El Profe de Química
Toma putita, eso es lo que querías ¿no? Toma, toma, toma, mientras sacaba y metía su verga desenfrenadamente en mi concha. Yo no podía aguantar más, era una polla muy grande y gruesa, con las venas palpitantes y tuve mi cuarto orgasmo.
El Profe de Química
El profesor de química me ponía tan cachonda tan solo verlo, era un hombre de unos 50 años, bien conservado y se podía ver a simple vista que estaba bien dotado, lo cual me mojaba aún más. En todas sus clases yo me le insinuaba, aunque él nunca me prestaba demasiada atención. Un día me decidí a que me iba a coger a ese hombre cueste lo que cueste.
Al terminar el examen, el cual creo que me fue bien porque soy una chica muy aplicada, esperé que salgan todos mis compañeros, mientras me hacia la de buscar algo en el bolso, cuando quedamos solo el profe y yo, me acerqué a su escritorio y mientras me mordía el labio le dije:
—profe creo que no me fue bien en el examen, pero no quiero desaprobar, ¿hay algo que pueda hacer para aumentar mi nota?
A lo que él secamente me respondió:
—alumna, deje de insinuarse o se lo tendré que comunicar a un superior de este establecimiento.
Esa negación a mi propuesta me hizo querer cogérmelo aún más y sin pensarlo dos veces, me acerqué a donde estaba sentado y me senté en la punta del escritorio abriendo las piernas para que pueda ver mi rajita toda mojadita que apenas cubría mi tanga color rojo. Él se paró de un salto sin dejar de mirar y me dijo:
—por favor tengo esposa, no puedo hacerle esto con una alumna —se notaba en su cara la frustración y la excitación en medio de sus pantalones.
—Profe, nadie se enterará, además se le nota que quiere meter su polla en mi rajita toda calientita y mojadita, su bulto está creciendo muy rápido.
Él se alejaba hacia la puerta, no se me ocurrió otra cosa mejor para retenerlo que sentarme atrás en la mesa y abrir mis piernas de par en par mientras me tocaba, empecé a gemir. Se paró y volteó atrás para verme. Eso lo dejó atónito. Yo seguía tocándome suavemente, mientras me mojaba los dedos con saliva para que mi conchita esté reluciente de baba ante sus ojos. No paraba de gemir y le dije:
—todo esto puede ser suyo...
Se acercó lentamente y se puso delante de mis piernas abiertas, yo cerré las piernas atrapándolo y nos besamos apasionadamente. Me atrajo hacia él agarrándome con fuerza una nalga, mientras se movía como penetrándome. Yo moría de placer al sentir que su bulto que palpitaba aún bajo su pantalón. Bajé la mano hacia su polla y le bajé la bragueta hasta liberar su pene, me corrí la tanga y empecé a frotar la punta ardiente de su polla contra mi clítoris y luego acariciaba la entrada de mi vagina sin meterlo totalmente... Él cambió totalmente, el deseo y la lujuria lo descontroló, prácticamente me arrancó la tanga y comenzó a comerme la concha frenéticamente, me daba un orgasmo tras orgasmo, me dejó con las piernas temblando al acabar por tercera vez.
Se bajó totalmente los pantalones y me escupió en la concha aun mojada y caliente, mientras apuntaba con su enorme verga a mi entradita estrecha. Lo metió de un solo golpe mientras me agarraba del pelo, me decía:
—Toma putita, eso es lo que querías ¿no? Toma, toma, toma, —mientras sacaba y metía su verga desenfrenadamente en mi concha. Yo no podía aguantar más, era una polla muy grande y gruesa, con las venas palpitantes y tuve mi cuarto orgasmo.
Ya el profe no aguantaba más, me sacó la verga de la concha y me arrodilló para que se lo mamara lo que provocó que se corriera en mi boca, llenándola de rica y calentita leche que no dejé perder y me la tragué toda sin dejar rastro alguno.
Ese es nuestro secreto lo hacemos varias veces en semana.