El primero en... (Sucumbir: Capítulo 6)
A veces ni en los planes mejor preparados salen las cosan como una tiene pensado... Quizás hay que dejarse llevar para descubrir que es mejor dejarse llevar por el corazón. Piensa con el corazón, siente con la cabeza... Soy Nat y esta es mi historia...
Escuchar en sus labios mi nombre virtual, mientras sus ojos escudriñaban mi rostro, me hizo morderme el labio, nerviosa… Allí de pie, uno frente al otro, sin hacer ningún gesto, como si los segundos no pasaran. Su mano acarició mi mejilla y yo incliné mi cabeza a un lado para el contacto fuera más duradero.
- Creo que vas a perder el juego…- sonreí cogiendo su mano.
- Y yo creo que hoy, al menos hoy, nos merecemos dejar de lado los juegos.
- Bueno, no sé… Tú eres el creador del juego, yo no…
- ¿Tienes miedo?- me dijo levantando con su mano mi barbilla.
- Pues no lo sé… Por una lado sí, porque no sé lo que esperar de todo esto.
- Pues no esperes nada…
- Creo que eso no es una buena respuesta, jaja.- dije dando una pasos hacia el sofá.- Eso no me tranquiliza nada.
Me senté en el sofá para que, segundos después, él se sentara a mi lado; parecía muy tranquilo, como si controlara totalmente la situación y, la verdad, yo agradecía que al menos uno de los dos supiera donde nos llevaba todo esto.
- Mira, ya era hora de que tuviéramos una charla… En clase nunca hablamos y en Internet eres Rei … Quiero conocer a Nat.
- Bueno, lo estás arreglando…
- Jajaja… Eres durilla, ¿eh?
- Tengo buen maestro, mi Gendo .- sonreí de forma picara.
- ¿De qué quieres la pizza?- dijo mostrándome el teléfono en su mano.
- De jamón…
Cogió el teléfono y marcó el número de la pizzería y comenzó a andar por el salón de la casa mientras hacía el pedido; yo lo observaba sentaba en el sofá, como si todavía no me pudiera creer lo que estaba pasando esa noche… En ningún momento pensé en un acercamiento tan repentino entre nosotros; una estúpida sonrisa se había dibujado en mi cara y amenazaba con no irse de allí jamás. Pero había un problema, y es qué Pedro quería conocer a Nat, a mi verdadero yo y temía abrirme con él cara a cara.
- Ya está…- dijo colgando el teléfono y sentándose en el sofá.
- ¿Te puedo preguntar una cosa?
- Claro, dime…
- ¿Por qué te fijaste en mí? ¿Y cuándo?
- Joder, vaya preguntita, ¿no?
- Bueno, dijiste que querías que nos conociéramos…
Se quedó unos momentos con gesto pensativo, pero sin dejar de mirarme un instante… Sus ojos recorrieron desde mis pies hasta mi cara, provocándome un escalofrío de excitación… No puedo decir que no recibiera miradas de muchos hombres al caminar por la calle, pero los ojos de mi Gendo tenían algo especial.
- Si te digo la verdad, desde el primer momento que te vi en el portal con tu padre me gustaste, aunque tu forma de ser dejara mucho que desear.
- ¡Ah, vale! Gracias…- dije haciéndome la ofendida.
- Por dios, me miraste como si quisiera ligar contigo…
- Bueno, con el tiempo se ha demostrado que no iba muy desencaminada.
- Jajaja… Pues si te soy sincero, en ese momento no tenía ninguna intención de ligar contigo… Fue cuando me acusaste de mirarte las piernas, eso me gustó mucho.
- Sí, ¿verdad? Tú también cuando me callaste dándome esos datos sobre el libro que leía… Fue como decirme “cállate, niñata creída”
- En realidad sí que me fije en tus piernas pero, de verdad, que estaba mirando el libro.- dijo poniendo la mano en su pecho a modo de juramento.
La verdad es que mientras esperábamos las pizzas, mantuvimos una conversación muy agradable sin entrar en temas espinosos y, sobre todo, dejando de lado cualquier referencia a nuestras relaciones como Rei y Gendo. Tenía razón en eso de que quería conocer a Nat… Y me gustaba. Hablamos sobre anécdotas de nuestros encuentros en clase y nuestras bromas a pesar de haber gente delante.
Cuando llegaron las pizzas, Pedro sacó un nuevo pack de cervezas y yo resoplé al ver que me ofrecía otra lata.
- ¿Me quiere emborrachar?- le dije cogiendo la lata.
- Lo que sea para conseguir que te quites esta camiseta…- me dijo agarrando la prenda con una de sus manos.
- Cuidado… Tienes que lavarte las manos para tocar esto, que es sagrado.
- ¡Verás tú!- se rió Pedro mientras abría la caja de las pizzas.
