El primero en... (Jugar: Capítulo 2)
Desde pequeños, los juegos que nos ayudan a desarrollar nuestra imaginación son nuestros preferidos; es una costumbre que no deberíamos perder al crecer, pues como me dijo una persona muy especial: "Un pueblo con fantasías, avanza hacia el progreso" Eso es aplicable al ser humano. Hola, soy Nat...
La verdad que pensándolo bien puede que, en aquellos momentos, adolecería de un complejo de doble personalidad; como me había dicho Gonzalo, yo siempre había sido orgullosa y autosuficiente, pero la llegada a la ciudad me había hecho más dependiente de la gente que me rodeaba… Y puedo asegurar que no me arrepiento, porque las personas tienen que adaptarse a los lugares y las situaciones y ser capaces de pedir ayuda si lo creen necesario… Demasiados disgustos me costó en el pasado, ese orgullo trasnochado de querer hacerlo todo por mí misma.
La gente que había conocido ese día en la fiesta me admitieron sin prejuicios e incluso Miriam y Luisa se abrieron de forma increíble… No es que fueran el prototipo de amigas que siempre había tenido, pero el esfuerzo encomiable por hacer sentir como en casa me gustó.
Después está el asunto de Gonzalo; sé que algunos de vosotros me criticareis por haberme acostado con él a las primeras de cambio, pero nuestra historia viene de lejos… Nuestra especie de relación de “follamigos”, como decimos nosotros, empezó en el pueblo hace algunos años y sólo el hecho de que él se echara novia la interrumpió; no así nuestra amistad que seguía siendo fuerte, a pesar de que su ya ex novia tratara de mantenernos alejados, quizás porque sospechaba la enorme atracción que sentíamos pero sin imaginar hasta donde nos había llevado esa atracción.
Unos meses de después su novia lo dejó, pero yo ya estaba enclaustrada en mi habitación tras esa decepción amorosa de la que, como os habéis dado cuenta, evito hablar en todo momento. Gonzo se marchó a la ciudad a estudiar la misma especialización que yo empezaba ahora.
- Oye, ¿qué significa esto?- preguntó Gonzalo mientras se ponía la camiseta de basket y yo lo miraba desde mi sofá.
- No te preocupes, nene… No te voy a pedir nada, ¿eh?- dijo un poco ofendida por la actitud pasota de mi amigo.
- No me malinterpretes, Nat.- dijo sentándose a mi lado.- Es que, de verdad, no sé muy bien como pretendes que me lo tome; eres mi amiga, tú no eres otra cualquiera y no quiero que nuestra amistad se rompa… Sabes que te quiero mucho.
- Sí, sí, ya lo he visto…- bromeé limpiándome su corrida de las tetas.
- ¡Vamos, Nat! Estoy hablando en serio…
- Mira, Gonzalo, a mí no tienes que tratarme como una de tus amigas; nos conocemos y sigo teniendo tan claro lo que hay entre nosotros como hace unos años… Sexo, y solo eso. Pasamos buenos ratos cuando nos apetezca a los dos, y siempre de tiempo en tiempo y mientras no tengamos pareja. Ya está, no hay más.
Mi amigo me miró y sonrió; mi cogió la cabeza y me dio un beso en la frente. Después se agachó a ponerse las zapatillas… Yo me levanté del sofá y me subí mis braguitas y me puse una camiseta ancha que había sobre el sofá, desde por la mañana.
- ¿Quieres un café?- le dije yendo a la cocina y dejándolo en el sofá-
- No, gracias… Voy a volver a la fiesta; esta noche duermo en casa de Dani.
- ¿Y Miriam?- pregunté en voz alta desde la cocina mientras preparaba la cafetera.
- Pues no creo que se quede… Pero a lo mejor se llegan a tomarse algo.- dijo mientras entraba en la cocina y me cogía de la cintura.- ¿Estás celosa?
- Eso es lo que tú quisieras, jajaja…- dije esquivando su caricia.- Más que celosa, estoy interesada.
- ¿Interesada?
- Sí… Gonzo, te conozco desde que íbamos a Primaria, y veo como la miras…- dije sentándome en la encimera y cruzando las piernas.
