El primero en... (Fantasear: Capítulo 1)

Tengo la necesidad de contar mi historia y saber si creeis que tomé las decisiones correctas... "Sexo es sexo" y todo el mundo tiene un animal enjaulado dentro... Soy Natalia y os quiero contar como desaté a ese animal...

Me desperté en el sofá del piso, tan solo vestida con mis braguitas y tapada con una fina sabana que había llevado al salón… El ordenador estaba sin batería sobre la mesa, debido a que me quedé frita sin llegar a apagarlo, después de mi sesión masturbatoria. Miré el reloj del teléfono móvil y me había despertado diez minutos antes de que sonara la alarma. Pero bueno, así tendría tiempo de darme una ducha sin prisas ni miedo por llegar tarde.

Recogí el salón un poco y fui a mi habitación para coger ropa interior limpia y darme esa ducha que sirviera para abrir un poco los ojos. Entré en el cuarto de baño, mientras ponía música en la radio, y preparé la ropa sobre la tapa cerrada del inodoro. Al entrar desnuda bajo la ducha y empezar a caer el agua templada en mi cuerpo, no pude evitar emitir un ligero gemido; mi larga melena empapada por el agua mientras me enjabonaba los pechos y el vientre… Estaba dispuesta a recuperar la confianza en mí misma y, esta nueva vida que me esperaba fuera de la protección de mi padre me ayudaría a madurar un poco.

Salí de la ducha y me envolví en la toalla que había preparado para secarme a conciencia; una vez preparada, me puse mis pequeñas braguitas blancas y me dirigí, de nuevo, a mi habitación para decidir que ropa ponerme para ese primer día en la universidad… Al final me decidí por un pantalón vaquero bastante más ceñido que el que llevaba ayer, sin bolsillos atrás, por lo que marcaba mucho mejor la forma de mi trasero y una camisa de color azul que  desabotoné hasta el inicio del escote, subido con un sujetador del mismo color blanco que las braguitas. Me dejé mi largo pelo suelta hasta la cintura, porque aún estaba mojado de la ducha y me maquillé lo justo, para darle un poco de color a mis mejillas y mis ojos.

Hoy era solo el día de presentación de los compañeros y de las clases, así que cogí los formularios y un par de folios blancos en mi carpeta y salí de casa en dirección a la entrada del campus, donde había quedado esa mañana con Gonzalo. No sé si era por mi fantasía de la noche anterior, donde mi amigo tenía parte de protagonismo, pero estaba deseando de verlo después de casi seis meses sin hacerlo. Llegué incluso un poco antes de la hora convenida a aquel buzón de correos que me indicó por teléfono, el día de antes.

La verdad que al haber quedado justo en la entrada del campus universitario, allí había muchísima gente que pasaba con prisa o que esperaba a otra gente; saludos de gente que se reencontraba tras el periodo de vacaciones e, incluso, parejas que retomaba algo que dejaron pendiente. Algunos chicos al pasar, me miraban fijamente y no puedo decir que me desagradará porque, digamos lo que digamos, a las chicas nos gusta que nos miren y nos hagan sentir deseadas; bueno, hablo por mí…

-                          Nat, ¿llevas mucho rato esperando?- escuché a mis espaldas, para girarme y encontrarme con Gonzalo.

-                          No, acabo de llegar ahora mismo.

-                          Vaya, estás guapísima, nena…- me dijo con un repaso ocular de esos que acabo de decir que me sientan tan bien.

-                          Lo mismo digo.- dije sonriéndole.

Y es era una verdad como un templo. El chico, quizás por la práctica de algún deporte en la universidad, seguía estando tan delgado como siempre pero se le notaba mucho más definido. Su pelo castaño como siempre, con ese peculiar flequillo de punta como Tintín y esos ojazos marrones grandes y expresivos. Venía con una camiseta de basket de los New York Knicks y unos pantalones cortos vaqueros cortos bastante anchos, con unas zapatillas deportivas enormes. No se correspondía mucho a la imagen que tenía de él en mi fantasía de anoche pero, para nada, empeorada mi imagen soñada.

Me dio dos besos mientras me cogía de la cintura y volvía a mirarme de arriba abajo con esa mirada lujuriosa que me estaba encendiendo a cada momento que pasaba.

-                          ¡Vaya! Ahora me arrepiento más de no haber ido anoche a cenar a tu casa…- rió Gonzalo.

-                          No empieces, ¿eh? Recuerda que somos…

-                          Solo amigos, lo sé…- terminó la frase con una leve sonrisa y poniendo los ojos en blanco.

-                          ¿No traes nada para tomar apuntes el primer día?

-                          No, mujer… Hoy te enseñan el centro, te presentan el horario de clases, al profesorado y poco más… Además después estorba todo para la fiesta.

-                          ¿Fiesta?

-                          Sí, Nat… Después de la presentación solemos hacer una barrilada; se han instalado en el campus unas barras y unos grifos de cerveza y nos tiramos hasta las tantas de la madrugada…

-                          Joder, menuda vida universitaria que os pegáis.

-                          ¡Vamos! Si no has cambiado mucho, a ti siempre te ha gustado la fiesta.

-                          Algo sí que he cambiado…- dije queriendo hacer referencia a mi gusto por encerrarme en mi habitación en los últimos meses y no salir tanto de fiesta.

-                          Sí, sí… Ya veo que algo ha cambiado…- dijo Gonzalo volviendo a echarme una de sus morbosas miradas, incluso mordiéndose el labio.

-                          ¡Para ya!- le dije riendo y dándole un golpe en el hombro.

-                          Bueno, vamos para adentro y te enseño donde tienes que entregar la documentación.

-                          Muy bien- le dije cogiéndome de su brazo, mientras él me miraba sorprendido por mi gesto.

Llegamos justo a la entrada principal del edificio de la facultad, donde había una autentica marabunta de personas charlando y fumando. Gonzalo me cogió de la mano, para llevarme hacia dentro de la universidad esquivando a la gente.

-                          ¡Hey tío! ¿Dónde te metes?- le dijo un chico acercándose a nosotros y dándole un manotazo en la nuca que no pareció molestarle.

Gonzalo como si tratara de ocultar cualquier gesto que pudiera dar a entender algo que no era, soltó mi mano de inmediato, aunque pude ver como el chico lo vio con el rabillo del ojo, pero no dijo nada.

-                          ¡Dani! Es que ha venido una amiga del pueblo a estudiar este año aquí y he quedado con ella para enseñarle esto.

-                          ¡Ah, vale! Y la amiga se llama…- dijo Dani, dirigiéndose directamente a mí.

