El primero en... (Arriesgar: Capitulo 9)

La vida está llena de dudas razonables y nuestra misión es el ir desentrañando esas piedras para despejar nuestro camino; supongo que estabais deseando que esto llegara porque... Soy Pedro y esta parte os la contaré yo...

El autobús llegó a su destino y puedo decir que ya sentía los nervios a flor de piel; las cosas quizás no habían salido como yo quería y le había hecho un daño innecesario a Nat… Nat, esa chica que me había dado tanto en estos últimos meses y que se despidió de mí con un seco “adiós” seguido del eco de un portazo. Toda esa tarde del jueves y la noche, no tuve ningún contacto con ella… Creo que se fue a casa de Miriam otra vez; me dolió muchísimo ver que había recogido las cosas de mi piso antes de marcharse. Descubrí que tenía tanto que agradecerle que no me di cuenta hasta entonces todo lo que significaba para mí.

Mi mente era un bullicio de sentimientos y la llegada de Maribel a la ciudad me sirvió para saber lo que verdaderamente quería; cuando la llamé por teléfono para que viniera a la ciudad, no se negó en absoluto… Sabía que podía contar con ella, porque sigo diciendo que nunca ha sido mala chica, solo que, en su momento, un poco inmadura para afrontar cualquier tipo de relación… Ahora había cambiado y me sorprendió su actitud cariñosa y la forma en que me defendió delante de su padre.

Bajé del bus con mi mochila sobre el hombro, porque para esos tres días no iba a necesitar mucho más; la verdad que el horario que habíamos pillado para los billetes que reservé nos permitió a los dos dar una cabezada en el bus.

  • Me va a matar… Soy hombre muerto…- repetía Gonzalo bajando detrás mía en el bus.
  • Bueno, ya está hecho.
  • Yo sólo espero que sepas lo que estás haciendo, la has dejado muy jodida.

Me detuve en mitad de la estación para darme la vuelta y mirar a mi alumno, pero sobre todo amigo, Gonzalo.

  • Por una vez quiero hacer las cosas bien en mi vida y creo que lo mejor es venir aquí… El primer paso ya lo di con Maribel, ahora me toca a mí… No te preocupes, Nat se habrá enfadado un poco pero se le pasará.
  • Buff, me parece que no la conoces, jaja… Te va a costar trabajo que no te de una hostia cuando te vuelva a ver.
  • Todo depende de lo que pase aquí estos días…- dije un poco preocupado.- Ah, Gonzo, muchas gracias por venir conmigo.
  • ¿Gracias? Esto no me lo pierdo yo por nada del mundo.- dijo riendo a carcajadas y dándome un abrazo.
  • ¡Joder! ¿Tan malo es?- dije poniéndome en alerta.
  • ¿José? No… A quien tienes que temerle es a su hermana Maya.
  • ¿Sabes?- dije saliendo junto a él de la estación.- La parte teórica del plan parecía más sencilla.
  • La verdad que cuando me lo contaste pensé que estabas loco, pero tu eres el profesor…- rió Gonzalo dándome un golpe en la espalda.- ¡Casarte con Nat! Impresionante.
  • Buff, ¡para que luego diga que no!
  • Jejeje, eso tampoco me lo pierdo… Pero primero vamos a mi casa, que mi madre va a flipar cuando le contemos.- dijo mientras levantaba la mano para llamar a un taxi.

  • Eres muy joven para ser profesor suyo, ¿no?- me preguntó la madre de Gonzalo mientras me servía un guisado en el plato.
  • ¡Mamá, por favor!- protestó Gonzo ante el comentario de su madre.
  • ¿Qué pasa? ¿No me puedo interesar por mi invitado?- dijo la madre frotando la cabeza de su hijo.
  • No se preocupe, señora… A mí no me molesta.- dije tranquilizando a Gonzalo y a su madre.- Cuando me saqué la carrera, entré como becario en la universidad y conseguí mi plaza al segundo año de estar allí… Quizás tuve un poco de suerte.
  • La suerte no tiene nada que ver con eso, Pedro.- dijo el padre de Gonzalo que permanecía sentado en el sofá leyendo un periódico local.- En la vida hay cosas que solo se consiguen con esfuerzo; la suerte llega a quien ha trabajado para atraerla.

Terminamos de comer, mientras charlábamos de las aptitudes de Gonzalo en la universidad; Carlos, su padre, parecía a simple vista un hombre severo y que estaba muy interesado, sobre todo, en saber si su hijo estudiaba lo suficiente… Por supuesto no mentí al decir que Gonzalo era un fantástico estudiante y que su dedicación al baloncesto no repercutía en sus calificaciones. Mi acompañante me miraba como dándome las gracias, cuando en ningún momento dije mentira alguna.

El padre me llevó a una pequeña “biblioteca” que tenían en la casa y que lucía con orgullo, aunque se limitaba a un par de estanterías con volúmenes de bolsillo desordenados; un humilde trabajador que se jactaba de, a pesar de no haber recibido una educación en condiciones, haber inculcado el gusto por la literatura a su hijo. Siempre he tenido un respeto casi reverencial por las figuras paternas, quizás por el hecho de que el mío murió cuando yo era un niño de ocho años… Bueno, eso es otra historia.

  • Bueno, ¿y qué es eso tan importante que me querías contar?- dijo Carlos a Gonzalo mientras servía tres copas de whisky en vaso ancho.
  • En realidad es Pedro el que quiere contarte algo.- dijo mi alumno dejándome al pie de los caballos.
  • ¿Pedro? ¿Y qué puedo hacer por ti, hijo?- dijo el hombre dirigiendose a mí mientras daba un sorbo al vaso de whisky y hacía un gesto extraño por el amargo sabor.
  • Pues mire, la verdad que la idea de hablar con usted ha sido de su hijo…
  • No me hables de usted, por favor…
  • Lo siento… La idea de hablar ha sido de tu hijo Gonzalo, yo…
  • ¡Viene a pedir la mano de Natalia!- me interrumpió Gonzalo que no podía aguantar a ver la reacción de su padre.
  • ¿De Natalia?- dijo el padre de Gonzalo dudando.
  • Papá, Natalia Canales… La hija de José.
  • ¿La pequeña Natalia? ¡Madre mía que sorpresa!- sonrió Carlos dando una palmada.
  • Bueno, papá… Tan pequeña no es, que es unos meses menor que yo.
  • Jajaja, pero bastante más madura que tú; a ti si que no te imagino dando ese paso.- bromeó el padre que se levantó para darme la mano.- ¿Y qué puedo hacer yo por ti?
  • La verdad que mi idea era ir a hablar con José, pero como no sabía muy bien como están las cosas en esa familia, convencí a su hijo para que me ayudara.
  • Me pagó el billete y todo…- rió Gonzalo.
  • Pues me has sorprendido y mucho, pero no te preocupes que José sabrá valorar el gesto.- dijo el hombre sentándose a mi lado.- José es amigo mío desde hace muchos años y es un hombre muy arraigado en la tradiciones.

