El primer vello
Era demasiado joven cuando se me ocurrió por primera vez tocar mi cuerpo, tal vez no alcanzaba todavía ni siquiera los trece años, puedo recordar con exactitud que aún no tenía vello púbico.
Era demasiado joven cuando se me ocurrió por primera vez tocar mi cuerpo, tal vez no alcanzaba todavía ni siquiera los trece años, puedo recordar con exactitud que aún no tenía vello púbico. Todo empezó un día mientras hurgaba en el cajón de la mesita de noche de mi padre, no había nadie en casa y a mí me encantaba meter la nariz justo a donde no debía. Abrí el cajón y entonces hallé un sobrecito de película pirata, tenía como portada una mujer muy joven, no mayor de dieciocho, calculé en el momento, era pálida, con los rasgos latinos adormilados por los ojos cerrados, el cabello castaño obscuro y largo se desparramaba alrededor de su cabeza y del cuello corto, más abajo un par de senos turgentes y redondos se erigían como una atenta invitación para dejarse seducir y ver el contenido que guardaba aquél disco. Me dejé llevar por la invitación y lo que descubrí en la pantalla del reproductor portátil me dejó helada.
Jamás había visto la copulación, ni entre personas ni entre animales si quiera, siempre tuve una infancia bien cuidada y de pronto ver los cuerpos sudorosos de aquellos extraños desencajó algo muy dentro de mí.
Era un hombre como de cincuenta o más, se notaba en las arrugas de su rostro, en el volumen de su vientre y en la claridad contrastante de algunos vellos de sus brazos ya que su cabeza estaba completamente calva. Él estaba encima de aquella jovencita de la portada de la bolsita de la película pirata, ella gemía, tal vez la estaba lastimando porque agarraba con fuerza las sábanas de la cama sobre la que estaba tendida, sus senos brincaban y ella cerraba con fuerza los ojos mientras los gemidos iban en aumento, en ese momento el hombre también aulló de dolor o de placer y se movió más lentamente; de pronto, vi algo nuevo, el hombre se levantó un poco, la cámara enfocó directamente el sexo de la chica y entonces se vio también como ese hombre sacó poco a poco su pene de la vagina de la chica.
Era extraño, yo me había visto mi propio sexo muchas veces mientras me bañaba, siempre era igual, era una zona un poquitito más gordita que el resto de mi tronco, dividida, por esa disección orinaba y sabía que había algo dentro porque cuando hacía pis y me limpiaba a veces introducía un poquitito más mi dedo medio con el papel para limpiar bien el resto de humedad, empero, en general no sabía más, sin embargo, esta chica era extraña, a pesar de que su cosita se parecía a la mía porque tampoco tenía ni un pelito al verla con todas las piernas abiertas tenía una bolita muy inflamada en la cima de su abertura, aparte de que se veía como si se acabara de orinar pero en la sábana debajo de ella una pequeña mancha de sangre delataba el daño que le había hecho aquél hombre mucho mayor que ella.
Él limpiaba su pene con uno de los extremos de la sábana, él también se había dañado porque dejaba un ligero rastro de sangre en la punta del trapo, hablaban en otro idioma que ni siquiera se parecía al español o al inglés, pero denotaban placer, ella sonreía mientras se acariciaba ligeramente entre las piernas en un movimiento ascendente y él se acercó de nuevo a la chica y le puso aquella tripa flácida justo frente a su rostro.
Era terrible lo que acababa de ver porque poco a poco la tripa flácida creció y creció hacia arriba formando una pequeña curvatura mientras ella besuqueaba aquella cosa y entonces lo vi en todo su esplendor, era grande, como del tamaño de un pepino, con una cosa en la punta, algo redondeado y el color no era el más bonito pero pudo haber sido más feo, era de un rosado como el de las cicatrices grandes. La chica se puso de pie y caminó frente a un espejo, en el que se inclinó dejando sus nalgas al aire y comenzó a moverse para que sus senos se movieran de un lado a otro. La cámara los enfocó nuevamente y él ya estaba detrás de ella, recorrió con su dedo índice el camino de su columna vertebral y pasó de largo en medio de sus nalgas, sin embargo alejó la mano de allí, como si la cola de la chica lo hubiera quemado porque en seguida se llevó los dedos a la boca y después de chuparlos mientras la chica hacía gestos, él regresó al ataque, la cámara enfocó la mano y vi cómo dos de los dedos de ese hombre desaparecían dentro del agujero más grande de la chica, ella había llevado una de sus manos a su vagina y tocaba aquella bolita inflamada mientras él metía y sacaba los dedos a velocidad vertiginosa.
