El primero en... (Huir: Capítulo 8)

Creo que ya quedan pocas que contar... Sólo esperar que sepáis que mi vida puede que no sea ni la más feliz ni la más triste, pero es mía... Hola, soy Nat y está es mi historia

A partir de ese día, mi vida dio un vuelco radical; sin decirnos nada ni poner nombre a lo nuestro, se podía decir que manteníamos una relación… Sin habernos explicado -esta vez no- ninguna absurda norma de comportamiento, los dos sabíamos como llevar perfectamente la situación. De puertas para adentro de nuestros pisos éramos una pareja cariñosa y muy consciente de hasta donde nos llevaba nuestra relación, pero en la universidad manteníamos las distancias, incluso divertidos por las situaciones que nos provocaban nuestros soterrados gestos de cariño a espaldas de nuestros amigos.

Había pasado casi un mes desde aquella cena que significó nuestra primera declaración de sentimientos; mis amigas decían que mi carácter había cambiado, y que cada día me iba más temprano a casa los fines de semana… Todo tenía una explicación: Pedro me animaba a seguir saliendo con mis amigas, porque sabía que lo pasaba muy bien con ellas y él nunca tuvo ningún gesto de celos conmigo. Tengo que admitir que eso, a veces, me molestaba; su total ausencia de celos hacía cualquier chico que me rodeara lo interpretaba yo como poco interés en mí. De todas formas, cuando salía de marcha, volvía a casa de Pedro con las llaves que él me había dado y me acurrucaba en la cama junto a él… Su brazo rodeando mi cuerpo mientras dormía, hacía que olvidara cualquier desazón que su pasotismo me causara

Pero nada más alejado de la realidad, porque mi Gendo confiaba en mí y eso era todo lo que le importaba… Y yo, por supuesto, no se me pasaba por la cabeza arriesgar eso tan especial que había conseguido con él, aunque fuera secreto para los demás. Ese secretismo provocaba que no pocos chicos se me acercaran las noches que salíamos de marcha, porque supuestamente yo era una chica libre y sin pareja; además, estaban Luisa y Almudena, que me animaban a tirarme a todo lo que pillara… Miriam ya tenía bastante con lo suyo, con el idiota de Gonzalo sin saber aclararse aún…

Gonzalo… Ese hombre… El único que sabía nuestro secreto pero que, desde aquel día que me dejó en el aula junto a Pedro, no había vuelto a hablar del tema conmigo; lo conocía perfectamente y sé que estaba esperando a  que yo le contara todo si quería, porque creía que lo mejor es que yo me tomara mi tiempo… Nuestros gestos cómplices cuando yo tenía que dar alguna estúpida excusa para escaparme junto a Pedro, eran frecuentes. Yo ponía la excusa a mis amigas y Gonzalo sonreía desde un segundo plano; sé que era feliz porque yo era feliz, pero él seguía sin serlo porque no se atrevía a confesar sus sentimientos a Miriam. De todas formas me sorprendió que Gonzalo no hablara con Pedro, para advertirle el clásico: “como le hagas daño te mato”. Quizás el chico estaba comenzando a madurar, después de todo.

Bueno, como había dicho, había pasado ya un mes de aquella cena romántica que tuvimos los dos… Ese día me levanté un poco antes que Pedro, para darme una ducha; él tenía clase un poco más tarde, pero solíamos desayunar juntos todos los días. Justo cuando yo salía de la ducha y me estaba liando en la toalla, entró él en el baño, vestido solo con una boxer.

-                          Buenos días, mi Rei - me dijo besándome muy suave en los labios; no habíamos perdido los nombres que elegimos en nuestro juego, porque nos divertía todo lo que traían detrás.

-                          Hola, guapo… ¿Te has levantado antes de tiempo?- dije mientras trataba de hacer algo decente con mi pelo.

-                          Sí, como tengo dos horas libres quiero salir a correr un poco esta mañana.

-                          ¿No tuviste bastante ejercicio cardiovascular anoche?- bromeé haciendo referencia a lo ocurrido entre nuestras sábanas.

-                          Sabes que de eso, nunca tengo suficiente…- me dijo rodeándome con sus brazos y notando su erección en mi trasero.

-                          ¡Pedro, estate quieto! Que llego tarde a clase…

-                          Vale, vale…- dijo mientras de desnudaba del todo para meterse en la ducha.

Mis ojos, como casi siempre, fueron a su trasero desnudo y a su polla medio dura; me mordí el labio, porque aunque lo tenía siempre que quería, porque éramos bastante más activos sexualmente que la media, siempre me volvía loca ver su cuerpo desnudo.

-                          ¿No quieres darte otra ducha conmigo?- me dijo desde dentro de la ducha.

-                          Tengo que vestirme que llego tarde… Pero esta tarde no te libras…

-                          ¿Cuándo te vas a venir un día a correr conmigo?

-                          Prefiero seguir como ahora, corriéndome contigo…

-                          ¡Que bruta eres!- dijo mientras abría el grifo de la ducha.

-                          Jajajaja… Ya sabes que para llevarme a un gimnasio…

-                          Te tengo que atar o arrastrar…- completó la frase Pedro provocando las risas de los dos.

-                          Te dejo el desayuno en la cocina porque si tardas y ya me he ido, ¿vale?