-                          Natalia…- dije, incluso avergonzada por la arrolladora personalidad del amigo de Gonzalo.

Y es que Dani era un chico de esos que te dejan con la boca abierta con tan solo su capacidad de expresarse; un chico tan alto como Gonzalo, rubio con el pelo largo recogido en un coleta y de tez blanca. Después me enteré que formaba parte del equipo de basket de la universidad al igual que mi amigo, pero eso es otra historia.

  • Bueno, pues encantado de conocerte preciosa…- dijo el chico dándome dos besos en las mejillas, ante el gesto contrariado de Gonzalo.- Espero verte luego en la fiesta.

  • Sí, claro, supongo que sí…- dije mientras Dani se alejaba y me dejaba de nuevo con Gonzo.

  • Vaya, parece que le has caído bien a Dani… Cuidado con él.

Yo me eché a reír ante la advertencia de mi amigo, más propia de un novio celoso que de un compañero protector.

-                          No parece mal chico…- dijo tratando de picar más a Gonzo.- No seas celoso.

-                          ¿Yo, celoso? Sólo es una advertencia; Dani, digamos que es experto en llevarse a tontas a la cama pero, al menos, nunca se han quejado de cómo folla…

-                          ¿Me estás llamando tonta?

-                          ¿Te lo vas a follar?- me contestó con otra pregunta.

-                          Gonzalo, por favor, sólo me ha invitado a la misma fiesta donde tú vas a estar.

-                          Bueno, ya está… Se acabó el tema.- dijo mi amigo bastante contrariado.- Te enseño la facultad que es para lo que hemos quedado y, luego ya veremos en la fiesta…

-                          Lo que tú digas…- dije muy seria al ver que la broma había llegado demasiado lejos y que mi amigo se sentía ofendido.

Volví a cogerme de su brazo como antes, pero esta vez no hizo ningún gesto de sorpresa, ni noté una reacción extraña; le limitó a aceptar el contacto… Me pasaba por jugar con fuego, nunca sabía cuando parar mis bromas.

Entramos en el edificio y se congregaban un montón de gente frente a la secretaría, supongo que para hacer efectiva la matriculación. Yo miré la fila y resoplé un poco desanimada por la espera te me aguardaba.

-                          No te preocupes, Nat. Vamos a ver el Centro, asistes a la presentación de tu clase y luego vienes; habrá menos gente seguro.- dijo Gonzo tirando de mi brazo y volviendo a esbozar esa sonrisa.

-                          Vale, será lo mejor…- dije, dejándome llegar por el chico que conocía todo aquello.

Seguimos andando mientras Gonzalo me enseñaba algunas de las zonas del edificio principal: la biblioteca, el archivo, el acceso a la planta de las aulas, la cafetería; la verdad que la vida que tenía aquella universidad no era ni de lejos la que yo había vivido en mi pueblo y una sonrisa tonta se marcaba en mi cara.

Quedé con Gonzalo en la puerta del aula magna, cuando acabara mi presentación… La verdad que, como suponía, esas primeras dos horas de “clase” en las que se presentó el decano, D.Ramiro, y nos informó del contenido de las distintas especialidades cursadas por los alumnos de primer año, así como de las normas de evaluación fue un autentico tostón; yo me limitaba a observar el gran hemiciclo que era el aula magna e ir jugando a analizar a algunos de mis compañeros que, sería por la falta de confianza aún, nos sentábamos muy separados unos de otros… Estaban el grupo de chicos escandalosos, al que el profesor tuvo que llamar un par de veces la atención; la chica presumida que usó todo el tiempo de la presentación en pintarse las uñas; el muchacho con gafas que no dejaba de tomar apuntes de todo lo que D.Ramiro decía. Todo tipo de fauna, vamos…

Una vez trascurridas las dos horas de suplicio de monologo de mi futuro tutor, salí del aula magna y allí estaba Gonzalo esperándome con una sonrisa en la boca.

-                          ¿Qué tal? ¿Has hecho amiguitos?- me dijo en tono bromista.

-                          Bufff, no sé… Creo que va a ser un año muy largo.

-                          No me preocupes, Nat… Esa era la presentación de los alumnos recién llegados al centro; conmigo compartes un par de asignaturas y ya te iré presentando gente…- dijo Gonzalo tratando de animarme.

Caminamos hacía el pasillo de entrada de nuevo, para pasar junto a la cafetería; desde lejos se podía ver como, aunque con mucha menos gente, seguía habiendo cola en secretaría.

-                          ¡Gonzalo!- nos llamó una voz femenina desde la cafetería, haciendo que mi amigo resoplara.

-                          Hola, Miriam… ¿Qué tal?

-                          ¿Qué tal? ¿Eso es todo lo que tienes que decirme después de un mes?- dijo ofendida la muchacha.

Yo sonreí porque Gonzo seguía siendo tan golfo como siempre, y tengo que admitir que eso me llamaba la atención.

-                          Bueno, perdona…- se disculpó dándole un casto beso en la mejilla a la chica que se dio por satisfecha.

-                          Me lo pensaré. ¿Quién es tu amiga?- dijo Miriam mirándome con curiosidad, pero sin ningún atisbo de celos.

-                          ¡Ah perdona!- dijo Gonzo.- Miriam, ella es Natalia; es una chica de mi pueblo que ha venido a estudiar aquí… Es como mi hermana, la conozco desde pequeña.

¿Cómo su hermana? ¡Será cabrón! Si algo soy yo, es orgullosa y eso me dolió; una cosa es que yo mantuviera las distancias y, otra muy distinta que fuera él quien me ninguneara delante de uno de sus ligues.

-                          Vamos, que se ha acostado contigo, ¿no?- me preguntó Miriam ante mi sorpresa mientras le daba un cogotazo a Gonzo.- No te preocupes, yo también he sido su hermana unas pocas veces, jaja.

La verdad que la naturalidad de Miriam me gustaba; en ningún momento parecía ni ofendida, ni burlarse de mí; simplemente estaba acostumbrada a los juegos de Gonzo y sus amigos.

-                          Luego nos vemos en la barrilada, ¿vale?- dijo Miriam dándole otro beso a mi amigo.- ¡Ah! Y encantada, Natalia… No hace falta que estés todo el día con estos idiotas; luego puedes venir conmigo si te apetece.

-                          Vale, muchas gracias.- le dije dándonos dos besos.

La chica se alejó de nosotros mientras bromeaba con otra de sus amigas; yo reía observando a Gonzalo, que no sabía muy bien a que venía mi reacción.

