El primero en... (Perder: Capítulo 5)

La distancia hace que los sentimientos afloren más allá de lo que pensamos; a veces, hace falta esa distancia para darnos cuenta de lo queremos... Hola, soy Nat y esta es mi historia

Por una vez que decidí levantarme más tarde de lo normal, el ruido que hacia el novio de mi hermana jugando a la consola en su dormitorio no me dejó más remedio que levantarme… La verdad que me había acostumbrado muy rápido a mi vida en soledad en la ciudad, y pasar estos días de vacaciones en casa se estaba haciendo duro.

No me malinterpretéis, que no es que no tuviera ganas de ver a mi hermana y a mi padre, que me recibieron como se llevaran tres años sin verme, cuando hacia escasos cinco meses que me fui. Si bien es verdad que prometí ir al pueblo más a menudo, entre los estudios, la tranquilidad de vivir sola en aquel piso y lo mal que me caía “la mosca”, como llamaba al novio de mi hermana, se me quitaban las ganas de venir.

Bueno, por eso, y por Pedro por supuesto… En estos meses, nuestra relación no había avanzado más allá del juego; en Internet nos conocíamos como si fuéramos amigos de toda la vida: sabíamos cuando el otro estaba triste, feliz o preocupado; hablábamos de nuestros proyectos, nuestros sueños y miedos… ¿Sexo?, pues también, a quien quiero engañar, pero nuestros juegos no eran, ni mucho menos, diarios. Yo me conformaba con hablar dos o tres días en semana con él, porque sus obligaciones como profesor de mi universidad y mis salidas con  mis amigos, nos impedían estar más tiempo conectados… Aparte de que siempre insistía en que el nuestra relación virtual no podía solapar de ninguna forma ni mis estudios, ni mis relaciones sociales con mis amigos.

En persona, seguíamos como siempre: buenos vecinos, alumna y profesor y sus recomendaciones de libros que leía compulsivamente… Si es verdad, que los tonteos eran continuos con comentarios con doble sentido, miradas indiscretas o caricias ocultas tras gestos de naturalidad. Pero nada de esto, tenía después cabida en nuestras conversaciones como si, de verdad, no nos conociéramos en persona. Allí yo era Rei y él era Gendo , así de fácil.

Por supuesto, Miriam era la única que se estaba percatando de algo, pero no tenía ni idea de nuestro “secreto” en cuanto a nuestra relación virtual… Sólo me recriminaba que no me diera cuenta de las miradas que nos echábamos y de “lo bueno que está Pedro, tírale de una puta vez”. Sí, muy fina la chica…

Ahora llevaba dos semanas en mi casa por vacaciones y la distancia hacia que echara de menos el ambiente de la universidad… Encima, mi Gendo me dijo que no podría conectarse porque iría de viaje a una casa de montaña para escribir tranquilamente.

Me levanté con un enfado de impresión dispuesta a aporrear la puerta del dormitorio de mi hermana, para que la “mosca” bajara el volumen del televisor. Justo cuando salí al pasillo de malos modos, dando un portazo, me encontré a mi padre de cara que me sonreía.

-         Echaba de menos tu mal genio al despertar…- dijo dándome un beso.

Y es que, el hecho de tenerme fuera tantos meses, había vuelvo a mi padre bastante más cariñoso que de costumbre. Le di un abrazo y recibí un beso en la mejilla de él.

  • Yo también os he echado mucho de menos.- dije riendo.

  • No será tanto, si casi no vienes…

  • ¡Papá, no seas así! Sabes que tengo que estudiar mucho.

Me siguió hasta la cocina, una vez desechada la idea de meterle el mando de la consola por el culo a Fernando, el novio de mi hermana, y se sentó en la mesa de la cocina mientras yo me preparaba el café.

-         Papá, ¿qué haces ahí parado mirándome?- dije mientras ponía la cafetera en el fuego.

-         Nada… ¿No puedo mirar a mi hija?

-         Jajaja, te has vuelto muy pesado con lo de haberme ido… ¡Y fue idea tuya!

-         Y no me arrepiento; pareces otra…

-         ¿Parezco otra?- dije mientras me sentaba con un vaso de zumo.

-         Hablas, sonríes, gruñes…

-         ¡Oye! Que parece que antes era un monstruo…

-         No, pero sonreír, sonreías poco… Y tienes la sonrisa más bonita del mundo.

-         ¡Papá! ¿Qué te pasa? Me da vergüenza hablar estas cosas contigo…

-         Pues tendrás que acostumbrarte, soy tu padre y puedo preocuparme por mi hija, ¿o no?

