El profesor (4)

El profesor sigue sometido a los caprichos de su alumna-Ama, y pasan junto a Noe un día en el centro comercial.

Juan, un joven profesor de instituto convertido en sumiso de su alumna Jessi, está con ella y su mejor amiga, Noe, en el centro comercial. Jessi le ha ordenado entrar en un local gay donde hacen masajes y depilaciones, donde deberá depilarse completamente, dejarse dar un buen masaje, y dar una buena mamada al masajista.

Entro cabizbajo, humillado y caliente, con un bulto importante en los pantalones. Detrás de mí oigo las risas de Jessi y Noe. Voy a abrir la puerta del local, y de repente Jessi me da un grito:

¡Eh, puta!

Yo me sonrojo, me pongo muy nervioso y no sé si darme la vuelta o hacer como que no va conmigo. No lo ha dicho precisamente en voz baja…; finalmente me doy la vuelta para ver que quiere. Me dice que quiere trescientos euros, para pasar el rato mientras me esperan. ¡No pide nada la niña! Veo a mi alrededor varias miradas que se han quedado viendo como me dejo tratar de puta y además me exigen dinero. No dicen nada pero miran, y se harán muchas preguntas y se montaran sus películas, y algunos deducirán de qué va lo nuestro. Yo no tengo tanto dinero encima (¡ni tampoco en el banco tengo millones!). Entonces ella, como siempre, toma la iniciativa y decide. "Venga, entremos". Me coge de la mano y entramos. Noe nos sigue. Hay una pequeña recepción, y luego un pasillo con varias puertas a cada lado. Está todo bastante oscuro, con unas luces rojas; parece un laboratorio fotográfico. En la recepción hay un chico que nos atiende. Ella toma el mando de la situación; cogidos de la mano, como si fuéramos novios, ella habla:

Hola. Venía con mi novio, que quería depilarse. Todo el cuerpo. Todo el cuerpo completamente. Que no quede ni un solo pelo. Es que… sabes… a mi novio por lo visto le gusta vestirse de chica, y claro, con todo este vello… todo depilado quedará más femenino, más sexy… y así a ver si se liga un buen macho que le folle bien este culito respingón tan apetitoso que tiene! El pobre se muere de ganas… ¿verdad, cariño?

Yo estaba rojo como un tomate, humillado, cabizbajo, sin saber qué hacer ni qué decir. Ya no recordaba por qué me había convertido en su sumiso. Por qué la seguía obedeciendo en todo, por qué no la dejaba plantada y me largaba… .

¿No dices nada, cari? Ayyy, no le hagas caso, es un poco tímido. Pero en cuanto está en su salsa se le pasa enseguida… ¿verdad, nene? Jejeje Pero si no hace falta que digas nada, hombre, tienes un bulto en la entrepierna que habla por ti

Y se pusieron a reír. Jessi y Noe; y también se soltó un poco el chico de recepción, que me miraba con una mirada que no me gustó nada. Se apuntó lo de la depilación, y Jessi añadió que además quería un masaje muy completo, para relajarme después del stress de la depilación. El chico lo anotó todo y Jessi pidió la cuenta. Me hizo sacar la tarjeta y pagué con ella. Luego me pidió la tarjeta y el número secreto, para poder sacar dinero ellas. ¡Qué locura! ¡¡Qué ideas!! Yo estaba sorpreso. Estas cosas no te esperas nunca que te las pidan…; pero ella lo hizo. Y con firmeza y muy segura de sí misma. Yo por un momento me puse muy nervioso. ¡¿Cómo le das tu tarjeta y número secreto a alguien?! Eso es inaudito, una locura… es totalmente fuera de lógica… no, no puedo hacerlo… ella es capaz de vaciarme la cuenta corriente... es mi dinero y me lo he ganado yo con mi esfuerzo… . Era una situación rarísima, que duró tan solo unos segundos. Aparte de estos temores me ponía también muy caliente la naturalidad y firmeza de ella al pedírmelo; y me excitaba la idea de darle esta prueba monumental de mi sumisión hacia ella; y me excitaba con locura la idea de darle a ella todo mi poder económico. Ella ya tenía copias de las llaves de mi casa, para hacer con ella lo que quiera, y ahora si tenía mi dinero ya era lo máximo. Todo yo dependería ya de ella…; era una tentación tan hermosa, tan humillantemente encantadora… . Bueno, sí… al final lo hice: le di mi tarjeta y número secreto. Ella me dio las gracias, pero con un tono neutro, como si no fuera un paso importante este sino un paso lógico y evidente, y al que yo era evidente que me prestaría. Ese era el mensaje de sus palabras, cuando me pidió la tarjeta y el número con toda serenidad y naturalidad, y ahora al darme las gracias. Como si fuéramos un matrimonio…; bueno, lo nuestro era más que eso. Me dio un besito de despedida en la mejilla y aprovechó para susurrarme: "A este también le comes la polla. Creo que le gustas". Y se fueron ella y Noe, y antes de cerrar la puerta detrás suyo me guiñó un ojo.