-                          Así que “como mi hermana”, ¿eh? - dije dejándolo perplejo.

-                          Bueno, en parte es verdad, ¿no? Nos conocemos desde pequeños.

-                          Vamos que querías dejar las cosas claras, para no meter la pata con esa chica.

-                          ¿Miriam? No, no… Ella es especial; hemos tenido un par de rolletes, pero nada serio… ¿Sabes? Me recuerda a ti, en su manía de no querer nada serio y eso.

-                          Sí, sí… Pobrecito, que quieres una relación seria y nadie quiere, jajaja – bromeé dándole un pellizco en el brazo.

-                          ¿Yo? ¿Relación seria? ¡Eso es lo que tú quisieras!- siguió con la broma dándome un manotazo en mi culo.

Justo en ese momento, fijé mi vista en el fondo del pasillo donde, riendo con una mujer de unos cuarenta y tantos años y con una carpeta en la mano, estaba Pedro, aquel vecino que me había daba uno de los mayores cortes de mi vida… Me quedé petrificada y, puedo jurar, que no me salían las palabras.

-                          ¿Qué pasa?- me dijo Gonzo que vio mi reacción, sin saber a que se debía.

-                          Nada, nada… Aquel tío; es vecino mío; y me ha sorprendido verlo aquí…

-                          ¿Pedro?- preguntó Gonzalo al ver al chico al que me refería.

-                          ¿Lo conoces?

-                          Claro que lo conozco… ¿Has tenido algún problema con él?- dijo con una sonrisa en los labios.

-                          No, no… Sólo es vecino mío.- dije disimulando.- ¿A que curso va?

-                          ¿Curso? No, no… Jajaja… Natalia, Pedro es uno de tus profesores de especialidad.

Os podéis imaginar como me quedé en ese momento; creo que el blanco de las paredes de ese pasillo no desentonaba con el de mi cara… Había chuleado a mi futuro profesor, que por otra parte me había dejado tirada, había fantaseado que me follaba salvajemente en el sofá de mi casa y, lo peor, es que me había gustado que lo hiciera.

-                          Espera te lo presentaré…

Antes de que pudiera impedirlo, Gonzo ya estaba llamando a Pedro y haciendo gestos para que se acercara; mi vecino, al escuchar la llamada de mi amigo, dejó a su interlocutora disculpándose, para acercarse a nosotros:

-                          ¿Qué tal, Gonzalo?- saludó muy efusivamente a mi amigo sin percatarse de mi presencia.

-                          Pues aquí estamos otra vez, para aguantar los coñazos que sueltas, jaja.

Entonces fue cuando Pedro me miró y, por supuesto, me reconoció al instante; su mirada no fue como la del otro día, sino una mezcla de sorpresa e indiferencia que puedo asegurar que me hizo temblar por dentro… Como he dicho antes, yo me considero muy orgullosa, pero Pedro hacía que me desarmara y su papel de profesor no hizo sino agravar esa sensación.

-                          ¡Ah, perdona! Esta es Natalia, dice que es vecina tuya…- dijo Gonzalo que mostraba una familiaridad con Pedro que me tenía anonadada.- Es nueva en la universidad y será alumna tuya.

-                          Pues, encantado, Natalia de verte otra vez…- dijo Pedro volviendo a estirar su mano grande y fuerte para saludarme.

-                          Igualmente…- dije torpemente no pudiendo disimular mi nerviosismo.

-                          ¿Vas a estar en la fiesta, luego?- siguió con la conversación Gonzo, mientras Pedro me miraba de vez en cuando con una media sonrisa que me tenía cardiaca.

-                          No creo, ya sabes que no me gusta que me vean con los alumnos en las fiestas…

-                          Jajaja… Al menos en las fiestas públicas, ¿no?- dijo Gonzo, haciendo que yo no entendiera nada.

-                          Bueno, luego nos vemos…

-                          Venga, Pedro… Anímate; una cervecita, nada más…- dijo Gonzalo mientras mi profesor se alejaba hacia un gesto de desdén con la mano y sonreía.- ¡Ey, Pedro! ¡Un momento!

Ante la llamada de Gonzalo, Pedro se detuvo en mitad del pasillo dándose la vuelta; mi amigo cogió mi hoja de matriculación de mis manos y se dirigió a él:

-                          Si vas a entrar en secretaria, ¿podrías entregar el expediente de Nat? Es que hay mucha cola.

Yo miraba avergonzada a Pedro, sin saber muy bien que decir; no es que estuviera superada por su personalidad, porque la verdad que poco a poco iba recuperando el color de mi cara, y no era mi intención pedirle ningún favor a alguien que me ninguneaba de esa forma.

-                          Sí, dámelo anda…- dijo estirando su mano mientras se acercaba a nosotros de nuevo y le dijo a Gonzo.- Pero, me debes un favor…

-                          ¿Yo? ¡Qué va! Te lo debe ella.- dijo mi amigo señalándome con el pulgar.

-                          Bueno, vale… Me debes un favor.- dijo mirándome a los ojos.

Pero esta vez estaba preparada para no sucumbir a su tratamiento distante y mordiéndome el labio inferior, sin que Gonzalo se diera cuenta, le susurré:

-                          Cuando quieras…

Por primera vez, vi a Pedro descolocado y me gustó; parecía un pajarillo que no sabía donde estaba su nido. No era un chico tan duro como quería aparentar y, si quería jugar, íbamos a jugar… Pero era un rival duro y, por supuesto, no se iba a quedar así: recobrando el control y mirándome a los ojos, me soltó:

-                          No lo dudes.

Punto, set y partido… Creo que en ese momento mis braguitas comenzaron a mojarse de la impresión; no sé que tenía ese profesor pero me ponía más que ningún otro hombre que hubiera conocido en mi vida… Y ahora no podía decir que me estaba hablando de ningún autor de libro alguno.

Se alejó de nuevo, esta vez con mi hoja de matriculación bajo el brazo y con Gonzalo, ajeno a nuestro flirteo, provocándolo para que viniera a la barrilada; yo estaba segura que vendría, porque me estaba dando cuenta que a Pedro le estaba gustando este tonteo tanto como a mí.

-                          Oye, ¿a que te referías con lo de las fiestas privadas?

-                          Bueno, Pedro es un antiguo alumno de la universidad, pero nada más sacarse la carrera entró en el Departamento de Literatura Universal… Algunos profesores no ven con buenos ojos que se relacione con los estudiantes.

-                          Con relacionarse, te refieres a…- dije sorprendida por el matiz de la palabra.