Cogí con ganas el primer trozo de pizza y me tapé la boca al ver como Pedro me miraba divertido por el gran bocado que le dí a la porción.
- ¿Puedo preguntarte algo?- dijo un poco más serio de lo que había estado hasta el momento.
- Buff, me estás asustando…
- ¿Qué es lo que te pasó? Nunca me lo has contado…
- ¿Qué me pasó? No te entiendo…- dije sin saber muy bien por donde venían los tiros.
- En nuestras… Bueno, a veces, me has hablado sobre el problema que tenías para mantener relaciones fijas con los chicos, por un desengaño… ¿Qué pasó?
- Uff, ¿de verdad quieres que hablemos de eso? pesar
- Bueno, sólo si tú quieres…
Lo miré a los ojos como intentando desentrañar alguna razón oculta en su interés por mí; la coraza seguía siendo muy fuerte, incluso para entregarle mis secretos a mi Gendo que era el hombre que me había ayudado a salir de ese pozo en el que me hallaba metido.
- Esteban, se llama Esteban… Y digamos que decidió que no era lo suficiente buena como para formar parte de su vida.
- ¿Eso te dijo?
- No, de hecho, no dijo nada… Sólo le largó a Argentina sin decir nada… Y lo peor es que lo sabía desde hace tiempo; sabía que tenía la oferta de trabajo y no me dijo nada…
- ¿Me estás diciendo que porque un tío te dejó tirada renuncias a cualquier tipo de relación?
- ¿Ves? Sabía que no lo comprenderías… Al fin y al cabo, tú quizás eres como él…
- ¿Cómo él?- dijo un poco indignado.
- Sí, eres un tío… Y no he oído cosas precisamente bonitas de ti…- dije para inmediatamente arrepentirme; y es que mi escudo anti-misiles me jugaba esas malas pasadas…
Se levantó como un resorte del sofá con gesto serio y se dirigió a la cocina llevando las sobras de la pizza, mientras yo me maldecía por mi bocaza. Dejé el sofá para seguirlo a la cocina y, allí estaba él tirando las cajas a la basura.
- Oye, yo… Lo siento, no debía haber dicho eso.
- No pasa nada… Todo lo que dicen es verdad.
- Me da igual, Pedro… Yo te he conocido después y alguien me enseñó a que no se debe prejuzgar a las personas.
- No he querido ofenderte con lo de Esteban, sólo te digo que el hecho de que no quisiera que formaras parte de su vida no tiene que hacerte desconfiar del género masculino…
- ¿Genero masculino? Jajaja… Llevaba años sin escuchar eso…
- ¿Nunca te tomas ninguna conversación en serio?- dijo un poco molesto.
- Oye, Pedro…- dije acercándome a él y sorprendiéndome a mi misma de mi reacción.- Yo sé que no lo he hecho bien, pero entiendo que me cuesta mucho hablar de eso; siempre me has dicho que confiara más en las personas y resulta que me cuesta contigo más que con nadie.
- Bueno, oficialmente quien te dio ese consejo fue Gendo , no yo…- dijo tratando de calmar el cariz que estaban tomando las cosas.
- Sí, lo sé… El juego.
- Mira esta noche quiero que lo pasemos bien, que hablemos entre nosotros; si no quieres hablar del pasado, pues no hablamos… Yo me estoy acostumbrando a tenerte aquí, aunque lleves esa camiseta asquerosa.
- ¡Hey! Un respeto…- reí por su broma.
- Anda, toma…- me dijo dándome una lata de cerveza y cogiéndome con su brazo alrededor de mis hombros nos fuimos al salón.
Como dijo Pedro la conversación siguió de forma amena y preferimos no hablar d esas cosas que tanto nos molestaban; no sabemos si era cobardía a enfrentar nuestros miedos o qué… La verdad que me daba igual si Pedro había dejado a su novia, si se había acostado con una alumna o lo que fuera. Sólo me importaba que lo pasaba bien con él, y me hacía feliz. ¿Tan malo es querer estar al lado de una persona que te hace sentir así?
- Creo que hora de irse a dormir… - dijo mostrando la ultima cerveza vacía.
- ¿Quieres que me quede aquí a dormir?- dije muy soprendida.
- Pues no sé donde quieres hacerlo; no puedes entrar en tu casa, son las una de la madrugada y no creo que haya ningún cerrajero disponible.
Me entró el pánico, porque yo sólo había dormido con una persona… Para mi eso era entregar la mayor de las intimidades a una persona; no lo digo por ruidos, olores o algo físico, sino por la fragilidad de una persona cuando duerme. Te estás entregando al otro, en un acto de confianza difícil de igualar… Sé que para vosotros será una idiotez, pero para mí tenía mucho sentido.
- No te asustes, Nat…- dijo como si fuera capaz de leer mis pensamientos.- Tú dormirás en mi habitación y yo en sofá.
