El primer semental

El primer relato que publiqué no me pareció bien redactado. Espero que este sea del agrado de los lectores. Como dije en su momento, la historia es real. Espero que lo disfrutéis.

Esta es la historia de P. Podría usar el mismo título que "Historia de O", pero sería usar la misma letra... Así que he optado por la siguiente del abecedario. El relato es absolutamente real. P comparte con “O” algunas características… Pero dejemos que la prosa describa a P como realmente es, el movimiento se demuestra andando, ¿o no?

Hacia algo de frío. O era cosa de los nervios. P estaba en un barrio obrero, fábricas y naves industriales mezclándose con viviendas. Acababa de aparcar su vehículo en las cercanías, en una calle sin salida, con un taller al final de la misma. Sacó su móvil. Estaba claro, no hacía tanto frío, eran los nervios. Miró la pantalla táctil y usando la aplicación de contactos escribió "Estoy llegando, a unos 100m de donde me has dicho". La respuesta no se hizo esperar, pero mientras tanto no pudo evitar recordar por qué estaba ahí.

Esa foto, de una verga. Grande, hermosa, dura, hinchada. Ese era el motivo por el que ni el frío, ni los nervios, ni el temor a ser descubierto por sus compañeros de trabajo o su pareja le habían detenido ni un instante. Necesitaba una verga como esa. La respuesta le llego con todos esos pensamientos bullendo en su cabeza "C/XXX portal X piso X letra X". Aquello empezaba a parecer una yincana. Sorprendido por el estilo de la forma de quedar miro de nuevo el móvil, buscó el GPS y localizó sin problemas la calle, estaba a solo unos pocos metros más allá del lugar donde se encontraba.

Era una calle pequeña, de nombre inimaginable hasta que te lo dicen. A saber a quién coño se le había ocurrido semejante nombre para una calle. Donde Cristo perdió las chanclas. Nervios, muchos. Tocó el portero automático, sonó la puerta mientras se abría eléctricamente. Sin preguntas ni respuestas por el telefonillo, no había venido a hablar ni le querían allí para hablar. Iba limpio, afeitado, bien vestido, con ropa decente, no de cualquier manera. Llevaba una mochila con todo lo necesario para un encuentro sexual e iba con un buen enema realizado. Aquí no se iba a jugar a las cartas, ni a charlar sobre el tiempo o las noticias de la TV, se venía a follar.

Subió las escaleras andando, sin ascensor, no quería cruzarse con nadie. Un descansillo, dos puertas. La letra de la que buscaba estaba ahí, y detrás quién poseía esa verga. Tocó el timbre de la puerta. P sabía que le esperaba un hombre al otro lado.

Ese hombre era el que le había contactado por una aplicación de contactos gay. Al contactar por la aplicación, él le había enseñado, sin demasiados preámbulos,  directamente a P como era, totalmente desnudo. Su miembro erecto entre las fotos convenció a P nada más verlo, el deseo fue inmediato nada más verlo. El resto de él era normal, barba, corpulento, de su misma edad más o menos, rostro común… Pero muy bien dotado. He ahí la cuestión.

Sonó el pestillo y la puerta se abrió con un leve ruido. El mismo rostro de las fotos de la aplicación de contactos gays asomaba y le dijo "Pasa, no te quedes ahí". Al entrar P los pensamientos iban a mil por hora en su cerebro, pensó "Ahora igual me ofrece tomar algo, charlamos y a ver qué tal..." pero nada más lejos de la realidad. Él estaba directamente en calzoncillos. P se bloqueó momentáneamente, sorprendido. Se sentía como si fuera una de esas putas a las que tantas veces él mismo había recurrido. P era bisexual, y cuando entraba en sus casas, ellas le esperaban en lencería, enseñándole su cuerpo, incitándole al sexo, y P siempre picaba en esos casos. Ahora P era la puta. Ese hombre, él, que estaba desnudo, era el cliente. P era la PUTA que había ido, voluntariamente, a prestar un servicio a un macho.

P era el pasivo y él era el activo. MUY activo. Pocas palabras hubo. Enseguida él se acercó a P y le besó. Los labios de ambos se tocaron, las lenguas también. P no necesitó mucho más... La temperatura de su cuerpo se disparó como un resorte. Dejó de tener frío al instante.

P se abrazó a él, y le devolvió el beso. Un beso voraz, ansioso. Las manos de él tocaron y amasaron el culo de P por encima del pantalón, luego por debajo. Él le dijo "desnúdate, deja la ropa ahí". P obedeció, ansioso por hacerlo. Se quitó la ropa dejándola más o menos doblada sobre un sofá.

Estaban en un piso pequeño. Él vivía solo, era evidente. Un piso bonito, chiquitín. Salón en la misma entrada, cocina y baño aledaños al mismo, un pasillo diminuto y lo que parecía un dormitorio pequeño y otro posiblemente aún más pequeño. Un barrio sencillo con una vivienda sencilla, todo encajaba. Aun siendo antigua la casa,  estaba reformada, era bonita y acogedora. El salón tenía un mobiliario moderno, con un bonito sofá de color lila oscuro y un chaise longue en el extremo del mismo, cubierto por una toalla a juego del mismo. Estaba claro donde iban a follar, ahí mismo.