-         Sí, si yo no lo niego, pero…

-         Mira, Natalia…- me interrumpió.- Para mí que siempre he estado trabajando para tratar de daros lo mejor, es un orgullo que estés estudiando en la ciudad y veros crecer a las dos como dos mujeres hechas y derechas… Pero me da miedo no estar allí cuando me necesitéis…

-         Siempre lo has estado…- le dije tratando de calmarlo.

-         No, lo sabes muy bien… Ese papel siempre lo ha hecho tu madre, pero me duele no saber nada de vuestra vida…

-         Bueno, ya sabes que hay cosas que es mejor tratar con mamá…

Mi padre guardó silencio mientras se levantaba y quitaba la cafetera del fuego que ya estaba silbando. Echó dos cafés y volvió a sentarse dándome una de las tazas; movió la cucharilla con parsimonia, sabiendo yo que estaba buscando las palabras correctas para continuar su conversación.

-         A tu madre tampoco le contaste lo de ese chico que se marchó a Argentina…- soltó como si costara trabajo decir las palabras sin herirme.

Casi me atraganto con el café porque mi padre, ese hombre serio y muy conservador, estaba hablando de mi ex pareja cuando nadie sabía nada de esa historia… “Maya”, pensé para mis adentros. Tenía que haber sido mi hermana porque nadie más lo sabía.

-         Voy a matar a esa enana…- dije sin levantar la mirada de la taza, avergonzada.

-         Maya no tiene culpa de nada… Fui yo quien la obligó a decírmelo; te tiraste casi dos meses encerrada en tu habitación y yo estuve a punto de mandarte con tu madre.

-         Bueno, eso ya ha pasado… No quiero hablar de eso.

-         Eso es lo que me preocupa; que nunca has hablado de eso… No puedes encerrarte en ti misma, porque un cabronazo te haya dejado.

-         ¡Papá!- me sorprendí por la palabra de mi padre que siempre se había cuidado de no insultar a nadie delante nuestro.

-         Natalia… Me gustaría mucho que me contaras las cosas que te preocupan…

-         Pero hay cosas que no se le cuentan a un padre…

-         Y hay cosas que solo un padre puede saber…

Me quedé en silencio sin atreverme a mirarle a los ojos, como si buscara las fuerzas para convencerme a mí misma que todo aquello era una locura. ¡Por dios! Ninguna mujer de 25 años le cuenta a su padre lo que hace con un tío… Y, entonces, pensé en Pedro; su manera de escribirme, de tratarme y de aconsejarme. Siempre me decía que mi gran problema es que había hecho una coraza que me impedía confiar en nadie y que había personas, pocas, que valían la pena si siempre habían estado a mi lado.

Esas palabras siempre me reconfortaron, porque es verdad que con él abría mi corazón por cuestiones lógicas al ser un hombre que me atraía tanto; pero era verdad que había aprendido a confiar en personas como Miriam y Gonzalo, pero ¿mi padre?

-         Me dejó… Simplemente eso; le salió un trabajo en Argentina y se largó sin decirme nada.

-         ¿Crees en el destino, Natalia?- dijo mi padre como si lo que le hubiera dicho no tuviera importancia.

-         La verdad que no me ha dado muchos motivos para creer en él.

-         En el destino o se cree o no se cree… Yo no creo, por ejemplo.

Lo miré extrañada porque no tenía de la más remota idea de a donde quería llegar con su explicación. ¿Qué tiene que ver que no creyera en el destino con que mi Esteban, mi ex novio, se hubiera largado hace dos años a Argentina sin darme explicaciones?

-         Las relaciones sentimentales van y vienen y depende de nosotros; no te voy a decir la estupidez de que ese tío no estaba destinado para ti… A lo mejor tú crees que sí y él piensa que no. Por ejemplo, ¿crees que por el hecho de separarnos, quiere decir que tu madre y yo no estábamos destinados a estar juntos?

-         Pero eso es diferente…

-         No, no es diferente… Tu madre me dio lo más grande que se le puede dar a un hombre: amor y dos hijas preciosas. Si después la cosa no funciona pues es como si no riegas una planta… Al final se acaba secando. La gente le echamos la culpa al destino con demasiada facilidad…

-         Pero la relación que tuvisteis no tiene nada que ver con la mía, por dios…

-         Ya lo sé y por eso me preocupa que seas reacia a continuar tu vida porque un gilipollas decidió dejarte.

-         No es tan grave, papá… Eso forma parte del pasado, ya no pienso en él…- mentí porque seguía siendo una losa que me impedía relacionar con naturalidad; abrir la puerta como decía Miriam.

Mi padre se levantó recogiendo las tazas de café vacías y dejándolas en el fregadero; abrió el grifo para lavarse las manos y se secó con el paño de cocina que había sobre la encimera. Después se giró hacia mí, a la misma vez que yo me levantaba, y me cogió por los hombros.

