El Príncipe Azul
Encontrarse con su exnovia los lleva a recorrer caminos no imaginados de placer.
El Príncipe Azul
Encontrarse con su exnovia los lleva a recorrer caminos no imaginados de placer.
Me sorprendí muchísimo al saber que había entrado a trabajar a la misma empresa en la que yo era un importante ejecutivo. Aunque no era subalterna mía, el saber que la iba encontrar con frecuencia me llenó de alegría.
Al comienzo empezamos a hablar, recordando nuestro pasado, en el cual habíamos sido novios por un corto tiempo, y durante el cual nos acostamos una sola vez. Yo recordaba intensamente ese momento, pues para mí había sido una experiencia deliciosa. Recordar su hermoso cuerpo, sus caricias y el color tan blanco de su piel, eran motivo de recuerdos que generalmente terminaban en una deliciosa paja.
Yo deseaba volver a tener sexo con ella, pero ya estaba casado. No era que a mí me importara; pero ella había tenido unas malas experiencias con otros novios casados, y no quería volverlas a repetir. Ella estaba buscando su perfecto príncipe azul...... pero aun así, yo sentía que me deseaba intensamente, tanto como yo la deseaba a ella.
Empezamos a encontrarnos regularmente: por las mañanas la recogía en mi carro y por las tardes nos devolvíamos juntos. A medida que pasaban los días, pasamos de simplemente mirarnos, a pasar todo el tiempo tomados de la mano, sintiendo cómo las chispas de nuestro deseo cruzaban por el ambiente.
Un día en que la llamé por el celular para confirmar que iba por ella, me contestó somnolienta y me dijo que siguiera de largo pues apenas se acababa de despertar. Yo le ofrecí que la esperaría a que se arreglara..... ella aceptó gustosa, y me invitó a subir a su apartamento, para esperarla. Cuando subí la encontré en pijama, con el pelo alborotado, pero tremendamente atractiva. Le ofrecí ayuda para lavarle la espalda en la ducha, pero ella se negó, aunque sus ojos chispeaban de deseo, de solo pensar en tan deliciosa situación. Antes de salir para la oficina, me regaló un delicioso beso, que los dos disfrutamos enormemente. Mientras nuestras lenguas estaban trenzadas en explorar nuestras bocas, mis manos le acariciaban los costados y la cadera. Ella empezó a sentir cómo el volcán de la excitación desbordaba su corazón, y me dijo "¡¡basta!! Vámonos ya"....... su razón había ganado por encima de sus deseos......
Una tarde acordamos ir a tomar un café. Al salir del trabajo, le sugerí que fuéramos a su apartamento a charlar un rato. Ella aceptó con una condición: no la podía tocar.... ni siquiera tomarle una mano. Ella era perfectamente consciente que si nuestras pieles se tocaban, el deseo arrasaría con sus racionales intenciones de no enredarse con un hombre casado. Yo sabía, porque en varias ocasiones me lo había dicho, que le parecía enormemente atractivo y que por supuesto le despertaba su deseo sexual, por mucho tiempo represado.
Fuimos a su departamento y estuvimos allí, conversando solamente, mientras las chispas del deseo cruzaban la estancia, de un lado para el otro. Al despedirnos, me agradeció por lo respetuoso que había sido. Pero ¿cómo no serlo?. Ella es una hermosa mujer, de 168 de estatura, ojos oscuros, piel muy blanca, voz ronca pero melodiosa. No tiene grandes senos, pero son firmes y atractivos. Su cadera es lo que más sobresale de ella....... es..... ¡absolutamente perfecta!. Y además la mueve al caminar con una cadencia que invita a quedársela mirando......
Pocos días después le explique que los príncipes azules no existen en la realidad. En la vida real, los hombres tenemos defectos..... algunos son irrespetuosos, otros groseros, otros desconsiderados, otros casados...... Ella estaba esperando que la vida le presentara a un hombre que cumpliera con una lista de requisitos, para poder disfrutar la vida..... pero las cosas no son así: Siempre debemos disfrutar con un conjunto incompleto de cualidades. Nuestro placer está en disfrutar aquello que la vida nos regala, a cuenta gotas, poco a poco, de manera incompleta. En ocasiones disfrutamos unas cosas..... en ocasiones otras.
Ella se quedó pensando cuando se lo dije. Lo razonó con calma y entendió que se estaba perdiendo de una oportunidad que también, muchos años atrás, había dejado pasar.... entendió que la perfección se encuentra cuando disfrutamos lo bueno que tenemos, sin dejar que aquello que este mal nos arruine el día.
Al entenderlo, me invitó a visitarla en su apartamento, el sábado siguiente.
Allí estuve a las 7 de la mañana, golpeando su puerta. Me recibió con una hermosa pijama de seda que le caía suavemente por los costados. Debajo se adivinaba su cuerpo esbelto y blanco, sin nada más que el deseo de pasar una deliciosa y erótica mañana. Nos besamos apasionadamente y en un momento los dos estábamos desnudos. Mi pene en erección se apoyaba en su vientre, mientras el calor de nuestros besos demostraban que habíamos esperado demasiado; su cuerpo se agitaba muy pegado al mío, con sus pezones erectos rozando los vellos de mi pecho.