-                          Vale, muchas gracias, pero ya salgo…

Me vestí con un pantalón de talle bajo y una camiseta de tirantes; me recogí el pelo en una coleta y me puse mis zapatillas deportivas… Después en la cocina, preparé mi taza de café y exprimí su zumo de naranja que siempre tomaba cuando salía a correr. Sonreí al pensar lo bien que conocía sus gustos y lo feliz que me hacía eso… Una pareja peculiar, que no hablaba de futuro, pero que amaba el presente que vivía.

-                          He quedado con Gonzo…- dijo Pedro saliendo del baño, ya con la ropa deportiva puesta.

-                          ¿Qué? ¿Y eso?- pregunté preocupada, aún sabiendo que Gonzalo nunca contaría nada de lo que paso entre nosotros, o nada que pudiera perjudicarme.

-                          No te preocupes… Tampoco tenía clase esta mañana y quedamos en salir a correr juntos. Ya que no quiero venir conmigo mi…

Levanté la mirada de la mesa, esperando lo que iba a decir; había cortado la frase al final como si tuviera miedo de expresarlo… Mi corazón latía a mil por hora esperando que su boca lo dijera, esa boca que me volvía loca.

-                          Mi… Rei - dijo sonriendo sabiendo que yo esperaba otra cosa.

-                          ¡Que capullo eres!- le dije tirándole un trapo de cocina que había sobre la encimera.

-                          Jajaja… Anda, lárgate que llegas tarde a clase…

-                          Bueno, el profesor más cascarrabias no está hoy en clase.- dije con sorna, provocando que me devolviera el trapo de cocina.

Salí corriendo tras darle el último sorbo a la taza de café; cogí mi carpeta de la mesa de la entrada y lanzándole un beso desde la puerta, cerré para salir al pasillo de escaleras.

-                          ¿¿Qué coño haces saliendo de casa de Pedro a estas horas??- escuché la voz de Miriam a mis espaldas.

Me quedé petrificada sin saber que decir; me giré muy despacio para encontrarme la cara de asombro de mi amiga que, por lo visto, había decidido ir a recogerme esa mañana a mi piso.

-                          Yo… Verás…- trataba de buscar una excusa convincente.- Ayer estuve en su piso para que me corrigiera el ejercicio de Literatura Aplicada y me dejé olvidada la carpeta…

-                          ¿Vas a que te corrija un ejercicio y te dejas ese ejercicio en su casa?- preguntó entornando las cejas con desconfianza, para después cambiar el gesto de repente.- Muy típico de ti, cualquier día te vas a dejar la cabeza… ¿Nos vamos?

-                          ¿Cómo que has venido a recogerme?- dije algo nerviosa.

-                          He decidido hacerte caso y dar un  paso adelante con Gonzo…

Nada más decir eso, la puerta del piso de Pedro se abrió y él salió con su ropa deportiva; de inmediato, se percató de la presencia de Miriam que lo miraba con los ojos como platos… Yo seguía petrificada sin saber muy bien como reaccionar en esa situación.

-                          Buenos días, Miriam…- dijo Pedro cerrando la puerta con llave.

-                          Buenos días, profe… ¡Vaya, te sienta mejor esa ropa que la que llevas a clase!- dijo Miriam, mirando el pantalón corto que llevaba él, y que mostraba sus musculadas piernas.

-                          Sí, sí, claro… Anda tirad para clase que vais a llegar tarde.- dijo pasando por mi lado.

Sin darme tiempo a reaccionar, Pedro agarró mi culo con una de sus manos; mi cara se puso blanca como la pared, porque Miriam estaba mirándonos con la boca abierta como un buzón de cartas.

-                          Nos vemos para comer, ¿vale?- me dijo sin soltarme el culo y dándome un beso en los labios, mientras yo seguía sin decir ni una palabra y sin pestañear.

Avanzó por el pasillo hasta la escalera, girándose con una sonrisa en los labios y guiñándome un ojo… Yo lo seguía con la mirada, mientras que Miriam seguía de pie con las manos en la cabeza.

-                          ¡Madre mía de dios! ¿¿te lo has follado??- gritó con una risa contagiosa y acercándose a mí.

-                          ¡Te estoy oyendo!- se escuchó la voz de Pedro desde el hueco de las escaleras y sonando el ruido de la puerta de la calle.

-                          ¡Cállate!- gritó Miriam a Pedro, para volver a sacudirme de los hombros.- ¿Por qué no me has dicho nada? ¿La carpeta olvidada? ¡Serás hija de puta! te lo has cepillado…

-                          Yo… No es lo que piensas…

-                          ¡Venga, Nat! ¡Por dios, que somos grandecitas!

-                          Vale, de acuerdo… Te lo contaré todo, pero prométeme que no se lo dirás a nadie; por ahora no queremos que nadie se entere.

-                          ¡Pero si te ha cogido el culo delante mía!

-                          Lo sé, está loco…- sonreí recordando ese gesto que había tenido, sin importarle quien hubiera delante.

-                          Lo primero es lo primero…- dijo Miriam mientras se echaba su mochila al hombro, que había dejado caer al suelo por la impresión.- ¿Folla bien?