-         Natalia, sabes que eres la niña de mis ojos; y estoy orgulloso de cómo llevas tus estudios, de que te encante leer y seas una chica responsable, aunque vistas como un chico.- rió mientras yo hacia una mueca de desaprobación por ese comentario.- Pero lo que de verdad quiero es que vivas; que recuperes esa ilusión que siempre tenías de niña… Y que salgas, que te relaciones y lo que quieras.

-         Papá, ¿de verdad me estás diciendo que salga, que beba, que esté con chicos y todo eso?

-         Yo no he dicho eso, jajaja… Siempre he confiado en ti y lo sabes; eres un chica inteligente y sabrás lo que está bien y lo que está mal. Además, ¡tienes 25 años!- dijo mientras se marchaba de la cocina, cogiendo el abrigo para ir a trabajar.

Yo estaba allí parada, de pie en mitad de la cocina, sin saber como reaccionar a la primera conversación seria que había tenido con mi padre en casi toda mi vida; en mi cabeza daban vueltas sus palabras como si quisieran abrirse paso en esa “coraza” que llevaba tanto tiempo cerrando el paso a los sentimientos.

-         Oye, papá…- dije haciendo que mi padre se girara en el marco de la puerta.- Muchas gracias.

Mi padre esbozó una sonrisa y me guiñó un ojo para después salir por la puerta con una manga del abrigo puesta ya en su brazo. Yo me quedé sola en la cocina y me puse a recogerla, porque la verdad ya era bastante tarde… Seguramente hoy tendría que disfrutar de la “agradable” compañía del novio de mi hermana. Maya, mi hermana pequeña; la chivata que le había contado lo de mi exnovio a mi padre; pero no podía enfadarme con ella… Sonreí al pensar en que era un signo de preocupación por mí porque, aparte de llamarme freaky por mi predilección por el anime y los mangas, siempre había mostrada una auténtica devoción por mi.

Por eso, me prometí a mi misma en ese momento que trataría de soportar, en la medida de lo posible, al idiota de su novio, porque si ella era feliz con él, mi obligación era respetarla y apoyarla.

Salí de la cocina con dirección a mi habitación, cuando yendo por el pasillo se abrió la puerta y pude ver a mi hermana Maya saliendo con cara de sueño.

-         ¿Estabas durmiendo con tu novio jugando a la consola a ese volumen?- me sorprendí con una sonrisa.

-         A toda se acostumbra una…- sonrió con esa boca que volvería loco a cualquier chico.

-         Me ha dicho papá que le contaste lo de Esteban.- solté haciendo referencia a mi ex novio, y creo que nombrándolo por su nombre por primera vez en un año y medio.

-         Yo… Nat, lo siento…- dijo tartamudeando y temiendo una bronca monumental de las mías.

Me acerqué a ella y la cogí de las manos, gesto que la dejó de piedra; la miré a los ojos y sonreí para tranquilizarla.

-         No pasa nada, enana. Quizás al final tenga que darte las gracias y todo. Sé que has estado preocupada por mí y que papá te obligó a contárselo; no estoy enfadada…

-         Ufff, Nat… Gracias.- dijo mi hermana abrazándome muy fuerte, mientras sonreía más tranquila.

-         Oye, ¿no hay nada de comer? Tengo hambre…- dijo la “mosca”, el novio de mi hermana, saliendo de la habitación.

-         ¡Cállate!- le gritamos las dos a la vez con cara de pocas amigas.

-         Vale, vale… Me callo.- dijo para meterse de nuevo en la habitación y provocando que nosotras riéramos a carcajadas.

Seguimos abrazadas un rato más, hasta que mi hermana se separó; yo le dí un pellizco en la mejilla y le sonreí.

-         Voy a estar un rato en mi habitación, después hacemos la comida, ¿vale?

-         Vale, hermanita…- dijo riendo mientras iba a la cocina, seguramente a coger algo de desayunar para su novio.

Me encerré en mi habitación, que seguía siendo mi bunker particular, y conecté el ordenador para poner música mientras hacía la cama. Las canciones de No Te Va Gustar resonaban en toda la habitación compitiendo con los disparos y bombas que provenían de la televisión de la habitación de mi hermana.

“No podría darme el lujo de ceder ante tu llanto…

No pienso abrir las heridas

De haberte querido tanto…”

Había escuchado tantas veces esa canción que me había auto convencido que estaba escrita para mí, como si hubiera sido la banda sonora de mi existencia durante un tiempo demasiado largo… Terminé de hacer la cama y me senté frente al ordenador, para abrir el correo electrónico.