- ¿Me dices esto después de que hayamos echado un polvo?- dijo incrédulo mi amigo.
- Eso no tiene nada que ver con Miriam… Pero sé que ella te gusta y mucho; no das el paso porque estás acojonado desde que tu ex te dejó.
- Oye, ¿tú estudias literatura o psicología?- dijo Gonzo con una sonrisa.
- Bueno tú sabrás… Pero deberías perder el miedo a empezar una relación.
- ¿Y eso me lo dices tú? Doña “yo no busco relaciones serias”
- Ahí te has pasado, nene…- dije un poco afectada por la frase de Gonzo.
- Venga, no te enfades… Las cosas claras, ¿no? Ninguno de los dos somos los mejores para hablar de noviazgos y eso.
- Vale, pero eso no quita para que te diga lo que piense, ¿o si?
Gonzalo se quedó mirándome desde el otro lado de la cocina, como si estuviera analizando mis palabras. Su mirada me recorrió desde la cara hasta acabar en mis piernas cruzadas; yo hice un gesto de taparme más aún y él sonrió por mi repentino acceso de vergüenza.
- Puede que tengas razón… Miriam me gusta, pero las cosas no son tan fáciles. Además no me pienso complicar la vida a estas alturas.- dijo acercándose de nuevo y acariciando mis muslos desnudos.
- Anda, lárgate ya, jajaja.- le dije quitando las manos de mis muslos.
- Vale, vale…- dijo levantado las manos como si le estuvieran atracando.- ¿No quieres venir con nosotros?
- No, gracias nene… Pero ya ha sido un día muy intenso.- dije sonriendo.- Además quiero darme una ducha y salir a hacer algunas compras a algún supermercado de aquí.
- Vale, como quieras…- dijo llegando hasta mí para darme un beso en la mejilla.- A dos manzanas de aquí tienes un supermercado… ¿Nos vemos mañana?
- Mañana es sábado, ¿no? No hay clase…
- Ya pero podemos quedar para tomar algo, ¿no?
- Bueno, quiero ordenar un poco el piso… Yo te llamo con lo que sea…
- Ok, mi sargento… Tú mandas.
Mi amigo salió hasta la puerta de la cocina para detenerse justo en el marco de la puerta y asomar su cabeza, otra vez, en la cocina.
- Oye, Nat… Qué cuando quieras que te haga otra visita de éstas, me lo dices, ¿eh? Para eso están los amigos.- soltó riendo a carcajadas.
- ¡Lárgate ya!- le grité tirándole un trapo de cocina que había sobre la encimera.
Cuando se marchó, yo seguí unos minutos sentada en la cocina y pensando en todo lo que había ocurrido ese día… Llegar a la nueva universidad, reencontrarme con Pedro; conocer a los amigos de Gonzalo, tontear con Pedro; follar con Gonzalo, fantasear con Pedro… Dios mio, esto era una locura.
Me di una ducha rápida y me vestí con ropa deportiva y cómoda para ir a hacer la compra; fui a la cocina para coger el dinero del tarro de cerámica donde lo guardaba y al ir a cerrar la ventana de la cocina me quedé petrificada… Justo en la ventana de enfrente, de espaldas a mí, estaba Pedro poniéndose una camiseta sin mangas, en lo que parecía ser el salón de piso. No sé que me impulsó a, que cuando se giró hacia la ventana, agacharme para que no me viera… Era absurdo porque él sabía perfectamente donde vivía y, por supuesto, las ventanas que daban a mi casa. Pero, ¿qué tenía ese hombre que me ponía tan nerviosa?
Casi andando a gatas, me quité de la vista de la ventana y salí de la cocina. Cogí las llaves que había sobre el mueble de la entrada y salí del piso, dispuesta a hacer la compra y tratar de airear mis pensamientos.