- No, por favor, ésta es tu casa…
- Tú eres mi invitada, así que mando yo.
Los efectos del alcohol y el cansancio acumulado del viaje en bus hacían mella en mí, y no tenía muchas ganas de discutir.
- Vale… Dormiré yo en la cama, pero te debo una…
- ¿Una cama?- rió Pedro.
- No idiota, una invitación, al menos.
- Ah, vale vale…- siguió riendo alguien mucho más parecido a mi Gendo de lo que nunca podía imaginar.- Ya sabes donde está mi habitación, ahora te llevaré unas sábanas limpias.
Caminé por el pasillo del fondo hasta llegar a s habitación; adornada con más libros y pósters de películas clásicas en blanco y negro; me dirigí a la ventana y, desde ella, puede observar perfectamente la cama de mi habitación… Me di cuenta de las maravillosas vistas que tuvo, cuando me masturbé para él.
Me senté en la cama y me quité con esfuerzo las zapatillas; me desabroché el pantalón y me lo bajé sacándolo por mis tobillos. Meti mis manos por debajo de la camiseta para desabrochar mi sujetador y sacármelo para dejarlo sobre la cama.
- Aquí tienes las sábanas…- escuché la voz de Pedro, apoyado en el marco de la puerta con la ropa de cama en la mano.
- Hola…- dije con tono de voz suave.
La camiseta del Barça cubría lo justo de mi trasero y podía ver las braguitas blancas y mis muslos desnudos; él sonrío y yo me mordí al labio mientras jugaba con la camiseta, mostrándole el ombligo, que tantas veces por cam me había dicho que le volvía loco. Empezó a caminar hacia mi lado de la cama donde yo seguía de pie siguiéndolo con la mirada.
- Gracias…- me susurró mientras estaba ya a escasos dos metros de mí.
- ¿Por qué?- dije acompañando su susurro y jugando con mi pelo por nerviosismo.
- Por quedarte hoy.
- Bueno, no tengo más remedio; gracias a ti por permitir que…
No me dejó acabar la frase; me agarró de la camiseta y me atrajo hacia él de forma muy suave y me besó… Pero eso no era un beso cualquiera, porque supongo que sabéis cuando que un beso es puro sentimiento. Un beso robado en una casi oscura habitación, como si tuviera miedo de mostrarse a los demás; como dos niños traviesos que coquetean con lo prohibido. Sus labios suaves en contacto con los míos y sus manos en mi cintura pero sin apretarme a él. “Acaríciame, tócame…” gritaba cada poro de piel. Pero sólo era un beso eterno, donde sus dientes mordieron con suavidad mi labio inferior y su lengua rozó tímidamente la punta de la mía… Esto no era sexo, aquí no había pantallas. Lo sentía; estaba aquí… Gendo , mi Gendo me estaba besando.
- Buenas noches, diosa…- dijo separándose de mi y dejándome colgada de sus ojos, para alejarse hacia la puerta de la habitación.
- Oye, Pedro…- dije tocándome con mis dedos los labios, como si quisiera contagiarlos de su tacto y su sabor.
- Lo siento, ha sido un arrebato… Ahora duerme y mañana ya hablaremos.- dijo con una medio sonrisa.
- Eres un…- dije sin terminar la frase.
- ¡Duerme!- me dijo ya desde el pasillo yendo hacia el salón.
Me tumbé en la cama con las piernas dobladas y mirando al techo; porque, como todos supondréis, lo que menos podía en ese momento era conciliar el sueño… En mi cabeza daban vueltas cada una de las conversaciones que habíamos tenido en nuestra relación virtual… Nunca nos habíamos declarado amor, porque según él dijo un día: “no me puedo permitir amarte”. Para ser sincera, yo tampoco sé que quería ser amada ni corresponder a algo así.
La coraza; esa coraza que dominaba mi vida y que me impedía avanzar. Las palabras de mi padre recobraban todo su significado; yo no reía, no salía… Ahora mi risa era Gendo , mi vida era Gendo … Gendo . Pedro. Gendo . Pedro.
Daba vueltas en la cama. Las dos y media de la madrugada. Mis labios mantenían su aroma… Jugaba con un pelota de rugby de peluche que había sobre la cama y la lanzaba hacia arriba, con la mirada perdida en el techo… Esteban ya no estaba y me preguntaba si ahora yo quería que estuviera. Cerraba los ojos y, por primera en mucho tiempo no era su rostro el que veía. Era otro… Gendo . Pedro. Gendo . Pedro.
- Yo soy Rei …- susurré incorporándome de la cama.- Y quiero serlo…
Me levanté de la cama muy despacio y, sin encender la luz, salí al pasillo. Me guié palpando las paredes hasta llegar al salón, donde la claridad de la luz artificial de una farola de la calle me hacía, al menos, intuir donde estaba el sofá.
