El primer suspiro de amor es el último de la razón

Quinta parte... Espero les guste

Pase una noche tranquila. Era ya domingo y me quedé en casa, no me sentía nada mal ya, pero decidí relajarme y quedarme en casa, aparte que Karla llegaría a verme…

Cuando me paré de la cama note como toda mi casa era un desastre. Me dispuse a limpiarla hasta que llegué en un punto en que era sólo ocio y no sabía que más hacer, incluso ordené mis películas en orden alfabético. La casa estaba impecable, pero no había rastro de Karla.

Pasadas 2 horas, de haberme bañado, arreglado y usar un poco el Internet, sonó el timbre. Abrí y era Eduardo que muy feliz se acercó me dio un beso en la mejilla y paso adentro.

- ¡¡Bienvenido eh!!... Pasa, ponte cómodo, por cierto… estoy bien, ¿y tu?

- ¡Ay amiga! No te pongas pesada. Estoy muy emocionado.

- Y ¿cómo porque?...

- No te hagas, cuéntame, ¿qué pasa con Karla?

- No ha pasado nada, ya no molestes Eduardo. – Sabía perfectamente que mentía y siguió hablando.

- ¿Te puedo contar algo? Ahora que tienes algo más con Karla, siento la confianza de que no me rechaces.

- ¿Rechazarte? No tengo porque hacerlo, pero me intrigas, ¿Qué sucede?

- Bueno… ¿Recuerdas a José? Mi amigo del bar.

- Sí, claro.

- Bueno, él y yo somos novios.

- ¡¿QUÉ?!

- Así es… y te lo digo porque confío en ti, muy pocos lo saben.

Realmente la confesión de Eddy me dejó impresionada, seguimos hablando una hora más, me contaba lo ilusionado que estaba por el amor de José, o “pepito” como él lo llamaba con un gran brillo en los ojos. Y de pronto llegó a quien esperaba, a quien deseaba ver y estar a solas. Tocó el timbre la luz de mis ojos.

- Karla, ¡ya estás aquí!.

- Si mi querida niña. Disculpa la demora.

- yuuuujuuuuu ¡¡¡Hoooola!!! – Intervino Eddy, mientras las dos nos mirábamos transitivamente – También estoy aquí, pero no se preocupen, yo ya me voy. Tengan buen día.

- Vamos Eduardo, no te molestes. – Le dije como deteniéndolo, pero en realidad quería que se fuera de ahí.

- Estoy bromeando, no me molesta, han de tener mucho de que hablar picaronas.

Mis mejillas se sonrojaron, veía como Eddy se despedía de Karla y luego me dio un beso en la mejilla mientras decía “No la dejes salir viva de aquí”. Mi corazón se aceleraba mientras la observaba y veía como nos quedábamos a solas.

Su sonrisa iluminaba mi hogar, y me daba un calor, una sensación de que ella era mi hogar.  Ella se acercó a mi y me abrazó con fuerza, yo la rodeé con mis brazos también.

- Bésame. – Me dijo en medio de un suspiro.

- ¿Qué dices?

- Por favor, bésame.

El sonido de su voz, me entrecortó la respiración, y aun más, su petición. Enganchaba sus brazos a mi cuello y yo en su cintura, y entonces me besó, nos besamos. Me besaba más fuerte que la primera vez, pero con la misma ternura y pasión. Karla recorría con la punta de su lengua lo que tenía a su alcance, y yo me comenzaba a agitar, permitiéndole compartir de nuestra saliva, nuestras lenguas.

Se separó de mí y me miró a los ojos tímida.

- Gracias amor.

- No hay que agradecer. Y te quiero pedir algo.

- Sí, dime. ¿Pasa algo?

- No, bueno si… es decir,  te quiero invitar a pasar el próximo fin de semana conmigo.

Mi idea salió espontánea, no sabía a dónde la llevaría, pero sí sabía algo, la quería hacer mi novia, mi pareja, mi mujer. Ella sobresaltó, se veía contenta, un brillo en sus ojos me mostraba su ilusión.

La tarde pasó de inmediato. Nos la pasábamos muy bien, pedimos de comer a domicilio, unas cuantas cervezas y ocasionalmente besos por las mejillas provocando los labios, pero no se repitió más otro beso entre las dos, era como un juego de seducciones que quedó en arrumacos.