La verdad que pensareis que soy rara si os digo que un paseo por el supermercado con el carro de la compra, tratando que no se desvía a la derecha y esquivando niños suicidas, me calma muchísimo; supongo que me ayuda a conectar con la “Maruja” que llevo dentro… Cereales, leche, pasta, algunas conservas, fruta, arroz… la verdad que viendo mi carro de la compra me deprimía un poco, por llevar la típica comida de un piso de estudiantes. Pero, ¿qué era yo, al fin y al cabo? La cocina ha sido una de las grandes frustraciones de mi vida, pero no renunciaba a aprender algún día.
Salí del supermercado, casi una hora después, con cuatro grandes bolsas de plástico, porque siempre se compran más cosas de las que tienes pensadas, y crucé el parque en dirección a mi apartamento… Subí las escaleras como pude hasta llegar, completamente agotada, a la puerta de mi piso; dejé las bolsas en el suelo y traté de abrir la puerta que, como no en el momento más oportuno, se había atrancado y no abría. Las pocas fuerzas que me quedaban me impedían tirar con fuerza.
- ¡Joder! ¡Vaya mierda de puerta!- dije fuera de mis casillas.
- ¿Necesitas ayuda?- escuché la voz de Pedro que acababa de subir las escaleras desde la calle.
Allí estaba él, con la misma camiseta que le había visto ponerse desde la cocina, empapada en sudor, y un pantalón corto de running. Su cabeza rapada brillaba perlada por las gotas de sudor y los auriculares del Ipod colgaban de su cuello. Nunca me han llamado la atención los tios por el hecho de hacer deporte, pero parece como eso, en Pedro, fuera un aliciente más.
- Bueno, es que la puerta no abre…- dije bajando la mirada.
- No te preocupes, espera.- dijo acercándose a la puerta y pidiéndome la llave.
Se puso justo delante de mí y, tirando fuerte del mango de la puerta, giró la llave para abrirla con un golpe del hombro. Olía a sudor, pero no un olor desagradable ni mucho menos.
- Ya está abierta… Parece que se ha pujado un poco más.
- Muchas gracias…- dije cogiendo las bolsas y entrando en el piso, mientras él salía.- Oye, Pedro… ¿quieres pasar y tomar algo?
- No creo que sea el mejor momento…- rió separándose la camiseta del cuerpo para mostrar lo sudado que estaba.- Vengo de correr y estoy deseando de darme una ducha.
“Entra y te duchas conmigo” ¿Qué coño estaba pensando? Creo que estaba perdiendo el norte, conforme más tiempo pasaba cerca de aquel hombre… Y lo peor, es que me gustaba.
- Vale, cuando quieras… Ya sé que eres mi profesor y no está bien que te vean con una alumna.
- En realidad eres mayor de edad pero, al menos en el centro, está mal visto por el decano.
- No estamos en el Centro.
- ¿Me estás provocando, Nat?
- ¿Eso crees?- dije sonriendo picadamente.
- Jaja… Bueno, nos vemos el lunes en clase.- dijo dándose la vuelta.
- Fría.
- ¿Qué?- dijo él girándose a punto de avanzar por el pasillo.
- La ducha. Dátela bien fría… Calma mucho.-sonreí con sarcasmo.
- Vale… Gracias.- contestó como si se hubiera avergonzado de repente.
Me gustaba la sensación de ver superado a aquel hombre; de sentir como me empequeñecía ante mis frases llenas de dobles sentidos… Pero entonces, ¿por qué me avergonzaba, otras veces, como cuando lo vi en su habitación a través de la cocina?
Entre en la casa y lo primero que hice fue quitarme el pantalón del chándal y quedarme en braguitas; como os he dicho antes, siempre me ha encantado andar en ropa interior, incluso desnuda por casa. Ordené la compra en los armarios de la cocina y, en un momento, no pude evitar mirar por la ventana… Justo allí estaba Pedro, recién salido de la ducha y liado en una toalla. Nos separaba sólo el hueco del patio de luz. Esa vez no me avergoncé.
- Hola vecino… ¿Qué tal esa ducha?- dije pegada a la ventana para que no viera que sólo llevaba las braguitas y la camiseta.
- Fría, muy fría.- dijo él siguiendo con la broma.
- Jaja… Bueno, yo estaba colocando la compra, si necesitas algo, aquí estaré.