Allí estaba Gendo , durmiendo en el sofá, bocaarriba. Un brazo tras la nuca y su torso desnudo de marcados musculos… No me lo pensé, porque no quería arrepentirse; es lo que verdaderamente deseaba hacer, porque era un arrebato como él dijo.
Me acurruqué a su lado en el sofá, pegando mi cuerpo al suyo… Como si, entre sueños me esperara, su brazo libre rodeó mi cintura. Tranquila, en paz… Me sentía en una nube, con mi cabeza en su hombro… Dije que dormir con un hombre era el gesto d entrega más fuerte que conocía, porque le entregabas toda tu intimidad. No me importaba, porque en aquel momento me dí cuenta que Pedro, era el dueño de mi intimidad.
- ¿Nat? ¿Qué haces aquí?- dijo con voz adormilada Pedro, que se despertó en ese momento.
- Chistt, cállate… Déjame ser Rei por esta noche, solo esta noche… Mi Gendo. - le dije aproximando mis labios a los suyos y besándolo como una hora antes había hecho él.
Un beso, ahora sí, plenamente correspondido… Su lengua en contacto con la mía en el silencio de aquel salón. La estrechez del sofá era aliada nuestra a la hora de que nuestros cuerpos se rozaran. Mi pierna subió sobre su cadera y noté la dureza de su miembro, y no pude menos que esbozar una sonrisa. Esa polla que tantas veces había visto por cam , era la misma que mi muslo estaba tocando ahora.
Me tumbé sobre él, totalmente estirada sin dejar de besarnos; sus manos grandes pero suaves, bajaron hasta agarrar con fuerza mi culo sobre las braguitas. Yo gemí de forma descontrolada con ese simple gesto, dando idea de lo placentera que prometía ser aquella noche. Se incorporó sobre sus codos para morderme el cuello y mis brazos rodearon su nuca para que el contacto fuera interminable.
Aún con la ropa interior puesta, empecé a rotar las caderas sobre la tremenda erección que ocultaba su boxer, sintiendo toda su dureza en mi cosita. Nuestras lenguas ya luchaban entre jadeos y gemidos.
- Estaba deseándolo, mi Rei - me dijo con sus primeras palabras.
- ¿Y por qué has tardado tanto en hacerlo?- le contesté mientras él sacaba mi camiseta dejándome con las tetas al aire.- Ummm
Su boca atrapó uno de mis pezones para lamerlo, chuparlo, morderlo… Su otra mano agarraba el otro pecho, y mis caderas ya eran acompañadas por las suyas en ese acompasado movimiento de roce y placer.
Me dio la vuelta como si fuera una muñeca y me dejó debajo de él, atrapado en la estrechez del sofá… Me dio a chupar uno de sus dedos, que yo metí en mi boca de forma ávida como si fuera su polla. Ese dedo abandonó mi boca dejándome con ganas de más, mientras su lengua ya bajaba y jugaba con mi ombligo.
- ¡Joder!- se me escapó con su lengua en mi ombligo y su dedo húmedo de mi propia saliva acariciando uno de mis pezones.
- Chistt, no seas malhablada, mi Rei …- dijo bromeando en la oscuridad del salón a la vez que, no sé muy bien como, arrancó mis braguitas rompiéndolas por la costura.
- ¡Ey, bruto! ¡Eran mis favoritas! Ummmm…- protesté teniendo que cortar en seco al sentir como su lengua entraba en contacto con mi coñito.
Esa lengua que tantas veces había imaginado ahí… Que las noches que me masturbaba delante de la cámara, él me decía que quería ser quien me comiera entera. Y ahora estaba ahí, comiéndome mi cosita. Mi coñito se inundaba de jugos al sentirlo en mis labios mayores, en mi clítoris provocandome autenticas descargas electricas.
Mis manos agarraban su cabeza rapada como si quisiera evitar que se despegara nunca de mí. Ahora ya me daba igual que los vecinos me escucharan gemir, porque era él quien estaba entre mis piernas… “¡Que le jodan al mundo! Pienso disfrutar cada instante de este polvo…”
Subió por mi cuerpo para besarme de nuevo, pasando mi propio sabor a mi boca; notaba su polla ya fuera de los boxer acariciando la entrada de mi sexo.
- Fóllame, mi Gendo …- dije loca de deseo, sin dejar de besarlo con palabras atropelladas.
- Estaba deseando que me lo pidieras…- dijo mientras agarraba su miembro con la mano y entraba en mi coñito.
- Ufff… Dios mío…- exclamé al sentirme penetrada.
