El principe

Cleopatra hace uso de sus armas de mujer para convencer a Marco Antonio a seguir sus planes. Por su parte no hay nada más peligroso que una mujer despechada, y Octavia recurrirá a su hermano para buscar venganza. Aunque tenga que pagar un alto precio.

Vini, Vidi, Vinci VIII: Primus inter pares

El dormitorio de Cleopatra flotaba un fuerte olor a sexo. Marco Antonio tumbado en el diván se relajaba disfrutando de las atenciones de la monarca que le tenía de invitado. El general romano desnudo se deleitaba de las delicadas caricias que la lengua de Cleopatra le hacia al recorrer su cuerpo de manera traviesa sobre todo su cuerpo. Iniciándose por el cuello para proseguir por los pezones y bajar con angustia por parte del receptor a un pene ansioso de sentir el tacto de la esponjosa sinhueso. Al percibir la caricia el latino no pudo reprimir un sonoro gemido que fue como un canto a los oídos de Cleopatra. La lengua comenzó a recorrer primero el glande centrándose en el orificio de salida del esperma. Cleopatra sabía muy bien que era la zona más sensible, para luego con la lengua rodear todo el glande y descender sin dejar superficie sin recorrer en el tallo.

Lamío los testículos para con delicadeza meterse uno de ellos. La reina sabía la sensación de ser adorado que para los hombres significaba que le lamieron las gónadas. Mientras seguía con aquel tratamiento masturbaba con suavidad el pene para evitar que perdiera la importante dureza que había adoptado.

Unos minutos de adoración a los huevos para pasar otra vez a atender al cliente principal. Pero ahora con más ímpetu. Había aprendido la técnica de las mejores, las felatrices de su ciudad. Así que tenia que rodear el pene con los labios para ir bajando poco a poco. La lengua dando toques y enrollándose en el cuerpo del pene. Los mofletes apretándose. Bajando, lentamente.

Marco Antonio suspiraba con lo que estaba siendo agasajado. Aquello ya se lo había realizado multitud de ocasiones, pero nunca terminaba de saturarse de aquella felación. Era insuperable. No terminaba de comprender como llegaba hasta bajar y tocar con sus labios la base de sus testículos. Alguna que otra vez tenía alguna ligera arcada que llenaba el pene de saliva. Pero era un añadido aún más excitante. Cleopatra dominaba a la perfección la técnica de forma que aquellas “debilidades” no eran más que para expresar su total entrega de placer. Una entrega hasta el punto de sentir una ligera sensación de nausea. Todo con tal de someter la mente de su aliado.

  • ¡Por todos los dioses! ¡Eres la mejor! - celebró el romano.

Cleopatra le miro adivinándose una sonrisa por el piropo. Continuo subiendo y bajando primero lentamente para luego darle más ritmo a la mamada. Las reacciones de su amante empezaban a dar señales así como un incremento aún mayor del tamaño del pene. Se acercaba. En ese momento paró.

  • ¡No! - se quejo levemente Antonio. Deseando seguir recibiendo aquella delicia.
  • Tranquilo mi rey. Has disfrutado de mi boca, ahora disfrutarás de mi coño.

Cleopatra no se detuvo en seguir. Rápidamente se coloco para cabalgar sobre el sobrexcitado romano. El general estaba a punto de caramelo y quería “torturarlo” con más placer. Tomo el pene y apunto a los labios ardientes de la parte genital de su anatomia. Ahora continuaría su mamada con dichos labios. Su coñito desprendía grandes efluvios quedando listo para recibir al invitado.

Marco Antonio era un gran amante, que le llenaba de placer. Sabía como hacerla enloquecer y ya no tenía reparos en lamerle también su sexo. Algo muy poco habitual en los romanos. . Pero el sexo para la reina también era política. Una forma distinta y también efectiva de poder. Deja bien satisfecho a un hombre y beberá de tus manos. Y ahora estaba realizando una conquista sobre el indefenso militar. Conocia perfectamente sus debilidades y no tardaría en claudicar.

Las caderas subían y bajaban, otras veces realizando movimientos circulares. Y por último la mejor de todas. Concentrándose en su pelvis para realizar una fuerte presión sobre el pene. Con ese movimiento multitud de hombres que habían pasado por sus sabanas caían sin remedio. Para ella era la dominación completa del pene que se rendía de manera casi inmediata en forma de eyaculación. Y Marco Antonio victima de esa maniobra no era más que otra muesca en sus conquistas sexuales. Se le había realizado en multitud de ocasiones. Había que percibir como evolucionaba el estado de excitación de su hombre. Pero hoy quería hacerle algo distinto. Así que después de varias presiones cuando estaba claro que no aguantaría ni un segundo más se salio.

