El probador
Elena nunca se imaginó lo que sentiría dentro de aquel probador
Elena salió de compras aquella tarde de invierno. Era la primera semana de rebajas, y necesitaba añadir algñun vestido nuevo a su armario. La habían invitado a dos bodas, y por desgracia para ella, no podía decir que no, así que no quedaba otro remedio que salir a buscar algo nuevo para ponerse.
Llegó a aquella gran tienda que tanto le gustaba, donde había un poco de todo, pero sobretodo muchos vestidos de esos algo entallados y por encima de la rodilla, que tam bien le quedaban. En una de las bodas, también estaba invitado un ex de Elena, y ella quería dejarle impresionado, para que supiera lo que se había perdido.
Estuvo ojeando varios vestidos, tocándo el género, imaginándose como quedarían sobre su piel. Pero estaba indecisa, y ya llevaba un rato dandole vueltas a la cabeza. Estaba tan ensimismada que no se fijó en que alguien la observaba desde hace unos minutos.
Juan había ido tambien a las rebajas, para comprar un regalo a su hermana que estaba de cumpleaños esa semana. Curiosamente acabó en la planta de ropa de mujer, mirando algo para ella. Allí se topó con Elena. Se fijó en ella, ya que le llamó la atención como acariciaba los distintos tejidos, y los acercaba a su cara, tratando de imaginarse su tacto sobre la piel de su cuerpo. Eso llamó la atención de Juan, que disimuladamete permaneció por lo alrrededores mientras ella seguia viendo ropa.
Despues de unos minutos, Juan se acercó a Elena.
-Buenas tardes- Le dijo Juan. - Perdona que sea tan atrevido, pero te veo indecisa. ¿Te puedo ayudar?-
Elena se le quedó mirando, con cara de incrédula, pero la verdad es que Juan es un hombre atractivo y con una sonrisa increible, así que deciidiño seguirle el juego.
Como quieras, pero no soy fácil de convencer- Dijo Elena, devolviéndole la sonrrisa. - Llevo un rato intentando decidir que vestido escoger, para dos bodas que tengo dentro de poco-.
Pues yo soy personal shopper en mis ratos libres- Le dijo Juan riendo. - Será un placer ayudarte a escoger.
Elena lo miró intentando averiguar cuales eran sus intenciones, pero la verdad, al mirarlo se encontraba increiblemente agusto. Incluso, le empezó a parecer excitante la idea.
Cogío tres vestidos de los que había estado acariciando minutos atrás bajo uno de sus brazos, y con la otra mano, sin cortarse un pelo, cogio a Juan y lo llevó hasta la puerta de los probadores.
- Tu espera aquí fuera- le dijo, y cerrando la puerta, empezó a desvestirse, sonrriendo al espejo, mientras se despojaba de toda la ropa, pensando en Juan que esperaba fuera.
El se quedó fuera, con dos de los vestidos en la mano, pensando que era increiblemente afortunado por que Elena hubiera aceptado su ayuda.
Elena se enfundó el primer vestido. Era bastante clásico. Azul oscuro. Muy ceñido a las deliciosas curvas de Elena. Ella se miró en el espejo. le gustaba como le quedaba. Abrió la puerta.
- ¿Qué te parece?-
Vió como Juan la miraba de arriba a abajo, con la boca abierta - Me parece que te queda increible. Creo que es uno de los que te debería llevar.
- Gracias, yo pienso lo mismo- . Se acercó a Juan, cogío otro de los vestidos de su brazo, y volvió a cerrar la puerta.
Desabrochó la cremallera y dejó deslizar el vestido por su piel. Tenía un tacto agradable, y para que negarlo, ese tacto, unido a la excitación del momento hizo que su piel se erizase tímidamente. Cogió el siguiente vestido y se lo puso. Este era bastante más corto, dejando a la vista las magníficas piernas de Elena. También era mucho más escotado de la espalda, pero ella se lo podía permitir. Tenía una piel que era pecado ocultar. Volvió a abrir la puerta.
Uauu- Es lo único que salío de los labios de Juan. El notó como su respiración se aceleraba, mientras miraba el cuerpo de Elena metido dentro de ese increíble vestido, sus largas piernas, su deliciosa espalda. Elena daba una vuelta y otra sobre sí misma, orgullosa de si misma.