Llegó la noche, ella se fue, y yo recogí todo lo que ensuciamos. Me sentía feliz, pero también debía de planear el fin de semana perfecto. No tenía ni la mínima idea de qué hacer, pero sabía que serían los mejores tres días de mi vida, claro, hasta ahora.

Al día siguiente me levanté a trabajar, no era necesario esperar más y estaba nerviosa por iniciar una nueva etapa en mi empleo.  Me duché, desayuné algo y proseguí  a vestirme y arreglarme. Al verme al espejo, me agradé mucho.

Salí de la habitación y opté por usar las escaleras, sería buen ejercicio y era una mañana fresca. Al bajar tomé un taxi, pero mientras esperaba las miradas de los hombres no hacían caso omiso a mi presencia.

Llegué a la oficina y miré mí ahora escritorio. Había una carta y unos chocolates “Ferrero Rocher”, me sorprendió mucho, pensé que serían de Rafael o Eddy, pero no. Me senté en mi silla y muchos me dieron los buenos días, acomodé mis cosas y luego miré hace la puerta del elevador, era mi exjefe que salía del edificio con una caja. “Deben ser sus cosas” pensé. Sentí lastima, pero un pervertido no podía estar en el edificio. Me dispuse a abrir la carta.

“Bienvenida a su nuevo puesto srita. Hernández. Espero que su estancia aquí sea por años y que junto con usted se puedan hacer grandes cosas, su desempeño y capacidad lo ameritan, haremos buen equipo. Será un verdadero honor trabajar con usted.

Espero igual que los chocolates sean de su gusto, es un obsequio de bienvenida.

Sabía que no faltaría a su primer día de trabajo, su fortaleza me sorprende, otra mujer en su lugar no hubiese vuelto. No obstante, le informo que he despedido al señor Ortiz, no seguirá acosando mujeres en mi edificio.

Cariños, Liliana Solís.”

¿Cariños?... ¡Me ha tomado cariño!... Me emocionaba mucho la idea de ello, una mujer dura, fuerte, quien había convivido años con otras personas, me demostraba su afecto a mí, que tenía apenas menos del año conociéndola.

Organicé papeleos y luego oí el timbre de la contestadora.

- Buenos días, señorita secretaria de presidencia. – Era su voz, era Karla.

- Buenos días, CON ELLA HABLA. ¿Cómo estás?

- Bien, gracias. Eddy me pasó el número de teléfono, espero no te moleste. Hablaba para decirte que hoy paso por ti y es un hecho.

- Ok, ok veo que ya tomaste la decisión. Aquí te veo.

Colgué el teléfono y me sentía una mujer dichosa, con amor y buen trabajo, más aparte querida por la jefa, ¿quién lo diría?

El día se me fue rápido y ágil, y casi al terminar el turno Lily me llamó.

- Hernández, ¿Puede venir un momento?

- Por supuesto que sí, permítame.

- Supongo que vio mi carta en su escritorio. Pero, quiero decirle personalmente, que es usted bienvenida, espero que le vaya muy bien en su puesto, que estoy segura que si.

- Muchas gracias. – Dije sonriente. – Y el placer es mío al trabajar con usted, no la decepcionaré.

Lily me miró gustosa y suspiró. No dio tiempo a que la analizara más.

- Bueno, puede retirarse. Mucha suerte.

- Disculpe, mejor deséeme éxito. Y muchas gracias…. Por cierto, los chocolates me encantan, de hecho, son mis favoritos.

Me ofreció una sonrisa victoriosa al atinar muy bien mis gustos y salí de la oficina. Se dio la hora de salida y me fugué como rayo a ver a mi niña que ya esperaba afuera.

Al ver a Karla la abracé y le di un peso en la frente. Ella me tomó la mano y fuimos a su auto.

- ¿A dónde vamos?

- Por supuesto, a cenar. Yo invito.

- Eso no lo puedo permitir…

-Vamos, quiero complacerte esta noche….

Pero no pensemos mal… Me complació con una cena formidable, una plática que duró horas, me daba la comida en la boca, besos por las mejillas y en otras ocasiones entre el cuello y la oreja. La gente nos miraba, pero daba igual. Era nuestro amor.

Me llevó a mi casa y me despedí de ella con un beso en la horquilla de su boca. Gané el juego de seducciones esa noche sin duda alguna...

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Espero que les guste esta siguiente parte del relato... La escuela ha estado difícil, pero a quienes siguen la historia aquí les entrego este fragmento.

Espero sus críticas y comentarios. Y gracias por leerme.

Besos, Low.