Pasé a una sala de espera acompañado por el chico de recepción, que me tocó un poco como quien no quiere la cosa. Al cabo de un rato me llamó y me hizo pasar a una salita con una camilla, y otro chico que esperaba. Me desnudé, me tumbé, y empezó la depilación. Me aplicó cera caliente en mi peluda pierna, y… tiró de golpe. Ahhh!! Jodeeerrrrr qué dolor! Vaya mierda, vaya mierda… aquello dolía un montón. Y todavía quedaban un montón de tiradas de cera como aquélla; ¡la cosa solo había empezado! Poco a poco fue depilándome todo. Yo me aguantaba los gritos, de forma que daba pequeños gritos ahogados, y mis ojos dejaban escapar algunas lágrimas. Últimamente lloraba mucho y padecía muchos dolores físicos… entre los azotes en mi culito y la depilación…!

Dejó todo mi cuerpo sin un solo pelo. Solo quedaban mis partes íntimas, que me las afeitó bien con una cuchilla. El chico por supuesto se dio cuenta de la monumental empalmada que yo lucía desde que había entrado, pero no se inmutó. Supongo que ya estará acostumbrado a casos de estos. Entonces iba a hacer un comentario insultando sobre este tipo de gente, "desviados" y nombres así, les damos la gente normal…; pero al pensarlo me di cuenta que yo era uno de ellos, uno de estos enfermos, "anormales", "desviados", "travelos", etc. Y solo el pensar eso fue tan humillante que mi polla se replegó sobre sí misma, quedándose muy muy chiquita. El chico me puso boca terrosa y me empezó a dar el masaje, con aceites y cremas por todo mi cuerpo. No habíamos hablado durante toda la depilación. La sensación era de tensión, yo estaba muy nervioso y humillado y no estaba dispuesto a hacerme amigo del tipo que me estaba depilando. Él lo vio y comprendió y no quiso hacerme pasar más vergüenza así que tampoco me decía nada. Pero ahora, al ver mi culo me preguntó:

¡Vaya… como tenemos este culito…! ¿Te han azotado últimamente? ¿Te has portado mal?

Sus comentarios eran muy burlones, pero no iba con muy mala leche; más bien parecía como si dijera: "hey, conozco tu secreto… sé de qué palo vas…". Yo no le contesté, solo me puse más colorado todavía y cerré los ojos. Él siguió con el masaje, y lo hacía tan bien que me empalmé locamente. Cuando me giré lo vio perfectamente, y me empezó a acariciar el pene, masajeándolo, y acercó su boca… me pasó toda la lengua por mi pene, y mi cuerpo se removió como en un espasmo, excitado. Entonces metió toda su boca en mi pene, hasta la garganta, y empezó a chupar, primero lentamente, jugando con la lengua en mi glande, después en un ritmo frenético, y, yo que soy muy precoz, enseguida me corrí. Él, que notó que me venía, tuvo el tiempo justo de apartar la cara para no tragarse toda mi corrida. No era su estilo. Por lo menos con un desconocido y sin condón. Me lavó bien, y finalmente dio su trabajo por terminado.

