El Probador y el Desconocido (1)

Nunca antes se me había pasado por la cabeza lo que puede dar un día de compras.

El Probador y el Desconocido. I PARTE

Salí de casa con toda la normalidad del mundo. Acudí al Centro Comercial más próximo para comprar ropa para una celebración que tenía lugar el fin de semana siguiente. Fui a una hora en la que no debería haber mucha gente. Tenía un día libre un martes por la mañana, que como sabrán no son horas de grandes tumultos de consumidores activos y obsesivos.

Llegué, como bien dije antes, sin ningún problema. Sin problemas de estacionamiento (típicamente de los fines de semana). Por lo tanto estacioné el vehículo, y me dirigí a observar las grandes cristaleras que dejaban ver los productos más llamativos. En fin, que me decidí por una entienda en especial, ya que era la firma que más me gustaba, sobre todo de la que suelo comprar la mayor parte de mi ropa.

Después de observar ropa, me decanté por un pantalón que realmente era bastante atractivo, además de la pertinente camisa que favorecía mucho en el conjunto. Por ahora no necesité la ayuda del también atractivo dependiente (no sé que pasa con los trabajadores masculinos de estas firmas, que son todos realmente guapos, jóvenes, atractivos... es decir, que me alegraban la vista muchísimo mientras me decidía por una o por otra camisa). Lo dicho, me acerqué hacia los probadores, para simular ante el espejo la puesta de la ropa elegida.

Sinceramente me quedaba bastante bien, he de decirlo, ya que la camisa se adaptaba correctamente a mi todavía cuerpo poco musculoso, pero atractivo; y el pantalón lo mismo. Se adaptó igualmente a la estupenda figura (o eso creo, sin modestia) que tengo. No obstante, el pantalón me parecía un poco largo, por lo que decidí salir para buscar alguno un poco más corto, o en su caso, otro que me estilizara más. Sin más volví a la tienda. Antes de salir de los probadores, un pequeño susurro me provocó la atención. Era un hombre que con insistencia me llamaba para que me acercara a él. Aún con un susto tremendo, me dirigí hacia aquel chico:

Perdona por haberte asustado. – Dijo el desconocido hombre, asomando la cabeza tras las cortinas del probador.

No, no importa. ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar? – Contesté a este, aún sorprendido y casi asustado.

Eh, si claro, ¡muchas gracias!, Verás, es que me estoy probando un pantalón, pero no me va muy bien, te importaría (haciendo una pequeña pausa) ¿buscarme uno similar pero de una talla más? o mejor aún, si no es mucho pedir... ¿te importaría traerme una talla más de otros del mismo modelo pero de colores que combinen con esta camisa? – Espetó el desconocido.

La verdad es que reaccioné con un poco de sorpresa. No sé si me había tomado por un dependiente, por un trabajador, por su amigo, etc., pero le estaba haciendo un favor a alguien que no conozco, cuando esto lo podría haber hecho él mismo, vistiéndose de nuevo, yendo a comprobar otras tallas.

No, tranquilo, no me importa. Yo también voy a buscar otras tallas para mi. No me cuesta nada hacerte este pequeño favor, de verdad. – Contesté a su ruego son una mirada de no importarme mucho, pero a la vez, de ver en aquel chico un poco de cara.

¡Ok! Muchas gracias. Si no es mucho pedir, de verdad, me harías un gran favor – Atentamente contestó este último.

Me decidí por lo tanto a hacerle ese favor. Me dirigí hacia la tienda para buscar mi talla que necesitaba, a la vez que buscaba el pedido que me encargó aquel desconocido. Es cierto que no me costaría mucho en hacerle ese pequeño favor más que nada porque en el fondo soy un buenazo (¡así me pasa algunas veces!).

Una vez encontrada las tallas que buscaba para el desconocido y para mi, me dirigí hacia la estancia de los probadores. Encontré la cortina del desconocido cerrada. Por lo que, me decidí a llamarle sigilosamente, para no llamar mucho la atención:

¡Perdona! Te traigo lo que me pediste, tus tallas – Dije, aún sin verle, ya que no destapó ni tan siquiera la cortina.

Ah, sí, perdona estaba pensando en otras cosas, no me di cuenta. – Contestó sacando prácticamente medio cuerpo al pasillo de los probadores.

Al instante me percaté de aquello. De aquel divino porte de hombre. Dejó ver todo su rostro (aunque ya lo tenía bien visto de antes), un torso desnudo, depilado, con unas proporciones clásicas, simulando a aquellos atléticos hombres de la antigua Grecia... era realmente espectacular. Pero sobre todo, se veía toda su cintura, delgada, perfecta. Esto último es lo que más me gusta de un hombre: su cintura perfecta, ya que, para mi, corona en su más sencilla postura, la imagen de un buen cuerpo fibrado. Además se dejaba ver un poco de un fino hilo de tela, que bien podría responder a un tanga. Esto último me dejó absorto, totalmente.

Él, sin duda alguna, se percató al momento de que le miré aquella zona desnuda. Pronto se tapó con la cortina, alargando el brazo para coger todos aquellos pantalones que yo le había buscado.

Muchas gracias, en serio, te lo agradezco muchísimo. – Comentó mientras cogía las prendas.

De nada, ¡ya ves! Un favor como otro cualquiera. – Dije, aún sorprendido por la imagen que segundos antes había visto.