  • ¡No me tortures más! - pidió agonicamente Marco Antonio.

Cleopatra sin hacerle el menor caso fue rápidamente con su boca a continuar la mamada que dejo a medio hacer. Con fuerza y destreza. Metiéndosela profundamente a la primera. La llegada del torrente de esperma fue fulgurante y paso directamente hacia el paladar estrellándose con fuerza en la garganta.

Le costó trabajo pero hizo esfuerzos en no dejar escapar ni una gota. Tuvo que tragar parte para dejar sitio. Pero la mayoría se quedo en su lengua.

Lo siguiente que hizo dejo anonadado a Marco Antonio. Mostró su lengua e hizo gestos de saborear su leche, sin el más mínimo síntoma de asco. Para después tragar con una clara deglución en garganta. De manera traviesa enseño su lengua demostrando que había absorbido toda su esencia.

  • Mira. Todavía queda algo- observó la reina en el pene de su amante.

Cleopatra de manera servicial se dispuso a limpiar el pene del romano con su lengua. Deleitándose con los restos de semen y fluido vaginal. Maniobra que enloqueció de pasión al romano que acariciaba dulcemente la cabellera de su amada.

Cleopatra se giro para que pudiesen mirarse entre los dos sin dejar de mimar al pene de su amado.

  • ¿Te ha gustado?

  • ¿Que si me ha gustado? No tengo palabras, amor mio.

Cleopatra sonrió con el piropo.

  • No entiendo el porque me haces estás cosas – prosiguió Marco
  • Y yo no entiendo tu pregunta.
  • No sé. Este tipo de cosas. No son dignas de una mujer de tu cuna.
  • Explicate.
  • Estas prácticas serian aberrantes que la hiciese una Domina Romana. El placer nos lo dan los esclavos. La señora de la casa es para proseguir la estirpe. Y hacer mamadas es símbolo de degradación. Una de los peores insultos que se le puede proferir a una matriarca es decirle que chupa pollas, aunque sea la de su marido.
  • Pues es una suerte que yo no sea romana. ¿No?

Marco Antonio rió con la invencible respuesta de su pareja que seguía lamiendo delicadamente su miembro.

  • ¿No has pensado una cosa, mi rey?
  • ¿Él que?
  • Tú que estás a mi lado. Y no con tu esposa Octavia. Has elegido a una indecente mujer que te chupa la polla todos los días.
  • ¿Que quieres decir con eso?
  • Que vuestra sociedad es estúpida. Lo habéis montado de forma que el placer entre los esposos está mal visto teniendo que recurrir a la servidumbre.
  • Pero el honor de nuestras mujeres... -protestó el romano
  • Vamos – le interrumpió Cleopatra- ¿Crees que vuestra puras y decentes mujeres no buscarán formas de alegrarse? Con total seguridad recurrirán a esclavos para que les coman el coño.
  • No me lo creo, la verdad.
  • Pues si se hace y estando nosotros juntos. Yo solo puedo decir. Egipto 1 – Roma 0

Marco Antonio rio a carcajada limpia ante el marcador.

  • Desde luego que si.
  • Y no te creas, todas las egipcias dominan en mayor o menor medida el arte de mamar pollas. Es un asunto de economía. Antes de que su marido esquilme la economía del hogar en fulanas es mejor tenerlo bien satisfecho en la caliente cama.
  • Sois la monda. La verdad. Como se enteren mis conciudadanos emigrarían a flotas enteras a tu país.
  • No es tan difícil. Solo hay que quitarse esas tonterías del honor y seriáis más felices.
  • Si, te doy la razón. Aquí se folla como en ningún lado. Eso es innegable. Pero mi ciudad tiene los mejores guerreros. Quizás tus sudbitos de tanto ser chupadas sus pollas se les va la fuerza para combatir- se mofó el romanó
  • Dejate de tonterías- se enfadó la reina.
  • No te pongas así. Estas preciosa lamiéndome el pene.
  • Me he enfadado. Así que hoy ya no hay mamadas.
  • Perdoname- suplico Marco Antonio
  • Como sois los hombres.- se mofó Cleopatra
  • Con unas felatrices como vos simplemente esclavos. Hace tiempo que estoy rendido en mi voluntad a ti.
  • Pues no lo pareces
  • ¿Por que dices eso?