Y dicho esto, con todo el morro del mundo, me subí en el taburete para colocar las cosas en los armarios de arriba; sabía que desde donde él estaba, podía ver perfectamente mi culo tan solo tapado por las braguitas, ya que se me subía la camiseta al elevar los brazos… Pero no sé el qué me impulsaba a jugar con él, creyéndome ganadora de ese juego de provocación. Me bajé muy despacio y miré de forma provocativa a la ventana. Pero, menudo chasco me llevé cuando vi que Pedro ya no estaba. ¿Había estado haciendo la tonta para nadie? ¿O se había marchado porque no podía aguantar más la provocación?
Me marché hacia el salón, una vez colocada la compra y me eché el sofá encendiendo el ordenador. Metí mi clave de Messenger y descubrí nueve invitaciones de correos… Recordé que había dado mis datos en la hoja que me pasó Dani, así que jugué a identificar a cada uno de los correos. Los de las chicas fueron más fáciles e identifiqué enseguida el de Miriam, Luisa y las demás… De los chicos había muchos y, cada uno, más difícil de saber de quien era por los nombres absurdos de personajes de videojuegos o referentes a sus atributos sexuales. En total, las tres chicas de la pandilla y, no menos, de nueve de los chicos del equipo de basket.
- Hola, princesa… Hoy estabas guapísima en la fiesta. Daban ganas de… - empezó a escribir uno de los correos desconocidos
- Jajaja… Vaya que directo eres, ¿no?
- Esto es lo bueno de los amigos de Messenger, no hay que guardar las formas.
- Sí, sí, claro… ¡Que listo eres!
- Jaja, supongo que sé jugar mis cartas.
En ese momento, me llamaran al móvil y en la pantalla estaba iluminado el nombre de “Gonzalo”; cogí el teléfono sin quitar ojo de la pantalla:
- Dime, nene.- contesté escuchando de fondo un ruido de gente riendo y chillando.
- Nat, ¿me oyes?- escuché la voz de Gonzalo con dificultar.- Espera un momento que me salgo… Nat, ¿Cómo estás guapa?
- Pues muy bien, ya veo que tú sigues de fiesta.
- Sí estamos en una bar cerca de tu casa, era por si querías bajar un rato o sí quedábamos está noche.
- No, hoy prefiero quedarme en casa, tranquila… Quizás mañana, ¿vale?
Mientras no quitaba ojo de la pantalla del ordenador donde, en la conversación que mantenía con aquel desconocido apareció una nueva línea de conversación.
- ¿Estás ahí?
- Sí estoy, un momento porfi. Estoy al teléfono…
Bueno, por lo pronto sabía que Gonzalo no era, aunque ya lo tenía casi descartado porque era absurdo que me dijera que “daban ganas de…”, cuando me había follado como una bestia después de la fiesta.
- Bueno vale, como quieras señorita.- contestó Gonzalo al otro lado del telefono.
- Oye, Gonzalo
- Dime…
- ¿Dani está ahí contigo?- pregunté para descartar a mi más firme candidato a ser mi querido desconocido.
- Bueno, estar no sé si está o sólo se mantiene en pie, jaja… Está en la barra con Luisa, con una borrachera que no veas… ¿Por qué me preguntas por él? No me digas que…
- Que noooo, pesado… Sólo era curiosidad, ¿vale? Mañana nos vemos, Gonzo…- dije y colgué el teléfono, para centrarme un poco sorprendida en la pantalla del ordenador.
La conversación seguía tan como la dejé; el desconocido no había puesto una frase más, como si esperara con paciencia a que yo acabara mi llamada telefónica... Había más chicos en aquella fiesta y con algunos había cruzada algunas palabras, pero no parecía probable que quisieran entablar una conversación conmigo.
- Oye, ¿me vas a decir quien eres?- pregunté tecleando intrigada.
- No, creo que es más divertido jugar a que no nos conocemos.
- Bueno, eso no es justo, porque tú si me conoces a mí.- protesté encantada con la ambigüedad de mi interlocutor.