No puedo conseguir, cambiar ni corregir…

Lo que me corre en las venas…”

Cada una de las frases de la canción era como la explicación que nunca tuve por parte de Esteban, mi exnovio que se marchó sin ni siquiera tomarse la molestia de saber lo que opinaba… Me di cuenta de que no quería que formara parte de su vida pero siempre había buscado llegar al “Chau” , que es el título de la canción, una forma de poder decir adiós a todos aquellos dolorosos recuerdos.

Me dí cuenta, de repente, que la conversación de mi padre me había servido de bastante más de lo que creía… Por primera vez, podía pensar en Esteban sin sentir ese desasosiego que solía sentir hace unos meses. Sonreí al recordar lo que le había costado a mi padre afrontar esa conversación…

Miré la pantalla del ordenador y en el Messenger había abierta una ventana que no había visto aún:

“Gendo le ha enviado un mensaje cuando usted no estaba conectado:

Hola, mi Rei… he podido encontrar un sitio con WiFi aquí arriba y entré para ver si estabas… Necesitaba mi dosis de cocaína, pero no estás. Pronto podremos hablar de nuevo…”

Me quedé petrificada al ver esa frase que era de hace unos cuarenta minutos; no había podido hablar con Gendo en dos semanas y, para una vez que se conecta, no me pilla frente a la pantalla… Bueno, al menos me dejó una cosa clara: mi Gendo me tenía en su cabeza como él estaba en la mía.

Me tumbé en mi cama y comencé a acariciar mi entrepierna imaginando que eran las manos de Pedro las que lo hacían; sus manos fuertes, pero delicadas a la vez, entraban en el pantalón de mi pijama, apartando la braguita para tocar directamente mi coñito que se comenzaba a mojar… En ese momento, mientras me masturbaba pensando en él, pensaba en las locuras que había hecho durante esos meses en nuestro particular juego. Me encantaba verlo en cam, con su polla en la mano y escribiéndome esas cosas que me haría si me tuviera delante. Estúpidos cuando estábamos a unos metros de distancia entre nuestros apartamentos, ¿verdad? Bueno, quizás eso es lo que lo hacía tan especial.

No tardé ni cinco minutos en correrme con mis dedos empapados en mis jugos; la excitación que creaba ese hombre en mí, a pesar de estar a kilómetros de distancia, era lo más brutal que había sentido en mi vida… Sonreí pensando en que estaba deseando de volver a verlo en persona, pero deseaba tanto verlo en la pantalla de mi ordenador. Bueno, quedaban dos días para la vuelta a clases. Sería capaz de soportarlo, ¿verdad?

Me senté frente a la pantalla del ordenador y, a pesar de que Pedro estaba desconectado, quería dejarle una respuesta por si lo leía antes de nos volviéramos a ver:

“Mi Gendo, me ha encantado ver tu mensaje y es una pena no haber podido hablar contigo; ¿sabes? He sido malvada, como tú dices… No lo he podido evitar y me he masturbado pensando en ti, en que tus manos acariciaban mi cuerpo. Te echo de menos… Nos vemos pronto”

Mandé el mensaje con una sonrisa de felicidad en los labios, mientras en el reproductor de música sonada Judas de Lady Gaga., y me puse a bailar como una loca… Mi hermana abrió la puerta para decirme que ya era la hora de comer y se rió con mi “provocador” baile.

-         ¿Qué estás haciendo?- preguntó Maya divertida.

-         ¡Bailar!- le dijo cogiéndola de la mano para que me acompañara al centro de la habitación.- ¡Baila conmigo!

Con mis manos en su cintura, mucha más estrecha que la mía, comencé a hacer girar a mi hermana pequeña mientras reíamos y cantábamos el estribillo de la canción; ella debía estar alucinada porque, en los últimos dos años, no eran muy normales estos excesos de alegría en mí.

-         ¿Qué te pasa, loca?- reía mientras me paraba.

-         Soy feliz, sólo eso…

-         ¿Quién es él?- dijo mirándome con los ojos entornados.

-         ¿Cómo?

-         ¿Qué quien es el tio? Nat, te conozco y sé que ya hay algún tío…

-         “No te preguntes por saber, que el tiempo te lo dirá”- le dije tapándole la boca con una mano.

-         ¿Está bueno?- dijo emocionada mientras me sacudía por los hombros.

Yo me encogí de hombros divertida de ocultarle algo a Maya; me sentía como una niña con zapatos nuevos, pero es que si le contaba la historia del “juego” y todo lo que conllevaba, estaba segura que me diría que estaba loca.

-         Bueno, si hace que estés así de nuevo, es que vale la pena ese chico. Con eso me basta… Pero como se le ocurra hacerte daño, lo castró con las tijeras de podar- soltó dejándome perpleja por la profundidad de sus palabras

-         ¿Sabes? A veces me sorprendes… Pareces mayor que yo, más centrada.