Yo asentí, dándole un sorbo al vaso de whisky que ya empezaba a derretir los hielos; la verdad que con el avanzar de la conversación, el hombre serio y distante que parecía al principio Carlos se convirtió en un hombre afable y agradecido de que compartiéramos nuestro plan con él… Ahora entendía por qué Gonzalo tenía tanta confianza en él y, también, el abierto carácter del amigo de Nat; quizás fuera verdad ese refrán que dice: “de tal palo, tal astilla…”

  • Conocí al padre de Natalia el mismo día que ella se instaló en la ciudad y sé que tengo que dar la cara… Yo también me he criado en una familia de fuertes convicciones morales en ese sentido. Mi padre murió siendo yo niño y me he criado bajo la tutela de mis abuelos…
  • No tienes que dar más explicaciones; está bien hecho lo que vas a hacer, porque hay cosas que no deberían cambiar…- dijo Carlos mirando de reojo a su hijo que sonrió sabiendo que iba con segundas.
  • ¡A mí no me liéis que todavía soy seis años menos que él!- dijo Gonzalo señalándome y provocando la sonrisa de los dos.
  • Pero, Pedro sigo sin saber en qué te puedo ayudar…
  • Bueno, esa parte no la tengo muy clara; tu hijo me dijo que quizás era buena idea que tú hablaras con José… Pero no lo tengo muy claro.
  • Mira Pedro, José es un buen hombre; por supuesto es protector con sus hijas, pero el hecho de que vengas a hablar con él sabrá agradecerlo. No debes tenerle miedo… Pero vamos si quieres, voy contigo…
  • Bueno, eso será mañana, jajaja…- dijo Gonzalo.- Ahora vamos a descansar un poco y esta noche salir de marcha, antes de que sea un hombre comprometido.

Los tres reímos ante la ocurrencia de mi alumno y nos levantamos todos de nuestros asientos; me despedí de Carlos con un fuerte apretón de manos y subimos mis cosas a la habitación de invitados… Me encantaban esas casa de pueblo tan grandes como acogedoras, de muros anchos y blancos y pequeñas ventanas de postigos de madera… Me hacía falta ese descanso, aunque mi cabeza estaba puesta en una chica morena que estaba en la ciudad y que estaba enfadada conmigo por no haberle dicho la verdad… Empecé a pensar que no había hecho las cosas bien, que podía confesarle todo.

De verdad  me habían hecho la oferta para ir a Barcelona y sabía que era la única posibilidad de tener una relación con ella sin tener que dar explicaciones en la universidad… Para conseguir que D. Ramiro me diera su recomendación para el traslado, se me ocurrió pedirle ayuda a Maribel; sé que esta idea no hubiera hecho nada feliz a Nat, pero yo sólo le pedí a mi ex novia que llamara por teléfono a su padre para pedirle que aceptara mi renuncia… Pero Maribel, como siempre, fue un paso más allá y se presentó en la ciudad; decía que quería conocer a la chica que había hecho que ella saliera de mi cabeza. Aún recuerdo nuestro reencuentro, por sorpresa, hace dos días.


En la universidad dando una clase, cuando D. Ramiro la interrumpió para llamarme a su despacho; en ese momento, pensé que Maribel habría llamado y el rector quería discutir conmigo sobre mi posible renuncia, porque era muy extraño que D. Ramiro sacara a un profesor a mitad de una clase. Dejé mi clase y fui a su despacho como me había pedido y al entrar, me encontré sentada a Maribel… Pelirroja, guapísima como siempre, con ese pelo largo y rizado que me volvía loco.

  • Hola Peter…- me dijo Maribel usando el mote que me decía cuando me conoció y levantándose de la silla del despacho de su padre.

Me quedé sorprendido y no pude reaccionar hasta que ella me dio dos besos en la mejilla; D. Ramiro nos miraba con una orgullosa expresión, siempre había defendido nuestra relación aunque yo sufriera los desvarios de su hija. Supongo que, en el fondo, era consciente de las limitaciones de Maribel y yo era un “buen partido” para ella. Sólo esperaba que Maribel no me la jugara y que, de verdad, me ayudara en lo que le pedí.

  • No sabía que ibas a venir…- dije sorprendido.
  • ¿Ah no? Me ha dicho que fuiste tú quien la llamaste.- dijo su padre provocando un gesto de sorpresa.
  • Bueno, me llamó pero no me dijo que viniera, eso ha sido idea mía.- confesó Maribel.
  • No entiendo nada.- dijo D. Ramiro mirándonos a los dos, mientras seguía sin abrir la boca.
  • ¿No puedo venir a ver a mi papi de vez en cuando?- dijo cariñosamente con esa voz que hace tiempo me desarmaba y que, ahora, me daba cuenta que me era indiferente.

D. Ramiro, conociéndola como yo la conocía, se percató de inmediato que su hija no era muy dada a muestras de cariño sin pedir nada a cambio. Entornó los ojos como esperando la petición de su caprichosa hija y me miró a mí como inquiriéndome a saber a qué venía esa encerrona.

  • ¿Qué quieres, Maribel?- dijo su padre suspirando y dejándose caer en el sillón

  • ¿Por qué voy a querer algo?- dijo Maribel con su sonrisa persuasiva.

  • ¡Maribel!- protestó su padre mirándola con gravedad.

  • ¡Está bien! Te quiero pedir un favor para Pedro.

Al completar la frase, la cara del rector cambió; no sé las conclusiones  sacaría de esa frase, quizás que su hija y yo volvíamos a estar juntos o yo que sé… Yo sonreí al darme cuenta que Maribel había cumplido su promesa de ayudarme; ella me vio sonreír y me guiñó un ojo. Esta chica era la provocación pura y esa minifalda estaría prohibida en algunos países árabes.