Mi pequeña mano siguió el ejemplo de lo que yo acababa de ver, para mi sorpresa, cuando metí la mano a mis pantalones me encontré con aquella abertura entre mis piernas muy húmeda, me asusté porque creí que me había ganado de la pipí mientras veía aquella película pecaminosa, saqué la mano de mi pantalón y sin parar si quiera la reproducción del disco abrí la puerta y lo saqué a la fuerza, lo metí en el sobre y lo regresé a su lugar, cuidando que se quedara como lo encontré. Después de asegurarme que todavía no había nadie en la casa fui a mi habitación y me encerré. Tomé el espejo que casi siempre sólo usaba para arreglarme por las mañanas y me bajé los pantalones y la pantaleta, me recosté sobre la cama y abrí mucho las piernas, entonces vi que la chica de la película no era extraña, yo también tenía algo entre las piernas, esa extraña bolita en la cima de mi rajadita, comencé a tocarla, se sentía rico, en el espejo vi que del hoyito que había más abajo salía un líquido viscoso, tomé un poquito con mi dedo índice y lo llevé a mi boca, no sabía mal, tenía un ligero gusto salado, pero en realidad sabía bastante bien.
Una cosa me llevó a la otra, metí un dedito dentro de mi agujerito, era cálido y húmedo, mientras que con la otra mano seguía tocando mi bolita, eso era el cielo, se sentía delicioso. De pronto algo me obligó a acariciarme la conchita con mayor rapidez, la mano me dolía del rápido movimiento pero era realmente delicioso, por eso continué hasta que estalló algo dentro de mí, gemí como la chica de la película, pero no era dolor, era placer.
Me vestí y seguí en lo mío, hasta que escuché que llegó el resto de mi familia. Por la noche me volví a tocar el coñito y justo cuando estaba a punto de sentir esa deliciosa explosión escuché un aullido proveniente de la habitación de mis padres, me levanté sigilosamente, bajo mi camisón no llevaba nada porque mi pantaleta se perdió entre las sábanas de mi cama cuando abrí las piernas para tocarme, entonces al ver por la ventana de la habitación de mis padres vi como papá estaba chupándole el chocho a mi madre, ella se retorcía de placer y trataba de llenarse la boca con uno de los pezones de sus grandes senos mientras mi padre recorría toda la raja de ella. Él también tenía el pene erecto y los testículos le colgaban pesados, se irguió poco a poco y vi la cuca de mamá, ese lugar por donde yo había nacido ahora estaba encharcado y a diferencia de la chica de la película o de mí, ella sí tenía pelo, mucho vello. Papá la volteó y de un solo golpe le metió el pene en el peludo.
El morbo me movía a seguir viendo a pesar de que me debía ir, debía dejar de ver aquello que no me correspondía porque pertenecía a su intimidad, mucho más allá de mis dominios como hija única. Mis dedos recorrieron de nuevo mi coño, estaba mojadito ya, mis caderas se movían sin que yo imprimiera la más mínima fuerza, estaba fuera de mi voluntad, vi cómo mi padre se levantó y mamá se volteó, tomó su tronco y comenzó a chuparlo también. Todo esto ya estaba demasiado lejos de lo que yo debía ver, así que la vergüenza me invadió y corrí hasta mi habitación, me encerré y me escondí en mi cama para tratar de mitigar mi pena.
Pocos días después descubrí el primer vello justo en el medio de mi monte de Venus, era diferente al resto del pelo de mi cuerpo porque este pelo era más chino y grueso que el resto del vello de mi cuerpo y desde ese día no paró de salir pelo en mi conejito hasta dejarlo bien tupidito, sin embargo adentro de la rajita nunca me salió ni un pelo, sin embargo cuando se mojaba de excitación se pegaban los pelos de mi coñito y a veces llegaba el hilillo de flujo hasta el vello de mi culito, sin embargo será en otro relato que les contaré cómo siguió cambiando mi cuerpo y la sorpresa que me llevé al sentir lo que era acariciarme las tetitas sin corpiño.