-         Jajaja… Bueno, papá tiene asumido que estás loca de remate.

-         ¿Ah si?- reí mientras abrazaba a mi hermana haciéndole cosquillas en las caderas.

-         Sí, sí, déjame…- dijo riendo y tratando de escabullirse.- Sólo espero que no sea un bicho raro como tú, y no le gustes los muñecos esos y tanto libro…

La puerta se abrió para que el novio de mi hermana asomara la cabeza y, como si tuviera miedo a nuestra reacción, preguntó sin entrar en la habitación.

-         ¿Pongo el mantel y los cubiertos ya?

-         ¡Cállate!- volvimos a gritarle las dos a la vez, pero esta vez tirándole yo un cojín que había sobre mi cama y que esquivó, justo a tiempo cerrando la puerta.

-         No hay una cabeza buena en esta familia… ¡Madre mía!- masculló Fernando, el novio de mi hermana, desde el otro lado de la puerta, mientras nosotras no parábamos de reír a carcajadas.


Tiraba de mi maleta con ruedas desde la estación de autobuses hacía el parque cercano a mis apartamentos, cuando una voz fuera de sí me sorprendió desde un lado de los jardines:

-         ¡Nataliaaaaaaahhh!- gritaba Miriam corriendo hacia a mí con los brazos abiertos y dándome un abrazo que casi hace que caigamos las dos al suelo.

-         ¡Qué me vas a tirar, loca!

-         Joder, te has esperado al último bus… Llevamos dos horas esperandote.

-         ¿Llevamos?- pregunté para interesarme por quien más me esperaba.

-         Las chicas… Hemos venido a buscarte todas… Dani y Gonzo están preparándose para ver el partido de futbol.

-         ¿El partido? ¡Es verdad! ¡Hoy es el Real Madrid-Barça! ¿Dónde lo vamos a ver?

-         ¿Futbol? ¿Te gusta el futbol?

-         Vale, supongo que a vosotras no, jaja.- dije mientras nos acercábamos al banco donde estaban todas sentadas.

Allí estaban Carla, con un porro en los labios como siempre, y Luisa con su amplia sonrisa y levantándose para darme dos besos.

-         ¿Qué tal? ¿Todo bien en casa?

-         Sí, sí… La verdad que muy bien, pero estaba deseando de volver aquí.

-         ¿Sabéis lo que dice? Que donde vamos a ver el futbol…

-         Jajajaja… ¿No me digas que a ti te gusta el futbol?- rió Carla tosiendo el humo.

-         Pues sí, ¿Qué tiene de malo? ¿A ti no?

-         Cariño, que sea lesbiana no quiere decir que me guste el futbol.- bromeó Carla.

-         Le gusta más el voleibol femenino…- dijo Luisa haciendo que todas nos echáramos a reír a carcajadas.

-         ¡Vete a la mierda!- gruñó carla sin poder evitar reírse al final.

Seguimos riendo y charlando un buen rato, para quedar esa noche… El plan que tenían las chicas era salir a tomar solas, mientras los chicos veían el futbol en casa de Dani. Después ya quedaríamos todos juntos; yo quería ver el partido pero, aunque no me importaba verlo a solas con los chicos, sabía que me exaltaba demasiado viendo los partidos… Además estaba la cuestión de que Gonzalo era del Madrid y no me soportaba viendo el futbol con él.

-         Bueno, quizás me quede en casa a ver el futbol y luego salga a buscaros…

-         ¿Lo dices en serio?- dijo Miriam que estaba enganchada a mi brazo.

-         Jajaja… ¿No puedo? Acabo de llegar de un viaje, me quiero dar una ducha tranquila…- mentí porque me había dado la ducha antes de coger el bus.- Y veré el partido… Luego os llamo, lo prometo.

-         Joder, que rarita eres…- dijo Luisa riendo y quitándole el porro de las manos a Carla.

-         Jajaja… De verdad que os llamo luego, pero quiero descansar un poco.- dije ocultando que también quería conectarme para saber algo de mi Gendo.

-         Vale, pues entonces luego nos llamas…- dijo Miriam, mientras yo cogía mi maleta para ir a casa.

Llegué a mi portal y entré para ver mi buzón lleno de publicidad y cartas; mis ojos fueron directamente al buzón de Pedro, que también estaba igual… Señal de que él tampoco había llegado aún, lo que me puso triste. Subí las escaleras, tirando de la maleta, mientras maldecía que el viejo edificio no tuviera ascensor. Cuando por fin llegué, apoyé la maleta en la pared y metí la llave en la cerradura… Como siempre atrancada; tiré de ella hacia mí, como me había enseñado Pedro, para empujar muy fuerte a la vez que giraba la llave… ¡Crack!