  • ¿Qué favor quiere Pedro, que me lo tienes que pedir tú?- dijo sonriendo; el plan de que Maribel ablandara a su padre estaba funcionando.
  • Bueno, ha recibido una oferta de una universidad privada en Barcelona y quiere que tú le des tu recomendación.
  • ¿Cómo? ¿Te quieres marchar?- me dijo mirándome fijamente.
  • La oferta es buena, D.Ramiro… Me dan una labor investigativa y distribución para mi libro; ya sabe usted que siempre me he sentido más investigador que docente.
  • Entiendo… Sabes que siempre he tratado de ser protector contigo, porque creo que la universidad pública te da mucho más campo de progreso.
  • Lo sé, D. Ramiro. Y sabe que nunca me he planteado marcharme por respeto a usted… Siempre me ha aconsejado bien, pero hay cosas que me hacen querer cambiar de vida.
  • ¿Y qué tienes tú que ver en esto?- le preguntó a Maribel que jugueteaba con un bolígrafo y con sus piernas cruzadas que dejaban buena parte de sus muslos desnudos.
  • Pues si te digo la verdad, no lo sé muy bien…- dijo Maribel sorprendiéndome.- ¿dónde entro yo en este plan, Peter?
  • Ya sabes que no entras en ningún lado…- dije en voz baja, provocando la mirada asesina de su padre y la sonrisa de mi ex novia.
  • ¿Cómo dices?- dijo D. Ramiro levantándose de la silla.- ¿Te recuerdo lo que pasó hace un par de años? ¿Necesitas que te refresque la memoria sobre la razón que hizo que mi hija quisiera seguir viviendo en el extranjero?

El silencio se hizo por unos instantes en el despacho; yo cabizbajo y el rector casi encima de mí recriminándome un pasado inventado por su hija, y que ella no parecía dispuesta a desmentir… Se limitaba a jugar con las ruedas de la silla de oficina donde estaba sentada como si todo aquello le pareciera realmente divertido. Yo, como siempre, me dejé amedrentar por ese hombre; pero, de repente, algo explotó en mi interior como si una bomba de relojería, demasiado tiempo parada, hubiera estallado.

  • Sí… Quiero que me lo recuerde; es más quiero que Maribel me lo recuerde…- dije provocando que mi ex novia palideciera.- Mire, D. Ramiro, como ya le he dicho le tengo un respeto casi reverencial y tantas cosas que agradecerle que siempre he admitido sus consejos, pero es mi vida la está en juego… Esa oferta es buena para mí; y sé que me aceptaran con o sin su recomendación… De todas formas, me he tomado la molestia de avisarlo, porque usted para mí ha sido casi un padre.
  • Pedro, por favor…- susurró Maribel con miedo de que la echara a los pies de los caballos.

La miré con gesto grave mientras mis nudillos palidecían de tanto apretar los puños; la furia que sentía era superior a mí, después de tanto tiempo callando y aguantando los caprichos de mi ex novia…

  • Simplemente quiero que sepa que nunca haría nada que perjudicara a su familia; pero usted no es mi familia. Todo lo que tengo me lo he ganado con mi esfuerzo y mi talento. Estoy harto de que piense que soy un títere al que pueda manejar y, más aún, de que su hija piense que todo vale en esta vida… Usted ha acostumbrado a Maribel a hacer lo que le ha venido en gana y ahora quiere justificar su actitud en un supuesto desengaño amoroso que nunca existió.
  • ¿De… qué está hablando, Maribel?- dijo el rectos totalmente superado por las circunstancias.

Maribel, en un gesto que me sorprendió, se levantó de su asiento y me cogió de la mano; me miró a los ojos con una ternura como nunca le había visto y una sonrisa sincera y amable.

  • Papá… Pedro nunca me engañó, nuestra relación ya estaba rota cuando ocurrió aquello.
  • ¿Qué?- dijo su padre sentándose de nuevo en la silla.
  • Él siempre me cubrió las espaldas sobre que nuestra relación seguía porque sabía que tú me harías volver si no estaba con él… Después cuando el año terminó, decidí utilizar su supuesta “infidelidad” de Pedro para que me permitieras mantener la distancia con él y quedarme otro año más.
  • ¿Y tú sabías todo esto?- me dijo sorprendido el rector.
  • Sí, él lo sabía todo…- contestó Maribel por mí.- Ya es hora de que sepas la verdad; no puedes negarle nada a Pedro, porque siempre se ha portado genial conmigo… Ojala pudiera volver atrás en el tiempo y poder estar con él, pero…

Al decir eso, me quedé petrificado. ¿Volver atrás en el tiempo? ¿Estar conmigo? Maribel estaba diciendo que seria capaz de retomar la relación que un día dejamos. En cierto modo, tenia mucho sentido porque uno de los grandes problemas que tenía para seguir nuestra relación es mi pasividad y el hecho de que trabajara con su padre… Una vez que mi residencia se  fijara en otro lado y que ella había visto como había reaccionado ante la amenaza de D. Ramiro, ya no era ese chico pusilánime que un día había abandonado.

  • ¿Por qué nunca me dijiste nada?- me dijo su padre mirándome.
  • Pues porque él siempre…- dijo Maribel sin llegar a terminar al ser interrumpida con brusquedad.
  • ¡Cállate, Maribel!- gritó D. Ramiro, dejando perpleja a su hija que por primera vez en su vida vio en el él un gesto de autoridad con ella.
  • Nunca quise o nunca pude ir en contra de su hija, D. Ramiro… Es lo que ella quería hacer y, si quería usarme de excusa me daba igual… Creo que fue demasiado permisiva con algunas cosas y demasiado protector en otras, pero nunca autoritario.
  • ¿Habéis estado engañándome dos años?- sonrió D. Ramiro dejándonos a los dos alucinados con su reacción.
  • Bueno, papá, de algo ha servido… Siempre has querido mi felicidad sin pensar que quizás mi felicidad no consistía en estudiar Secretariado y trabajar en la universidad. Tengo mucho que agradecerle a Pedro, por haberme permitido madurar al tener que afrontar mi propia vida y mis limitaciones. Tengo un trabajo, tengo un piso, tengo un futuro…
  • ¿Sabes una cosa, Pedro?- dijo D. Ramiro volviendo a levantarse para ponerme una mano en el hombro.- Siempre he estado muy orgulloso de ti; eres un chico estupendo y me llevé una gran decepción cuando supuestamente le fuiste infiel a mi hija… Para mí hubieras sido el marido perfecto para ella.
  • ¡Papá!- protestó Maribel avergonzada.
  • Maribel, este chico es el único que ha sido capaz de domesticarte, de comprenderte y de ayudarte…- dijo para volver a mirarme a los ojos.- Tendrás mi recomendación…

Me estrechó con fuerza la mano; era el mayor gesto de cariño que había recibido de él nunca y juró que estuve a punto de emocionarme.

