brazos que desaparecen sospechosamente debajo de la mesa… . Seguro que alguien se daría cuenta. ¡Además los alumnos cuando acaban el examen vienen a dejarlo a la mesa! Estaba muerto de miedo, pero lo hice. Afortunadamente los chavales estaban metidos de lleno en el examen y no me miraban. Fue una pajilla muy breve; enseguida me corrí. Me limpié discretamente. Hecho. Noe fue la única persona que me miró mientras me pajeaba, y la muy cabrona no quitó su vista de mí ni un segundo. Fue una situación un tanto humillante, pero por suerte ante Noe ya no había tabúes. Entonces me acordé de su meada en mi comida. Y ahora yo en un examen tenía que valorar a una chica que se mea en mi comida y me obliga a comerlo, y me abofetea y patea. Curiosa situación. A ella tampoco la puedo suspender. Se enfadarían. Así que, mejor que copie; yo hago como que no veo nada. Los alumnos van entregando, y finalmente solo queda Noe. Es una chica preciosa, está buenísima. Pero mientras la miro, entra Jessi y no le gusta como estoy mirando a su amiga. Me llama: "¡Eh, puta! Venga, para casa, que esta noche te quiero fresca como una rosa". Y nos vamos cada uno a su casa, y yo no puedo dejar de pensar en la cita de esta noche: la subasta. Y yo soy la estrella y el objeto de codicia.