-         Joder…- dije mirando la llave partida dentro de la cerradura.- ¡Joder, joder , jodeeeeer!

Me dejé caer en el suelo, sentándome con las piernas cruzadas; no sabía bien lo que hacer y me desesperé un poco; teniendo sentido común, saqué mi móvil para buscar el teléfono de un cerrajero y que solucionara el problema aunque tuviera que estar un rato esperando en la puerta.

-         Sin bateria… ¡Muy bien! ¿Puede salir algo peor aún?- grité tirando con fuerza mi móvil hacia el pasillo.

-         ¡Ey cuidado!- escuché la voz de Pedro que esquivó de milagro el móvil volador.

-         ¡Lo siento!- dije levantándome del suelo ruborizada.- ¿Estás bien?

-         Yo sí pero el teléfono creo que no…- dijo cogiendo lo que quedaba de aparato que estaba destrozado en el suelo.- ¿Qué te pasa?

-         He partido la llave dentro de la cerradura…

-         ¿Qué has hecho qué?- dijo Pedro riendo y acercándose a la puerta.- ¡Eres una bruta…!

-         ¡Oye, perdona!- dije un poco ofendida por llamarme “bruta”

-         Jajaja, no te enfades anda…

Creo que se me quedó cara de tonta, porque era la primera vez que hablábamos con tanta naturalidad; por una vez, parecía como si fuera Gendo el que hubiera salido de la pantalla para estar enfrente mía… Pedro me miraba con unos ojos extraños, llenos de emoción, pero sin  querer demostrar ningún gesto de cariño o amor.

-         ¿Pero que culpa tiene el teléfono?- dijo con esa media sonrisa que me mataba.

-         Iba a llamar a un cerrajero y se me apagó el móvil…

-         ¿Un cerrajero? ¿Un sábado por la noche con un Madrid- Barça?

-         ¡Joder! ¡El partido! Encima me lo pierdo…- dije echándome las manos a la cabeza.

-         ¿Ibas a ver el partido?- dijo sorprendido.- No sabía que te gustara el futbol.

-         ¿Y por qué ibas a saberlo si nunca hemos hablado de nada?- contesté siendo yo la que le recordó la diferencia entre nuestro juego y la realidad.

Me miró sorprendido como no esperando que fuera tan rápida de reflejos; después se acercó a mí, y alargando la mano cogió mi maleta.

-         ¿Qué haces?

-         No pretenderás quedarte aquí a esperar a  un cerrajero al que no has llamado, ¿no?- dijo arqueando las cejas.- Además puedes ver el partido en mi casa si quieres; yo iba a verlo…

-         ¿En tu casa?- dije sorprendida.

-         Bueno, yo ya he estado en la tuya y no pasa nada…

-         Pero yo soy una chica decente que no entra en la casa de cualquier desconocido.- bromeé con la mano en el pecho.- Bueno que sepas que lo hago por mi Barça y mi Cesc Fabregas.

-         ¡Un momento! ¿Eres del Barça?- dijo con la cara desencajada.

-         ¿Tú del Real Madrid?- dije divertida.- ¡Me encanta!

-         ¿Te encanta?

-         Sí, no sé porqué pero sabía que no eras del Barça.

Entramos en su casa y me sorprendí por el gusto con el que estaba decorado; no sé, quizás tenía la impresión de ver en Pedro al clásico genio despistado pero el piso estaba decorado con gusto. Un salón muy parecido al mío, con una sofá un poco más pequeño y un televisor de plasma grande; el mobiliario del piso se basaba en muchas estanterías repletas de libros, algo lógico debido a su ocupación laboral… Al fondo un pasillo que, si la orientación no me fallaba daba a su habitación. Por lo demás, un piso normal parecido a de un estudiante con muebles de saldo y que se notaba que no era suyo en propiedad.

-         ¿Quieres una?- dijo Pedro que mientras yo estaba inspeccionando el territorio, había ido a la cocina a por unas latas de cerveza.

-         Sí, claro…- dije viendo como él me la lanzaba para que la cogiera al vuelo.

-         Buenos reflejos…- rió mi Gendo de carne y hueso.

-         Sí, como Valdés…- dije haciendo referencia al partido que estaba apunto de comenzar.

-         No empieces, que vuelves al pasillo…- dijo riendo y sentándose a mi lado en el sofá.

Y allí estábamos él y yo; Rei y Gendo … Nat y Pedro. Dos personas calladas, sin saber que decir y mirando al televisor mientras Pedro buscaba el canal correcto y yo le daba un sorbo a la lata de cerveza.