Cleopatra aún estaba algo irritada y para tranquilizarse fue a por la pipa y dio una calada de opio. Aquel narcótico que importaba desde oriente se había convertido en una afición compartida por ambos desde hacia algunos años. Apenas se percato de que se estaba convirtiendo en una adicción que le provocaba descuidarse en las labores de gobierno de su nación. Los ministros apenas eran recibidos y la economía del país se empezaba a ir por el desagüe por la inacción de la cúpula. Ella y su amado pasaban muchos ratos adormilados por la acción de aquella droga que no querían prestar atención a las molestos requerimientos de sus consejeros.

  • Te diré porque lo digo. Tengo oídos en Roma. Y estoy harta de las habladurías que circulan en tu ciudad.- Cleopatra había cambiado el gesto siendo ahora adusto.
  • ¿El qué?
  • Deberías preocuparte amado. Desde que consiguió sofocar la rebelión de Bruto su poder aumenta inexorablemente. Rompió el triunvirato acabando con Lépido tú eres el único que aún puede oponersele. Y ha iniciado una campaña de desprestigio contra ti. A mi me llama bruja que te ha hechizado sometiendo a un digno y leal romano a mi voluntad.
  • Pues no es algo muy alejado de la realidad- intentó bromear para calmar el ambiente el romano
  • ¡Dejate de bromas! Esto es muy serio
  • Es una conversación que no quiero tener- respondió Antonio frunciendo el ceño.
  • Pues deberíamos. Sino haces algo el prestigio que ganaste al lado de Cesar lo perderás. Y entonces estaremos perdidos. Esto es política. Y las apariencias importan. Y es terrible que en tu ciudad solo hablen de mi como la puta de oriente.
  • ¿Cuando dejaré de oír hablar de ese ingrato? Estoy más que harto de él. Porque yo también tengo información. Es un puto cobarde. Jamas se ha puesto al frente de las tropas. Cada vez que iba a comenzar las batallas se excusaba alegando incontinencia. El maricón se caga por las patas abajo en el frente y tiene que tirar de subordinados. Y solo tiene una serie de pelotas a su alrededor que no paran de lanzarle alabanzas. Y el maldito además esta destrozando el legado de su tío. El hijo de mala madre afirma ser un continuista pero es un falso. Mi amigo quería darle la ciudadanía a todos las personas del imperio. Todos los ciudadanos del imperio con los derechos como si hubiese nacido en Roma. Y esa promesa la ha convertido en una pantomima.
  • Entonces haz que su cumpla los deseos de tu amigo. No lo traiciones en su tumba.
  • Si haré algo. Hay que hacer algo.
  • Contrata a gente en Roma. Que no sea él el único que lanza calumnias.
  • Eso haré pero además acabaré con él. Yo debo ser el emperador. Y no un niñato cobarde. Yo me sentaré en la silla de honor del senado.

Cleopatra sonreía. Su plan estaba dando frutos. Hacia algunos años su intención de convertirse en la reina del mundo fallo por la muerte de su amado Cesar. Ahora parecía tener las bridas bajo control para intentarlo con Marco Antonio.

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Roma año 33 A.C.

Roma la que según la tradición, fue fundada por Rómulo y Remo, ambos amamantados por una loba, refugiados de la caída de Troya.

Previo a la fundación de la ciudad, y también en forma contemporánea a ello, la península transalpina estaba habitada por distintos pueblos: los latinos, que ocupaban la llanura entre el río Tíber y los montes Albanos; el Tíber separaba a los umbros al Sur y los etruscos al norte, al este y sureste del Lacio se encontraba la cadena Apenina que sería el dominio de pastores nómadas emparentados entre sí: los sabinos, samnitas, marsos, volscos, campanos en Nápoles, ausones y oscos. Todavía más al sur, los lucanos y bruttios.

Roma tuvo un gobierno monárquico por un período de 244 años, con soberanos inicialmente de origen latino y sabino, y posteriormente etrusco. La tradición cuenta que hubo siete reyes: su fundador Rómulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio, Anco Marcio, Tarquinio Prisco, Servio Tulio y Tarquinio el Soberbio.

Expulsado de la ciudad el último rey etrusco e instaurada una república oligárquica en el 509 a.C., Roma inicia un periodo que se distingue por las luchas internas entre patricios y plebeyos y continuas guerras contras los otros pueblos de la Italia antigua: etruscos, latinos, volscos y ecuos. Convertida en la población más poderosa del Lazio, Roma llevó a cabo varias guerras (contra los galos, los oscos y la colonia griega de Tarento, aliados de Pirro, rey de Epiro) que le permitieron la conquista de la Península itálica, desde la zona central hasta la Magna Grecia.