  • Muchas gracias, D. Ramiro.- dije sin dejar de mirarlo a los ojos.
  • En este tiempo que te queda, al menos en privado, llámame Ramiro.- dijo para mirar inmediatamente a su hija.- Y tú, jovencita…
  • Upss…- exclamó Maribel encogiendo los hombros como quien esperará un azote, pero con su preciosa sonrisa en la cara.
  • Estoy orgulloso de ti; me has dado una lección que no olvidaré… Has venido hasta aquí para ser sincera, para ayudar a Pedro y me has demostrado que eres más responsable de lo que yo nunca creí que fueras a ser.
  • Te quiero, papá.- dijo la chica abrazando a su padre, que correspondió al abrazo.
  • Bueno, ahora largaos los dos…- dijo el rector visiblemente emocionado señalándonos la puerta del despacho.- Mañana tendrás tu recomendación…

Asentí con una sonrisa y salí del despacho tras de Maribel; ella me abrazó, orgullosa de que hubiéramos conseguido convencer a su padre.

  • Bueno creo que he cumplido mi parte del trato, me merezco una recompensa, ¿no?- dijo cogiéndome de las solapas y acercando los labios a los míos.
  • Lo siento, haré lo que quieras pero eso no…
  • Jajaja, sólo un almuerzo mañana… ¿Te parece?- dijo sonriendo.
  • Maribel, de verdad no quiero empezar de nuevo con todo esto; sabes que te tengo mucho cariño, pero…
  • Peter, guapo… Lo tengo muy claro, solo un almuerzo o una cerveza mañana. No voy a intentar nada… Además, no me gustan los hombres enamorados de otras.

La miré sorprendido de su afirmación y de cómo sonrió como si fuera una cosa que se me notara a leguas; en ese momento, me di cuenta de la reacción que yo había tenido antes al escuchar de su boca que si pudiera volvería atrás para estar conmigo… Total indiferencia; en mi cabeza sólo estaba Nat… Nat, esa chica… Nat… Mi Rei.

  • Sí, no te creas que soy tonta; esos ojos los conozco como si fueran un espejo de tu corazón. ¿Quién es la chica?- dijo Maribel riendo y cogiéndome del brazo.
  • No sé de me hablas…- dije pero sonriendo.
  • Sé que tramas algo, Pedro. Sé que puede que te siente mal pero he aprendido cada uno de tus gestos y algo te preocupa.
  • De acuerdo, mañana quedamos para una cerveza y te cuento, ¿vale?
  • Muy bien, guapo…- me dijo dándome un beso y marchando por el pasillo atrayendo las miradas de todos los universitarios.

Tras dormir un par de horas en aquella habitación y darnos una ducha rápida mientras la madre de Gonzalo ponía la cena, nos dispusimos a salir a tomar esas copas que tanto había anunciado mi alumno. Me llevó a un par de bares a tomar copas y me fue presentando a algunos amigos suyos con lo que la verdad entablamos poca conversación; Estábamos destinando ese viaje a conocernos mucho más de lo que nos habíamos conocido en el año que llevaba dándole clase… Creo que el hecho de confesarle que estaba enamorado de su amiga y que me quería casar con ella, creó un vínculo entre nosotros, brutal.

  • Tío, perdona pero sigo sin saber como vas a hacer para que Nat te perdone.
  • Bueno, lo primero es saber si su padre está dispuesto a que la lleve conmigo.
  • Pero, ¿no tendrías que saber primero si ella está dispuesta?- rió Gonzalo.
  • Bueno, dicen que el orden de los factores no altera el producto…
  • Jejeje, una hostia de Nat va a alterar el orden de tus dientes…- dijo Gonzalo riendo a carcajadas.
  • Sí, puede que haya hecho las cosas mal, pero bueno tan solo piensa que he estado ocultándole lo del curso… Se le pasará.
  • No sé, me contaste como se puso antes de que te fueras y eso no es muy normal en Natalia…- dijo Gonzalo metiéndome un poco de miedo en el cuerpo.
  • ¿Otra copa?- dije sonriendo mientras hacía una señal al camarero.
  • Estás como una cabra, jajaja.- me dijo mi acompañante.

Seguimos tomando alguna copa más hasta que Gonzalo tiró de mi brazo para llamarme la atención sobre un chico que había en la barra bailando con otros amigos.

  • Esto se va a poner divertido para ti…- dijo riendo y mirando hacía todos lados como si buscara a alguien.
  • ¿Para mí? ¿Por qué?- dije riendo ya un poco tocado por la bebida.
  • Ese de allí es Fernando…
  • Vale, perfecto… ¿Quién coño es Fernando?- dije un poco descolocado.
  • Pues no sé que será para ti,  pero…- dijo Gonzo, mirando hacia todos lados hasta al final encontrar a alguien y tirar de mí hacía una esquina del local.- ¡Allí está!
  • ¿Quién está? Tío, me tienes perdido.- le dije mientras se situaba al lado de una chica morena, preciosa y que bailaba de espaldas a nosotros.
  • Hola guapa, ¿tienes novio?- dijo Gonzalo tocándole la cintura a la chica por detrás que literalmente saltó una cuarta, para darse la vuelta.

La chica se dio la vuelta con aires asesinos, mientras yo observaba anonadado la escena, un paso atrás para que no me salpicara la sangre.

  • ¡Gonzooooooo!- gritó la chica al reconocerlo y se lanzó a abrazarlo.- ¿qué haces aquí? ¡Madre mía!
  • ¿Qué pasa mi niña?- dijo mi amigo levantándola del suelo y dándole vueltas..
  • ¡No me lo puedo creer! ¡Estás guapísimo!- reía la desconocida.
  • Quiero presentarte a alguien, ¿me dejas? Es un amigo que ha venido al pueblo para cumplir un reto.
  • Jajaja, ¿un reto?- dijo la chica que me miraba curiosa con los brazos en jarras.
  • ¡Gonzalo, tío!- protesté yo mientras mi compañero se reía a carcajadas, creyendo que intentaba que ligara con esa chica.- No le hagas caso, no te preocupes que no tiene nada que ver contigo, chica…
  • No te preocupes, estoy acostumbrada a las bromas de Gonzo… Me conoce desde que era pequeña.
  • Y, ¿cómo que no tiene nada que ver con ella ese reto? Tiene bastante que ver con ella…- dijo Gonzalo mientras la chica y yo nos mirábamos sin saber por donde iban los tiros.- Ella es Maya, la hermana de…
  • De Nat…- completé yo la frase, sorprendido por la jugarreta que me había hecho Gonzalo.