-                          No, mujer… Bueno que yo sepa no se ha liado con ninguna alumna, pero no les gusta que ningún profesor esté en contacto con nosotros durante las fiestas para evitar habladurías…

-                          No me has contestado a lo de las fiestas privadas…

-                          Eso es que algunas veces hemos organizado fiestas en casa de alguno de nosotros y, entonces sí, Pedro ha venido un par de veces, pero se jodió el invento…

-                          ¿Cómo que se jodió el invento?

-                          Alguien dijo que estuvo en una de esas fiestas y le costó un disgusto con el catedrático, desde entonces trata de estar más distante.

-                          ¿Y no sabéis quien fue?

-                          No, pero es que se nos fue de las manos… Antes a esas fiestas íbamos solo los del equipo de baloncesto y algunos chicos y chicas pero, poco a poco, se fue agregando gente y ya no controlábamos…

-                          Yo creo que hoy vendrá a la barrilada…- dije mientras salíamos fuera del edificio hacia la zona de la fiesta.

-                          ¿Y eso?

-                          Bueno, tendrá que darme la copia de los impresos, ¿no?- le dije a Gonzalo guiñándole un ojo, muy segura de sí misma.

-                          Jajaja, pues es verdad… Verás cuando se lo diga a Dani, con las ganas que tiene de pillarlo en una fiesta. Además al ser la de bienvenida si vienen más profesores…

-                          Lo importante es que me invitarás a una cerveza, ¿no?

-                          Por supuesto pero, ¿qué me llevaré yo a cambio?- dijo Gonzo cogiéndome de la cintura, gesto que no me desagrado en absoluto por el calentón que llevaba por Pedro.

-                          Bueno, tú emborráchame y ¿quién sabe?- sonreí quitando su brazo de mi cintura.

Llegamos a la zona en la que se desarrollaba la fiesta; era una explanada de terreno con otro edificio al fondo, que Gonzalo me dijo luego que era el polideportivo de la universidad, y una serie de barras, pertenecientes a cada una de las especialidades, desde donde se servían cervezas a granel. En una zona un poco más apartada, había otra pequeña barra donde estaban situados algunos profesores, en unas pequeñas mesas acompañando la bebida con snacks de todo tipo.

La mañana trascurrió muy divertida, con Gonzalo en su papel de anfitrión y Dani, como bien me advirtió mi amigo, tratando de ligar conmigo por todos los medios; conocí a algunos componentes más del equipo de baloncesto de la universidad y, la verdad, que parecía que los habían escogido por casting en lugar de por sus cualidades en el deporte de la canasta, ¡madre mía!

-                          Oye, Natalia…- me dijo Miriam, la amiga de Gonzo, acercándose a mí por primera vez.- Aléjate de esos idiotas y vente a conocer a las chicas.

La verdad es que, aparte de en el sentido sexual por supuesto, siempre me he sentido mucho más a gusto en la conversación con chicos que con chicas; pero tampoco era cuestión de llevar la contraria a Miriam, que estaba haciendo verdaderos esfuerzos por integrarme en la pandilla.

Cogida de su brazo, nos alejamos del grupo de chicos para acercarnos a las partes de atrás de unas gradas deportivas donde había un grupo de tres chicas y un peste a marihuana que echaba de espaldas.

-                          Natalia, éstas son Almudena, Carla y Luisa; chicas, ella es Natalia, es amiga de Gonzalo y viene de su pueblo para estudiar éste año.

-                          Encantada.- dijo la que se llamaba Almudena, levantandose para darme dos besos.

Las tres chicas eran muy distintas y con mi capacidad de análisis, herencia de mi gusto por las novelas de misterio e intriga, las observé mientras hablaban con Miriam…

Almudena parecía una chica dicharachera como Miriam, gesticulaba mucho y agitaba su melena rubia mientras sus grandes ojos azules parecían querer acaparar la atención de todo lo que la rodeaba. Era bastante más bajita que yo, pero eso no quitaba para que tuviera un cuerpo precioso coronado con un culo respingón digno de una catálogo de tangas.

Carla, en cambio, era una chica corpulenta y un poco pasada de kilos… Me observaba muy seria tras unas gafas ahumadas de sol; su pelo rizado muy corto recogido en una pequeña coleta que apenas era capaz de sujetar con la goma. Vestía ropa ancha, que la hacía parecer aún más voluminosa y era la responsable del olor a yerba, porque daba pequeñas caladas a un porro que sujetaba de manera casi imperceptible en sus manos.

Y por fin, Luisa… Una morenaza de piel morena de rasgos latinos que, por la expresión de sus ojos, también habría probado la “medicina” de Carla. Su pelo, largo y liso, caía sobre sus hombros y encumbraba unas tetas perfectas insinuadas en un escote provocador. Unas mallas negras muy pegadas daban fe de las piernas tan bonitas que tenía. Sin lugar a dudas, era la más atractiva de las cuatro.

  • Así que eres amiga del follarín …- dijo Carla con un gesto despectivo.

-                          Pues no sé quien es el follarín - contesté mirando muy seria a la amiga de Miriam; porque si algo me revienta son las actitudes chulescas de los desconocidos.

-                          Se refiere a Gonzalo.- dijo Miriam con una sonrisa en los labios.- Lo llama así, porque como se ha acostado con Luisa y conmigo.

-                          ¿Con las dos?- pregunté sorprendida de saber la gran actividad de mi amigo.

-                          Pero a la vez no, ¿eh? Ya le gustaría a él…- rió Luisa cogiéndose del brazo de Miriam.

-                          ¿Y no os sienta mal que os use solo para follar?- dije analizando la situación

-                          Quizás la pregunta sea: ¿Quién está usando a quien?- dijo Miriam riendo a carcajadas con su amiga.- Mira, Natalia, tenemos ya veinticuatro o veinticinco años como andar enamorándonos del primero que pasa… Pasamos buenos ratos con algunos chicos y ya está. El sexo es sexo…

Me quedé perpleja con la explicación de Miriam, entre otras cosas porque no creía tener la suficiente confianza como para que me dijera según que cosas. Pero, de todas formas, defendía una mentalidad muy parecida a la mía: una mujer sin compromiso puede hacer, exactamente, lo mismo que un hombre. Por un momento, recordé como cuando conocí a Gonzalo, era un chico enamoradizo que buscaba pareja fiel y segura… Pero tuvo la desgracia, quizás, de toparse conmigo que venía de vuelta de todo –y de una relación tormentosa- y que no buscaba nada serio; poco a poco, se fue liberando de esos complejos sociales de la relación perfecta, hasta que conoció a su ex novia. Por lo que, en parte, me sentía responsable del cambio de personalidad, y con ello de la frenética actividad sexual, de Gonzalo.