Es cierto que aquella imagen me había distraído muchísimo. Para tanto que por un momento creí haber tartamudeado, enmudecido, y decir, algo incoherente e ilógico. Dejé a aquel hombre con sus prendas en su probador, mientras yo me fui al mío, para proceder a probarme las mías.

¡Pues nada, creo que me las llevaré, esta me queda perfecta. – Dije sonriendo mirándome en el espejo.

Pero aún pensaba en aquel joven, en su torso desnudo, en esa cintura perfecta... en fin, tenía aquella imagen grabada. No obstante, mientras iba vistiéndome dejé de pensar en aquello. Es cierto que por un momento me dejó una gran cantidad de curiosidad, pero no me hice demasiadas ilusiones. Intenté pensar en un absurdo descuido lo de la cortina, ya que enseguida se tapó como avergonzado.

Una vez que dejé mi probador para dirigirme a mirar otras prendas o en tal caso de pagarlas, ya que no tenía mucha prisa... antes de salir de aquella zona, no puede dejar de buscar con la mirada la cortina de aquel joven.

¡Exacto! La cortina estaba parcialmente abierta. No me lo podía creer. Deceleré el paso para comprobar si aún estaba allí, y si era afirmativo, comprobar de nuevo aquella figura.

Lo que yo creía, de reojo comprobé que estaba probándose un pantalón de los que yo le cogí. Me quedé mirando aquella figura perfecta por un instante. Sólo se le veía una mínima parte. Pero era totalmente suficiente como para volver a la ilusión que había perdido voluntariamente. Con un movimiento casi acelerado, se dio la vuelta, mostrando un gran dorso, una fibrada espalda, fuerte, supongo que del ejercicio. ¡No podía estar más bueno! (perdonen por esto último, pero una reacción completamente común de todo ser humano). Bajé la mirada, desde aquellos hombros, hasta las caderas, vistas desde la parte posterior, hasta que observé con toda atención aquel tanga, que dejaba al descubierto un bonito y apetitoso culo, totalmente musculado (por un instante sentí envidia, aunque bueno, el mío tampoco está del todo mal). Recorrí aquellas estilizadas y musculosas piernas. De pronto sentí una erección. Aquella imagen completa me había dejado totalmente petrificado, exceptuando mi miembro que cobró, por un instante, vida propia.

En fin, que por vergüenza o por miedo a que entrara alguien y me viera observando la cortina, y sobre todo aquella erección, me introduje en la cortina inmediatamente al lado de la suya, con una reacción casi inconsciente. No sabía que pensar, ni menos, que hacer. Era la primera vez que me había pasado. Es decir, yo soy gay, disfruto de mis experiencias, pero ese miedo... nunca, no sé por qué. No sé por qué me decidí esconder. Pasaron muchas cosas por la cabeza, desde un deseo totalmente lujurioso de poder tener en mis manos aquel fabuloso cuerpo, hasta la reacción homofóbica de un hombre cuya cortina se había olvidado cerrar. De todas formas, se me pasó una idea intermedia: una señal que aquel joven intentaba transmitirme, para que le dijera algo, ya que me había visto en el momento en que observaba su hermosa figura.

De todas las maneras, me escondí, me senté en el pequeño saliente del minúsculo probador, hasta que se me pasara, o por lo menos, se rebajara aquella inconsciente reacción.

De pronto, un susurro despertó mi pensamiento cerrado en la imagen vista. En un primer momento creí que era fruto de mi imaginación tan active en estos momentos. Segundos más tarde, sentí de nuevo aquel susurro. Con una pequeña voz, me salió apenas un "¿si?" afónico.

¿Eres el mismo que me hiciste el favor de antes? – Preguntó el desconocido.

Eh... si claro, perdona... – Contesté dejando salir poco a poco las palabras.

No sé si te molesto demasiado, pero necesito un favor, un último favor... (vaciló aquel.

Eh, sí dime, por supuesto. – Respondí con un poco más de energía.

Podrías, si estas vestido, claro, cuando termines, acercarte, necesito queme hagas un último favor, si no te importa. – Dijo nuevamente el joven.

Sí, sí, no te quepa la menor duda, ya estoy – Contesté decididamente.

Me acerqué a su cortina. La tenía cerrada. No sé que quería ahora. Pero estaba decidido a hacerle un nuevo favor.

Antes te he visto que me observabas, y no he podido reprimir la idea de que... quizá me observabas por alguna razón que conozco, aunque podría equivocarme... no sé – Vaciló aquel joven desconocido.

Exactamente... ¿en que piensas?, ¿qué idea tienes en la cabeza? – Pregunté con precisión.

Bueno... una idea que bien podría definirse en... que te gustó verme desnudo... y claro, yo te he visto que me observabas con cierta mirada excitante... además yo también me excité muchísimo al ser observado... – Contestó.

Quedé súbitamente avergonzado. No me había pasado nunca nada igual. Mis relaciones habían sido con chicos que los dos sabíamos a la perfección lo que queríamos. Pero esto era una declaración, que por un momento quedó confusa, pero después de pensarlo, sabía muy bien lo que quería él.

Recuerdo que se trata de la parte primera de dos.

Espero sus críticas tanto positivas como negativas. Me gustaría leer sus comentarios. Si optan por la dirección que a continuación se indica, prometo contestar.¡GRACIAS! Recuerdo que se trata de la parte primera de dos.

luis_net20@yahoo.es