El profe
Una alumna, rubia, linda, se calienta conmigo su profesor de matemáticas. Era preciosa, dos colitas de caballe y una minifalta escocesa cortita cortita...
Soy profesor de matemáticas. Doy clases en un Instituto privado de mi país en la zona que se llama Costa de Oro. Llegué a las aulas por haber sido estudiante de Ingeniería, donde cursé hasta cuarto año de Facultad, y luego de una justa selección resulté adjudicado al cargo.
Enseño en preparatorios, muchachos y muchachas de 16, 17 y 18 años, estos últimos en el año previo a la entrada a facultad. Hasta ahí, todo normal. El caso es que me han sucedido algunas cosas últimamente en que de repente yo, creyendo saber más que mis alumnos me encuentro con que ellos, o mas bien ellas, me pueden enseñar muchas cosas. De golpe y porrazo me doy cuenta que muchas de ellas ya son toda una mujer.
Las tres o cuatro más lindas de uno de mis cursos, las de 18 años, ya listas para este año ingresar a Facultad, y ya mujeres totalmente formadas, aunque con algunos atisbos de adolescencia, como siempre ha sucedido, se sientan todas juntas, están siempre en los descansos todas juntas, estudian todas juntas y se divierten todas juntas.
Sentado al frente de mi clase noté, no sin cierto asombro como una de ellas, una rubiecita preciosa, cuyo nombre es Soledad, abría desconsideradamente las piernas, dejando expuesto todo lo que supuestamente debe ir oculto. Yo al principio no le di mayor importancia, aunque no niego que me gustó verlo, pero esa actitud persistió por varios días y me resultó imposible soslayarme de ella. Ya de por si el uniforme del colegio se basa en polleras bien cortitas, entonces se iba dando un hecho que comenzó realmente a turbarme. Esta muchacha ya me estaba desconcentrando incluso en mis cursos, por lo tanto decidí encararla a fin de una de las clases. Me acerqué a ella y le dije si ella no se daba cuenta de lo que estaba haciendo, asumiendo ya que era descarado. Su respuesta fue para mi inesperada. Me dijo si yo no me daba cuenta que lo hacía para mi, que sentía deseos hacia mi y que no sabía la forma de llamarme la atención. Inmediatamente al escuchar esto sentí un cosquilleo en el estómago. Se me presentaba una ocasión muy difícil de dirimir. Una mujer, porque era una mujer a pesar de sus diecisiete o dieciocho años, hermosa, con un cuerpo maravilloso, me estaba diciendo que quería conmigo. En cualquier otra circunstancia hubiera aceptado salir con ella de inmediato, pero la relación profesor alumna fue lo que me frenó. No obstante me costó mucho ocultar mi excitación, y ella, ya muy avezada, se dio cuenta de ello de esto. Me dijo que ella hacía tiempo fantaseaba conmigo pero que no se animaba a decírmelo, y que esa era la forma en que me lo demostraba.
Realmente esa forma de demostración era bastante gráfica. No supe que contestarle en el momento, solo atiné a decirle un rápido "después hablamos". No quise cortar esa fantasía ni tampoco quise atacar inmediatamente el problema.
Pero, la cosa día a día se fue complicando cada vez más. Ya no solo se me mostraba, sino que se llevaba sus dedos a su entrepierna y yo no sabía realmente que actitud tomar, hasta que una mañana, a la hora de salida, cuando me retiraba en mi auto, se me acercó al mismo y me pidió si no la llevaba. Estaba esplendorosa. Su pollerita escocesa cortita dejaba ver un par de piernas que eran de lo más perfectas que yo jamás había visto. Se había hecho dos colas de caballo a cada lado que la hacían parecer una niñita dulce y tierna. Una camisa desalineada y una corbata también de tela escocesa fuera de lugar completaban su uniforme. Si bien tenía sostén, también pude notar que estaba casi suelto, ya que sus hermosos senos se movían bastante.