Te has quedado sin palabras- Dijo Elena, y en un rápido movimiento le cogió del brazo el tercer vestido. Entro en un ágil movimiento al probador y dejó esta vez, la puerta mínimamente entreabierta.
Juan estaba efectivamente, sin palabras, enamorado de Elena, y tremendamente excitado a la vez. Sin querer se dio cuenta que por la pequeña rendija de la puerta entornada se veía parte de la figura de Elena reflejada en el espejo. Le pareció ver como el vestido deslizaba por su piel, como la tela acariciaba esa piel que el tanto deseaba. Sintió envidia de esa tela.
Elena se enfundó el último vestido. Este era muy ajustado también, con los hombros al aire y una gran abertura en el lateral. Se miró al espejo. Los tirantes del sujetador, impedían ver bien como le quedaba, así que se lo quitó. Volvió a mirarse, y se dio cuenta que su tanga, aunque pequeño, también asomaba por la abertura del vestido. El tanga bajó por sus piernas con una velocidad vertiginosa, cayendo al suelo.
Juan había observado alguno de los movimientos desde fuera y había imaginado lo que Elena había hecho, pero sin poder verlo, no podía estar completamente seguro. -Debe ser mi excitación-, se dijo a sí mismo, no creo que…
Elena volvió a abrir la puerta del probador. Juan volvió a quedarse absorto, con la boca abierta. Admirándola con una sensación de placer inmensa. Elena volvió a girar sobre sí misma. Juan percibió que lo que había imaginado era cierto, que ella se había quitado la ropa interior, para que nada estropeara el pase de modelos.
- Lo siento, pero, si no lo digo, reviento- dijo Juan, y sin saber como aquellas palabras brotaron de sus labios. – Ahora mismo en lo único que pienso es en devorarte-.
Elena le miró a los ojos, y sacó su sonrisa más traviesa, esa que desafiaría a cualquiera a seguir más allá. Juan se acercó, la cogió por la cintura y la empujó ligeramente hacia el probador. Ella dio unos pasos hacia atrás. Ambos se miraban de arriba abajo, con la respiración cada ve más entrecortada.
La puerta se cerró tras ellos. Juan hizo que Elena se sentara en el banco del probador, y el calló de rodillas, en suelo, delante de ella. Las manos de Juan acariciaron los tobillos de Elena, y sintieron una sensación inigualable al comprobar que su piel era tan suave como había imaginado. Elena le miraba descaradamente, conservando todavía esa sonrisa traviesa que tanto había excitado a Juan. Las manos de Juan iban subiendo por las piernas de Elena, y tras las manos no pudo evitar que fueran sus labios.
Elena notó el contacto de sus labios calientes, en el interior de sus piernas, y no pudo evitar abrirlas ligeramente, deseando que el viaje continuara.
Juan respiraba aceleradamente, sus manos se movían ahora por sus muslos, y sus labios también, disfrutando de cada centímetro de su recorrido. En algún momento paraba y miraba a los ojos de Elena, miraba esa sonrisa que le llenaba de energía, y volvía a posar sus labios sobre esa piel de miel.
Elena disfrutaba con la sensación, sin dejar de mirar como Juan ascendía poco a poco. Sus piernas se abrían cada vez más.
Juan ya tenía a la vista su sexo, y como todo en Elena era terriblemente delicioso. Sus labios deseaban alcanzarlo, y así ocurrió casi de inmediato. Un lametón, y otro y otro, y se desató la locura. El deseo lo envolvió todo, y los labios de Juan no paraban de succionar el delicioso elixir que manaba del sexo de Elena. El notaba como ella empujaba sus caderas contra su boca, buscando el máximo contacto. Sentía como algo presionaba enormemente dentro de su pantalón, y no pudo evitar coger con sus manos el pie de Elena y colocarlo sobre su pantalón, en la entrepierna, para que Elena pudiera notar lo excitado que estaba devorándola, para que supiera cuanto deseo había en él y comprendiera su placer.
Elena se movía ligeramente, acompasándose al rito de la boca de Juan, hasta que ya no pudo aguantar más, y estalló en un orgasmo delicioso, humedeciendo la boca de Juan, qué sabiéndolo, aflojó algo el ritmo para notar su movimiento, disfrutándolo. Ese sabor en su boca, nunca lo olvidaría.