-                          Bueno, en realidad me gusta saber que no tenéis prejuicios… Pero la verdad, lo de Gonzalo me ha sorprendido.

-                          Venga, nena… Si seguro que tú también te lo has tirado.

Sonreí por toda respuesta, lo que provocó las carcajadas de las dos chicas, mientras Carla seguía mirándonos con gesto de disgusto… Había encontrado un grupo de chicas con las que poder hablar sin tener que ponerme ninguna mascara para ocultar mi personalidad y, tengo que admitir, que sentía incluso más simpatía por ellas que por los chicos, cosa extraña en mí.

-                          Oye, ¿me podéis contar lo de las fiestas privadas que tienen tanta fama?

-                          Bueno, la verdad que eran la hostia pero también una locura.- dijo Miriam.

-                          ¡Sexo, drogas y rock and roll!- bromeó Luisa tocando una guitarra imaginaria.

-                          ¿Sexo? ¿También había sexo?- pregunté un poco descolocada.

-                          No siempre, jajaja.- rió Luisa.- Pero…

-                          Sí, el exceso de alcohol y fiesta hacía que, a veces, se convirtieran en autenticas bacanales.

-                          ¡Joder! ¿Delante de todos?

-                          No, mujer… Las fiestas se solían hacer en casa de Dani, un amigo de Gonzalo.

-                          Sí, sí, lo conozco…- sonreí recordando los tejos que me tiraba hace un rato.

-                          Pues el padre de Dani es piloto y, como está separado, pues le da todos los caprichos a su hijo; entre ellos dejarle un chalet grandísimo de la sierra para sus fiestas.- explicó Luisa.- Así que durante la fiesta, cuando las cosas se ponen calientes, pues hay sitio de sobra en las habitaciones.

-                          Madre mía.- suspiré superada por la situación.- Oye ¿y qué es lo que pasó con Pedro, el profesor, en las fiestas.

-                          Ufff, eso es lo que yo quisiera que hubiera pasado algo, jajaja- dijo Luisa mordiéndose el labio.

-                          ¡Está buenísimo! Y el morbazo que da…- completó los halagos Miriam.

Al escuchar esto último, Carla se levantó de la grada y se puso a caminar hacia donde estaban las barras, con cara de enfado y sin decir un palabra.

-                          ¡Venga, Carla! No te cabrees…- espetó Miriam mientras veía a su amiga marcharse.

-                          Voy a por una cerveza- se excusó sonando a disculpa absurda.

-                          Pues trae alguna más, ¿vale?- dijo Luisa gritándole, porque ya estaba muy lejos.

-                          ¿Qué le pasa a Carla? ¿Siempre es así o es que yo le caigo particularmente mal?- pregunté harta de la tirantez de sus reacciones.

-                          ¿Carla? ¡Que va! Si es una tía de puta madre, lo que pasa que le cuesta mucho darse a conocer, pero seguro que en unos días estáis de lujo.- dijo Miriam

-                          En unos días o en unas cervezas…- bromeó Luisa haciendo el gesto de beberse dos cervezas.

-                          Jajaja, eso es verdad… Que no veas como bebe la amiga…- siguió con la broma Miriam.

-                          Vale, pero es que no sé porqué se ha enfadado así…

-                          A ver lo que pasa que digamos que a Carla le gusta más el pescado que la carne, ¿entiendes?- dijo Miriam, no queriendo decir claramente a lo que se refería.

-                          ¿Es lesbiana?- dije viendo como algo normal, lo que para ellas parecía un tabú.

-                          Bueno sí… Y cuando hablamos de tíos no está muy cómoda; sobre todo si hablamos de Dani y Gonzalo que son un poco capullos con ella…

-                          Además está el tema de que le gustas bastante…- dijo Luisa riendo y mirando a Miriam.

Yo miré a Miriam y su repentino silencio me escamó bastante;  su sonrisa enigmática mientras Luisa no paraba de reír y bromear.

-                          Sí, sí, es lo que estás pensando… Carla se la folló.- dijo Miriam llevándose un golpe de Miriam.

-                          ¡Cállate, tía!

-                          Oye que a mi me da igual, ¿eh?- dije encogiendo los hombros, pero sorprendida por la cantidad de sorpresas que había en mi nueva pandilla..

-                          No pasa nada… Es que no quiero que Carla vea que hablamos de eso, porque se siente mal. Sólo fue una noche loca que me quedé a dormir en su casa, después de salir de marcha y… Bueno, ya sabes.

-                          Que sepas que soy una tumba, no diré nada de eso.- dije con la mano en el pecho.

-                          No es por ti; me da igual que nosotras lo sepamos… Pero que no se entere Gonzalo o Dani…

-                          ¿De que no tenemos que enterarnos?- se escuchó detrás nuestra.

Gonzalo y Dani venían acompañando a Carla y ayudándola a traer unos vasos grandes de sangría; menos mal que no habían escuchado el tema de conversación que teníamos… Por su parte, Carla parecía que venía bastante más desinhibida que antes, a pesar de venir en compañía de los dos chicos que, supuestamente, le caían tan mal.

-                          Lleváis toda la mañana perdidas, ¿os parece bonito?- dijo Dani entregándome un vaso de sangría mientras me miraba descaradamente el escote.

-                          Bueno, tampoco había nada interesante que ver…- contestó entre risas, Luisa. Me gustaba el papel de provocadora que interpretaba la amiga de Miriam.

Yo cogí mi vaso y traté de acercarme más a Carla; quería conocer a esa chica sin prejuzgarla por su actitud al conocerme. Demostrarle que podía fiarse de mí como amiga suya, no como compañera de Gonzalo. Tengo que admitir que la imagen desarrollada en mi mente de Carla y Miriam me impactó y excitó, a pesar de tener muy claro que no estaba interesada en probar ese tipo de relación. Mientras los chicos seguían bromeando con Miriam y Luisa, que les seguían el rollo, traté de romper la coraza con Carla.

-                          Hola, perdón si te ha molestado algo de lo de antes, pero…

-                          No pasa nada, Nat… Así te llama Gonzalo, ¿no?

Me quedé parada porque no sabía si lo decía de buena gana o como un reproche para echarme en cara mi buena relación con Gonzo.

-                          Bueno, sí… Siempre me han llamado así en el pueblo.

-                          Mira, no me tengas en cuenta lo de antes; ha sido culpa mía, porque nunca he sido muy amiga de las fiestas estas.