Creo que por mi parte, si no quieres nada más… ya está. ¿Te has quedado a gusto?

Yo no quise nada más; si hubiera querido por poco dinero me lo habría podido tirar. Pero no habíamos hablado de eso con Jessi y yo tampoco llevaba nada de dinero. Pero este chico que me la había mamado era evidente que necesitaba una recompensa, una propina. Y como no tenía dinero, había otra forma de agradecerle sus servicios… y eso era en el fondo cumplir con la orden de Jessi.

No. No me he quedado a gusto. Me falta algo

Me arrodillé a sus pies, acerqué mis manos a su paquete, le acaricié, noté su bulto, él se dejaba hacer y me acariciaba el pelo; le abrí la bragueta de los pantalones y le saqué su verga, bastante grande, por lo menos comparada con la mía. Bueno, pues, aquí está mi primera verga…; la primera polla de verdad que me voy a tragar… a ver si todo lo que he visto, y mis prácticas con falos sirven para algo… . Le paso la lengua, le acaricio, la empiezo a meter, primero un poco, empiezo a meter y sacar mi boca de su polla, jugando con la lengua, notando la piel de su polla y el tacto de su capullo en mis labios. Empiezo a meter y sacar a un ritmo más fuerte, cada vez metiéndomela más adentro. Noto las manos de él en mi nuca, acompañando mi ritmo, pero sin empujar, sin violencia, al contrario, es muy dulce y bueno conmigo, me acaricia. Voy notando sus venas en su polla, sé que va a correrse pronto y sigo mamando aquella verga, entregado, y, sí, me gusta. De repente su mano pasa de mi nuca por encima de mi pelo hasta la frente y me tira para atrás; justo entonces se corre y su leche cae de lleno en mi cara. Él, jadeando, poco a poco se va recomponiendo. Cuando ya ha vuelto a un estado de normalidad se lava el pene y me lava a mi la cara. Un poco de semen ha pasado por mis labios y he notado su textura, he sentido su olor, he sentido un poco el gusto dulzón en mis labios. Pero me ha secado y no me he tragado nada de semen.

¿Cómo te llamas?

Me acaricia. Es muy tierno y me relaja, me siento bien con él, parece de repente como si nos conociéramos de toda la vida. Este par de mamadas nos han hecho conectar. Claro que esto lo pienso yo y el chico este seguro que tiene mil experiencias como esta cada día. Yo no soy nada especial por él… sin embargo

Juan... Me llamo Juan. ¿Y tú?

Luis. Encantado.

Nos despedimos con un beso en los labios, un beso formal a lo gay, como había visto ya antes que se hacen muchos amigos gays al encontrarse en un bar. Un besito sin más. Pero muy tierno y agradable. Me acarició la cabeza, me pasó la mano por la cintura, y me deseó suerte. Y yo a él. Ya fuera de la habitación me dirigí a la salida. Ya se la había mamado al masajista como Jessi había ordenado. No me había costado en absoluto, la cosa venía rodada… . Ahora venía la parte difícil, mamársela sin ton ni son al chico de recepción. Cuando llegué a recepción solo estaba él.

Bueno, eso ya está –le dije.

Muy bien, ¿y cómo ha ido esto?