Allí estaba yo delante de la hermana de Nat, esa chica de la tanto me había hablado y que describía como loca, pesada y que se enojaba con facilidad.

  • ¡Oye, Gonzo! ¿Qué pasa con mi hermana?- dijo muy enfadada la chica mirando a mi alumno- Ya sabes que con ella no quiero bromas, que te mato.
  • ¿Broma? ¡Que va, que va…! ¡Si te vas a reír un montón!- decía Gonzalo, bastante perjudicado por la bebida.
  • Gonzalo, cállate…- le dije tapándole la boca.
  • Buahh, eres un aguafiestas…- dijo riendo.- Voy a por dos copas, ¿vale?

Se marchó dejándonos a aquella chica y a mí mirándonos; su cara de enojo era importante y yo no sabía muy bien como manejar esa situación comprometida en la que me había metido Gonzalo.

  • Mira, no es nada malo… O sea yo nunca me reiría de tu hermana, son cosas de Gonzalo…
  • ¿De qué conoces a Natalia?- me interrumpió ella dejándome más cortado aún.
  • Bueno, se puede decir que estamos juntos… Al menos hasta ayer lo estábamos… Creo
  • ¿¿¿QUÉEEEE??- dijo Maya echándose a las manos  la boca.- Tú eres… ¿Tú eres un rollete para ella?
  • ¡Que cojones! ¿Pedro? ¡Es su novio!- replicó Gonzalo que acababa de llegar  con dos copas en la mano.
  • Un momento, un momento… ¿Qué es eso de que crees que estáis juntos? Mira, chico, como se te ocurra haber lastimado a mi hermana, te arranco la cabeza…
  • No, no… Te juro que yo no quiero lastimarla.
  • Hombre, un poco jodidilla si la has dejado, jeje- dijo Gonzo riéndose

Esa última frase provocó que Maya le diera un guantazo a Gonzalo que casi se le caen las copas de las manos; el chico me pasó una se las copas y, con la mano libre se acarició la mejilla.

  • ¡Hey! ¿Por qué me pegas? El  que la tiene jodida  es éste.- dijo señalándome y provocando que, antes de que me diera cuenta, la mano de Maya impactara en mi cara con fuerza.- Jejeje, eso está mejor…
  • No me gustan las bromas… ¿Me vais a contar que está pasando?- dijo la hermana de Nat bastante molesta.
  • Yo mejor me siento, porque la historia es larga y yo ya me la sé.- dijo Gonzalo sentándose en un taburete al lado de ellos.

Maya me miraba como esperando a que yo empezara a hablar, y lo peor es que, siendo ella casi nueve años menor que yo, me imponía un respeto que me dejaba sin palabras.

  • Estoy esperando, Pedro.
  • Eso, Pedro… La chica está esperando, jeje- dijo Gonzo divertido con la situación.
  • ¡Cállate o te arreó otro guantazo!- amenazó Maya gesticulando y haciendo que el chico se cubriera con las manos la cabeza.
  • Vale, vale…
  • Mira, Maya… Es verdad, soy el novio de tu hermana, creo.
  • ¿Crees? No empiezas muy bien, guapo… Ante todo te en cuenta que te va a costar mucho trabajo que no te mande a la mierda, cuando acabes.
  • Ok, entendido…Bueno, me refiero a que tu hermana y yo tenemos una relación, pero nunca la hemos llamado de ninguna forma… Somos pareja y punto; tenemos demasiados miedos que nos anclan en el pasado y no somos capaces de avanzar lo suficiente… Pero quiero que sepas una cosa, estoy enamorado de ella, y sé que quiero que sea la mujer que pase conmigo el resto de mi vida. He podido hacer muchas tonterías en mi vida pero ésta puede ser la mayor de ella o el más grande de los aciertos… Me voy a Barcelona a trabajar y no pienso renunciar a ella, le quiero proponer que venga conmigo, porque empiezo una nueva vida y no la concibo sin ella a mi lado…
  • Joder, tío me has hecho llorar…- dijo Gonzalo limpiándose las lágrimas y provocando la carcajada de Maya que me miró con ternura.
  • Pedro, lo único que sé es que Nat se merece ser feliz y, desde luego, no sé si tú puedes conseguirlo; no estoy dispuesta a dejar que nadie le haga daño, otra vez…
  • Sí, lo sé… Conozco la historia de Esteban.- dijo muy seguro de a la que se refería la hermana de Nat
  • ¿Tú que vas a saber?- protestó Maya como si le molestara que su hermana tuviera tanta confianza conmigo.- Aunque ya me sorprende que Nat haya tenido la confianza contigo para contarte eso, no tienes ni puta idea de lo que pasó por culpa de ese mamarracho.
  • Ya sé que no lo sé; me refiero a que sé quien es Esteban.
  • Error… Ni ella misma sabe quien es Esteban; ¿sabes una cosa? El gran problema que ha tenido mi hermana es que siempre se ha entregado al mil por cien cuando está enamorada… Pero ya no dejaré que nadie más le haga daño… Ni siquiera tú, por muy buenas intenciones que parezcas traer.
  • Las mejores…- susurré un poco cohibido por la fuerza del carácter de aquella chica mucho menor que yo.
  • Bueno, todos tenéis las mejores intenciones siempre… Y, dime, ¿Qué piensas hacer si te cansas de ella? La llevas contigo a otra sitio, la alejas de su familia y de su mundo y, ¿después?
  • No pienso en eso, porque la quiero; hay cosas que no pasan por mi cabeza siquiera.
  • Querer no es suficiente para hacer feliz a una persona.
  • ¿Y qué hago? ¿la abandono como hizo Esteban?- dije un poco enfadado con la actitud altiva de la hermana de Natalia.- ¡La destrozaria!
  • Pues tenías que haberlo pensado antes de empezar nada con ella…
  • No estaba planeado; estas cosas no se planean… Y no me voy a rendir por más obstáculos que nos pongan, ni siquiera tú…

Maya me miró con desconfianza, pero un poco sorprendida por mi seguridad y mi rebeldía ante sus palabras; su carácter se correspondía totalmente con lo que Nat me había hablado siempre de ella: chula, de fácil enfado y muy protestota… Lo que Nat no veía es que su hermana la defendía a capa y espada, que cuando decía que sería capaz de arrancarle la cabeza a quien le hiciera daño, lo decía totalmente en serio… Maya protegía a su hermana porque había vivido, en primera persona, todo lo que ella había sufrido con Esteban. No pude menos que admirar esa fuerza con la que Maya defendía a la persona a la que yo más quería… Me costaría tiempo y mucho trabajo, pero estaba seguro de que tarde o temprano seríamos buenos amigos.