Volvimos a besarnos mientras él movía sus caderas y yo cruzaba mis piernas alrededor de su espalda… Lo sentía entrar en mí, con un sensación como no había sentido con ningún otro hombre y no me refiero al tamaño, sino a una extraña mezcla de necesidad y tranquilidad. Me follaba fuerte pero muy despacio; sentía como sus testículos chocaban en la entrada de mi sexo. Plof, plof, plof …
- Así, así… Dame, dámela…- decía sujetando su espalda y con sus labios mordiendo mi cuello.
¿Cómo era posible que supiera cada uno de los gestos que me llevaban a la locura? Cada una de sus caricias eran como si llevara acostándose conmigo años… Bendito Internet que le enseñó tantas cosas de mí.
- ¿Me dejarás hacer una cosa?- me dijo al oído sin dejar de follarme.
- Ya sé lo que quieres…- le dije, dándome cuenta de lo bien que lo conocía yo también por nuestras conversaciones.
Me lo quité de encima y me puse a lo perrito sobre el sofá; sabía que era su postura favorita y coincidía con la mía… Me agarró de las caderas y pasando la mano por la entrada de mi coñito con saliva, como si hiciera falta regar un río, introdujo su polla de nuevo hasta el fondo.
- ¡Me encantas!- dijo a mis espaldas mientras recobraba el ritmo.
- ¡Ufff! Soy tu diosa, debes de adorarme.- bromeé mientras sentía esa barra de carne caliente entrando en mí.
Como si fuera el pistón de una maquinaria, su cuerpo me machacaba… Agarrado a mis caderas me follaba con fuerza como si la pasión se hubiera desatado entre nosotros. Mis manos hacia atrás para acariciar su trasero, como si no quisiera que bajara el ritmo. Nuestros sudores mezclándose con el aroma a sexo impregnando toda la estancia.
- Me voy a correr, Rei… - anunció Pedro teniendo la fuerza de voluntad de identificarme con mi personaje de ficción.
- Sí, por dios… Quiero que te corras dentro de mí.- me sorprendí diciendo cuando nunca le había permitido eso a ningún chico.
Pedro, mi Gendo , jugó con un dedo en mi trasero activando uno de los pocos resortes desconocidos para cualquiera… ¿Cuantas cosas le había confesado a aquel hombre para que supiera el momento justo de cada caricia?
- ¡Síiiiii! ¡Jooooder! Me corro, Pedro, me corroooo…- dije fuera de mí nombrándolo por su nombre real.
- ¡Ahhhhhh!-jadeó con fuerza dándome una fuerte embestida para dejarme su polla dentro lanzando chorrazos de leche en mi interior.
Me sentía inundada de su esencia mientras, a buen seguro, sus piernas y sus huevos estarían empapados de la mía. Caímos derrotados tras la batalla, tumbándonos uno alk lado del otro en el sofá… Mirándonos a la cara de lado y sin decirnos nada; desnudos, sudados, con mi pierna sobre la suya y una sonrisa en los labios.
- Pedro, yo…- quise decir cuando con su dedo sobre mis labios me hizo guardar silencio.
- Hemos hablado demasiado en estos meses… No me hace falta que digas nada, ya lo sé… Quizás sólo ha sido una locura de una noche, pero me apetece que no acabe nunca.
¿Qué me quería decir con eso? ¿Qué había sido una locura pasajera? ¿O qué le apetecía que continuara? Yo callé y lo besé, porque es lo que me apetecía en ese instante; uno de los mayores errores de mi vida había sido preocuparme en exceso y no disfrutar de los momentos que te ofrecía una relación… Lo abracé. Me abrazó. Y nos fuimos quedando dormidos mientras un imaginario crujir inundaba mi cerebro… Se estaba rompiendo la coraza…
A la mañana siguiente me levanté y estaba sola y desnuda en ese sofá, pero tapada con una sábana que no recuerdo que estuviera la noche de antes… Analicé a situación, medio adormilada como estaba; Pedro no podía estar en la universidad porque era domingo. Cogí mi camiseta del Barça para ponérmela y tapar mis tetas y al ir a buscar mis braguitas, las encontré destrozadas en el suelo del salón.
- Pero, ¿Cómo coño haría esto?- dije sonriendo por la fuerza de puede dar el deseo.
Busqué mi maleta para coger ropa interior que ponerme, porque no era cuestión ir sin bragas por ahí. Fui a la habitación, donde había dejado mis pantalones y donde encontré mi maleta que Pedro había llevado hasta allí. Me vestí y me dirigí a la puerta de la casa que estaba entreabierta.
En la puerta de mi piso, estaba Pedro que ya había conseguido desatrancar la cerradura. Llevaba puestos unos jeans desgastados y una camiseta blanca de propaganda.
- Buenos días…- dije frotándome los ojos desde el marco de la puerta.
- Buenos días, diosa…- sonrió Pedro demostrándome que quizás la “locura de una noche” se estaba alargando más de lo que pensaba.
- ¿La has arreglado?- dije acercándome a mi cerradura desmontada.