El III y el Siglo II a.C. estuvieron caracterizados por la conquista romana del Mediterráneo y del Oriente, debida a las tres guerras púnicas (264-146 a. C.) combatidas contra la ciudad de Cartago y a las tres guerras macedónicas (212-168 a. C.) contra el Reino de Macedonia. Fueron instituidas las primeras provincias romanas: Sicilia, Cerdeña, Hispania, Macedonia, Grecia, África.

En la segunda mitad de del siglo II y del Siglo I a. C. se registraron numerosas revueltas, complots, guerras civiles y dictaduras: son los siglos en los que aparece en el panorama político y social Tiberio y Cayo Graco, así como Yugurta, Quinto Lutacio Cátulo, Cayo Mario, Lucio Cornelio Sila, Marco Emilio Lépido, Espartaco, Gneo Pompeyo, Marco Licinio Craso, Lucio Sergio Catilina, Marco Tulio Cicerón y por último Julio Cesar.

Una ciudad convulsa que ahora vivía otro episodio de luchas para disputarse el poder. Un sangriento juego en que el perdedor lo pagaba con la vida. Octavia estaba dolida desde que Marco Antonio se fugo con Cleopatra. La ciudad era pasto de las habladurías acerca de esta infidelidad y la deshonra que padecía la hermana del triunviro. Octavia llevaba varios años reclamando a su hermano tomar medidas contra Marco Antonio. Pero este no parecía muy entusiasmado. Octavio había comenzado desde hacia tiempo unas campañas propagandísticas para realzar su figura. Una de las más polémicas estaba inspirada en una similar realizada por su tío. Se autoproclamó Augusto. Con ello se enlazaba con las divinidades para así elevarse sobre el resto de los mortales y de esta forma legitimarse para adoptar cualquier medida. Por muy dictatorial que fuese.

Los patricios que llevaban varios siglos sufriendo los continuos enfrentamientos empezaban a aceptar el nuevo status quo de un hombre fuerte que determinase el destino del imperio. Los plebeyos por su parte se alegraban de una mejora en sus derechos. Pero por desgracia había una mujer en Roma que quería resolver ya los asuntos pendientes con su marido. Y tenia un plan para ello.

Octavio estaba reunido con sus secuaces debatiendo sobre las políticas a adoptar en su despacho privado.

  • Octavio. Necesito hablar contigo. A solas.
  • ¿Se te ha olvidado algo?- dijo con un rentintin de burla.
  • Perdone su excelencia. Necesito hablar con Augusto.
  • Así está mejor. Que no se te olviden los modales adecuados a mi rango divino. Estimados caballeros y senadores. Disculpen pero tengo que dedicarle tiempo a esos fastidiosos temas familiares

Los notables abandonaron la sala realizando las adecuadas reverencias al sumo dios del imperio. Octavio se fue a relajarse tumbándose en diván picando unas pocas uvas de un racimo sin prestarle demasiada atención a su hermana.

  • No entiendo que te ha pasado, hermano
  • ¿A que te refieres?
  • Cuando eras joven no eras así. Aún recuerdo el niño dulce con el que jugaba inocentemente cuando pequeños. Ahora en cambio me apartas y me consideras una molestia.
  • Es la responsabilidad querida. Debo hacerme respetar o estos buitres me devorarán vivo.
  • ¿Te acuerdas de aquellos felices años?
  • Si que me acuerdo de ellos. Pero son tiempos que debemos enterrar.
  • ¿Por qué?
  • Por que la felicidad nos debilita y nos hace soñar con vivir esa armonía de la que eramos participes gracias a la protección de nuestro padre y nuestro tío. Aquello se terminó. Esto es una selva en que cualquiera te traiciona. Acuérdate de nuestro tío Cesar y lo que le paso. No debemos mostrar ningún atisbo de debilidad ni de piedad. La cual es la peor de todas las debilidades. A todos estos ingratos hay que tenerlos contentos. Así que para mantener las tradiciones no me proclamaré rey. Seré el primus inter pares, el primero entre pares. Seré el príncipe.