  • De todas formas, veo difícil que le den permiso para que se vaya a vivir contigo a otra ciudad… Mis padres no dejaran que eso ocurra.- dijo con una sonrisa en sus labios, que mostraba seguridad.
  • ¡Y señoras y señores! ¡Aquí viene el reto de Pedro!- anunció Gonzo recuperado de su llanto.
  • ¿Qué reto es?- preguntó preocupada Maya mirándome.
  • Vengo a pedir la mano de tu hermana…

Maya se quedó petrificada y miró a Gonzalo, esperando que le hiciera algún gesto que le hiciera suponer que todo era una broma de mal gusto; pero mi amigo se limitó a encogerse de hombros con una sonrisa, dando credibilidad a cada una de mis palabras. Me observó con la cara congestionada y sin saber muy bien que decir.

  • Nena, ¿pasa algo?- dijo el chico que Gonzalo me había señalado antes como Fernando.

Cogió de la cintura a Maya, lo que me indicó que era su novio; la “mosca” como Nat me había dicho tantas veces… Y es que Natalia tenía auténtica manía a ese chaval y yo tuve que aguantar la risa acordándome de las veces que despotricaba sobre él. No estaba el horno para bollos, y que Maya me viera riéndome de su novio.

  • No pasa nada, vámonos.- dijo Maya dándose la vuelta para marcharse.- Adios, Gonzo
  • Adios, Maya.- dijo mi amigo despidiéndose con su mano,mientras Fernando lo miraba con recelo.- Anda, Fernandito mira para otro lado.

El chico bajó la cabeza, dando muestras tanto que conocía a Gonzalo como que le mostraba un cierto respeto por temor o por edad.

  • Eres un cabrón… Menuda encerrona me has preparado.- dije mirando a Gonzalo un poco enfadado, que seguía sentado en aquel taburete.
  • No seas quejica, que cada vez te pareces más a Nat…- rió mi alumno.- Míralo por el lado bueno: lo peor ya ha pasado, su padre será mucho más facil.

Al día siguiente por la mañana, nos levantamos en casa de Gonzalo; éste llevaba una resaca de caballo y es que, tras comunicar la noticia a Maya, todo desvarió en una serie de chupitos de tequila que hicieron estragos en nosotros… El empeño de “ahogar las penas en alcohol” de Gonzalo, tuvo un efecto devastador, más en él que en mí.

Para colmo estaba la actitud de Maya que no fue, ni mucho menos como esperaba; la verdad que en ningún momento mi intención era hablar con ella, pero parecía que Nat, tenía razón al describirla como un poco arisca… Yo, como he dicho antes, la describo más bien como una chica superprotectora con su hermana “pequeña”- porque parecía más madura que Nat, las cosas como son- y defensora a ultranza de la coraza que había creado mi Rei .

¿Veis? Ya no veía yo tan buena la idea de presentarme en casa del padre de Nat y plantearle mi idea de casarme con ella; la verdad que, como decía Gonzo, enfrentarme a su padre no debía ser muy difícil, porque me había dicho que era un relativamente comprensivo aunque muy protector con sus hijas…  Insistía en que lo difícil habia pasado con Maya… Y ya llegaría con su madre, lo que me tenía más asustado. Pero, al fin y al cabo,  como decía el padre de Gonzalo, José sabría valorar el hecho de que yo me presentara en su casa  a hablar con él.

Bajé las escaleras, una vez vestido y duchado y allí estaba Gonzalo tomándose una pastilla para el dolor de cabeza.

  • Joder, tio… Vaya profesor que no cuida de su alumno…- rió con los ojos rojos de la resaca.
  • ¡Vete a la mierda! Si te bebiste casi una botella de tequila.- bromeé dándole un golpe en la espalda.
  • Bueno, ¿preparado?- dijo Gonzalo que parecía más nervioso que yo por la situación que se avecinaba.
  • Tranquilo, no pasa nada; sólo vamos a charlar con su padre.
  • Madre mía, que huevos tienes…- dijo secándose el sudor.

Salimos de su casa y casi no cruzamos palabras hasta llegar a la puerta de la casa del padre de Nat; allí estaba Maya esperándonos, como si supiera que íbamos a ir… Lo peor es que, a pesar del mal comienzo de nuestra relación,  sus ojos me recordaban tanto  a la última mirada de enfado que había visto en Nat  en la cara que una punzada atravesaba mi corazón… Maya estaba guapísima, con unos vaqueros que resaltaban su trasero, que tantas veces me había dicho Nat que envidiaba; una camiseta de tirantes de dejaba ver un generoso y moreno escote y esa sonrisa, que he dicho antes, que podía darle luz a la calle aunque en lugar de día, fuera noche cerrada. Decidí evitar mirarla fijamente porque ya solo me faltaba que pensara se mí que era un depravado.

  • Hola, ¿cómo está el borracho esta mañana?- dijo dándole dos besos a Gonzalo e ignorándome totalmente.
  • Algunos mejor que otros.- dijo sonriendo y señalando con el pulgar su estómago.
  • Perdona Maya pero, ¿cómo sabías que veníamos ahora?- pregunté un poco sorprendido y pasando de saludarla convenientemente, como ella había hecho conmigo.

La guapa hermana de Natalia miró a Gonzalo que sonreía mirándome, casi diciéndome todo antes de dignarse a abrir la boca.