- Bueno, servirá hasta mañana que puedas llamar a un cerrajero.- dijo mientras trataba de colocar el pomo.- Pero al menos podrás entrar y salir…
- Muchas gracias…- dije sin atreverme a tocarlo por si rompía alguna ley no escrita.
- ¿Todavía llevas puesta esa camiseta?- dijo cogiéndome de nuevo la camiseta y dejando ver mi ombligo.- Aún estás dormida…
Yo me frotaba la nariz en gesto de tratar de espabilarme; porque había sido una de las noches que mejor había dormido en el último año.
- ¿Te pica la nariz?- preguntó sonriendo Pedro apretando un tornillo en la puerta.
- Me rascaba el cerebro…
- Jaja, ¿el cerebro?
- Sí, los egipcios se sacaban el cerebro a los faraones por la nariz, para momificarlos.- dije muy convencida.
- Anda, vete a la ducha, jaja.- rió mi vecino.
Hice el amago de entrar en mi piso, pero él me detuvo cogiéndome de la muñeca, para girarme.
- ¿Por qué no te duchas en mi piso? Tienes ropa allí, ¿no?
Yo me quedé anonadada porque me estaba invitando a ducharme en su casa, cuando la mía ya estaba abierta.
- Vamos, si quieres… Me gustaría pasar el día contigo, Nat.
- Me has llamado Nat.
- Anoche tú me llamaste Pedro.
- Me gusta que me llames Nat.- dije aún medio dormida.
Se acercó a mí y como si se tratara de un sueño, me besó muy suave en los labios mientras yo mantenía los ojos cerrados; el tacto de sus labios seguía siendo tan tierno como la noche anterior… No era cosa de las cervezas…
- Anda, date una ducha para espabilarte.- me dijo mientras le daba un azote el culo.
Me metí de nuevo en su piso, llevándome la maleta entera al baño; preparé mi ropa interior y quitándome la ropa, para quedar totalmente desnuda me metí en la ducha… La verdad que el agua caliente me ayudaba a espabilarme y me froté un par de veces la cara, mientras mojaba mi cuerpo entero.
- Perdón, pero voy a lavarme los dientes.- dijo Pedro entrando en el baño y sin querer mirar, como si de repente le diera vergüenza verme.
- ¿Por qué no te los lavas aquí dentro conmigo?- sonreí dispuesta a aprovechar cada minuto sin importarme lo que pasara después.
Me miró, ahora sí, de arriba abajo y sin pensárselo se quitó la ropa para meterme conmigo bajo el agua de la ducha. Nuestros cuerpos desnudos se volvieron a unir, con sus manos en mi culo y su lengua en mi cuello.
- Mucho mejor que por Internet…- dije sonriendo y sintiendo la dureza de su polla en mi mano.
- Donde va a parar…- continuó con la broma mi Gendo .
Poniéndome de rodillas en la ducha, empecé a masturbar su miembro a escasos centímetros de mi cara; él resopló mirando al techo al sentir mis labios sobre su glande.
- ¿Me dejas devolverte el favor de anoche?- le sonreí mirando hacia arriba.
- Ufff… ¿Me quieres matar?- dijo mientras mi boca devoraba su polla.
- Lo suponía… Devorable, muy devorable.
- Jaja, estás loca…- dijo acariciando mi cabeza mientras yo mamaba su miembro bajo el agua de la ducha.
Salí por la tarde de su piso, para llevar las cosas al mío; el apaño que había hecho Pedro servía hasta que pudiera llamar a un cerrajero. Me cambié tranquilamente en mi casa, poniéndome un pantalón vaquero que marcaba perfectamente mi trasero y una camiseta de manga larga de color verde. A media día llamé a Miriam, para disculparme por haberlas dejado tiradas la noche anterior, sin librarme de una buena bronca… Les conté lo de la cerradura y, poniendo la excusa, de que no podía dejar la casa sola con la puerta abierta. Por supuesto, omití cualquier referencia a la noche pasada en casa de Pedro ni a que en ese instante Pedro estuviera echado sobre mis piernas.
Fue él quien me convenció para que saliera esa tarde e hiciera una vida normal; las cosas debían volver a la normalidad y recuperar mi rutina de salidas… Él seguía siendo profesor y yo una alumna. A mí me parecía que seguía queriendo guardar las distancias y yo no me atrevía a decirle lo que sentía por él.
Llegué al parque donde había quedado con las chicas y allí estaba Miriam y Luisa esperándome charlando de forma amigable.
- Vaya, ya está aquí la perdida…- dijo Luisa con una sonrisa.
- Bufff, no veas que nochecita… Se me rompió la llave dentro y dormí toda la noche con la puerta atrancada desde dentro por mí.
- Sí, se nota… ¡Menudas ojeras llevas!- dijo Miriam con gesto preocupado y tocándome la cara.
