El probador
m/F, incesto.
Mi madre y yo habíamos ido a unos grandes almacenes para comprar ropa. Era otoño y todavía no teníamos ropa nueva para después del verano, así que nos decidimos a aprovechar un descuento que hacían para hacer nuestras compras. Yo odiaba tener que ir de compras, incluso cuando me iban a comprar a mí cosas, pero no tenía más remedio que ir, ya que a mi madre le daba mucho coraje eso de tener que volver para descambiar ropa.
El caso es que me pasé toda la mañana enfadado sólo porque tenía que salir a comprar esa tarde. Cuando llegué a casa, mi madre estaba en la cocina terminando de preparar el almuerzo. Me quedé un buen rato mirándola sin que ella se diera cuenta. Me di cuenta de que era una mujer bastante sexy, al menos desde mi muy personal punto de vista.
No era muy alta, medía aproximadamente 1'65 m, tenía el pelo moreno, un culo ancho y firme y unas tetas grandes e igualmente firmes. Sus piernas eran delgadas, pero sin que se notaran los huesos y formaban unas suaves curvas muy sensuales. Su piel muy blanca siempre destacaba ante su pelo muy negro y sus ojos azules destacaban en su fino rostro. Su pelo no era largo, le llegaba hasta los hombros, y casi no llegaba a estos. Pero tal vez lo más destacable en ella eran sus pronunciadas curvas, ya que sus grandes pechos y anchas caderas estaban unidos por una cintura más estrecha.
Mi madre se dio por fin la vuelta y me vio allí inmóvil
-¿Te pasa algo? -me preguntó.
-No, nada. . . Estaba pensando que a lo mejor podrías ir tú sola a por la ropa. . . -dije.
-De eso nada. . . Te vienes conmigo y eliges la ropa. . .
-Joder, vale. . .
-No digas tacos. . . -me dijo, en un tono que revelaba que ya me lo había dicho muchas veces.
Comimos los dos solos, ya que mi padre siempre trabajaba hasta la noche. La verdad es que lo veía más bien poco, y menos aún a mi hermana mayor, que se había independizado a los 19 años para irse a vivir con unos "okupas" a Barcelona. Siempre había sido una rebelde y había discutido mucho con mis padres. Suponía que sería feliz allí, pero me equivocaba, ya que a los 22 años volvió con un bebé en los brazos para quedarse definitivamente en casa. ¡Vaya cara que tenía la tía!
Alrededor de las cuatro cogimos el metro y nos fuimos a los grandes almacenes. Como me había temido, aquello era un calvario. Estuvimos dos horas en la sección de señoras hasta que mi madre se decidió por dos vestidos y dos faldas. Entonces se fue a los probadores. Yo me quedé por allí mirando las mil prendas de vestir que me rodeaban, aburrido y cabreado a más no poder. Mi madre salió por fin veinte minutos después y me dijo que íbamos a la sección de jóvenes.
Después de media hora más de mirar ropa y de preguntas sobre qué me gustaba, por fin nos dirigimos a los probadores. Una vez allí, mi madre se metió conmigo y me dijo que me probara los pantalones lo primero. Me daba un poco de vergüenza, pero no era del todo extraño que tu madre se meta en un probador contigo a los 15 años. La verdad es que me daba una gran vergüenza, sobre todo porque el tenerla cerca hacía que se me pusiera el pene erecto, y no quería que me lo viera.
Me fui bajando los pantalones muy lentamente vuelto de espaldas. Cuando me los hube sacado por los pies, mi madre me pasó los pantalones nuevos. Yo me giré sólo un poco y ella se dio cuenta de que parecía estar escondiendo algo. No dijo nada esa vez, así que yo me puse los pantalones nuevos y me di la vuelta para que me diera su opinión. Debió darse cuenta del obsceno bulto que hacía en ellos mi entrepierna, ya que miró fijamente esa zona.
-Te quedan bien. . . -dijo con una voz un poco extraña, como ronca o algo así.
-Vale.
-Prúebate los otros ahora -me dijo.
-Voy.
Yo me di la vuelta de nuevo y me quité los pantalones. Me quedé de nuevo en calzoncillos, unos calzoncillos de esos largos de tela fina y poco ajustados.
-Quítate la camisa también para probarte la nueva sin pantalones -me dijo mi madre.
Yo me puse tenso, pero esta vez no tenía excusa. El pensar que me debía dar la vuelta hizo que mi miembro creciera más aún y formara una auténtica pirámide en el frontal de mis calzoncillos. Me quité la camisa y le dije que me diera la nueva, pero ella me dijo que me la quería poner ella. Yo alargué mis brazos hacia atrás para buscar la manga, pero ella me dijo que me diera la vuelta. Ahora sí que estaba perdido.
Resignado, me di la vuelta lentamente. La expresión en la cara de mi madre cambióm en cuestión de dos segundos. De un estado de indiferencia, pasó a un estado de seriedad que me preocupó. Ahora sé que éste estaba producido por su excitación extrema, no por enfado. Miró mi bulto, mi enorme y obscena pirámide de una forma extraña, con una mirada que jamás había visto en ella. Luego me miró a la cara con una expresión algo más sonriente y me preguntó en voz baja:
-¿Por qué se te ha puesto dura?
-Eh. . . yo. . . no sé. . .
-Venga, no seas tan tímido. . . Díselo a tu madre. . .
-Te vas a cabrear. . . -le dije.
-No. . .
-Pues porque me estás mirando tú, por eso.
-¿De verdad? ¿Te excita que te mire yo? -me preguntó algo incrédula.
-Sí, mucho, no lo puedo remediar. . .
-Bueno, ¿y por qué no me dejas que te la vea?
-¿Qué. . . ? ¿Quieres vérmela? -pregunté alucinado.