  • Bueno, yo la llamé mientras estabas en la ducha; creo que por muy mal que hayáis empezado os debéis dar una oportunidad… Sobre todo tú, Maya; Pedro no es mal tío y quiere a tu hermana.- dijo Gonzo con una seriedad que sorprendió a la chica.- Además, conmigo no fuiste así y también estuve con tu hermana.
  • Primero, no me chantajees porque sabes que conmigo no funciona; y segundo, lo vuestro era distinto… Yo era más pequeña y vosotros erais amigos desde hace años… Este tío viene…
  • Pedro, se llama Pedro, Maya.- interrumpió Gonzalo poniéndola en su sitio por primera vez desde que la conocí.
  • Bueno, Pedro viene de fuera y ¿quiere que lo reciba con los brazos abiertos alegrándome de que se case con mi hermana sin ni siquiera saber la opinión de ella? Ayer estuve a punto de llamarla y me conecté al Messenger por si estaba conectada
  • Dime que no lo hiciste, por favor… Que no le dijiste nada- dije con ojos de cordero degollado y temiendo que la hermana de Nat hubiera echado el plan a perder.
  • No, no lo hice… Porque no estaba conectada y el móvil lo tenía apagado.- dijo mirándome enfadada.- Pero, ¿sabes cual es su nick en el Messenger?

Negué con la cabeza con miedo a escuchar cualquier cosa que fuera demasiado grave para mí. Sabía que Nat estaba enfadada conmigo, por no haberle dicho que me iba de viaje a Barcelona – supuestamente- pero no más que cualquier otro enfado que teníamos de vez en cuando.

  • "Quiero saber que te vas y no que huyes..."
  • Esa frase es de “La sombra del Viento” de Carlos Ruiz Zafón.- dije un poco cabizbajo por la frase de Nat.
  • ¡Me importa una mierda de donde sea! ¿Me has oído lo que tiene puesto?
  • Bueno, quizás no haya hecho bien las cosas antes de venir… Pero no huyo a ningún lado. Nunca dejaría tirada a tu hermana, aunque no lo creas.
  • Al menos parece que eres un loco de los libros como ella… Algo teneis en común.
  • Normal…- rió Gonzalo.- Es su profesor de Literatura Aplicada.
  • ¿¿¿Quéee???- gritó Maya mirando a Gonzalo y después a mí.- Estáis locos… Mi hermana y tú, estáis locos…
  • ¿Qué tal si entro a ver a tu padre y luego discutimos sobre los tratamientos para nuestras enfermedades mentales?
  • ¿Me estás vacilando?- dijo Maya sonriendo por primera aunque con algo de chulería.
  • No me atrevería, sé lo fuerte que das los guantazos…- bromeé recordando el que me dio la noche anterior.
  • Ten por seguro que no será el último…- dijo empezando a caminar hacia la casa de su padre.- Bueno, mi padre está ahí dentro; pero, como Gonzalo me pidió no le he dicho nada de la razón de tu visita… Sólo que venias a verlo, porque estabas de visita en el pueblo; se alegró mucho al decirle que estabas aquí. Dice que te conoció el primer día en la ciudad… Parece que le caíste bien.
  • Eso va a cambiar en menos de una hora.- rió Gonzo, ganándose un codazo por mi parte.- ¡Aughh!
  • ¿Vamos?- dijo Maya, interrumpiendo nuestra disputa.

Entramos en la casa, siguiendo yo a la hermana de Nat y quedándose Gonzalo fuera. Al pasar por el pasillo, me fijé en una puerta que había en un lado y que, no me preguntéis por qué, supe enseguida que era la habitación de mi Rei … Sonreí y el gesto fue percibido por Maya que me golpeó el hombro. Que estuviera un poco menos a la defensiva conmigo, no quiere decir que me hubiera aceptado de buenas a primeras.

Y, por fin, llegamos al salón donde estaba José Canales; aquel hombre que conocí hace casi un año en el portal de mi piso y que, por cosas del destino, estaba a punto de pedirle formar parte de su familia.

  • Papá, aquí está Pedro…- dijo Maya presentándome y echándose a un lado.
  • ¡Pedro! ¡Que alegría verte por aquí! Muchas gracias por la visita…- dijo el hombre levantándose y estrechándome la mano con fuerza.- ¿Qué te trae por el pueblo?
  • Bueno, José, encantado… Vine a acompañar a Gonzalo que venía a ver a su familia y siempre me está dando la vara con que viniera a conocer el pueblo.
  • ¡Ejem!- tosió Maya cruzada de brazos y no muy conforme con que eludiera el tema principal de mi visita.
  • Sientate, por favor…- dijo José mostrándome un sofá en el salón.- Anda, Maya, ¿por qué no traes un par de cervezas?

La hermana de Nat se marchó a por las cervezas murmurando algo ininteligible, pero que seguramente no era ningún halago hacia mi persona. José me miraba con expectación y, apoyando los codos en la mesa, centró toda su atención en mí.

  • ¿Y qué tal? ¿Te gustó el pueblo?
  • Sí, la verdad que muy bonito aunque llegamos ayer y he tenido poco tiempo para ver.
  • Podrás disfrutar… Si sales con el hijo de Carlos, seguro que conocerás a muchas chicas guapas.- rió el hombre hablando en voz baja para que su hija menor no lo escuchara.
  • Bueno, no tengo mucha intención de eso, la verdad…- dije esquivando ese tema.
  • Jajaja… Bueno y ¿qué tal todo por la ciudad? No habrás tenido algún problema con Natalia, ¿no?
  • No, en absoluto… Es una chica genial…

En ese momento, entraba Maya en la sala y dejaba las dos latas de cerveza sobre la mesa; había escuchado la última parte de la conversación y me miró con cara de asesina en serie. Esta vez no evité la sonrisa ante la actitud de la hermana de Natalia, lo que pareció ofenderla más… Pero creo que ese sería el sino de nuestra relación, si todo salía bien; porque ella era de carácter tosco y yo, desde siempre, había tenido la manía de reírme ante situaciones así.

  • José, quería hablar con usted de una cosa muy importante…- empecé tragando saliva y haciendo que Maya me mirara con asombro para darse la vuelta y marcharse de la sala, un poco reconciliada conmigo.
  • No me hables de usted, por favor…
  • Permítame que lo haga, al menos hasta que le diga lo que he venido a decirle.- dije mirándolo a los ojos con inusitada confianza en mí mismo.
  • Me estás asustando, chico…
  • Espero que no sea tan malo.
  • Jajaja… Bueno, de todo se puede sacar algo bueno.

Nos quedamos los dos callados, como esperando que el otro empezara a hablar, cuando sabía perfectamente que era yo, quien tenía que dar el paso.

