El probador

Los probadores son morbosos. Exhibición inesperada pero deseada, y algo más. Con foto demostrativa.

“EL PROBADOR”

El verano pasado me ocurrió una historia en un hipermercado del lugar de veraneo, fue lo suficientemente morbosa para creer que debéis conocerla.

Ya me conocéis, y conocéis algunas de mis pequeñas travesuras. Soy Mayte, y somos una pareja de Cartagena (Murcia), él, Felipe de 39 años, y yo, tengo 29 años, morena, media melena, atractiva, con un cuerpo bonito, una delicia de mujer. (Podéis ver fotos mías en anteriores relatos).

Una mañana de finales de agosto del pasado año, cuando el número de veraneantes empieza a descender y aunque hay gente en la playa no se siente tanto agobio, mi marido y yo salimos a primera hora de la mañana decididos a reponer el frigorífico, en vez de bajar a bañarnos a la playa. Nuestro lugar de veraneo es Campoamor, en la zona de la Regia, en las playas de Alicante, un lugar encantador excepto en agosto que es un auténtico hervidero de veraneantes.

Así que fuimos a una cafetería cercana a nuestro dúplex a desayunar. Un café con leche y unas tostadas y nos sentimos repuestos de fuerzas, cogimos nuestro vehículo para ir a un centro comercial de Mercadona (que hay en una playa cercana, “Playa Flamenca”).

En verano me encanta ir provocativa (bueno, me gusta siempre) y llevaba una minifalda de color blanco y una camiseta muy finita, que dejaban entrever mis formas.

Dentro del Mercadona la temperatura era ideal, nada que ver con el calor sofocante que hacía en la calle. Al entrar a la galería, me sentía mirada por los hombres, y, por qué no, alguna mujer, iba pendiente de las miradas, me excita pensar que las mentes masculinas coincidían en un solo pensamiento  ¡Hacerme suya!

Íbamos llenando el carro de productos, cuando mi marido se paró en las zona de salchichas frankfurt, eso pensé yo –necesito una buena salchicha-. Y sonreí, me hizo gracia mi propio pensamiento.

Como estaba a la altura del cajón de frío de las pizzas congeladas, me acerqué a coger un par de ellas, fue cuando observé dos jóvenes mirándome descaradamente por detrás.  Las pizzas estaban en el lateral contrario, y pensé en dar la vuelta al expositor para cogerlas más cómodamente y no tener que estirarme por encima de él. -¡Qué leches, a alguien alegraré la vista-

Me estiré todo lo que pude, creo que hasta más de lo necesario, y elevé mis talones, de forma que pasé todo mi torso por el expositor.

Mi faldita se elevó conmigo y dejo a la vista los cachetes de mi culito, la tanga impedía que se me viera perfectamente mi almejita, aunque la marca de una forma muy morbosa.

Entonces oí perfectamente un par de resoplidos de los dos mirones, y un ¡Madre mía! ¡Cómo está la muy zorra!.

Pensé en volverme y explicárselo, pues encima que les dejaba ver mi culito me ofendían. Pero no lo hice, pues el acto de exhibirme debía entenderse como involuntario.

Seguí mis compras, con mi marido siempre cerca, pero llevando cuidado al agacharme, y los chicos (de unos diecisiete años) me seguían por todo el recinto, a ver si tenían de nuevo suerte.

En las coca-colas decidí probarme de nuevo, escogí de las de abajo para poder agacharme, baje mi cuerpo, abrí mis piernas y las dirigí abiertas hacia ellos, les hice una buena exhibición de tanga, que los dos jóvenes por su inexperiencia no pudieron apreciar en toda su intensidad, ya que llevaban cuidado por si mi marido se daba cuenta que iban detrás de mí y no se acercaban lo suficiente. ¡Lástima!

Al llegar a las cajas para pagar, mi marido se acercó a mi oído y me dijo:

-       Esos dos se matan a pajas, no han dejado de mirar tu culo desde que hemos entrado. Me he dado cuenta que para ti no han pasado desapercibidos en las coca-colas les has enseñado todo tu arsenal.

-       ¡Serán guarros!, por mí que se desgasten la piel dándose arriba y abajo.