Yo me ruboricé con su contacto al saber el verdadero motivo de esas ojeras y no poder contárselo.
- ¿Cómo fue todo ayer?- pregunté por la noche que pasaron ellas.
- Pues regular porque, como perdió el Madrid, Gonzo tenía un cabreo que no veas…- dijo Miriam con cara triste.
- Pues Dani, como es del Barça celebró conmigo los goles…- dijo riendo Luisa.- Dos veces cada uno de ellos, jajaja.
Nos reímos las dos, mientras Miriam se sentaba en el banco con cara de pocos amigos; yo la miré y me sentí un poco identificada con ella, porque era la chica vivaz y dicharachera superada por las circunstancias.
- ¿Estás bien?- dije sentándome a su lado, sin querer referir el tema por si Luisa no sabía nada.
- Las cosas eran más fáciles antes, Natalia… Sexo, sólo sexo, pero al menos estaba conmigo. Ahora, según tú, me quiere pero no se acerca a mí.
- Los dos son gilipollas…- interrumpió Luisa sentada en el respaldo del banco.- Las cosas hay que decirlas claras y, si él no se atreve hazlo tú.
Las palabras de Luisa, podían servir tanto para Miriam como para mí. Porque ese consejo era como darme en la cara con mi inseguridad; las cosas se podían estropear si no daba ese paso de decirle a Pedro lo que sentía por él. Miriam, en cambio, sentía que era Gonzalo es que estaba enamorado de ella y se alejaba por miedo a afrontar ese sentimiento… Yo conocía a Gonzalo y podía ayudar a Miriam.
- Yo hablaré con él…- dije dándole un beso a la chica en la mejilla.
- No quiero que le digas nada, me da vergüenza…
- Joder, se ha corrido en su boca. Se ha follado de todas las maneras habidas y por haber… Y ahora le da vergüenza de decirle que estaba colada por él.- dijo Luisa riendo.
- ¡Eres gilipollas, tía! Lo estoy pasando mal, ¿sabes?- dijo Miriam sollozando.
Luisa se quedó un poco sorprendida al darse cuenta de que había sido demasiado dura con su amiga.
- Lo… Lo siento…- se disculpó cogiendo de la cintura a la chica.- Pero sólo me refería a que tenéis que dar el paso y si Natalia te puede ayudar, pues déjala.
- Gonzalo tiene muchas cosas malas pero lo que si sabe es escucharme a mí…- dije muy convencida de la amistad que nos unía.- Pero mi consejo es que se lo digas… Afróntalo y díselo con ganas.
- ¿Y cómo llevas lo de la puerta entreabierta?- dijo Miriam cambiando de tema.
- Pues tengo que llamar a un cerrajero mañana.
- No me refiero a esa, idiota… Me refiero a la puerta que permites abrir.- dijo señalándose el corazón.
Si ella supiera que esa “puerta” estaba como la otra: sin cerradura y sólo cerrada porque Pedro estaba allí para arreglarla… De repente, me sentía fatal dando consejos a una chica cuando esos mismos errores los cometía yo. Allí tenía a los dos tipos de mujeres a los que me podía parecer: por un lado estaba Luisa, una chica que, aunque no quisiera admitirlo, estaba colada por Dani, pero se conformaba con tener relaciones sexuales esporádicas porque el chico en cuestión parecía verdaderamente interesado en ella… Eso tenía un problema a la vista, y es que cuando otra chica que le ofreciera más se cruzara en su camino, cabía la posibilidad de que se largara. Al menos, Dani era leal por el momento y no parecía estar interesado en ninguna otra, salvo los tonteos conmigo o con Miriam…
Y, por otro lado, teníamos a Miriam que había jugado al juego del tonteo con mi amigo Gonzalo hasta quemarse los dos; Gonzalo, mi amigo, siempre había sido un tío extraño, de esos que rehuían las relaciones como hacía yo. Se dio cuenta de que verdaderamente le gustaba Miriam y trató de alejarla como si tuviera miedo que ese tipo de relación destruyera lo que tenían. No se daba cuenta que con ese distanciamiento estaba provocando que, todo lo que hubiera antes, fuera destruido.
Oye, se me ocurre una idea…- dijo Luisa con esa sonrisa que no presagiaba nada bueno.- Tú dices que tu puerta esta rota y no te fías de salir por ahí y Miriam no parece tener muchas ganas de encontrarse con Gonzo, hoy. ¿Por qué no hacemos una fiesta de pijamas en tu casa?
Yo… Yo no…- empecé a tartamudear sabiendo que ese plan arruinaría que yo pasara la noche con mi Gendo .
¡Es una buena idea! Si tú quieres, claro…- dijo Miriam con los ojos rojos de haber llorado.
