El profesor (5)

El profesor sigue siendo humillado por sus alumnas Jessi y Noe en el centro comercial.

Aquella tarde fue muy larga; entramos a miles de tiendas y compramos montones de cosas. Ellas ya habían comprado para ellas, así que la tarde la pasamos comprando cosas para mí. Primero entramos en una tienda de ropa íntima femenina. Solo había chicas, una docena, y yo era el único hombre allí. Antes de entrar, Jessi me dio las ordenes precisas: "Quiero que te pases media hora en esta tienda, dando vueltas por toda la tienda, curioseando, mirando varias prendas, que juguetees, que dejes claro que te estás mirando prendas para ti. Quiero que elijas treinta prendas, lo más sexy, para ti. Ya sabes: tangas, medias, pantys, ligas, bragas, corsés, sujetadores, de todo y en todos los colores y estilos, quiero que tengas un armario muy amplio y muy variado, que tengas una cosa para cada ocasión, que tengas infinitas combinaciones posibles."

Entramos y nos separamos, ellas dos por un lado, más o menos juntas, y yo por otro. Entré unos segundos más tarde que ellas como me ordenó Jessi; tenía que parecer que iba solo. Yo estaba muy nervioso. Eran las cinco y diez. Hasta las cinco cuarenta no podía salir de aquella tienda ni dejar de mirar. Así que empecé a mirar, bajo el control no muy lejano de Jessi, intentando no llamar demasiado la atención. Pero, claro, evidentemente la llamaba. Si compraba treinta prendas como Jessi me había ordenado, tendría un enorme armario de ropa femenina, todo esto más lo poco que ya tenía. Me excité un poco en pensarlo… todas esas prendas, todas esas posibilidades de cambiar, de estar siempre sexy y guapa… . En cambio, como tío, siempre había tenido poquita ropa y no me preocupaba en absoluto por eso. Miré las prendas, y pude ver que la tienda era muy cara; en realidad, ya se veía venir. Si compraba todo aquello me gastaba un montón de dinero! Estaba gastando más en un día de lo que gasto en un mes. Las mujeres me iban mirando; yo notaba como me convertía en el centro de atención. Me hice con algunas prendas. El tiempo pasaba lentamente, muy lentamente. Miré el reloj. Faltaban todavía más de veinte minutos. Una dependiente se me acercó. "¿Puedo ayudarle?". "No, gracias. Voy mirando. Yo mismo me apaño." Ella se apartó y siguió mirando a su clientela. Yo seguí a lo mío. Poco después ya tenía unas cuantas prendas en mis manos, y me dí cuenta que no podría ir con todo, así que las deje encima del mostrador. La dependiente me miró con cara interrogante. "Esto me lo quedo. Voy a seguir mirando." Las suspicacias se acrecentaron. ¿Era una broma? ¿Era un pervertido? ¿De qué iba aquello? Yo sabía que ella se estaba preocupando y preguntando todo esto, pero no podía hacer nada, solo seguir mirando y comprando. Las mujeres y chicas que había en la tienda fueron cambiando, pero todas se me quedaron mirando en algún momento. Claro. En fin… ya pronto podría salir de allí. Ya casi tenía toda la ropa, que había ido apilando en el mostrador. La dependiente cada vez estaba más molesta, y creo que estaba convencida que al final no compraría nada. Jessi y Noe habían sido muy discretas todo este rato, ni siquiera se habían fijado en ellas. Cuando ya finalmente pasó la media hora y me acerqué a caja, ellas se acercaron, pasando cerca, como por casualidad. Yo me disponía a pagar lo mío, ante la mirada atónita de la dependiente, y Jessi y Noe pasaron cerca, muy cerca, y, con voz de sorpresa, Jessi se dirigió a mí:

¡Juan! ¡¡Qué sorpresa!! Pero… ¡¿qué haces aquí?!

Ehhh… yoo… hola, Jessica; ¡qué casualidad!

¡Y que lo digas! Pero bueno, ¿qué haces aquí?

Pues mira… por aquí… haciendo unas compras

La conversación tenía el tono de dos conocidos que se encuentran de casualidad, muy cordial, pero las puñaladas venían veladas. Ella miró el montón de cosas que había comprado, en las bolsas donde lo iba metiendo la dependienta. Se miraron las dos, como diciendo "vaya montón de ropa femenina ha comprado este". Jessi seguía con la conversación:

Vaya, una buena compra, eh! ¿Y para quién es todo esto?

La pregunta estaba envenenada, y su mirada me lo confirmó; era un desafío, una amenaza, yo debía decir lo que ella quería oír… me puse rojo, nervioso… pero al final tuve que responder, y dije lo que ella quería oír:

Es para mí.

Quería morirme. ¡Menuda vergüenza! No podía mirarlas a los ojos, de nuevo estaba cabizbajo, con ganas de pagar y irme. La dependienta estaba tan confundida que no sabía si reírse de mí, si ofenderse y echarme… Jessi se hizo la sorpresa:

¿Cómo? ¿Para ti? ¿Es que te gusta vestirte de chica?