Bien, muy bien

Me quedé sin palabras, sin saber nada más que decir. Me acerqué a él, pasé a la parte de detrás del pequeño mostrador y me puse a su lado, con mi cara a escasos centímetros de la suya. Le pasé mi mano por su rostro, pasándole mis dedos por sus labios, jugando con ellos, y murmurándole… "Te gusto, ¿verdad?" Y acerqué mi cuerpo al suyo, restregando mi cuerpo con el suyo, notando su paquete y rozándolo con mi pierna, y el mío en su pierna, los dos empalmados. Y acerqué mi boca a la suya y le di un morreo con lengua espectacular. No estaba pensando lo que hacía, solamente actuaba, y todo salía por si solo… de repente de un día al otro me parecía normal darle un morreo de campeonato a un tío. ¡Brutal! ¡Qué cambio! Quizás había sido Luis el que me había sensibilizado y enternecido y ahora me dejaba ir con este… no sé; el caso es que yo ya parecía un gay de toda la vida, YO, que me vuelvo loco por las mujeres y esto me pierde… ¡miren sino con Jessi! Pero el caso es que ahora estaba muy caliente liándome con un chico, y me dejé caer a sus pies y se la mamé, como había echo con Luis, quizás mejor por la practica. A media mamada decidí ponerle un condón, por no tener que parar cuando estuviera a punto de venirse. Así que se la pude mamar bien, hasta que se corrió en el condón, mientras yo se la estaba mamando. Noté dentro de mi boca el semen en el condón. Luego le saqué el condón y me fui, dejándole perplejo pero satisfecho.

Al salir a fuera, miré a cada lado para ver si estaban las chicas por allí. Luego las ví a lo lejos que llegaban, cargadas con bolsas de diferentes tiendas. Esto era una mala noticia para mi estado económico. Cuando llegaron lo primero que dijeron confirmó mis sospechas: habías ido de tiendas y habían comprado ropa y cosas para ellas. Luego me miraron y me preguntaron cómo estaba, cómo me sentía, y si había cumplido todas sus ordenes. Yo les dije que sí, que había echo todo lo que me habían ordenado al pie de la letra, y ellas se rieron diciendo que me había gustado, que se notaba en mi cara de zorra. Y yo estaba contento, es cierto, y estas cosas que me decían solo me ponían más guarra aún. Decidieron que ya era hora de comer y que ya se lo contaría todo con todo lujo de detalles durante la comida. Nos dirigimos al restaurante más lujoso y caro del centro comercial; ellas guiaban, yo ponía el dinero. Nos sentamos y pedimos para los tres; mientras yo iba contando. Afortunadamente las otras mesas estaban charlando animadamente de forma que no nos oían ni escuchaban, pero en una mesa al lado nuestro había una señora bien vestida y bastante entrada en años que me estaba escuchando y poniendo muy mala cara. Estaba vulnerando su moralidad y me di cuenta, pero tenía que seguir contando mi experiencia a Ama Jessi y su amiga. Temí que la señora hiciera algo, como pedir que nos expulsaran del bar, o decir en voz alta que "este chico dice estas marranadas"… . Pero no hizo nada, solo se indignó y se fue con cara de condenarme al infierno por los siglos de los siglos. Pedimos entrantes y vino para beber. Yo no había comido nada en todo el día y estaba muerto de hambre. Para beber solo teníamos vino; el camarero abrió la botella y Jessi me pidió que les pusiera vino. Yo llené sus copas y luego la mía. Pero Jessi cogió mi copa y me la tiró encima.

Tú no vas a beber vino; ¿quién te has creído que eres? ¿Crees que puedes estar aquí con nosotras y beber de nuestro vino? ¡Tendrías que darnos gracias por dejarte sentarte con nosotras! Además si bebes vino te pondrás tontorrona y con lo golfa que eres…! jajaja

Yo abajé la cabeza, como ya venía siendo costumbre. Tampoco había agua para mí.

Puedo pedir agua para mí?

Ejem… veo que me has perdido el respeto, nena

Perdone, Ama. ¿Puedo pedir agua, Ama?

No.

Aquí terminó esta conversación; su NO fue tajante, sin derecho a réplica. Es decir, que yo ya no bebería en esta comida. Mi garganta produjo saliva para esclarecer mi cuello y me pasé la lengua por mi labio, ensalivándolo.