-                          ¡Miriam, por favor!- reí dirigiéndome a las escaleras dejándola atrás.

-                          ¿Qué? Tengo derecho a saberlo, ¿no?- reía mi amiga tratando de alcanzarme.

-                          ¡Vete a la mierda!- seguí con la broma, bajando las escaleras, camino a la universidad.


Las dos primeras horas de clase se pasaron volando, teniendo que poner en silencio mi teléfono móvil, ante la insistencia de Miriam por whatsaaps en que le contara detalles de mi relación con Pedro. Salí de clase corriendo hacia la cafetería por si veía a Gonzalo; quería que me contara como es que había quedado con Pedro y no había dicho nada.

Aún estaba impresionada con la reacción de Pedro delante de Miriam, cuando siempre había sido tan reticente a cualquier muestra de cariño delante de nadie. Yo, por supuesto, feliz de este cambio aunque preocupada por el cariz que estaban tomando las cosas… ¿Seguía teniendo miedo a entablar una relación formal? Cada vez que esa idea pasaba por mi cabeza, la figura de Esteban venía a recordarme lo que me hizo sufrir el entregarme tanto a alguien.

El hecho que querer ver a Gonzalo era para explicarle, de una vez por todas, todo lo que había entre Pedro y yo; entre otras cosas, porque se lo había contado a Miriam y no me parecía justo que mi mejor amigo no lo supiera… Además, de él seguro que podía conseguir consejos más realistas que los de “fóllatelo hasta reventarlo” y “seguro que apruebas su asignatura” que me daba Miriam.

Al entrar en la cafetería, vi a Gonzalo hablando con Dani en la barra… Sus risas y cachondeos cambiaron al verme; mi amigo me miraba con una tierna sonrisa que me hacía recordar porque estuve tanto tiempo, loca por él. Con unas frases rápidas, despachó a Dani que viendome llegar sonrió y nos dejó solas, quizás pensando cosas que no eran… Pero, la verdad que no me importaba a esas alturas lo que pensaran de Gonzalo y de mí.

-                          ¿Qué quieres, Nat?- me dijo con esa sonrisa en su cara.

-                          Yo nada… Sólo quería verte y…

-                          No

-                          No, ¿qué?- dije sin pillar por donde iban los tiros.

-                          Que ni él me ha dicho nada, ni yo le he preguntado… Te esperaba a ti.

-                          Sí, lo siento… Sé que tenía que habértelo dicho.

-                          Mira, Nat… Me di cuenta yo solo; cambiaste de la noche a la mañana y esos ojos de enamorada solo te los he visto con una persona en tu vida…

-                          Esteban…- dije bajando la mirada.

-                          No lo nombres tres veces que, como los espíritus, puede aparecer.- bromeó Gonzalo con su peculiar sentido del humor.

-                          Eres un idiota.

-                          Sí, me lo dicen las mujeres a menudo, jaja.- dijo cogiéndome de la mano.

-                          Tengo miedo, Gonzalo.

-                          No seas tonta y déjate llevar. Alguien me dijo que no había que tenerle miedo a lo que pudiera pasar… Y fuiste tú. Yo no puedo darte grandes consejos; como tú dices estoy encoñado por una tía y no soy capaz de decirle nada.

-                          Con saber que tú me apoyas me vale.- sonreí para abrazarle y sentir su mano en mi pelo.

Estuvimos hablando lo que duraron un par de consumiciones en aquella barra de la cafetería de la universidad; le conté los avances con Pedro – omitiendo los aspectos sexuales, por supuesto-, hasta su reacción de esa mañana delante de Miriam. Mi amigo sonreía ante la ocurrencia de Pedro; sabía que esas eran la clase de cosas que a Gonzalo le encantaban en un tío.

-                          A todo esto, ¿qué haces aquí? ¿Ya te has cansado de correr?

-                          No, pero yo tenía clase a segunda hora y él se quedó en el circuito.

-                          ¿Tendré que aguantar que seáis amigos y me critiquéis?

-                          Bueno, Miriam y tú sois amigas y no digo nada, ¿no?

-                          ¿Y qué tiene que ver? Si no tienes huevos de decirle nada.- dije riendo.

-                          Eso ha sido un golpe bajo, idiota.

-                          Vaaaaale, perdona…- dije dándole un beso en la mejilla.

-                          Bueno me tengo que ir a clase. Luego nos vemos…- me dijo dándome otra vez un beso.

-                          ¿Cuándo te vas a decidir a hablar con Miriam?- inquirí cuando pasaba por mi lado.

-                          ¿Sabes una cosa? Ahora tengo un fin de semana libre, sin nada que hacer, y me voy al pueblo… Me servirá para pensar.- dijo con una sonrisa en los labios.

-                          Me conozco yo tus formas de pensar… Intenta mantener la polla dentro del pantalón.- le reñí tratando de proteger la integridad de la relación inexistente que tenia con Miriam.

-                          Jajaja… Sí, mamá…- dijo yéndose de la cafetería.

Esperé un rato, por si Pedro llegaba a la cafetería antes de entrar a dar su clase; yo ya había acabado mi jornada lectiva del día y me podía ir a casa. Justo cuando salía al pasillo, me encontré a Miriam con Carla al otro lado. Al menos, estando Carla delante, Miriam no me bombardearía a preguntas sobre el tamaño de la polla de Pedro…

-                          ¿Ya has acabado hoy?- preguntó Carla al encontrarme.