Pues… sí –confesé.

Jajaja Vaya, vaya… me tomas el pelo… ¿verdad?

No.

¡¿Noo?! Pero… ¿en serio lo dices? Te gusta

Ella dejó la frase al aire, para que yo la terminara. ¡Maldita! ¡Cómo le gusta humillarme!

Sí… me gusta vestirme de chica

Vaya, vaya… ¡pues no lo sabía! ¡Qué cosas tienes Juanixu!

Jessi y Noe se rieron, y no sé quién fue de ellas que me dio una palmadita en el culo.

Bueno, bueno, pues parece que tendremos una nueva amiga para ir de compras! –dijo Noe.

Pues sí, ¡tienes razón! ¿Qué haces ahora, Juan? Nosotros íbamos a comprar ropa, ¿quieres venir con nosotras?

De acuerdo; me encantaría.

Pues ya está echo.

Pagué con la tarjeta y nos fuimos de la tienda. La dependienta se quedaría a cuadros. La siguiente tienda donde entramos era de perfumes, y también probamos unos cuantos y compramos alguno, y pintalabios, y lápiz para los ojos, y colorete y de todo un poco. Yo estaba muy excitado y muy contento. Eso sí, estaba un poco cansado y sobretodo hambriento. Eran las siete de la tarde y todavía no había comido nada en todo el día, cuando pasamos delante de una churrería. "¡Uyyy!! ¡Qué hambre tengo! ¡Vamos a pillar unos churros!", dijo Jessi. "Dos papelinas de churros", dijo Jessi. Yo, viendo por donde iban los tiros, pregunté: "Por favor, Jessi, me dejarías comprar churros para mí también?". Esta vez fue Noe la que contestó rápidamente y muy acertada y con mala hostia: "¿Qué pasa, no has comido suficiente churros por hoy? Jajaja" Jessi le rió la gracia. "Mmm… a Juanixu le encanta comer unos buenos churros… mmm…. Jajaja" Las dos se estaban riendo de mí, chupando los churros, metiéndoselos a la boca y haciendo posturas burlándose de mí, recordándome las dos mamadas de esta mañana en el salón de depilación y masaje. En fin, que me quedé sin churros y además ellas tuvieron tema para bromas durante un buen rato. Por cierto, los churros los pagué yo, claro. Noe dejó la mitad de los churros, y los tiró en una papelera. Yo me moría de hambre, de rabia, de pena. Y encima ellas se reían con esta escena. Realmente, se estaban pasando.

Entramos en un sexshop. De momento solo decidimos comprar un traje de criada, para mí, claro. En esta tienda no me avergoncé tanto, porque es un sexshop y porque solo estaba el dependiente, y no nos entretuvimos demasiado allí. Luego pasamos por delante de una tienda que tenía botas de oferta, había dos pares de botas de estas de putón verbenero en el aparador que me gustaron, me excitaron, solo de verlas: rojas unas, blancas las otras. Ellas también se dieron cuenta, y decidieron entrar en la tienda. Jessi habló con el responsable de la tienda:

Hola, buenos días.

Hola. ¿En qué puedo ayudarles?

Hemos visto unas botas de oferta en la entrada, y a mí amigo le gustaría comprarlas.

De acuerdo.

El tipo no pareció entender; quizás pensó que yo las quería comprar para Jessi. Pronto saldría de dudas. Trajo los dos pares de botas, y Jessi preguntó si podía probarlas. Por supuesto no había ningún problema, así que me senté y me las puse, empezando por las botas rojas. Eran de caña alta, y un tacón muy alto y fino. Me iban perfectas; era mi número. Me levanté y di unos pasos por la tienda. Por suerte estábamos solos, yo estaba muy caliente, sudando casi de la tensión. Era la primera vez que al comprar unas botas me las probaba; antes siempre había pedido el ticket por si tenía que cambiarlas, dando a entender que eran un regalo para mi pareja. Pero ahora por primera vez estaba en botas de tacón en un espacio público, fuera de mi casa. Mi polla estaba completamente dura. Me las saqué y probé las otras, que eran idénticas pero en blanco. También me iban bien, así que ambas se añadieron a los dos pares de botas negras que ya tengo.

Cuando salimos ya era tarde, y muy a pesar nuestro ya no podíamos continuar con nuestras compras; las tiendas estaban cerrando. De todas formas ya íbamos completamente cargados con muchas bolsas de compras. Decidimos pues salir del centro comercial y coger un taxi, que evidentemente pagaría yo. Mientras íbamos camino de mi casa, Jessi me dijo que le dejara mi móvil para llamar a su novio, Marcos. Le dijo que viniera a casa. Luego el móvil –MI móvil- pasó a manos de Noe, que empezó a charlar con su novio y no paró hasta que llegamos.