A Octavia le parecía cínico que quisiese mantener la formalidad de que Roma no tuviese rey, pero al mismo tiempo insistía en tomar rango de divinidad. Pero calló sus pensamientos. * Estoy de acuerdo contigo, hermano. Debemos hacer pagar las traiciones y no mostrar piedad con ellos. Pero tú y yo somos familia y debemos apoyarnos el uno al otro. * Dejate de rodeos y dime que es lo que quieres. * Quiero la cabeza de mi marido clavada en una pica. * Ya – respondió Octavio sin entusiasmo. * ¡Octavio, no me hagas esto! Estoy harta ¿Me oyes? De que en toda Roma sea el hazmereir. La cornuda. Ese hijo de puta ha destrozado mi vida. Y quiero que se lo hagas pagar. * Te he oído- dijo con un ademán de disgusto el emperador. * Pues demuestra un poco de iniciativa. * No lo entiendes hermana. Marco Antonio mantiene un gran prestigio como el lugarteniente de nuestro tío. En cambio yo solo he acabado con otros romanos. Para dominar a tu pueblo debes infundir temor pero también amor. Y si le ataco perderé a la larga el apoyo de mis súbditos.

Octavia empezaba a desesperarse ante la incapacidad de convencer a su hermano, él solo hacia cálculos. Era el momento de intentar una cosa que le daba asco hacer pero si tenía que intentarlo. Era un precio que estaba dispuesto a pagar. Si ya no tenía honor, aquello que iba a realizar no tenia mayor importancia.

  • Querido hermano- inicio Octavia ahora con un tono distinto, ya carente de toda frustración - ¿Te acuerdas cuando me llegue a la adolescencia?
  • Es un tema del que no me gusta hablar.
  • No te preocupes cariño. Ya no te reprocharé nada. Yo me fijé. Como me espiabas. Como cambio tu mirada. Cuando mi cuerpo empezó a formar curvas. Dejaste de verme como tu hermana. ¿No es así?

Octavio mantuvo silencio. Pero un momento de agitada respiración delató la tensión que empezaba a sentir. Su hermana se congratulaba al ver como su mente empezaba a ser subyugada por su maniobra. Sutilmente empezó a acercarse a él para continuar su seducción. Bajándose traviesamente la túnica hasta que hizo aparición una de sus pechos. La respiración de Octavio se agitó aún más. Su hermana recordaba aquellos años donde la vigilancia de su hermano era tan atosigante y por momentos lasciva. Hubo ciertos momentos que se sintió angustiada pero al poco su hermano pareció dejarla en paz. Pero aquel episodio fue el inicio del distanciamiento hasta que parecía no tener nada en común. Ahora rememoraba aquello para conseguir sus objetivos.

  • No me negarás que me deseabas. ¿A que sí? Deseabas poseer a tu hermana. ¿Responde pillín?

Octavio aún se resistía a contestar pero su mirada no se apartaba del pecho de su hermana. Octavia tenía que subir aún más la temperatura y siguió quitándose lentamente el vestido hasta que se total desnudez hizo acto de presencia. En ese momento la mano de Octavio intento acercarse al cuerpo de ella pero la retiro al momento como en un lapsus de arrepentimiento.

  • No te resistas querido. Yo te daré tu oculto objeto de deseo. Dejare que me montes. Solo preciso que me jures que mataras a Marco Antonio y la puta de Cleopatra.
  • Acepto.

Octavio se alzo y tomo de las muñecas a su hermana lanzandola bruscamente sobre el diván. Se quito vertiginosamente su túnica y tomo su pene erecto apuntando angustiosamente a la vagina de su hermana. Octavia sumisamente hizo de tripas corazón y abrió las piernas de par en par facilitando la entrada a su hermano. No estaba excitada y apenas lubricaba y la entrada fue dolorosa, orgullosamente mantuvo silencio mientras su hermano se montaba encima de ella para darle una estocada tras otra. Octavia mordió los labios mientras veía el cara de excitación y posesión en la mirada de su hermano.

  • ¡Al fin! ¡Eres mía!

El emperador estaba como caballo desbocado para materializarse su ansia de satisfacer su más sucio deseo. Pero ahora comprendía que su poder era total y absoluto. Nada se lo podría negar, hasta el coño de su hermana que de joven tanto ansió.

  • ¡Yo soy Augusto! ¡El elegido de los dioses!

Exclamaba excitado el emperador. No tardo en suceder lo inevitable y las estocadas se volvieron más y más profundas anunciado el estallido. Pero justo antes de suceder el emperador se retiro para aproximar su pene al rostro de su hermana, comenzó a masturbarse y con unas pocas manotadas se derramó acompañándolo con un sonoro grito de jubilo. Octavia se sentía asqueada con ese acto de humillación. Pero no podía protestar porque ella lo había buscado.