-                          Sí, sólo tenía dos clases…

-                          Bueno, así podrás dormir un poco; tienes pinta de no haber dormido mucho esta noche, ¿verdad?- dijo con segundas Miriam, sin que Carla se percatará de nada.

-                          ¡Ey nena!- gritó Luisa al llegar hasta donde estábamos nosotros.- ¡Noticia bomba!

-                          ¿Qué ha pasado?- dijo Carla riendo por el gusto de Luisa por los cotilleo.

Luisa se acercó al oído de Miriam para contarle esa especie de secreto; Carla me miraba divertida esperando a saber el cotilleo que tanto gustaba ocultar a Luisa. Pero, de repente, la cara de Miriam cambió para palidecer hasta un blanco nuclear.

-                          ¡Joder! ¡Mierda!- dijo Miriam.- Vámonos, Natalia…

-                          ¿Qué pasa?- dijo preocupada Carla que, como yo, no sabía nada del tema.

Me sacó de aquel pasillo, tirando de mi brazo y casi arrastrándome hasta la salida, a pesar de que no había casi nadie en la puerta. Al tirar de mi, me hizo estrellarme contra una persona haciendo que mi carpeta se cayera al suelo y los papeles estuvieran por el suelo.

-                          Perdona, es que mi amiga estaba…- dije disculpándome de la chica con la que había chocado.

-                          No, perdóname tú; venía distraída y no te vi… Déjame que te ayude.- dijo la chica de cuclillas de ayudándome a ordenar el estropicio causado por las prisas de Miriam.

La chica en esa postura hacía esfuerzos porque la cortísima falda que llevaba no enseñara más de lo debido, siendo tan alta como era. Los chicos que pasaban tenían que estar disfrutando de sus bien torneados muslos al aire; se sujetaba su melena pelirroja para que no le estorbara al recoger mis apuntes

-                          ¡Oye, ya podías ayudar! Que ha sido culpa tuya…- le gruñí a Miriam que miraba la escena a una distancia prudencial con esa palidez aún en su rostro.

-                          Sí, vale… Perdona.- se disculpó Miriam, arrodillándose junto a mí y pasándome algunas notas del suelo.

Guardamos todas las cosas en mi carpeta y las tres nos incorporamos; Miriam volvió a tirar de mí pero yo la retuve, sujetándola del brazo.

-                          Muchas gracias y disculpa por el encontronazo… - le dije a la chica.

-                          No ha sido nada… Adiós, encantada- dijo ella avanzando por el pasillo, y despidiéndose de la mano.

Me giré hacia donde estaba Miriam, en la puerta de la facultad, mirando con cara de cordero degollado.

-                          ¿Se puede saber que te pasa? Casi me matas…- dijo algo enfadada por como me había arrastrado.

-                          Lo siento… Sólo quería que no… Bueno da igual, ¿nos vamos?

-                          ¿Qué te ha dicho Luisa para que te pongas así?- dije con mi tono enfadado y los brazos en jarras.

-                          Vale, muy bien… Tú lo has querido…- me dijo cogiéndome y girándome hacia adentro.

Me cogió con sus manos de la cara para que mirara en dirección al pasillo. Estaba casi solo, excepto Carla, Luisa que miraban toda la escena; algunos chicos que se giraban al ver pasar a la pelirroja de la minifalda, al pasar por su lado… Justo en ese momento, de uno de los despachos salía D. Ramiro que daba dos besos a la pelirroja.

-                          Nat… Te presento a Maribel…- dijo Miriam y yo veía como la chica entraba en el despacho de su padre con una amplia sonrisa, mientras a mí se me helaba el corazón.


Llegué a casa con casi un ataque de ansiedad, porque todo se estaba complicando de repente; ¿el destino no podía darme un respiro? Cuando parecía que podía encontrar la felicidad, venía el pasado para joderlo todo… Entré en casa para cambiarme de ropa e ir a casa de Pedro; con un poco de suerte, aún no se habría marchado a clase y no se habría encontrado a su ex novia.

¿A quien quería engañar? ¿De verdad pensaba que Maribel no habría contactado ya con Pedro para decirle que iba a la ciudad? Por mi cabeza pasaba la idea de que mi Gendo me había ocultado que ella fuera a venir… Abrí la puerta de su piso y el silencio llenaba el salón, porque Pedro ya había salido.

El hecho de haberme parado por el camino con Miriam para calmarme un poco, había hecho que nos cruzáramos por el camino… Tenía que dar clases hasta las una y media del mediodía y, después vendría a su casa para que almorzáramos juntos. Me senté en el salón para ver la tele un rato y entonces descubrí su nota.

“Nat, lo siento mucho… Me ha surgido una reunión de última hora y no puedo venir a comer. Nos vemos esta noche, ¿vale?”

¿No venía a comer? ¿Qué tenía una reunión de última hora? No me podía creer que esto estuviera pasando otra vez… Pero, ¿a quien iba a culpar? La que, con toda probabilidad, era la mujer de su vida había venido a la ciudad. Y era más que probable que viniera para recuperarlo… Yo lo haría.