-       ¡Qué mala que eres¡ ¿No te dan pena? Son unos críos y tu una mujer muy hermosa, es normal. Yo hacía lo mismo, podías exhibirte un poco más para que no tengan más remedio que irse corriendo al baño a pajearse.

-       ¡Sí claro!, y me voy yo con ellos y les doy una mamadita y que se corran en mi boca, ¡Ya te vale!

-       Ja,ja,ja. No te pongas así, habría sido un acto de caridad.

-       ¡Anda, vámonos ya!

Empujábamos del carrito hacia el parking, y los chicos, ahora con dos cervezas de bote en la mano nos seguían, valorando mi culo, esta vez de forma descarada.

En la galería del Mercadona, vimos una tienda de ropa, con todo un escaparate de minis.

-       ¡Que mini tan preciosa!.  dije a Felipe.

-       Entra y pruébatela, cariño, si te gusta te la compro.

-       ¡Vale!. Y entré toda decidida en la tienda directa a las minis.

Los chicos se miraron entre sí, sin saber que hacer. Pero cuando comprendieron que mi marido no iba a entrar en la tienda por tener que quedarse cuidando el carrito, entraron disimulando que les interesaban unos pantalones vaqueros muy caros revoloteando entre las perchas.

Por mi parte cogí mi faldita y tras hablar con la chica de las tallas, me fui a un probador con ella.

Cuando comprobé que los probadores estaban justo enfrente de los pantalones vaqueros y que allí estaban los dos jóvenes empecé a notar un cierto calorcillo y cierta humedad características de que estaba excitándome la situación. Más aún cuando no pude evitar pasar muy cerca de los chicos, y notar la lujuria en su mirada. El corazón se me aceleró cuando comprobé que la zona de probadores estaba separada del resto de la tienda por una cortina que no permitía ver el interior. La descorrí y frente a mí se abría paso un pasillo, en él, cuatro probadores dos a cada lado, con sendas cortinas, y mi mente tan caliente que no sabía en cual meterme.

Uno de los chicos al ver donde me dirigía cogió ràpidamente un pantalón, por cierto horrible, y le dijo a la chica que iba a probárselos. Ella asintió con la cabeza, como si la cosa no fuera con ella. Se encontraba, la chica, muy atareada ordenando unos pantaloncitos cortos en unos estantes, harta del día de trabajo.

Por fin pude pensar y me coloqué en el probador del fondo a la derecha. Al entrar por el rabillo del ojo observé que mis jóvenes perseguidores entraban en el primero de la izquierda, temía que viniesen directos al mío. La impunidad de la cortina de acceso a la zona de tienda lo hubiese permitido, menos mal que fueron prudentes, aunque no entendía porque no se pusieron en el más cercano. Pronto comprendí la lógica, al estar inclinado el ángulo de visión podían intentar ver algo por las esquinas de la cortina si esta no estaba totalmente cerrada.

No sabía que hacer. No quería quitarme la falda, sin comprender hacia donde llevaba todo esto,  así que me levante mi jersey (que evidentemente no tenía sentido para probarme la falda), de forma que entendieran que estaba dispuesta a enseñarles más, entreabrí la cortina por el lado izquierdo y pude observar a los dos chicos con su cortina asomaban la cabeza, mirando con los ojos abiertos como platos.

La situación era morbosa, aunque tenía la tranquilidad que desde fuera de los probadores no se vería nada pues la cortina de acceso a los mismos lo impedía.

Animada por la escena, y notando ya la humedad característica de mi coñito, haciendo como que quería cerrarla, realmente abrí un poquito más la cortina. Entonces se me ocurrió dejar un documento gráfico del asunto, saqué del bolso mi teléfono móvil y me eché una foto reflejada en el espejo. Os la pongo para que veáis que todo lo que os cuento es verdad. Fijaros en la cortina como está bastante abierta.

Lentamente, poco a poco, me quité el jersey por la cabeza y saque mis pechos al aire, y discretamente los tape con las manos. Por el espejo del probador, veía que me miraban hipnotizados. Masajeé mis pechos despacio, y pellizqué mis pezones, para ponerlos tiesos.