Una ojeada rápida a los alrededores me permitió asegurarme que no había mucha gente alrededor, así que la hice subir a mi auto y arrancamos camino adelante. De más está decir que sentada a mi lado su pollera quedó tan arriba que dejó prácticamente la totalidad de sus piernas al descubierto. Que par de piernas¡¡¡. Perfectas, frescas, inmaculadas. Yo ya no podía controlar la situación. Les lancé una mirada profunda, ella me entregó una sonrisa cómplice, y sin pensarlo, y digo sin pensarlo porque a partir de ese momento yo ya no pensaba, comencé a acariciárselas. Me excitación estaba al límite. Había logrado una erección inmediatamente, y ella se dio cuenta inmediatamente. Llevó sus manos al cierre de mi pantalón y lo abrió. El camino que seguíamos era bastante poco transitado, pero igual arrimé el auto contra la playa, en ese momento casi desierta, y lo estacioné cerca de unas dunas. Ya estábamos en ese momento refregándonos mutuamente. Metí mi mano izquierda dentro de su blusa, por sobre el flojo sostén, y pude palpar esos preciosos senos, duros, con los pezones muy erectos. Así, una mano en su entrepierna., otra en su blusa, ella besándome y con mi miembro entre sus manos. Estábamos ambos en el éxtasis. Llevó a su boca mi miembro, en su máxima erección , y comenzó chuparlo con fuerza, poniéndome en las nubes. Esta muñequita tenía realmente experiencia en lo que estaba haciendo y yo no debía desaprovecharla. Ya tenía toda su camisa desabotonada, su sostén caído y sus senos estaban a mi disposición, yo tocándola por todo el cuerpo y ella chupando mi pija con fuerza, como si el tiempo se le acabara. Y pronto llegué al climax. Le avisé que me corría y ella dijo que siga, y así fue. Mi leche salió de golpe y ella se la tragó toda, como disfrutándola. Yo mientras tanto había logrado poner un par de mis dedos en su conchita, a pesar de que no se bajó la bombacha, se la pude correr, y noté que ella estaba totalmente mojada. Los gemidos de mi acabada coincidieron con los de su orgasmo. Lamió hasta la última gota de mi semen, no dejando caer lo más mínimo, y luego, mirándome fijo a la cara, con una hermosa sonrisa, se limpió las gotas que le quedaron alrededor de los labios exclamando un gracioso mmmmmmmm , chupando también sus dedos.
Debo decir que jamás viví una relación tan fresca, tan excitante y tan disfrutada. Fue como estar en el paraíso. Una vez que terminamos; esto fue todo lo que hicimos, ella se acomodó en el asiento, siempre sonriendo, siempre fresca y dulce como sus jóvenes dieciocho años a punto de cumplir o recién cumplidos, ya eso no me interesaba demasiado, y me dijo que había disfrutado mucho ese momento.
"Profe, estuvo de más", me dijo, cuando la vamos a seguir por favor. Me hablaba con su lenguaje adolescente, pero daba la impresión de querer seguirla ya mismo. Dijo que estaba dispuesta a encontrarse conmigo en otro lugar, para así tener una relación más profunda, refiriéndose por supuesto a la penetración que no llegó. Yo no supe como decirle que no. Le di un largo beso, acaricié su rubia cabellera y le dije que era preciosa, ella se sonrojó un poco, se sonrió y me dijo que estaba re caliente conmigo, arranqué el auto, y quedamos en volver a salir, con más tiempo. Era una oportunidad que ningún hombre en sus cabales podía desperdiciar, sin embargo aún hoy, varios días después lo sigo pensando. Ella sigue como si nada. Me mira fijo en clase cuando puede, se sigue tocando su entrepierna y lo que más me preocupa, me parece que sus amigas lo saben, porque las he visto hablar entre ellas en voz baja en los recreos, además, siento como si todas ellas, las cuatro amigas, en clase me fijan su atención.
Ahora, la verdad. Cómo me gustan esas pendejitas.¡¡¡¡¡