-Claro, hace mucho que no te la veo y quiero ver cómo te ha crecido. . . Parece que no tiene problemas de desarrollo. . .
-Bueno. . . vale. . .
Yo llevé mis manos a mis calzoncillos y me los bajé. Un enorme pene de 22 cm saltó de debajo de ellos. Mis gordos y duros testículos se veían también con suma claridad. Mi glande sólo estaba visible en la punta y mi miembro apuntaba descaradamente hacía mi madre. Su expresión era realmente digna de foto. Estaba boquiabierta, con los ojos abiertos totalmente y roja de vergüenza.
-Va. . . vaya, sí que te. . . sí que te ha crecido. . . -dijo temblorosa.
-¿Te parece grande de verdad? -le pregunté ingenuamente.
-Sí, es enorme. . .
Yo no sabía exactamente qué era lo normal, ya que sólo había visto penes en pelis guarras, y ahí todos lo tenían igual que yo aproximadamente, así que me sorprendió su alucine.
-¿Y se te ha puesto grande porque te miro. . . o porque me has mirado? -me preguntó astutamente.
-Por las dos cosas. . . -dije yo.
-Vaya, con que te la pongo dura, eh. . . Bueno, pues ya que me has enseñado lo "tuyo", es justo que yo te enseñe lo "mío", ¿no?
-Eh. . . claro. . . claro. . . -respondí muy convencido.
-Bueno, pero tienes que elegir, esto es un probador y no puedo desnudarme entera. . . ¿Qué me quieres ver, lo de arriba o lo de abajo? -me preguntó.
-Lo. . . lo de. . . no sé. . . lo de arriba. . .
-Vale, cielo. . . -me dijo dulcemente mi madre.
Mi madre se sacó el vestido veraniego holgado que vestía por la cabeza y se quedó en ropa interior. Ésta era bastante exigua y blanca de encaje. Sus pezones y areolas rojas se veían claramente a través de su sujetador y su negra y densa vulva triangular también se veía a través de sus pequeñas bragas. Sus manos tantearon el enganche de su sostén y lo desengancharon. Entonces se quitó la prenda y sus grandes y razonablemente turgentes tetas se vieron libres, mostrando sus gordos pezones y sus amplias areolas.
-¿Qué. . . te gustan? -me preguntó con una sonrisa pícara mi madre.
-Mmm, me encantan. . . Me ponen muy caliente. . .
-Bueno, pues para que veas. . . me quito las bragas también -dijo mi madre, bajando aún más el tono de su voz.
Mi madre se fue quitando las bragas lentamente, revelando su espeso bosque negro y haciendo que mi pene llegara al borde la explosión. Cuando se las quitó del todo se quedó allí sin moverse, mirándome el pene mordiéndose su labio inferior. Se acercó a mí y estrelló sus labios contra los míos sin yo esperarlo. Sus tetas se estrujaron contra mi pecho y mi pene se metió entre los pelos de su vulva. Mi madre deslizó su lengua entre mis labios y empezó a juguetear con la mía. Los dos empezamos a explorarnos las bocas con nuestras lenguas.
Mi madre me comía. Estaba sin control, me tocaba por todas partes gimiendo en voz muy baja y apretando su cuerpo contra el mío. A mi me encantaba sentir mi pene entre los pelos de su vulva y ella parecía entusiasmarle también. Al poco, mi madre sacó su lengua de mi boca bruscamente y me dijo:
-Cariño, métemela. . . no puedo aguantar más. . . Por favor métemela. . .
Mi madre se agachó dirigiendo su culo hacia mi polla. Apoyó la cabeza sobre un taburete y me dejó su espléndida raja a tiro. Sus pelos eran perfectamente visibles y yo no podía resistirlo más. Me acerqué un poco y puse mi glande entre sus labios. Entonces empujé suavemente y mi pene se deslizó dentro de su húmeda, cálida y estrecha vagina. Fue una sensación maravillosa sentirme dentro de mi propia madre, con sus cálidos fluidos mojándome y las paredes de su estrecho agujero agarrándome fuerte.
Empecé a metérsela y sacársela frenéticamente, dominado por la pasión incontrolable a la que ella me había hecho llegar. Sabía que no aguantaría mucho dentro de ella y por eso frené el ritmo. Metí y saqué mi polla más lentamente mientras ella se acariciaba el clítoris para correrse. Yo no podía ir tan lento y tuve que empezar a follármela más rápido, metiendo los 15 cm que podía meter como máximo cada vez a mayor velocidad.
Al poco, mi madre se puso rígida ante la llegada de un potente orgasmo. Yo estaba muy cerca del mío, y más cerca aún mientras escuchaba sus suaves gemidos de placer. Por fin llegó el momento, no lo pude aguantar más. . . Mi semen salió disparado de mi pene para depositarse en el cuello de su útero. Descarga tras descarga, mi pegajosa semilla llenó lo más profundo de su vagina mientras gozaba. No era consciente de lo que estaba haciendo, es decir, correrme dentro de mi madre arriesgándome a dejarla embarazada. En ese momento ni una explosión nuclear me habría apartado de ella. Éramos pura pasión follando, dos animales sudando mientras se unen intercambiando sus fluidos. . .
Cuando el clímax hubo remitido, los dos nos vestimos, mi madre me dio un suave beso en los labios y me dijo:
-Ha sido maravilloso, cariño. . . Me lo has hecho muy bien. . . Te quiero. . .
-¿De verdad. . . ? ¿Lo podremos repetir. . . ?
-Cuento contigo. . . Espero que no me falles. . . Quiero que me llenes de semen hasta arriba todos los días cuando tu padre no esté. . . Estoy enamorada de ti. . . y nada en este mundo puede cambiar eso ahora. . .