Encima no tenía teléfono, porque aún no había comprado uno desde que estrellé el mío en aquel arrebato, tras romper la cerradura. Pensé en ir a la universidad a buscarlo antes de que saliera de clases, pero volver allí sería una muestra de desconfianza hacía él. ¿Y no tenía derecho a desconfiar? Pues no, no tenía derecho a desconfiar, porque nuestra relación no era nada convencional. Pedro siempre decía que no hay cabida para los celos porque “si alguien quiere engañarte no servirá de nada que te pongas a la defensiva”. Buena teoría, ¿verdad?... Y una mierda.

Me levanté del sofá, cada vez más enfadada, apagué el televisor y me iba a ir a mi casa… Pero antes decidí dejarle yo también una nota:

“Esta noche no vendré a dormir; me quedo en casa de Miriam que sus padres no están… Tienes la comida preparada en la nevera.”

En principio no tenía la más minima intención de ir a casa de Miriam, pero tras toda la tarde en mi piso, totalmente sola, me día cuenta que me había acostumbrado a la compañía de Pedro… Parece que esa “reunión”, se estaba alargando más de la cuenta. Y en mi cabeza bullían imágenes de las piernas de Maribel y de ese espectacular trasero bajo la minifalda. Por primera vez, en toda mi vida me ardía el pecho por los celos… Empecé a comprender que Pedro me importaba demasiado.

Me vestí con unos vaqueros y una camiseta del propio Pedro, que yo usaba para estar en casa; preparé una mochila y me marché a casa de Miriam… Llegué a su casa y llamé al timbre; ella abrió de inmediato.

-                          ¡Hola, Nat! ¿Qué haces aquí?- me dijo sorprendida pero dándome un abrazo.

-                          Pedro no ha ido a comer y no ha aparecido en toda la tarde por casa… No quiero estar sola- dije resignada.

-                          ¡Qué hijo de puta! Pasa dentro, cariño…- me dejo abriendo paso y cogiendo mi mochila para dejarla en su habitación.- ¡Mamá!, Nat se queda a dormir, ¿vale?

La madre de Miriam se asomó a la habitación; me había cogido cariño en estos meses, porque le decía a Miriam que tenía que aprender de mí, que vivía sola y salía llevar todo para adelante… Su marido se marchó con otra al poco de nacer mi amiga, pero ella seguía creyendo firmemente en el amor y en que cada persona tiene a alguien destinado. ¡Cuantas charlas habíamos tenido mientras tenía que esperara que Miriam acabara de arreglarse!

-                          ¿Has cenado ya, cariño?- me dijo desde la puerta.

-                          No, Carmen, pero déjalo no tengo hambre…

-                          ¡Ni hablar! En mi casa no se acuesta nadie con el estomago vacío.- dijo dejándonos solas para ir a la cocina.

Nosotras reímos, dentro de mi pobre ánimo, para sentarnos en la cama de Miriam… Ella se limitó a acariciarme el pelo en un gesto de condescendencia. Yo le sonreí tratando de ahogar mis penas.

-                          Pero, ¿no has podido hablar con él?

-                          No, estaba en clase; pero podía haber contactado conmigo…

-                          Bueno, no quiero meterme más miedo pero he hablado con Luisa, que tenía clase con Pedro.

-                          ¿Y qué te ha dicho?- dije preocupada por el gesto serio de mi amiga.

-                          Por lo visto, a mitad de la clase, ha interrumpido D. Ramiro para pedir a Pedro que fuera a su despacho.

-                          Ella estaba en el despacho…- susurré cabizbaja.

-                          ¡Eso no lo sabemos, Natalia! ¿Por qué te pones en lo peor?

-                          ¿Dónde quieres que me ponga? ¿Has visto a esa tía? Podría estar desfilando en cualquier pasarela como modelo…- dije un poco agobiada.

-                          Tú no eres como yo, habla con él…- dijo ella agarrándome de la mano.- Te tendría que decir las cosas claras…

-                          Bueno, si te digo la verdad, nunca hemos hablado de que haya nada claro entre nosotros… Supuestamente no somos novios ni nada por el estilo, así que ¿por qué tendría que darme explicaciones?

-                          ¿Cómo que por qué tiene que darte explicaciones? Te está follando, casi vivís juntos y, si no lo sois oficialmente, todo parece indicar que sois pareja.

-                          Nunca le he pedido explicaciones a ningún tío y no voy a empezar a los veinticinco años… Si de verdad le importo me explicara las cosas.

-                          ¡Sí, claro…! “Hola cariño, no he venido a comer ni en toda la tarde porque me he estado follando a mi ex novia toda el día” ¡No me jodas!

En ese momento entró en la habitación la madre de Miriam, con una bandeja con una hamburguesa y unas patatas fritas. La dejó sobre la mesa del escritorio y se volvió hacia nosotras con un gesto divertido.

-                          Hala, una comida de campeona… Nada como un kilo de calorías para las depresiones por hombres.- dijo guiñando un ojo.

-                          ¡Mamá, por favor!- dijo avergonzada Miriam.

-                          ¿Qué queréis? Creo que, a veces, hay que saber escuchar lo que tenemos que decir.- dijo la mujer sentándose en la cama, entre nosotras.- Ni os podéis dejar llevar por el corazón, ni podéis tener la mente fría y no razonar. ¿Ese chico te gusta, nena?