Me sentía fatal por haberlas dejado tiradas la noche anterior y siempre se habían portado de maravilla conmigo, desde el día en que llegué. Me tendría que tragar mis ganas de estar con Pedro, quizás incluso fuera bueno para ver si él se sentía mal por cambiarlo por ellas… A quien quiero engañar, seguramente se enfadaría muchísimo si supiera que he dejado tiradas a unas amigas para pasar un rato más con ellas. “Prohibido renunciar a tus relaciones sociales” diría con esa voz grave y su dedo índice sacudiendo el aire. Me reí al imaginármelo así…
- ¿De que ríes ahora?- dijo sorprendida Miriam de mi reacción.
- Que sí, de acuerdo, fiesta en mi casa…
- ¡Síiiiii!- gritaron las dos a la vez mientras me sacudían por los hombros.
Preparamos todo yendo de compras a unos chinos para comprar refrescos y algo para cenar que pudiéramos hacer rápido; decidimos llamar a Carla para que se uniera al “super club de chicas” (bufff, como odiaba esto) y alquilar algunas películas para pasar el rato, nada de genero romántico por imposición de Miriam.
Subimos a mi piso por las escaleras cargadas de bolsas y tratando de hacer el menor ruido posible… Saqué la llave del candado que había puesto Pedro de forma temporal en mi puerta y abrí la puerta con dificultad, ante las risas de mis amigas.
- ¡Madre mía! ¿Qué le hiciste a la puerta? Jajaja…- rió Luisa acompañada de las demás.
- Se partió la llave en la cerradura… Pedro hizo este apaño mientras…
- ¿Pedro? ¿nuestro Pedro? ¿El profesor?- dijo alucinada Miriam, que sabía de los tonteos que nos traíamos pero nada más.
- También es mi vecino, ¿recuerdas?- dije yo tratando de disimular.
- Umm… Y ya has pensado en la forma de agradecérselo, ¿verdad?- dijo Carla, riendo y gesticulando una mamada en la primera broma sexual desde que la conocí.
- ¡Iros a la mierda!- sonreí aunque recordando como unas horas antes, mi Gendo se había corrido en mis tetas mientras nos duchábamos.
En ese momento, por el pasillo desde su puerta apareció Pedro con dos bolsas de basura donde iban los cartones de dos pizzas. Se sorprendió al ver a todas mis amigas en el descanso de mi puerta.
- ¡Vaya! ¿hay una reunión de alumnas en ese piso?- rió ante los cuchicheos de las chicas.
- ¡Hola, profe! Te vas a poner gordo…- dijo Luisa con su picaresca.
- ¿Y eso?
- No sé, tanto comer pizza…
- ¡Ah, jaja! ¿Por esto?- dijo enseñando los cartones de pizza.- No pasa nada, después se hace mucho ejercicio cardiovascular y se quema todo.
Sabiendo por donde iban los tiros, me sonrojé por la doble intención de sus palabras; gracias a dios ninguna de mis compañeras se dio cuenta.
- Bueno chicas, os dejo que voy a tirar la basura… No la liéis mucho que mañana hay clase y yo vivo al lado.
Se marchó por el pasillo y pude observar perfectamente como Luisa le miraba el trasero marcado en ese pantalón deportivo y se mordía el labio.
- Le iba a dar yo a éste ejercicio… Se me ocurren al menos diez formas de hacerlo, jaja.- susurró Luisa, sabiendo que Pedro podría estar escuchándola.
Todas entraron en casa entre carcajadas por las ocurrencias de Luisa que ya empezaba a enumerar esas formas de ejercicio. Yo me quedé atrasada, como estuviera comprobando la cerradura dañada, para ver a Pedro justo cuando giraba para bajar las escaleras.
- Gracias y perdona…- le dije sólo moviendo los labios de forma exagerada para que pudiera leerlos.
Él se detuvo antes de bajar por las escaleras y me hizo dos gestos de mímica que supe interpretar al instante. Con su dedo se señalo un ojo, a modo de que quería ver y después hizo el ademán de levantarse la camiseta para mostrarme el ombligo, antes de bajar las escaleras.
Yo sonreí y levantando mi camiseta lo justo, le enseñé mi vientre y mi ombligo, esa parte de mi cuerpo que tantas veces me dijo que adoraba. Él me guiñó un ojo y bajó las escaleras…
- Nat, ¿pasa algo?- salió Miriam a buscarme al pasillo.
- Nada, sólo comprobaba el candado, vaya que nos quedemos encerradas dentro.
- ¡Ah vale! ¿Dónde tienes las jarras de cristal?
- Ya voy… Vamos para dentro…
Empezaba una noche de chicas, donde cotillearíamos sobre todos los chicos, clases, chismes y todo lo que se nos ocurriera… Pero, yo sólo tenía mi cabeza puesta en una persona… Lo admito, había sido la primera en sucumbir…
(CONTINUARÁ)