Me di la vuelta y me coloqué bien a su vista.

Me miraban y no daban crédito a sus ojos,

Entonces uno de ellos corrió totalmente su cortina y comenzó a quitarse nerviosamente el pantalón y pude observar sus calzoncillos de color azul claro, y un considerable paquete. El otro no sabía que hacer solo apretaba su pene por encima del pantalón y miraba a su amigo y a mí.

Sitiéndome más valiente y más caliente, deje caer mi falta, quedando con la tanga negra a la vista de los chicos.

Ambos, tenían claro ya la situación a estas alturas, quitándose como podían la ropa, y quedando desnudos de la parte de abajo, sus pollas estaban duras mirando al cielo. Con sus manos las pejeaban sin cesar, como locos, para que yo viera el efecto que les producía.

Abrí la cortina totalmente y empecé a bajarme la tanga. Mientras ellos totalmente lanzados avanzaron y se pararon a un metro de mí, manteniendo una prudente distancia. Saque mi tanga por los tobillos y me enderecé para que pudiesen disfrutar de la vista de mi cuerpo.

Mis tetas se movían delante de sus ojos, y mi coño chorreaba y palpitaba.

Uno de ellos hizo una mueca, y procedió a agarra la punta de su polla, mientras decía ¡Me corro¡, ¡Me corro!, de pronto un chorro de semen salió disparado hasta quedar en el suelo a corta distancia de mí. El chico se dio la vuelta avergonzado y presuroso se fue a su probador cogió su ropa y comenzó a ponérsela de forma un tanto cómica, perdiendo el equilibrio.

El otro mantenía el tipo, y se pajeaba delante de mí, embobado mirando la rayita de pelos del pubis de mi coño. Así que tire un poquito de la piel del pubis para que pudiera ver mejor mis labios vaginales. Tengo un coño muy bonito, eso dice mi marido. Su mano apretó aún más, subía y bajaba a una velocidad que me impresionó.

Entonces recordé las palabras de mi marido, y me dio pena el chaval. Me acerqué a él, y cogí con mi mano su polla retirando la suya. Apreté su glande, mientras él echaba la cabeza hacia atrás parecía que iba a marearse. Entonces aprovechó para pasar su mano por mis tetas, las apretaba sin compasión, soltaba una y cogía la otra, me hacía daño en alguno de sus apretones, pero me gustaba, no podía controlarse y eso me excitaba.

Entonces note que su polla y el resto de su cuerpo se convulsionaba, y mientras hacía esfuerzos por no gritar, eyaculó encima de mis muslos, una considerable cantidad de semen, yo continué dando arriba y abajo, y apretando su glande, y él se estremecía una y otra vez. De pronto cogió mi mano y la paró en seco.

-       ¡Por favor, para! ¡No puedo más! ¡Para, para!

Me miró a los ojos, acarició suavemente uno de mis pechos. Y me dijo: ¿Por favor puedo tocar tu coñito?

-         Sí, claro. Le respondí

Paso la palma de la mano de abajo arriba metiendo el dedo corazón dentro de mi rajita, hasta llegar al clítoris, que lo acarició levemente.

Su rostro denotaba una satisfacción, que me hizo sentirme orgullosa de mí misma.

-       ¡Gracias! ¡Muchas gracias!

Se dio la vuelta, y sin decir más, se metió al probador con su amigo, y corrió la cortina, seguramente un poco avergonzado.

Me vestí rápidamente, sin probarme la falda, y salí a la tienda, la chica seguí atareada en sus cosas ajena a todo lo que había pasado, o por lo menos eso creo yo, devolví la mini, dije como excusa que no me quedaba bien, y salí de la tienda.

Mi marido me miró e imaginó que algo había pasado, por los colores de mi cara, pero nada me preguntó hasta que volvíamos en el coche camino del dúplex. Se lo conté todo, y le enseñe los restos de semen seco en mis piernas. Se rió y me dijo que hice muy bien, al parar en un semáforo me dio un beso y me animó, ya que me encontraba un poco extraña.

De todo, lo peor era el soberano calentón que tenía en mi cuerpo, y la sensación de quedarme con las ganas de tener un orgasmo.