Yo asentí como una idiota, mientras Miriam me hacía gestos para que no le diera conversación a su madre. La verdad que el hecho de que mis padres estuvieran separados también, y que yo viviera con mi padre, me hacia tener un cariño especial por la figura materna… Por un momento pensé en lo que mi madre diría de esta situación: “Pégale una patada en el culo a ese patán”. Claro que mi madre, que es psicóloga, nunca se sentaría a hablar conmigo de temas como éste, entre otras cosas porque me veía demasiado infantil para afrontar, aún, una relación consistente.

-                          Pues entonces, ten paciencia y todo surgirá…

-                          ¿Qué sabrás tú, mamá?- dijo Miriam que seguía incomoda con la situación.

-                          Sí, ya sé que piensas que tu madre que lleva separada casi treinta años, no pude saber nada de hombres… Pero yo tambien he tenido mis relaciones, aunque no lo creas…

-                          ¡Ay, dios mío! ¡No quiero saberlo!- decía mi amiga tapándose los oídos de forma graciosa y haciendo el gesto de que le daban arcadas.

Su madre y yo reíamos con la mímica de Miriam que se retorcía en la cama como si la estuviera poseyendo el diablo. La madre se levantó de la cama y antes de salir de la habitación se giró y me cogió de la barbilla.

-                          Natalia, cariño… Busca en tu corazón y sabrás si ese chico te quiere; y, si crees que te ha demostrado que te quiere, confía en él… No hagas nada de lo que te puedas arrepentir, porque la confianza es lo primero en una pareja. Y, aunque a veces sospechemos de todo lo que hay alrededor y nos queme por dentro ese temor a ser engañadas, merece la pena soportarlo.

-                          Gracias, Carmen…- dije mientras ella salía de la habitación

-                          ¡Cómete la hamburguesa o no te quedarás nunca más a dormir!- dijo desde el pasillo.

Me quedé a solas con Miriam, de nuevo, mientras me levantaba a devorar la hamburguesa que me había preparado Carmen… Ella comenzó a ponerse el pijama, desnudándose delante de mí sin ningún complejo.

-                          Oye y ¿cómo van las cosas con Gonzo?- dije con la boca llena.

-                          Bueno, van y punto… Todo igual; además ahora me ha dicho que este fin de semana se iba a tu pueblo.

-                          Sí, eso me dijo… Tiene unos días libres sin exámenes y quiere ver a su familia; la verdad que es tío no subió en navidades y su familia está que trina.

-                          Al menos, sé que no solo es un pasota conmigo…

-                          Jajaja, bueno yo creo que le puede venir bien no tenerte cerca.

-                          Ah, vale… Muchas gracias.

-                          No seas idiota; me refiero a que es bueno que cambie de aires y aprenda a echarte de menos… Desde luego, no sé quien es más idiota de los dos.

-                          ¡Ah vale! Me lo dice la que duerme en mi casa porque no es capaz de hablar con su novio…

-                          Pedro no es mi novio…

-                          Bueno, tu “lo que sea”, pero ya es algo tuyo. Gonzo no es capaz ni de mantener una conversación a solas conmigo.

-                          Si, creo que nos hemos colgado de los tíos más raros del mundo.

-                          Al final, la más inteligente va a ser Carla; a ella le va de puta madre con las mujeres…

-                          Mira, siempre podemos hacernos lesbianas…

-                          Buff,  a mi es que eso de comerme un coño, no me pone mucho…- bromeé mirando a mi amiga.

-                          Pues no creas, no está tan mal.- sonrió Miriam recordándome su noche loca con Carla.

-                          ¡Que guarra eres! Jajaja.- le tiré una almohada.

Entre bromas y cotilleos nos quedamos dormidas muy tarde; la verdad que Miriam se había portado siempre genial conmigo y, ahora, estaba dispuesta a ayudarla a conquistar al tonto de Gonzalo… Nos quedamos dormidas las dos en la misma cama, y me ayudó a olvidar por un instante todas las ideas que cruzaban mi cabeza.


Llegamos a la universidad con el ánimo por las nubes; yo estaba decidida a afrontar mis miedos y a darle un voto de confianza a Pedro. Como decía Carmen, la madre de Miriam, no había razón para preocuparme si me había demostrado que me quería. Y bueno, a su manera, pero mi Gendo me demostraba que estaba loco por mí al romper su coraza y dejarme formar parte de su vida.

En la puerta nos encontramos a Gonzalo y a Dani, que estaban sentados en las escalinatas de entrada… Gonzalo nos dirigió una sonrisa y se levantó para ir  a nuestro encuentro. La verdad que la tranquilidad de saber que mi amigo sabía mi secreto me tranquilizaba, pero no quería decirle nada de mi problema con Pedro, porque podría enfadarse con él. Siempre ha sido excesivamente protector conmigo, incluso más cuando no había relación entre nosotros.

-                          Buenos días, guapísimas.- dijo el adulador de Dani, mientras Gonzo en silencio se acercaba a mí dándome un beso cariñoso en la mejilla.