-                          Ya, además entiendo que los tíos sean un poco gilipollas a veces, con ese tema…- se me escapó, callándome de repente al creer que había metido la pata.

-                          Ah, supongo que Luisa ya te ha contado que soy lesbiana…- rió Carla, quitándole importancia.- Bueno, no te voy a negar que tu amiguito no sea un poco idiota, pero normalmente es un buen tío. Si te digo la verdad, me incomodan más ellas, hablando todo el día de tíos y de pollas…

-                          Visto así, si tiene que ser incomodo, sí.- reí ante la perspectiva de Carla.

-                          Oye, Nat…- nos interrumpió Gonzalo.- Que estamos pasando la hoja de contactos de la especialidad.

-                          ¿Hoja de contactos? ¿Qué es eso?

-                          Bueno, es una hoja en las que la gente de la especialidad pone sus Messenger, sus nombres y su fecha de nacimiento…- explicó Miriam.- Así estamos en contacto, todos.

-                          Una forma fácil para los tíos, de conseguir las direcciones de correo de las tías… Son vagos hasta para eso.- dijo Carla riendo a mi lado; y la verdad, que su opinión no difería mucho de la mía.

-                          Bueno, también pedimos la tuya y sabemos que no podemos ligar contigo…- rió Dani, con una bromita asquerosa sobre la tendencia sexual de mi nueva amiga.

Ante las risas de los chicos, que llegaron a chocarse las manos orgullosos de su ocurrencia, no pude evitar saltar en defensa de Carla que sonreía con indiferencia:

-                          Nenes, desde luego siempre he oído decir que como come un coñito una chica, no lo come nadie.- solté dejando a todos perplejos y a Carla mirándome entre sorprendida y agradecida.

-                          Bueno, solo tienes que venirte conmigo detrás de las gradas y lo comprobamos.- dijo Dani con una sonrisa de oreja a oreja.

-                          Jajaja, ni lo sueñes…- dije cogiéndome del brazo de Carla.

-                          Joder, Gonzalo, con tu amiga… Le va la marcha, ¿eh?- dijo Dani riendo, mientras Gonzo me miraba con cara de asombro y excitado.

Poco a poco, iba encontrando mi sitio en aquella pandilla; y el miedo del principio a pasar un mal año dio paso a unas ganas tremendas de explorar todo lo que pudiera en ese año fuera de casa. Cogí la hoja de contactos y puse mis datos, pasándola a los demás que iban completando los datos.

-                          Bueno y ¿qué tal si dejamos de aislarnos y nos vamos con los demás a las barras?- dijo Luisa tirando del brazo de Miriam hacia la explanada.

Gonzalo se puso a mi lado y cogiéndome de la mano, con una confianza que solo a él le permitía, me dijo:

-                          Bufff, eso de la comida de coñito me ha puesto mucho, ¿sabes?

-                          Pues tienes de sobra para descargar… Me han contado las chicas que eres todo un don Juan.- reí susurrándole.

-                          Ya sabes que si tú me dejas, paso de todas…

-                          ¿Quién sabe? Puede que te lo permita…- le dije visiblemente excitada por la conversación que había tenido con las chicas.

Y es que si ya antes estaba bastante excitada con la conversación de las chicas y la máxima de Miriam de “sexo es sexo”, ahora imaginarme en mi cabeza a Gonzalo follándose a esas dos chicas me tenía empapada.

Llegamos a la explanada donde seguimos bebiendo y charlando; incluso me atreví a darle un par de caladas a un porro que Carla se hizo con disimulo… Las bromas entre todos eran constantes y mi calentura se acentuaba con los roces que Dani me daba aprovechando cualquier baile. El juego de provocación que había allí era bastante fuerte y nadie parecía darse cuenta excepto nosotros.

En un momento dado, por mi lado pasó Gonzalo que lo llevaba de la mano Miriam con dirección a las gradas donde estábamos antes; sonreí al verlos pasar y observar como Miriam me guiñaba un ojo. Por un momento sentí hasta un poco de celos de imaginar lo que iban a hacer, pero todo cambió cuando Gonzalo pasó por mi lado y me dijo:

-                          Oye, Nat… Tenías razón…

-                          ¿En qué?

-                          Pedro ha venido, está allí junto a la barra… Díselo a Dani, ¿vale? Ahora vuelvo.- dijo riendo mientras mi amiga tiraba de él.

Pero por supuesto que mi intención no era contárselo a Dani; tenía una cuenta pendiente con Pedro y esa extraña sensación de excitación no me ayudaba a concentrarme… A pesar del jueguecito que habíamos iniciado en nuestra conversación anterior, le debía una disculpa.

-                          Hola, señor profesor…- le dije acercándome a la barra donde estaba apoyado con una cerveza.

-                          Hola Nat.- me contestó llamándome por el mote que le había dicho cuando nos conocimos.

-                          Gracias por entregar mi matriculación; es verdad que había mucha gente esperando.

-                          Bueno, no pasa nada…- dijo mientras miraba de reojo a la mesa donde estaban los profesores, con miedo de que lo vieran hablando conmigo.

-                          ¿Qué pasa, Pedro?

-                          Nada, Nat…- me dijo con una familiaridad que me hizo temblar.- Es que no me gusta hablar con alumnas delante del decano…

-                          Pues antes hablabas conmigo y con Gonzalo y no pasaba nada…

-                          Pero Gonzalo no es una chica tan guapa y tan atractiva como tú.- dijo mirándome a los ojos.

Noté como me sonrojé y él esbozó una picara sonrisa; por mucho que tratara de disimular, Pedro disfrutaba con ese juego de seducción, así que decidí llevarlo más lejos.

-                          Quería pedirte perdón por como te traté el primer día que nos conocimos; la verdad me porté como una estúpida.

-                          No te disculpes, no pasa nada… Era verdad.

-                          ¿Verdad el qué?

-                          Que te estaba mirando las piernas.- me dijo dándome la copia de mi matricula y yéndose de mi lado tras guiñarme un ojo.

Pero esa vez no estaba dispuesta a quedar por debajo de él y cogiéndole del brazo le solté:

-                          Pues, ¿sabes una cosa? Cuando quieras verlas otra vez, solo tienes que pedirlo; te recuerdo que te debo un favor…

-                          Vaya, te estás rebelando, ¿eh? Me gustas, Nat… Tú y yo seremos buenos amigos, pero ya sabes que soy tu profesor…

-                          ¿Estás tratando de decirme algo?

Justo en ese instante apareció el decano de la universidad con cara de pocos amigos; se había percatado de la charla que Pedro mantenía conmigo.