  • Verá, José… Quería hablar con usted, porque lo conocí en la ciudad y me gustaría que las cosas entre nosotros fueran de frente.
  • ¿Qué me quieres decir, chico?- dijo el hombre sonriendo y abriendo la lata de cerveza, que yo temía que acabara estampada contra mi cabeza.
  • Tengo una relación con su hija Natalia… Llevamos unos meses juntos y…
  • ¿Con Natalia?- dijo José echándose para atrás en el sofá.- Hijo, ¿has venido hasta aquí para decirme que estás saliendo con mi hija? ¿Dónde está ella?
  • En la ciudad, José… No quiero que se enfade, quería hablar con usted para explicarle que voy en serio con ella; para mí, Nat es…
  • Pedro…- dijo levantándose del sillón y poniéndose a andar por la sala.- Como comprenderás, esto ha sido un poco brusco para mí; te conozco de un día arreglando unas averías conmigo y la siguiente vez que te veo, vienes a decirme que eres el novio de mi hija…
  • Sí, lo sé… Pero para mí es muy importante contar con su aprobación; llámeme antiguo o lo que sea, pero le estoy diciendo que quiero estar con ella… Y conociéndome usted, me parecía una falta de respeto que se enterara de otra forma.
  • Pero chico, sois jóvenes y la vida da mil vueltas; te advierto que yo, recién conozco cosas de la vida sentimental de mis hijas y no estoy muy contento…
  • Entiendo su preocupación y la veo lógica; es otra de las causas, el pasado de Nat, por lo que quería que me conociera usted.
  • Primero, hazme el favor de favor de no volver a llamar a mi hija así, al menos delante mía…
  • ¿Cómo?
  • Nat… Se llama Natalia y yo odio ese diminutivo.
  • Perdone usted.
  • Y segundo, no me hables más de usted… Después de decirme esto, será mejor que empecemos a hablar de tú a tú, de hombre a hombre.- dijo apoyándose en la mesa del comedor.
  • Así lo haré…
  • Mira, mi hija es ya bastante mayor y, se supone que tenía que estar preparado para una situación de este tipo… No me esperaba tan repentino y con un chico como tú, pero… La que elije es ella y yo tendré que aceptar su opinión.
  • La cosa es que voy un poco más allá… Vengo a pedirle permiso para casarme con ella…
  • ¿Qué? Un momento, chico. ¿No vais muy rápido? ¿Tienes un futuro? Ella está estudiando y lleváis unos meses como pareja… ¿No es muy precipitado?
  • José, soy vecino y profesor en la universidad de Natalia… Pero me han hecho una oferta de una universidad privada en Barcelona como investigador docente y es una oportunidad única… Y no quiero dejar a Natalia, quiero que forme parte de mi vida. No quiero hacer lo que…- y corté la frase porque no sabía si José sabía todo lo relativo a Esteban.
  • No quieres hacer lo que otros hicieron…- completó la frase el padre de Nat que, al parecer si sabía los detalles de la anterior relación de su hija.
  • Eso es, José…
  • Bueno, ya sois mayorcitos pero, ¿ella está decidida a marcharse contigo?
  • Aún no sabe que se lo voy a pedir; por cuestión de principios quería saber tu opinión antes.

José me miraba a los ojos sin desviar la mirada; parecía que me analizaba el alma sin pestañear siquiera… Allí estaba yo, en una casa que no era la mía, frente al padre de la mujer que amaba y arriesgándome a que Natalia, después, no estuviera de acuerdo con mi plan.

  • Ella no lo sabe… Madre mía, desde luego que estás tan loco como ella. Mira, por el tiempo que llevas con ella, todo me cuadra. La última vez que estuvo aquí, era otra persona: feliz, bromista, con fuerza moral… Si tú eres el causante de esa alegría en mi hija, te estoy eternamente agradecido. Se ve que la quieres y ya sabes que si algún día dejas de hacerlo, volverá a mi casa y ya está.
  • No te preocupes; nunca he estado más seguro de nada en mi vida… En Barcelona empiezo de nuevo, pero no concibo hacerlo sin ella. Me ha dado todo lo que faltaba: tranquilidad, confianza, amor… Pues estar tranquilo en que nadie la cuidará mejor que yo si me da su permiso para casarme con ella.
  • Pedro…- dijo estrechándome mi mano con fuerza de nuevo.- Tienes mi bendición; cuídala, porque te llevas a una chica muy especial.
  • Muchas gracias, José…
  • No cantes victoria tan pronto… Te queda convencerla a ella y, sobre todo, hablar con su madre que sí es el hueso duro que tendrás que roer.
  • Haré lo que sea…
  • A su madre mejor que vayas con Natalia; no es muy amiga de las sorpresas como ésta.
  • Jajaja, de acuerdo…- dije mientras le estrechaba otra vez la mano y, José, rompía las distancias para darme un abrazo.

Justo en ese momento, entraba en la sala Maya, seguramente había estado escuchando toda la conversación tras la puerta. Se acercó a mi y, sin cambiar esa mirada preocupada, me dijo:

  • Júrame por dios, que la vas a cuidar como si fuera tu vida.
  • Te lo juro, Maya- dije alargando la mano para que la cogiera en señal de promesa hecha.
  • Eso espero…- dijo acercándose y dándome un beso en la mejilla.- Y ahora, ¿Cuándo nos vamos?
  • ¿Cómo?- pregunté un poco descolocado.
  • No pretenderás que me quede aquí mientras mi hermana te da la patada en el culo, ¿no?- dijo Maya mientras aguantaba la bronca de su padre por el comentario.- ¡Es broma! Pero voy contigo, quiero estar con ella cuando se lo digas.
  • Trato hecho… Nos vamos mañana.- dije girándome hacía José.- Muchas gracias por todo, José.
  • No tienes que darme las gracias, mientras la cuides no habrá problemas.
  • No lo dude… Nunca los habrá
  • ¡Madre mía, cuando Esteban se enteré de esto!- murmuró Maya mientras se dirigía a su habitación.

Yo no pude menos que sonreír ante la ocurrencia de mi futura cuñada; ya era hora de olvidar el pasado y aspirar a encontrar la felicidad, porque como decía el libro “Perdona si te llamo amor”:

"En la vida no se puede tener todo; sin embargo, es necesario aspirar a ello, porque la felicidad no es una meta sino un estilo de vida…"

(CONTINUARÁ, en el último capitulo de la serie)