  • Ya está, este es el canal… Quedan diez minutos, si no te importa voy a cambiarme de ropa y ponerme algo más cómodo.- dijo yéndose por el pasillo hacia su habitación

La verdad que hasta entonces no me había fijado de cómo iba vestido, e iba mucho más serio de lo normal con un jersey de pico, una camisa de rayas y unos pantalones chinos de raya.

-         Oye, Pedro… He visto tu buzón lleno, ¿acabas de llegar?

-         Llegué hace unas horas…- dijo desde su habitación.- Pero sólo dejé la maleta y me fui a la universidad que tenía entregar unos documentos en el departamento.

-         No sé, quizás querías ver el partido tranquilo y…

-         Creo que he sido yo quien te ha invitado, ¿no?- dijo volviendo de su habitación.

Éste si era mi Pedro: elegantemente desaliñado, con una camiseta ancha que marcaban sus fuertes hombros y un pantalón de pijama largo de rayas… Yo lo miré de reojo mientras daba un sorbo a mi cerveza, porque no era cuestión de mirarlo fijamente.

Sin detenerse en el salón fue a la cocina y unos minutos después apareció con un bol con snacks y otros aperitivos.

-         Perdón por no haber preparado nada, pero no sabía que iba a tener visita.- rió con ironía.

-         ¿Sabes? En la universidad pareces más serio…

-         Sí, puede que tenga hasta doble personalidad depende del lugar donde me conozcas.

Me encantaba el juego que llevábamos; ese amago constante de jugar con los dobles sentidos y que nos hacía provocar situaciones que nos excitaban de sobremanera.

-         Ya han salido al campo…- anunció mirando al televisor y abriendo una nueva lata de cerveza.

-         Nunca me había imaginado esto.

-         ¿El qué?

-         Ver un partido de futbol con mi profesor…

-         Bueno, lo has provocado tú.

-         ¿Yo?

-         Sí, eres la bruta que ha partido la llave del piso.

-         ¡No me digas bruta!

-         Jajaja… Bueno calla que ya ha empezado.- me interrumpió poniendo una mano en la boca mientras miraba a la tele, en un gesto que hizo que un cosquilleo recorriera mi nuca.

“El Real Madrid empieza presionando muy arriba al Barcelona, como es lógicoBalón atrás de Piqué para Váldés, éste abre para Puyol que devuelve a Váldes…¡Fallo increible del portero azulgrana que manda el balón a Di Maria!, ¡rechaza su disparo Busquets y lo recoge Ozil! ¡Oziiiiiil…! ¡Despeja Busquets de nuevo, pero el balón queda muerto para Benzema y…! ¡GOOOOOOOOOOL! ¡GOL, GOL, GOL! ¡DEL REAL MADRID A LOS 30 SEGUNDOS DE PARTIDO!”

Como podéis comprender mi cara era un poema, pero Pedro no lo celebró por todo lo alto; se limitó a sonreír mirando mi cara de cabreo y dándome con el codo en el costado me dijo:

-         “Buenos reflejos… Como Váldes”

-         Te la vas a ganar…- le contesté yo con una confianza más propia de Rei y Gendo que de Pedro y Nat.

-         Vale, vale…- rió levantando las manos en señal de rendición.- ¿Quieres otra cerveza? Para ahogar las penas, jajaja.

Cogí la cerveza de su mano con muy mala leche y la abrí para darle un largo sorbo, mientras seguía viendo el partido… Las discusiones eran constantes entre nosotros; cada falta, cada agarrón, cada tiro a puerta. Llegando incluso a darle un golpe en la cabeza a Pedro cuando se rió por una falta que le hicieron a Cesc Fabregas.

-         Eso sí que no te lo consiento… Con mi amor, no te metas…

-         ¿Tu amor? ¡Pero si Ozil juega veinte veces mejor!

-         ¿Ozil? ¿El chihuahua? ¡Venga ya!

Seguíamos charlando y comentando el partido, con la cerveza en la mano y devorando patatas fritas… Creo que, por primera vez en mi vida, estaba viendo un partido de futbol con un chico y me estaba portando tal y como yo soy. Y lo bueno es que a Pedro parecía gustarle…

“Se va Messi, aguanta Messi el acoso de Alonso… Messi avanza y ¡pase en profundidad para Alexis y…! ¡GOOOOOOOOOOOOL DE ALEXIS! ¡GOL DEL BARÇAAAAA!”

-         ¡Tomaaaaaa!- grité desaforada saltando del sofá y subiéndome en la mesa baja donde estaban las cervezas.- ¡Gooooool!

-         Que suerte tenéis…

-         ¿Suerte? ¿Suerte?- repetí feliz.- ¡Saluda al campeón, chaval!