- He dicho jugar, no que no nos conozcamos… Está en ti querer aceptar este juego; yo nunca hablaré de esto contigo en persona, ni haré referencia a lo que pase por aquí. Quizás descubras quien soy hoy, mañana o puede que dentro de dos semanas… Pero guárdalo para ti; esto será un oasis para nosotros .
Estaba alucinada con la facilidad que tenía ese chico para engancharme a su conversación; trataba de evitar pensar en quien podía ser y abstraerme para disfrutar de ese juego, pero no paraba de darle vueltas a la cabeza de quien podía ser…. “Pedro” pensé, de repente; cuadraba en su forma de escribir, en su búsqueda de un modo de hablar conmigo que no significara una relación personal al uso… Pero, ¿cómo había conseguido mi correo electrónico? Entonces busqué en mi carpeta y vi la copia del impreso de matriculación que él había entregado por mí y, efectivamente, entre los datos de la matricula estaba mi correo electrónico.
- O sea me estás diciendo que aunque descubra quien eres, no te lo diga…- tecleé con una sonrisa en los labios.
- Bueno, esa es la idea… Si quieres aceptar el juego.
Pensé unos instantes con una sonrisa en la cara porque, aunque no sabía con total seguridad si podía ser Pedro, tenía la sensación de que podía ser un juego muy divertido.
- Acepto el juego.
- Lo sabía…
- ¿Ah sí?
- Sí, sé que en realidad te gusta el riesgo y la excitación de lo prohibido.
- Bueno, no hacemos nada prohibido, ¿no?
- Por ahora no.
- Me estás asustando.
- No te preocupes, puedes parar cuando quieras.
- Pero perderé.
- Jajaja… Bueno, si lo quieres ver así.
- Bueno, me arriesgaré… Tienes razón me gusta el riesgo.
- Dime que son las cosas de las que quieres hablar… ¿qué temas están prohibidos?
- Supongo que si empezamos prohibiendo cosas, mal vamos…- dije muy segura de mi misma.
- Si señorita, me gusta tu actitud. Pues que cosas te gustan, entonces.
- Pues me gusta la literatura, el anime, la música y el sexo.
- ¿El sexo? Vaya, apuestas alto para ser la primera vez que hablas conmigo…
- Digamos que hay algo que ti que me hace confiar…¿Empatía, quizás?
- Bueno, puede ser… Ya te dije que no hay que guardar las formas.
- ¿No me vas a preguntar que llevo puesto ni nada de eso?
- Lo veo vulgar… Prefiero imaginarte como yo quiera.
- ¿Ah si? ¿Y como me imaginas?
- Pues recién salida de la ducha, en braguitas que solo tú sabes hacer sexys y una camiseta ancha que tape tus preciosos pechos.
- ¡Vaya! Cualquiera diría que me estás viendo por una cámara.
- ¿He acertado?
- Excepto en lo de “recién salida de la ducha”… ¿Y tú como estás vestido?
- Tienes que abstraerte más de la realidad, nena… ¿Cómo imagina tu mente que estoy vestido?
- Hace calor, así que quizás estés en pantalón corto y sin camiseta, recién salido de la ducha porque puede que hayas venido de correr o del gimnasio.- lancé el órdago para ver hasta donde era capaz de llegar.
Guardó silencio unos segundos que se me hicieron eternos; por un momento pensé que se desconectaría por mi torpeza a la hora de hacer referencia a algo que me podía indicar quien era.
- Jajaja, estás a punto de perder el juego… Te aferras demasiado a la realidad, vive una fantasía…
Bingo. Eso me confirmaba mi idea de que mi interlocutor era Pedro… Buff, no os podéis imaginar el subidón que me dio en ese momento. De repente, el juego cobró interés para mí, mucho interés. Era mi profesor, mi vecino, ese hombre que me causaba esa extraña excitación al tenerlo frente a mí.
- Vale, perdona… Volvamos a nuestro juego; ¿Cuáles son las reglas?
- Las reglas son que no hay reglas… Podrás hablar de lo que quieras, contar lo que quieras y preguntar lo que desees.
- Pero eso puede hacer que me entere de quien eres, ¿no?
