El principio de un castigo (2)

Seis errores… y yo que venía dispuesta a comerme el mundo… No me atreví a girarme para mirarle, mucho menos después de haberme dicho que ya le había mirado suficiente a lo largo de la noche

Seis errores… y yo que venía dispuesta a comerme el mundo… No me atreví a girarme para mirarle, mucho menos después de haberme dicho que ya le había mirado suficiente a lo largo de la noche… No le tenía miedo, ni mucho menos, después de tantas horas y tantas noches sentada frente al teclado hablando con Él, tenía mi confianza más que ganada, aún así, el hecho de que ésta era la primera vez que lo veía no me hacía estar muy segura de la situación y mucho menos de mí misma

Había imaginado mil veces como iba a ser esta noche, y tenía la sensación de que sería una sesión muy light al ser mi primera incursión real en este mundo, y ahora me venía con que había tenido seis errores!!! Pero qué quería que hiciese… jamás habría imaginado que me iba a llevar a cenar, lo cual me había roto los esquemas por completo!! Había echado al traste todos los minutos que pasé frente al espejo haciendo mil posturas y gestos para aparentar ser la mujer fatal que venía dispuesta a ser… Así que en este momento no tenía ni puñetera idea de cómo comportarme… Si quería que le estuviera llamando Amo toda la noche, por qué coño me llevó a un restaurante vestida de princesa…? No podía ser muy duro por unas faltas que había provocado Él… No era justo que me cargara con errores que había cometido porque Él los había propiciado

Me negaré sencillamente, pensé… no estoy dispuesta a asumir un castigo por algo de lo que no he tenido la culpa

Mientras estaba en mi mundo, hacía ya un rato que yo permanecía de pie al lado de la puerta con la mirada clavada en la moqueta. Le estaba dando tantas vueltas a la cabeza que había perdido la noción del tiempo y no había prestado la menor atención a lo que Él estaba haciendo

Cuando me di cuenta levanté la vista de golpe y lo busqué en la habitación. Estaba sentado en una silla al otro lado de la cama y me estaba mirando fijamente.

- ¿Por qué tienes esa cara de ofendida? ¿Qué pasa?

Vaya… mi cara, como otras tantas veces, me había delatado sin darme cuenta. Ser tan expresiva como yo a veces es un defecto o una virtud. En este momento para mí era el peor de los defectos… Pero bueno, se había dado cuenta… así que al menos esto me brindaba la oportunidad de dejarle bien clarito lo que estaba pensando:

- No es justo que me cargues con errores que tú mismo has provocado!! Mi voz sonó más fuerte de lo que yo habría querido, y también con más entusiasmo

Vaya! Jajajajaja ¿Ya te me sublevas en la primera noche que pasamos juntos?

Se ha reido!! Y yo que temía ya que se lo tomara a mal… Apareció una ligera sonrisa en mi cara que pronto se esfumó:

- No, perrita, no… las cosas no son así… ¿Sabes que deberías haber hecho? Pedirme permiso para hablar, y cuando te lo hubiera otorgado, decirme con un tono agradable lo que acabas de decir… Así que dime: ¿Qué quieres que haga yo? ¿Que olvide tus fallos de antes, que olvide que ahora acabas de gritarme y te folle como lo hace tu novio? No perrita, yo no soy tu novio, soy tu Amo, el que tú misma has elegido. Así que tu decides, te das media vuelta y sales por la misma puerta por la que has entrado o te desnudas, te pones de rodillas y vienes a cuatro patas hacia mí y me muestras que sigues siendo mía.

Joder… eso sí que no me lo esperaba… Estaba tan furiosa por tener que cargarme un muerto que no creía merecer que estaba dispuesta a gritarle si hiciera falta, pero en absoluto pensé que me diría que me fuera… o que hiciera eso….

ESO es lo que menos querría hacer en esta noche o en todas las venideras. Casi desde el comienzo de nuestra relación le había dicho que ponerme a cuatro patas era algo que jamás pensaba hacer. Había aceptado que me llamara perrita, al fin y al cabo no es más que un apodo… pero andar a cuatro patas no, ¡eso si que no! ¿Por qué ese símil con un perro? Es que acaso no es más gratificante dominar a una persona que a un animal… ¡Si quería un perro que se lo comprase! Me parecía de todas las cosas posibles la más humillante. Me había jurado y perjurado a mí misma que jamás lo haría

En cambio… no tenía más opciones. Era irme o quedarme… por supuesto que no quería irme, pero quedarme suponía tener que hacer lo que me había pedido… ¡cómo cuesta tragarse el orgullo…! Pero tenía tan claro que no quería irme… de repente mis tirantes comenzaron a bajar y por su propio peso todo el vestido calló al suelo, mis ojos, más gachos de lo que jamás habían estado se peleaban por no ser el primero en derramar una lágrima. Primero mi sujetador, luego mi tanga fue deslizándose hasta mis tobillos… ya estaba desnuda… le miré a los ojos, casi pidiéndole que me frenara, que no me hiciera seguir, pero estaba claro que no tenía la menor intención de hacerlo

Muchas veces me había dicho que aunque me pareciera tan humillante tendría que hacerlo alguna vez, ya que no era algo ni dañino ni peligroso, y que con el tiempo me parecería una tontería. Aún así yo esperaba que ese día tardara en llegar. Pero así es la vida, estaba en ese día y justo en el momento preciso en el que tenía que hacerlo.

Y me arrodillé, me puse a cuatro patas y comencé a andar. Aunque si bien le iba a dar el gusto de hacer algo que odiaba él me iba a dar el gusto a mí de no sentirme tan humillada, ya que en todo el trayecto que hice desde que mis rodillas tocaron el suelo hasta que estuve a sus pies mis ojos no se apartaron de los suyos y mi mirada se esforzó a cada segundo en ser más retadora si cabe

- No tienes remedio