Pedro me miraba con una sonrisa pero enfadado, se veía de lejos que vivía el futbol igual que yo; un autentico forofo, y eso me encantaba… Bueno no quiero aburriros con tanto partido, pero quien no sepa el resultado final, solo deciros que Xavi marcó el segundo del Barcelona y, casi al final, Cesc Fabregas, mi Fabregas, marcó el tercero de la remontada.

-         ¡Gooooooooool!- grité saltando de nuevo y bailando contoneándome delante de Pedro, para provocar su ira.

-         Deja de hacer eso o te vas a enterar…- me amenazó mientras los jugadores del Barça hacían una piña pra celebrarlo.

-         ¿Ah si? ¿Y qué piensas hacer?- le dije con los brazos en jarras plantada delante de él.

Y fue increíblemente rápido y, antes de que pudiera esquivarlo, me dio un cojinazo en la cara que hizo tambalear y caer sobre el sillón de atrás. Me levanté para limpiarme porque al caer me eché encima la cerveza que llevaba en la mano.

  • ¡Oye! Eres un bestia…- dijo un poco enfadada, y estirando mi camiseta porque la cerveza estaba calando en mi escote.

  • Lo siento, pero te lo mereces… Por provocarme. Pero te la has derramado tú…

A esas alturas, tengo que admitir que yo estaba un poco perjudicada por las tres cervezas que me había tomado, y mi mente pensaba formas de hacerlo estar en un compromiso… Mi Gendo me planteaba una de sus batallas y hoy no pensaba perder… Me acerqué a la maleta, que seguía en uno de los lados del sofá, notando como Pedro me seguía con la mirada, preocupado por mi gesto de enfado que él no esperaba.

  • Date la vuelta…- le dije mientras abría la maleta.

  • ¿Qué?- dijo un poco confundido por mi actitud.

  • Date la vuelta…- repetí haciendo el gesto de quitarme la camiseta empapada.

  • Ah, perdón…- dijo Pedro girándose para darme la espalda.

Sabía que estaba totalmente sorprendido por que me fuera a quitarme la camiseta delante de él, pero también estaba segura de que él no iba a mirar… Una estupidez cuando me había masturbado delante de él a través de la pantalla de un ordenador, ¿verdad? Pero ese era el encanto de aquel hombre, sabía que cada cosa tenía su momento, y estar esa noche allí con él era muy especial para mí.

-         Ya puedes mirar, si quieres…- dije con una sonrisa y una sorpresa preparada.

-         No me jodas…- dijo con los ojos como platos el pobre Pedro, que flipó al ver que llevaba puesta la camiseta de Cesc Fábregas que me regalaron.

-         ¿No te gusta mi modelito?

-         No pienso sentarme en el mismo sofá que tú si llevas eso puesto…- dijo riendo y levantándose para irse al sillón.

-         ¿Lo dices en serio?- dije arqueando las cejas y sentándome en el sofá.

En ese momento recobré un poco la cordura y recordé la cerradura, el cerrajero, que había quedado con las chicas… Supongo que Pedro tenía la capacidad de leer en mis gestos, de entender mis preocupaciones.

-         ¿Qué te pasa, Nat?

-         Me acabo de acordar que tengo que llamar al cerrajero, había quedado con las chicas… ¿Puedo llamar desde aquí?

-         Claro, ahí tienes el teléfono…- me señaló con una sonrisa.

-         Vale, buscaré un cerrajero en la guía… Que pereza esperar ahora a ese tío.

-         Bueno, se me ocurre otra idea…- dijo levantándose del sillón.- Pedimos unas pizzas, tomamos unas cervezas y ya lo arreglaremos…

-         ¿Ya lo arreglaremos?- pregunté confundida pero sabiendo lo que me quería decir.

-         Quédate…

Una palabra… Tan solo una palabra y era todo una tormenta de sensaciones. ¿Cómo me podía decir tanto con tan poco? ¿Cómo un conjunto de letras podían provocar que mi corazón latiera de esa manera? Lo miré y él me miró, parecía que todo iba a explotar en un momento. Me quitó el teléfono de las manos, acercándose a mí, casi pegado a mi oído y me dijo en un susurro:

-         ¿De qué quieres la pizza?- dijo retirándose antes que le diera un guantazo.

-         Serás…

-         Seré, ¿qué?- dijo divertido mientras marcaba el número de la pizzeria.

-         Nada…

-         Entonces, ¿te quedas?

Me limite a asentir con la cabeza; no sé que le contaría al día siguiente a Miriam, pero por nada del mundo pensaba renunciar a mi momento.

-         Ponte cómoda si quieres… Cámbiate de ropa.

-         No pienso quitarme esta camiseta…

-         Lo suponía… Bueno quizás de la arranque yo.

-         Vaya, no sabía que eras tan atrevido con las chicas.

-         No lo soy… Solo con mi Rei

(CONTINUARÁ)