- Bueno, si eres la mitad de inteligente que creo que eres, ya lo debes saber… Pero se trata de que esta relación nos lleve a conocernos más como personas que saber nuestra identidad.
- Relación, me gusta y me asusta…
- ¿Te asusta?
- Sí, siempre he tenido el defecto de huir de lo que puede atarme; Supongo que será por cierta relación que tuve…
- ¿Ves? Ahora sí estás empezando a jugar… Ya sé algo de ti que jamás hubiera sabido de otra forma .
- Bueno, algo sí sabes personal… Después de lo que he dicho sabes que no tengo pareja.
- En eso tienes razón, pero lo importante es que me has confesado lo de tu miedo a las relaciones interpersonales.
- Visto asi…
- Bueno me tengo que ir por hoy. Tengo trabajo.
- Me dejas sola y desamparada…
- Algo podrás hacer, ¿no?
Quería provocarlo; gritarle que jugar conmigo iba a ser más difícil de lo que él creía. Llevarlo al límite de la excitación y de la sensualidad.
- Pues sí, me voy a masturbar en mi habitación, pensando en ti.
- Ufff, que directa eres…
- No hay límites entre los amigos de Messenger, ¿no? Tendrás que aprender a dejarte llevar en ese sentido.
- Sí, no te preocupes, jajaja. En ese sentido, contigo, es fácil dejarse llevar.
- Umm, eso me gusta escucharlo… ¿Sabes? Me estás poniendo muy caliente.
- No empecemos, jajaja. Mejor me voy y otro día seguimos.
- Porque quieres…
- Para ser el primer día, no está nada mal.
- ¿Qué te hace suponer que no borraré tu correo y no sabrás más de mi?
- Sé que no lo harás, estás enganchada a mí.
Me sorprendió la seguridad que Pedro tenía en sí mismo, pero me gustaba porque me trataba como a una igual… En esta relación virtual que habiamos establecido ni él era maestro, ni yo tenía miedos a expresarme. ¡Por dios! Le acababa de decir que pensaba masturbarme pensando en él… Y no me arrepentía.
- De acuerdo, nos vemos mañana… ¿Cómo tengo que llamarte?
- No sé, como tú quieras… Un nombre que te guste.
- Quiero llamarte Gendo
- ¿Gendo?
- Sí, de Evangelion…
- No sé que es eso.
- ¡Por eso tendría que borrarte! Es la mejor serie de anime de todos los tiempos. Mira, ya tienes tareas para mañana, jaja.
- Jajaja, trataré de ver algún capitulo.
- Buenas noches, Gendo.
- Buenas noches… Bueno, ¿cómo tengo que llamarte a ti?
- Me gusta Rei, es otro de los personajes…Tendrás que ver la serie para saber quien es…
- Ahora me has dejado intrigado.
- La intriga siempre es buena, hace que la mente se mantenga despierta.
- Buenas noches, Rei
- Buenas noches, Gendo.
Desconecté el chat justo cuando vi que Pedro se había desconectado; suspiré hondo por la avalancha de sensaciones que había tenido durante esa hora escasa que habíamos hablado. Pero seguía muy excitada y ahora llegaba el momento en el que había que dar un paso más hacía el ascenso, o descenso según se mire, hacia la lujuria.
Me marché a mi habitación y me tumbé en la cama; con mis piernas mirando hacia la ventana que había enfrente; si la cocina daba a su salón de su casa, esta otra ventana tenía que dar a otra parte de su piso, quizás su dormitorio… Y con la información que le había dado, estaba segura de que Pedro observaría como me masturbaba esa noche.
Con la cortina a medio abrir, para no ser demasiado evidente, metí mi mano dentro de mis braguitas, esas que él decía que solo yo sabía hacer sexy. Las yemas de mis dedos tocaban mi sexo ya húmedo de la sola conversación con mi querido “Gendo”. Me mordí el labio y eché la cabeza hacia atrás. Esta vez no tenía que imaginar que Pedro me estaba follando; la sola sospecha de que me estuviera observando desde el otro lado del patio, me tenía excitadísima.