Yo le hice un disimulado gesto, sin que nadie se diera cuenta, para que besara también a Miriam; el pobre hizo un gesto de fastidio y con una silencia protesta se acercó a mi amiga.

-                          Hola, Miriam…- dijo esbozando una sonrisa nerviosa.

-                          Buenas días, Gonzo.- dijo Miriam, sorprendiéndome con su actitud divertida, exenta de nervios.

Parece que se había tomado en serio lo de luchar por la atención de Gonzalo; yo sabía perfectamente que ese cambio de actitud, gustaría a mi amigo, que se sentiría menos presionado… Al fin y al cabo, Gonzalo no dejaba de ser un tío desbordado por unos sentimientos que llevaba muchísimo tiempo sin experimentar.

-                          Íbamos a ir a desayunar al bar del polideportivo.- dijo Dani, dando la impresión de que nos estaban esperando.

-                          Tenemos clase a primera hora, pero si vais a estar allí después voy… Tengo una hora libre.- dijo Miriam cogida de mi brazo y sin dirigir la mirada a Gonzalo. Chica dura, igual a chaval desconcertado.

-                          ¡Claro, llegaos!- dijo Dani con su verborrea habitual.- Hemos quedado con las chicas para tomar un café con éste, que se va al pueblo.

-                          ¡Anda, es verdad! No me acordaba.- mintió Miriam que no había hablado de otra cosa en toda la noche.- ¿Cuándo te vas?

-                          Esta tarde… Pero sólo serán tres días.- dijo Gonzalo mirando fijamente a Miriam.

-                          Bueno, seguro que te ligaras a un par de tías para desfogarte…

-                          Pues mira, quizás… Ya que aquí, últimamente no me como un rosco.

Dani y yo nos mirábamos sorprendidos por la batalla dialéctica que mantenían nuestros amigos; era realmente absurda la manera en la que se estaban echando cosas en cara pero, la verdad, que era la primera conversación de más de diez palabras que mantenían desde hace días.

-                          Venga, Miriam que llegamos tarde.- dije cogiéndola del brazo.

-                          Eso, tortolitos… - dijo dani con su falta de tacto habitual.- Ya tendréis tiempo de discutir cuando os caséis…

Miriam le sacó la lengua a Gonzalo en gesto de simpática burla, mientras yo tiraba de ella… Gonzalo le guiñó un ojo, provocando que mi amiga se sonrojara; me parecía increíble que dos personas, que se habían hartado a follar en el último año, ahora estaban tonteando como si se acabaran de conocer.

-                          Vaya, parece que tu amigo es otro…- dijo ella mientras entrábamos en la facultad.

-                          La cuestión es que te has atrevido a dar el primer paso; Gonzalo siempre ha sido un poco pavo para esas cosas…

-                          Sí, pero ahora se va el fin de semana…

-                          Bueno, cuando lo veas después sigue provocándolo, así estará en mi pueblo todo el fin de semana con la cabeza puesta en ese par de tetas que tienes…

-                          Jajaja, después la guarra soy yo…- me dijo cogiéndome de la cintura.

Al entrar en el pasillo de las clases, encontramos a Pedro en la puerta de su aula; me miró con gesto preocupado lo que me heló la sangre… Por supuesto, estando en la universidad no se iba a dirigir abiertamente a mí, lo que me libró de tener que darle explicaciones sobre mi marcha a casa de Miriam.

-                          Tenemos que hablar, Nat.- me dijo con gesto serio al pasar por su lado.

-                          Te escuchó…- dije deteniéndome al lado suya.

-                          No es el mejor momento…- dijo mirando hacia un lado donde había algunos profesores.

-                          Para ti nunca es buen momento, prefieres dejarlo todo en notas escritas.- le solté pasando del consejo de la madre de Miriam, que me recomendaba sosiego, y pasando de largo por su lado.

-                          ¿Se puede saber que te pasa, Nat?- me dijo Pedro cogiéndome de la muñeca para que no me marchara.

-                          Cuidado, señor profesor… - dije mirando fijamente mi muñeca cogida con su mano.- Está usted sujetando a una alumna contra su voluntad.

Pedro soltó mi brazo muy lentamente y, mirándome de forma triste, se giró para entrar en su aula, dejándome marchar a la vez que Miriam corría tras de mí.

-                          ¿Se puede saber que coño has hecho?- dijo mi amiga poniéndose a mi lado.

-                          Pues lo que tenía que hacer… Conmigo no ha sido capaz de dar un paso adelante y deja que todo el mundo lo vea con Maribel.

-                          ¿Quién coño lo ha visto con Maribel? Tú estás mal de la cabeza; lo que te pasa que estás acojonada.- dijo Miriam un poco enfadada.- Me voy que tengo que entrar a clase.

Allí me quedé yo, en medio del pasillo, dudando ya un poco de mi reacción con Pedro; pero estaba muy dolida por todo lo que podía significar la llegada de su ex novia. ¿Asustada? Pues seguramente… Pero puede que tuviera razones para estarlo, porque en el mes que llevábamos “juntos”, nunca me había dejado tirada y justo lo hizo cuando Maribel llega a la ciudad. Después estaba el factor de que nunca permitía que se hiciera referencia a ella e, incluso, la disculpaba de todo lo que hizo. ¡Joder! Ni yo hacía eso con Esteban.