-                          ¿Qué está pasando aquí, Pedro?- dijo cortando nuestra conversación.

-                          Na…Nada, D. Ramiro, sólo…

-                          No pasa nada, señor decano… Soy familia de Pedro; es mi primo.- mentí dejando perplejos a los dos hombres.- Me he matriculado nueva y estaba pidiéndole consejo a mi primo sobre las optativas.

-                          Vaya, no sabía que tenías familia en la universidad.- dijo mucho más calmado el decano.

-                          Bueno, primo… Me voy que me esperan mis amigos, ¿vale? Nos vemos en casa cuando quieras.- le dije dándole un beso en la mejilla que lo dejó más aturdido de lo que estaba.

Me alejé de los dos, tratando de disimular el tremendo calentón que llevaba y que me había provocado la situación con Pedro. ¡Me había mirado las piernas! Sonreí de pensar en la escena y rocé mis muslos entre sí. Me distraje como pude cuando Carla me trajo otro vaso de sangría. Con la música que sonaba desconecte un poco, aunque notaba la mirada de Pedro en mi trasero, desde su lugar en la barra.

La tarde pasó bastante rápido y puedo asegurar que los efectos del alcohol estaban provocando que mi cabeza diera vueltas a hacer cualquier locura; gracias a dios, que cuando me volteé a mirar, Pedro ya no estaba en la barra y estaba sentado con el resto de profesores…

-                          Gonzo, me voy a ir ya, ¿vale? Estoy un poco mareada de tanto beber.- le dije a mi amigo que hacía un rato que había vuelto de su escarceo con Miriam.

-                          ¿Estás bien? ¿Quieres que te acompañe a casa?

-                          No, no… No pasa nada, sólo necesito coger la cama.

-                          Déjate de tonterías, voy contigo…- dijo cogiéndome de la cintura y atrayendo la mirada de Pedro.

El hecho de que mi vecino me estuviera abrazando parecía llamar la atención del profesor y eso me gustaba; hay una delgada línea entre el deseo y los celos, bien entendidos por supuesto. Y si quieres jugar a la provocación siempre tienes que causar esa sensación de que es inalcanzable aquello que deseas… Quizás me he ido un poco del tema, pero creo que es importante para que comencéis a entender esta historia.

Llegamos a los jardines de delante de mi bloque de apartamentos; a esas alturas, ya lejos del bullicio de la universidad, la mano de Gonzalo había pasado de mi cintura a mi culo. Pero yo no se lo había impedido quizás porque, eso que os he explicado antes de los celos y el deseo, me había ocurrido a mí con Miriam y Gonzalo.

-                          ¿Estás mejor?- me dijo Gonzalo cogiéndome la cara con las dos manos.

-                          Sí, sí… Ya te dije que podía venir sola.

-                          ¿A qué estás jugando Nat?

-                          ¿Cómo?

-                          Te estás portando de una forma extraña conmigo, como si te escandalizara la vida que llevo aquí, cuando siempre has sido tú la gran defensora de la libertad ante todo.

-                          ¡Hey tío, no te pases!- dije algo molesta.- Yo no estoy extraña contigo, sólo me ha sorprendido la promiscuidad que llevas.

-                          ¿Promiscuidad? Joder, Nat, eso parece un apalabra sacada de un programa de televisión.

-                          Bueno, ya la sabes lo que significa… ¡Qué te estés follando a todo el mundo!

-                          ¿Pero a ti que coño te importa? Nunca has querido nada serio con nadie; y yo ya paso de ti, porque somos amigos y nos demostramos que no era buena idea ser pareja… Llevo queriendo follarte desde que te he visto esta mañana, ¿eso es lo que querías oir?- dijo Gonzo muy exaltado.- Miriam me ha comido la polla detrás de esas gradas y, a pesar de haberme corrido, la sigo teniendo dura.

Yo no pude evitar reír, a pesar de que trataba de aguantar la carcajada; este gesto pareció indignar a Gonzalo que, poco menos, que me mandó a la mierda y se dio media vuelta para marcharse.

-                          ¡Gonzo!- lo llamé, haciendo que se detuviera en seco para mirarme.- ¿De verdad quieres follarme?

-                          ¿Tú que crees?- dijo agarrándose de forma algo obscena el bultazo que le hacía el pantalón.

Me di la vuelta hacia mi piso llamándolo con un gesto de la mano, pero viendo que no reaccionaba, me paré en el portal para decirle:

-                          Es el 3º 2 izquierda… Cuando seas capaz de reaccionar, subes…- y me metí en el portal, subiendo a mi piso.

Entré en mi piso, usando el truco que me enseñó Pedro para que la puerta no se atrancara, lo que me hizo sonreír. ¿De verdad quería dar ese paso que había tratado de evitar de volver a acostarme con Gonzalo?

Una vez dentro, me quité las zapatillas y me cogí el pelo, que llevaba suelto, con una coleta… ¿Y si esto cambiaba todo con Gonzo, hasta el punto de que nos equivocáramos en lo que buscábamos?

Estando yo sentada en el brazo del sillón, pensativa, sonó el timbre de la puerta y me sacó de mi periodo reflexivo. Abrí la puerta y allí estaba… Gonzalo, callado y mirándome con gesto desafiante; si en un diccionario viniera una ilustración de la palabra “morbo”, vendría Gonzalo en ese instante.

-                          A la mierda…- dije en voz baja.

Gonzalo pareció entender mis palabras porque, dando un paso hacia delante y cerrando la puerta con el talón, se abalanzó sobre mí empezando a comernos la boca con desesperación. Notaba su lengua en mi boca, luchando como si quisiera imponerse en una batalla. Agarrándome del culo, me hizo subir hasta que mis piernas rodearon su cintura… Así me llevó hasta el sofá donde me dejó caer y empezó a desabrocharse el cinturón para bajarse ese pantalón vaquero hasta los tobillos, dejando a la vista un bultazo marcado en sus boxer a rayas.

-                          ¿Quieres que te folle?- decía totalmente excitado.

-                          Tranquilo, nene… Antes quiero probar otras cosas, ¿no quieres?- contesté incorporándome y bajando de un tirón los boxer.

Una polla palpitante saltó como un resorte, que no por haberla visto ya antes dejó de sorprenderme por su dureza; mi mano la rodeó y empezó a pajearla muy despacio, escuchando resoplar a Gonzo.

-                          Joder, que ganas te tenía…- susurró dejándome hacer.

-                          ¿Ah, sí?- dije sonriendo.- ¿Y que más tienes ganas que te haga?