Levanté mis piernas al techo de manera sensual, para sacarme las braguitas mojadas por los tobillos; ahora mi coñito estaba a la vista de mi vecino, mientras mis dedos jugaban en círculos sobre mi clítoris… No me cortaba a la hora de emitir algún gemido suave para hacerle ver lo excitada que estaba. Imaginaba a Pedro, con su polla en la mano, pajeándose mientras veía el espectáculo que yo le estaba dando.
Sin poder evitarlo más, abrí neceser de baño que había sobre la mesilla, y cogí el cepillo de dientes eléctrico, y que algunas veces había usado de vibrador ante la imposibilidad de tener un vibrador en casa.. Lo activé, escuchando perfectamente el zumbido y lo acerqué a mi cueva.
Cuando la vibración del mango tocó mi clítoris tuve que aguantar la respiración para no correrme de inmediato. ¿Qué estaría pensando Pedro al otro lado de la ventana? Viendo como su querida alumna se metía ese cepillo en el coñito. La sola idea de su mirada clavada en mí hizo que me corriera como una bestia mientras introducía el cepillo en mi interior.
Me quedé deshecha sobre la cama sin tener fuerzas siquiera para parar el cepillo que seguía zumbando en la silenciosa habitación. Me incorporé sobre mis codos para mirar hacia la ventana con una sonrisa en los labios. La total oscuridad de esa ventana no me engañaba, algo me decía que Pedro había observado todo. Apagué el cepillo y me levanté para ir al baño, porque tenía hasta los muslos empapados por mi brutal orgasmo.
Me fui a la cocina, preparé un tazón grande de cereales y dediqué el rato que me quedaba de noche antes de irme a la cama a seguir leyendo el libro que tenía entre manos: “El primero en morir” . Sonreí al acordarme que había sido ese libro el que había iniciado, de alguna manera la relación existente entre Pedro y yo; ahora, el corte que me dio mi profesor me parecía gracioso viéndolo con la perspectiva del tiempo.
Cuando me cansé de leer, eran ya las tres de la mañana y, a pesar de que yo era una adicta a dormir en el sofá, esa noche me fui a la cama donde unas horas antes me había masturbado. Dormir en esa cama era lo más cercano que estaba de dormir junto a él… Me sentía protegida.
A la mañana siguiente me levanté bastante tarde, casi a las doce de la mañana, y tras darme una ducha me vestí con unos pantalones vaqueros y una camiseta de tirantes dejaba ver mi ombligo. Tenía ganas de salir a la calle, entre otras cosas para evitar la tentación de conectarme de nuevo, y darle la razón a Pedro en lo de que estaba enganchada a él.
Bajé las escaleras para dar un paseo por el barrio; no tenía ganas de llamar a Gonzalo que era del único que tenía el teléfono, así que salí del portal con el fin de dar un paseo por el barrio. En la puerta estaba Pedro hablando con otro hombre un poco mayor. Pasé por al lado de él y no quise saludar, aunque las ganas me mataban, pero el juego era el juego. Noté la mirada, sin embargo, de su amigo que analizó cada parte de mi cuerpo y me dí cuenta que otra mirada que no fuera la suya empezaba a molestar. Me alejé del portal, dejándolos atrás.
- Buenas tardes, Nat.- escuché la voz de Pedro desde donde estaba.
- Buenas tardes, profe… - me giré mirándolo con una sonrisa picara, mientras él me guiñaba un ojo sin que su amigo se diera cuenta.
El juego era mucho más excitante de lo que yo pudiera llegar a imaginar; su sola presencia allí me había hecho humedecer mis braguitas otra vez. Seguí caminando sabiendo que aquello era el principio de algo que iba a cambiar mi vida para siempre.
(CONTINUARÁ)
Perdonad por la confusión que pueda creer ese cambio de nombres de los personajes de la realidad a su “juego virtual”; es un homenaje a la serie Evangelion, que gracias a una recomendación estoy disfrutando actualmente…Espero que no os cause muchos problemas a la hora de seguir la trama. Todos los animes, libros y autores que se citan en esta saga son reales y son, en mi humilde opinión muy recomendables.