Decidí faltar a clase el resto de las horas que tenía y volver a mi casa… Me dejé caer en el sofá y me puse a llorar como una loca. Me levanté y decidí ir a casa de Pedro, antes de que él llegara, para recoger las cosas que había en su piso. Ropa, algunos enseres de baño y algunos cedés… ¿De verdad quería provocar esta separación sin esperar a hablar con él? Entonces encontré algo una nota al lado del teléfono; era la letra de Pedro.

“2 billetes Horarios 12:00/16:00/21:30…  Viernes”

¿Dos billetes? ¿Había comprado dos billetes para irse y yo no sabía nada? A esas alturas mi enfado era brutal y no sabía que hacer muy bien pero rompí en mis pedazos la nota como si eso fuera a solucionar mis problemas… Me decidí a no quedarme allí cruzada de brazos; de repente, me di cuenta que sí quería esa explicación que Pedro me quería dar.

Salí de su piso dando un portazo y bajé las escaleras para ir a buscar a ese hombre que era capaz de despertar lo mejor y lo peor de mi persona… Justo cuando estaba a punto de llegar al portal, vi la escena que me heló la sangre: Pedro y Maribel estaban justo en la entrada… Yo me escondí, sentada en el último tramo de escalera, para escuchar. No me preguntéis por qué lo hice pero fue superior a mis fuerzas.

-                          Lo que más echaba de menos de ti es que eres capaz de todo por tu mujer…- dijo Maribel que cogía de la mano a Pedro con una seductora sonrisa.

-                          Hay trenes que no hay que dejar escapar, aunque tengas que dejar otros en el camino.

-                          Siempre has sido tan idealista… Entonces, ¿has comprado ya los billetes?

-                          Sí, no hay vuelta atrás. El viernes empezamos una nueva vida; primero iremos arreglar todo con la familia y después, si todo sale bien, por fin juntos de nuevo y para siempre…

-                          Suena muy bien… Bueno me voy, tengo que preparar la maleta y todo.

-                          Creí que tu padre se lo iba tomar peor.

-                          No seas tonto, Pedro. Sabes que para él siempre has sido como un hijo. En el fondo está muy orgulloso de que hayas sido capaz de afrontar tus miedos.

No podía aguantar más, me levanté y subí de nuevo a mi piso sin hacer ningún ruido… Me tiré sobre la cama ahogando el llanto mientras mordía la almohada; sentía como si el suelo se abriera bajo mis pies, y estaba totalmente destrozada.

En ese momento, sonó el timbre de la puerta y yo sabía perfectamente quien era. ¿De verdad era capaz de ponerme frente a él y escuchar lo que tenía que decirme? Allí estaba yo delante de la puerta cerrada de mi piso, y al otro lado estaba Pedro… Me limpié las lágrimas y me puse bien la ropa. Giré el pomo y allí estaba mi profesor.

-                          Nat, tenemos que hablar…- dijo Pedro con la cara muy seria.- ¿Puedo pasar?

Yo asentí mientras me echaba a un lado para dejarle paso al salón; por primera vez desde que lo conocí, no miré su trasero… Algo estaba a punto de pasar y no sabíamos muy bien el qué…

-                          No sé muy bien que te pasaba esta mañana pero…

-                          ¿Te vas?- le corté mirándolo con gesto serio.

-                          ¿Cómo?

-                          Que sé que te vas, he visto la nota de los horarios en tu piso.

-                          Quería decírtelo, pero anoche no viniste a dormir.- dijo con una media sonrisa que me hizo mucho daño.

-                          ¿De qué te ríes?- dije muy seria.

-                          Mira, Natalia… Me ha surgido un curso en Barcelona, y tengo que ir. Es muy importante para mi futuro… No quería decirte nada hasta que no fuera seguro.

-                          Sí, supongo que es muy importante para ti.

-                          Me han hecho una oferta para que me vaya el curso que viene a dar clases a Barcelona.

-                          ¿Vas a dejar la universidad?- dije muy sorprendida.

-                          Quiero empezar una nueva vida.

-                          Vale… Yo no seré un estorbo para ti, nunca.

-                          Nat, por favor… Yo…

-                          No, Pedro… Vete, por favor.

Él se quedó unos segundos mirándome con tristeza en sus ojos; hizo el amago de besarme en los labios, pero yo giré la cara rechazándolo… Se fue  hacia la puerta y antes de salir se giró:

-                          Espero que algún día me perdones lo que te estoy haciendo pasar.

-                          ¿Sabes una cosa? Quizás sobreestimas la importancia que tienes en mi vida…

Pedro abrió los ojos como platos al escuchar esta última frase. Bajó la mirada y se marchó cerrando la puerta. ¿De verdad quería acabar así? Abrí la puerta y salí al pasillo antes de que él entrara en su piso.

-                          Pedro…- lo llamé haciendo que el se girara.- No hagas caso a esa última frase… Quiero que sepas que te quiero y que, hagas lo que hagas…

-                          Nat… Yo también te quiero muchísimo, pero hay cosas que tengo que hacer.

-                          Adiós, Pedro…- dije casi sin aguantar las lagrimas y yendo hacia mi piso cerrando la puerta, tras de mí.

(CONTINUARÁ)