Uuuyyy… ¡Qué sexy la nena! Jajaja

Las dos se reían; y ahora les gustaba llamarme nena. Sabían que cada vez que lo decían me recordaban mi cuerpo depilado, y yo me sentía humillado, más desnudo, más mujer, y me imaginaba con este nuevo cuerpo libre de pelo vestido de mujer… . ¡Ahora sí que daría el pego! Y ellas sabían que todo esto se me pasaba por la cabeza y me ponía caliente y me humillaba, y a ellas les encantaba.

Llegó el entrante. Por lo menos comería. "Buen provecho!" dijimos los tres. Pero ellas empezaron a comer, y cuando yo me acerqué mi tenedor a la boca con un poco de ensalada, una bofetada de Jessi contra mi mano me desconcertó. "¡¿Qué haces?! ¡¿Quién te ha dado permiso para comer, eh?! Díme… ¿te he dado yo permiso para comer? ¡Contesta estúpido!". Yo estaba confuso, espantado ante su ataque de locura. Solo pude darle la razón, balbucear "No". Y ella contestó: "¡Pues sin mi permiso no comes! ¡O sea que no quiero verte comer nada!" Ellas siguieron comiendo, y yo mirando, muerto de hambre. Al cabo de un rato, Noe cogió mi plato y lo tiró todo en una bolsa vacía que traían. Luego vino el primer plato, y ellas comieron. Yo pensé que si pedía permiso, Jessi me lo daría, pero no: me prohibió comer mi lasaña. Como habían echo antes, la tiraron en una bolsa. El siguiente plato era el más hermoso, un entrecot que resucitaría a un muerto. Pedí permiso para comer, pero Jessi me dijo que primero tenían que comer ellas, que me esperase mirando como ellas comían sus entrecots. "Mmmm" iban haciendo ellas, provocándome. "Está riquísimo"; "para chuparse los dedos"; "y la salsa… mmm….". A mí me rugió el estómago, y ellas se pusieron a reír. Comían despacio, muy despacito. Yo pensaba que a ver si se daban prisa, que el entrecot frío es una mierda. E iba pasando el tiempo, y yo desesperaba, hasta que al final terminaron.

Puedo ya, Ama? –pregunté, ansioso.

Ellas se miraron, y Jessi preguntó a Noe:

Tú que dices, ¿le damos de comer a la nena? ¿Le dejamos comer el entrecot? ¿O mejor lo guardamos para el perro de Marcos?

Mejor lo guardamos para el perro de Marcos.

Sí. Mejor.

Y las dos sádicas se pusieron a reír, mientras me quitaban el plato y tiraban el entrecot. Mi tarta de whisky del postre terminó igual. Cuando nos recogió los platos de postre y nos preguntó si queríamos café, el camarero preguntó qué tal habíamos comido.

  • Muy bien –dijo Noe.

  • Sí, muy bien. Estaba todo riquísimo, ¿verdad cariño?

¡Qué mala leche! ¡Encima! Me miraban las dos, interrogando, sonriendo, y el camarero esperaba también mi comentario.

Sí, sí, estaba muy bien –dije, resignado y de mala gana, con un poco de mala hostia (lo cual resultó divertidísimo para las chicas, por lo visto).

¿Y qué es lo que más te ha gustado, cariño?

¡Maldita canalla! ¡Cómo se regocijaba torturando y humillándome! Las dos estaban muy divertidas, y el camarero esperaba. Debía responder algo.

El entrecot. El entrecot estaba delicioso.

Finalmente las chicas se quedaron satisfechas, y el camarero se fue a buscar la cuenta, ya que no tomamos café. La cuenta; tuve que pedir la tarjeta a Jessi para pagar. Ella misma se la dio al camarero, y yo solo tuve que firmar. La tarjeta siguió en poder de Jessi. Yo me sentí más humillado, al firmar por aquella cuenta tan cara, de la que no había disfrutado. Salimos del restaurante dispuestos a pasar la tarde por allí. Bueno, en realidad lo decidieron ellas, claro. Yo salí con más hambre del que había entrado, casi llorando de la mala leche y del hambre y la tensión acumulada. La tarde sería larga