Nos acostamos en su cama, para poder recorrer con tranquilidad nuestros cuerpos. Mi lengua pasó de su boca a sus pezones, mientras sus manos me acariciaban la piel desnuda. Mordisqueé sus pezones y lamí sus aureolas, generándole un placer que le hizo emitir algunos gemidos muy callados. Seguí bajando por su vientre.... mi lengua se detuvo por un instante en su ombligo, como un oasis de placer en medio de las dunas. Legué a su pubis, pocamente poblado, pero húmedo de líquidos y de olores que prometían una mañana intensa de placer. Me di la vuelta, formando un 69, para que ella acariciara mi pene erecto y palpitante de deseo. Acarició mis pelotas que colgaban a su lado, albergando el precioso liquido que ella quería saborear. Me empezó a hacer una mamada de campeonato, pasando su lengua desde el tronco de mi pene hasta lamer su cabeza, cual helado de leche; de vez en cuando, metía con suavidad en su boca una de mis pelotas y jugueteaba con ella como si fuera un caramelo . Mientras tanto, mi lengua recorría toda su rajita, desde el inicio de su monte de venus, pasando por su clítoris erecto y rosadito; seguí lamiendo más allá, hasta llegar a su ano. Al sentir mi lengua, su cuerpo se contrajo de sorpresa y de placer, y en pago por mi osadía, se metió mi pene hasta el fondo de su garganta. Mientras yo lamía y chupaba con deleite su clítoris, ella hacia lo mismo con mi pene en erección.... alcanzamos el orgasmo al mismo tiempo: mientras ella llenaba mi boca con sus deliciosos flujos vaginales, mi pene derramaba leche en su boca, inundándola con el líquido vital. Cuando volvimos a ser dueños de nosotros mismo, me di la vuelta para darle un beso de agradecimiento, y ¡ qué sorpresa !, al besarla me pasó parte de mi propio semen, el cual había dejado en su boca para juguetear con él. Al sentir el sabor espeso de mi leche, mi pene empezó a despertarse nuevamente, cosa que para ella no pasó desapercibida, pues al elevarse se estrelló contra sus esculturales piernas que descansaban en la cama al lado mío. Nuestras lenguas, mojadas por mi semen, se cruzaron en nuestras bocas, mientras sus manos acariciaban mi espalda desde el cuello hasta las nalgas. Mis manos revoloteaban cual mariposas por su cuerpo, queriendo abarcar hasta el último pedacito que piel que le transmitiera pasión a mi amada.
Al ponerme sobre ella, sus piernas automáticamente se abrieron para dar paso a mi cuerpo; con sus manos tomo mi pene en erección y lo dirigió a la entrada de su cueva, mientras sus ojos apasionados me gritaban que se lo metiera todo. Empujé fuertemente con mis caderas, logrando de un solo golpe meterle mi encendida vara por entre el canal de su sexo. Aunque quedó muda y sin respiración, producto del dolor y del deseo que mi acometida le había producido, pronto empezó a jadear al compás del vaivén de mis caderas. Rápidamente alcanzó el orgasmo, llenando mi pene y testículos de su líquido vaginal, que le daba a mi miembro un brillo especial, como si fuera de cristal. Deseoso de invadir esa mañana todos sus agujeros, le pedí que se pusiera en cuatro patas y agachara los hombros, para así poner su ano a mi placer. Lo hizo con presteza, pues deseaba al igual que yo, recibir mi pene por todos los sitios posibles. Le metí primero el pene por su vagina, mientras con las manos jugueteaba con su ano. Le metí un dedo, mientras empujaba mi pene hasta el fondo de su cueva.... luego dos y tres, hasta sentir que estaba lista para recibir mi erecto miembro. Lo saqué de su vagina, brillando de líquidos, y coloqué la cabeza contra la entrada de su culo. Empuje suavemente, mientras ella contenía la respiración. Cuando entró completamente, me quedé quieto para permitirle que se acostumbrara un poco. La abracé desde detrás, apretándole las tetas con una mano y masajeándole el clítoris con la otra. Empecé a bombear, metiendo y sacando mi miembro de su culo, mientras con las manos la excitaba. Sentí que tuvo varios orgasmos antes de que le llenara de leche los intestinos.
Luego de descansar un rato, nos metimos juntos a la ducha, para bañar el cuerpo del otro. Obviamente, fue el inicio de otra larga sesión de sexo, en la que terminamos otra vez en la cama repitiendo una vez más toda la experiencia que les he contado.
Al terminar la mañana, exhaustos y satisfechos, nos prometimos repetir cuando pudiéramos, tan deliciosa sesión. Al salir de su apartamento me dijo mirándome a los ojos: "Eres mi Príncipe Azul".