  • Así me gusta. Retratada como una vulgar ramera. Pero seré compasivo y voy a permitir que te limpies. Porque pienso que deberías salir así para que te vieran todos.
  • Eres un cabrón.
  • No te quejes. Cumpliré tu pedido. Así que daté por contenta.

Octavia tomo uno de los cuencos llenos de agua y se retiró los restos de esperma. A toda prisa se vistió intentando contener las lagrimas.

  • Querida hermana. Ven mañana al senado. Haré un importante anuncio. - le grito el emperador mientras ella salia despavorida de la estancia.

~ ~ ~ ~

El senado estaba atestado en aquella sesión extraordinaria invocada por el emperador. Augusto tomo la palabra tras ser presentado.

  • Estimados senadores. Conciudadanos míos. Hoy os he hecho acudir a esta reunión no programada para daros una información de vital importancia. Aquí en mi mano tengo un papiro. Podéis ver el sello de la familia de Antonio, el traidor. Y también la marca de las vestales. Este es el testamento de Marco Antonio.

El murmullo estalló en el senado. Aquello erá una afrenta. Nadie había violentado nunca la guardia y custodia de los testamentos de las vírgenes vestales. Pero todos acallaron temerosos. Octavio ya había demostrado suficientemente ser un dictador cruel que no dudaba en ejecutar a quien osase reprocharle nada. Con la caída de Bruto y sus partidarios ya solo quedaban senadores puestos a dedo obedientes y los pocos que quedaban de casas de patricios no tenían poder para siquiera enfrentarse a él. Octavio espero a que el silencio dominará la sala de nuevo.

  • Cito: “Cedo todas mis posesiones así como mis derechos políticos a Alejandro Helios, mi hijo con la reina Cleopatra. Deseo ser enterrado en Egipto bajo la ceremonia de dicho país. ”

El murmullo fue atronador en esta ocasión. Esta vez el emperador no tuvo más remedio que llamar al orden para poder continuar.

  • Senadores, por favor. Esto es una declaración de traición. Marco Antonio ya no es romano. Esta bajo el dominio de esa ramera de Cleopatra. La que llevo la muerte a mi tío. Sigue las costumbres de esos bárbaros. No merece más que ser tildado de traidor a la patria. Y vengo aquí a solicitar vuestra venia para que sea perseguido y destruido. Sino Roma quedará en parte dominado por el hijo de una extranjera.

Todos los presentes gritaron casi al unisono una oposición a esos hechos. Octavio se congratulaba de como su plan llevaba a un buen puerto.

  • ¡Guerra! ¡Guerra! ¡Guerra!

Esas eran las únicas palabras que se oían. En la tribuna de invitados Octavia asistía alegre al inicio de su venganza. El emperador se retiro y su hermana fue tras él. Al llegar a un pasillo Octavia quiso felicitarle.

  • Gracias hermano. Has cumplido tu promesa.
  • No tienes porque dármelas querida. Esto es algo que tenía previsto desde hacía tiempo. En Roma solo uno puede obtener el poder. Y seré yo- Dijo con risa maquiavélica.
  • ¿Entonces?
  • Entonces no hacia falta lo de ayer, amada hermana. Pero es bueno saber que te puedes abrir de patas cuando sea preciso. Lo tendré en cuenta si alguna vez preciso de tus servicios para convencer a algún otro con la ayuda de tu coño.
  • Ni lo sueñes maldito.
  • Te recuerdo que ahora soy el emperador. El Augusto. Y toda la vida, haciendas y libertad de todas las personas de este imperio son mías. Y tú, querida hermana, no eres una excepción. - terminó Octavio ante el asco de su hermana.

Las risas de su hermano se alejaban en la distancia mientras Octavia trataba de contener las arcadas. Parecía que su destino iba a ser la puta de lujo del imperio, siendo su hermano su chulo. Una pieza más en el tablero de poder. “¿Cuando se convirtió en semejante monstruo?”

Continuará …

Aurora la diosa: Bienvenida a esta serie. Siento haberte chascado a tu ídolo :-) . Pero leyendo un poco de su biografía le venia muy bien este carácter.

Chiwo: Animate a escribir. Se que puedes escribir historias aún más cachondas que las mias.

Hombre FX: ¿Que tal ha estado? ;-)

Oxxyfoxxy : La historia va camino de su desenlace. Creo que el próximo capitulo sera especialmente largo.

Jubilado: ¿Donde estás?