Al llegar delante de mi casa, paró el taxi y pagué. Bajamos y decidí entrar en el cajero que hay debajo de mi casa, para ver el estado de mi saldo. A lo largo del viaje en taxi había vuelto a la cordura después de la tarde de desenfreno consumista, y me había empezado a preocupar por mi situación económica. Entramos los tres al cajero, ellas dos muy expectantes, sin quitarme el ojo de encima. Puse mi código, y entré en "ver saldo". ¡Casi muero del susto! ¡Mi saldo ya era cero! ¡Completamente cero! Y a eso había que restarle a principios del mes próximo… los gastos del móvil, el alquiler y gastos del piso, todo lo pagado con tarjeta durante el mes (incluido todo o casi todo lo de esta tarde…)…; en fin, que ahora no tenía ni un duro para pasar el resto del mes, y cuando me quiten a principio de mes próximo estaré en números rojos, MUY ROJOS. Noe y Jessi se miraban sonriendo, mirándome, viéndome tan desgraciado. "Tranquilo, cariño, no pasa nada", decía Jessi, acariciándome el pelo. "No debes preocuparte tanto por el dinero, hombre. ¿No lo hemos pasado bien hoy?", decía Noe. Yo empecé a notar como algunas lágrimas bajaban por mi rostro. Estaba cabreado, espantado… . Me odiaba a mí mismo por haber perdido el control de esa manera, estaba destrozado, sin ganas ya de nada. Solo me quedaba agachar la cabeza y someterme más y definitivamente a aquél par de chicas, dar por echo que aquello no era un juego sino que mi vida había cambiado radicalmente y para siempre. Jessi me acariciaba, y me relajaba; me sentía protegido con ella a mi lado, besándome la frente, abrazándome. Subimos a casa y ya estaba Marcos. Por lo visto él ya tenía llaves de mi casa también; ¡genial! En fin… por lo menos había preparado un poco de cena. Ninguna maravilla: macarrones. Pero con el hambre que tenía me habría comido cualquier cosa! Jessi me hizo desnudar completamente. Yo ya no tenía pudor alguno ante ellas y Marcos me daba igual. Así que lo hize. Por primera vez pudimos ver todos mi cuerpo desnudo y sin vello. "Estás preciosa", dijo Jessi. Me llevó a mi cuarto y pude verme en el espejo, de cuerpo entero. Era cierto, me excité. Ella vio como mi polla se me ponía dura y todos se rieron. Todos excepto Marcos, que estaba en la cocina.

Todas las bolsas estaban en mi habitación; Jessi me dijo que me pusiera las botas blancas. Lo hice. Me excitó sobremanera ver mi cuerpo entero desnudito y depilado, solo con las botas de putón verbenero. "A cuatro patas!", me ordenó Jessi. Luego fuimos al comedor. Noe se sentó, y Jessi se quedó de pie delante de mí. Luego vinieron Marcos y un perro enorme. El perro de Marcos. "Se llama Duque", me dijo Jessi. "¿Te gusta, perrita?", dijo sarcástica, y Noe añadió: "Ahora tenemos un perro y una perrita" Y se rieron todos. Mientras, el perro me estaba olisqueando todo. Estábamos los dos a cuatro patas; Marcos dejó dos platos delante nuestro, dos platos de perro: uno ponía Duque y el otro Juanixu. No me gustó nada. Ya veía venir que me tocaría comer como un perro allí en el suelo con un plato de perro y sin cubiertos. Marcos puso un platico hondo con agua; "Este tendréis que compartirlo con Duque", dijo Marcos. Marcos, a quién no le interesaban para nada todos esos juegos raros de Jessi, parecía que poco a poco se implicaba en ellos. Luego apareció Jessi, que tiró una bolsa de comida para Duque: era toda mi comida del mediodía, que yo no había podido comer. Ahora se la daban a Duque. Noté un peso sobre mi espalda. Era Jessi que se había sentado encima mío; luego me pasó algo por el cuello y me lo fijó: era una correa de perro, con mi nombre y la inscripción: "Propiedad de Jessica – Teléfono xxxx". Por si me perdía, ¿no? ¡Joder con la niña! Pero hoy ya estaba que no podía con mi alma; simplemente estaba de cuerpo presente, como un autómata. Ella me hizo ir a la habitación a cuatro patas haciendo de pony con ella encima; además durante el trayecto me iba dando cachetes en el culo. Me pude ver en el espejo, con el collar rojo, ancho, de perro, y volvimos al comedor. Todos estaban ya sentados y Duque ya comía. Jessi descavalcó y me dio un cachete en el culo: "Venga, vete a comer con Duque. Ahí tienes tu plato con tu comida". Y ella se sentó en la mesa. Yo, a cuatro patas, llegué al lado de Duque y pude ver como en mi plato no había ni macarrones, sino comida de perro. Marcos, Noe y Jessi me miraron sonrientes, viendo mi cara de pena, de perro apaleao, de cachorrito desvalido, y dijeron: "Buen provecho, perrita!". Se pusieron a reír y a comer, y yo bajé mi cabeza y empecé también a comer, mientras una lágrima caía sobre mi plato.