Por toda respuesta, Gonzalo cogió mi cabeza y la acercó a su polla; la verdad que no me negué porque el sexo oral es una de las cosas que más me gustan en este mundo: una polla dura, notando como te llena cada rincón de tu caliente boca.

Empecé a mamársela como si fuera la última polla que me fuera a comer en mi vida, sin dejar de pajearla ni un momento. Mi lengua jugaba con su capullo y bajaba por todo el tronco, para después metérmela en la boca de nuevo.

-                          Ya no me acordaba como la chupabas…

-                          ¿Mejor que Miriam?- dije jugando a la amate celosa para provocar el orgullo de Gonzalo.

Y es que hay un truco para que un chico se crea el mejor del mundo: alaba el tamaño de su polla respecto a la de otros tíos y pregúntale por otras tías que sabes que se ha follado.

  • Mucho mejor, Nat…Ufff… Tanto que como sigas me voy a correr en tu boquita.

  • ¿Y eso no te gustaría?- le dijo sacándomela de la boca y pajeándola.

  • Quizás luego pero, como tú dices, tengo ganas de hacerte otras cosas.

Me levantó cogiéndome de las axilas; su corpulencia hacía que me manejara como una muñeca de trapo y eso me excitaba muchísimo. Con muchos nervios, Gonzalo trataba de desabrocharme el botón del pantalón; tuve que ayudarlo mientras él se ocupaba de quitarse la camiseta de basket, para mostrarme su cuerpo delgado y definido con algunos pelos en el pecho.

-                          Te voy a comer entera…- me dijo cuando me vio tan sólo con las braguitas puestas y el sujetador que tapada mis tetas.

-                          Ummm, no suena nada mal…- dije sonriendo y dejando que sus manos rodearan mi cuerpo de nuevo.

Con sus brazos me dio la vuelta apoyándome en el respaldo del sofá, estilo perrito, con mi culito a la vista; muy despacio bajó mis braguitas hasta sacarlas por mis tobillos… Sus manos apretaron mis nalgas separándolas un poco, para meter su boca entre medias: Cuando noté su lengua tocar mi coñito, tuve que morder el cojín del sofá para no gritar.

-                          ¡Ummmm!- tuve que resoplar y yo misma eché mis manos atrás para abrir mis cachetes con el fin de que llegará mucho mejor.

-                          ¿Te gusta, putita?- soltó Gonzo.

Nunca he sido de aguantar insultos ni palabras altisonantes mientras practico el sexo, pero esta vez no pude evitar excitarme y dejar escapar de mi garganta:

-                          ¡Síiiiiiiiii!

Levanté como pude la cabeza para mirar hacia atrás y ver su cara metida entre mis muslos y me temblaban las piernas; y entonces todo se desmadró… Miré hacía la puerta de casa, hacia donde miraba el respaldo del sofá donde estaba apoyada, y observé la mesa de la entrada donde Pedro dejó, el primer día, las llaves. Y mi mente sustituyó a Gonzo por mi profesor… Sentía como la lengua de mi amigo fuera la de mi querido vecino; esa comida de coño que me estaba llevando al cielo, más que por la pericia de Gonzalo, por las fantasías de mi cabeza.

Estaba tan inmersa en mi propio mundo que no me dí cuenta que mi amigo había dejado de comérmelo para poner su polla en la entrada de mi hambrienta vagina, hasta que sentí la tremenda estocada que me dio hasta los huevos.

-                          ¡Joder! ¡Cuidado que eso hace daño, bestia!- dije teniendo que agarrarme al respaldo mientras Gonzalo me follaba como una bestia.

-                          Lo siento, Nat… Pero sabes que es ver este culo y me vuelvo loco.

Sus pollazos me llegaban al útero; no recordaba que su polla tuviera ese tamaño o quizás era el largo tiempo de abstinencia sexual o la dureza de su miembro. Plof, plof, plof … Sus huevos chocaban con mis nalgas y me ponían más cachonda aún y, esa fuerza hizo que mis fantasías se esfumaran para sentir la realidad palpable en mi entrepierna: Gonzalo me estaba follando a cuatro patas en el mismo sofá donde fantaseé la noche anterior.

-                          ¡Fóllame! Ummmm… Así, dame fuerte…

-                          Sí, sí… Ufff… ¡Joder que culo tienes!- gritaba Gonzalo mientras azotaba uno de mis cachetes.

No sé el tiempo que estuvo perforándome con esa barra de carne, pero perdí la noción de la realidad… Lo bueno de follar con Gonzalo es que sabía perfectamente lo que más me gustaba, cuando y cómo. Justo comenzó a acariciar con el dedo mi culo cuando el orgasmo se estaba haciendo sentir.

-                          Sabes que eso no te dejo, no seas malo…- decía mientras era yo la que movía las caderas hacia atrás para hacer más profunda la penetración.

-                          Algún día me tienes que dar ese gustazo…

-                          ¡Cállate y sigue! ¡que estoy apunto de correrme!- dije casi fuera de mis casillas.

Como si hubiera espoleado a un caballo salvaje, redobló sus esfuerzos follándome como si quisiera partirme en dos; y puedo dar fe de que lo hubiera hecho si no llego a sujetarme bien.

-                          ¡Me corro! ¡Me estoy corriendo jodeeeeeer!- grité desesperada mojando los huevos y los muslos de mi amante.

Porque esa es otra de las cosas buenas de follar con un amante con confianza; mi manera de correrme es escandalosamente húmeda… Creo que lo llaman squirting y es que mi sexo se deshace en una corrida digna de un geiser en erupción. Gonzalo apretó su polla bien dentro, para sentir la presión de mis músculos vaginales.

-                          ¡Dios, dios…! ¡Me matas…!- dije casi desmadejada encima del sofá.

-                          Nat, me voy a correr… Ya me viene- me anunció Gonzalo sacando su polla de mi coño y pajeándose.

-                          ¡Espera!- le pedí dándome la vuelta en el sofá para ponerme de rodillas delante de él y ofreciéndole mis tetas para que las regara.

-                          ¡Joooooooder!- gimió Gonzo comenzando a correrse sobre mis tetas pero con poca cantidad, supongo que por la corrida anterior con Miriam.

Nada más acabar de correrse, capturé su polla para limpiársela y disfrutar de los últimos minutos de dureza de esa polla que me había calmado la calentura que llevaba. Cerré, de nuevo, los ojos con ese rabo en mi boca y mamé imaginando que era la de Pedro… Esto era enfermizo, verdaderamente enfermizo.

(CONTINUARÁ)