Cuando terminó de desnudarse P le dijo a él "recuerda, solo sexo seguro, todo con goma", él no parecía del todo satisfecho, todos sabemos lo placentero que es el sexo oral a pelo. Pero tenía enfrente a P, desnudo, hambriento de verga y dispuesto a ser follado, no iba a rechazar a esas alturas nada. Además P había sido en todo momento muy claro, no engañaba a nadie y le había avisado de esa circunstancia “Todo todo con goma, o nada”. P y el empezaron a besarse, a tocarse.

P fue al grano, cogió lo que quería, aquella polla. Era bastante grande, más que la suya y más grande que las que había catado hasta el momento. Estaba dura y era bastante gruesa. No demasiado larga, lo cual era una buena noticia por lo que sucedería después. Si hubiera sido muy larga el placer podría haberse convertido en dolor. P era ancho, pero no demasiado profundo. Le cabía casi su propia mano, pero de largo no tenía demasiado donde meter, aunque tampoco le entraba precisamente poco. Destacaba en el grosor que le cabía. Y en su capacidad para tragar. Y es lo siguiente que hizo.

P se arrodillo, miro con lascivia evidente a los ojos de él y le pidió "Ponte un condón". Él no dudo, se lo puso. E inmediatamente P empezó a chupar. Hizo vacío, quería dar placer, mucho placer. Y sabía por experiencia propia que con condón, si te hacen vacío mientras te la chupan, el placer es grande a pesar del preservativo.

P estaba francamente preocupado de usar preservativo, había tenido bastantes encuentros con mujeres y hombres. Era un hombre maduro, pasados los 40 ya, y había tenido el disgusto de tener algún roce con alguna enfermedad venérea por vía de sexo oral, así que condón si o si, sin tonterías. El sexo seguro es la única opción cuando sabes a lo que te expones, y P podía ser en ese momento la PUTA de él, pero no iba a poner en juego su salud.

Siguió chupando. Se concentró haciendo vacío, fuerte. Sus mejillas apretaban el miembro que le llenaba la boca solo con la mitad de su longitud. P miró a los ojos a él y sonrió pensando "Ahora vas a ver, cabrón" abrió su garganta y empujó. Le costó al principio, no le pasaba el paladar, quedaba un cuarto del miembro fuera de sus labios. Él le miraba con los ojos rebosando placer... P estaba cada vez más y más caliente... Retrocedió un momento, para inmediatamente volver a embestir ese falo con su garganta. Esta vez le dio una arcada, se controló a sí mismo. Redujo la arcada a una sensación en un rincón de su cerebro, anulando la posibilidad de cualquier vómito y trago lo que faltaba de ese falo. Noto como esa verga, gruesa, grande, se doblaba en su paladar y bajaba por su garganta. P bombeó moviendo su propia cabeza, haciendo que el falo entrara y saliese. Una, dos, tres... Al de unas cuantas veces P la saco de su boca y sonrió.

Él estaba claramente satisfecho. Se leía en sus ojos "Buena puta la que he encontrado". P volvió a abrir la boca. Estuvo unos minutos chupando, tragando, bombeando. Él no se cansaba de este juego, pero P empezaba a cansarse. Esa verga era grande, exigente para su garganta. Le pedía un buen autocontrol de las arcadas y un esfuerzo bastante grande. P se la sacó de la boca, se puso de pies y le dio un buen morreo. Un morreo largo, sucio, potente. P le dijo "Escúpeme en la boca" abriendo su boca, sacando la lengua totalmente extendida, plana ante el rostro de él. Él inmediatamente echó un salivazo dentro de su boca. P lo trago y siguió morreándole. P se giró sobre sus pies, cogió la mano a él y le dijo "Ven" mientras iba dando dos pasos hacia el sofá.

P le dio una instrucción muy clara. Cazador cazado. La puta dirigiendo al macho, porque si es muy puta, es la que toma el control del propio abuso de su cuerpo. Y P en ese momento era MUY puta, estaba muy muy caliente. Su cuerpo le pedía gritos ser lo más puta posible, dar rienda suelta a la lascivia, a sus más oscuras fantasías.

Llegaron al borde del sofá y P pidió "Quiero que folles mi boca, espera y verás". P se tumbó boca arriba en el chaise longue, con los pies hacia el sofá en oblicuo y su cabeza saliendo por el borde del sofá. Él le miraba mientras lo hacía y cuando estaba así P le dijo, "Recuerda, sexo seguro, si me la chupas ponme antes una goma, pero no lo necesito siquiera, lo que QUIERO es que me folles la boca, úsala a tu gusto". Él comprendió inmediatamente el mensaje. La cabeza de P asomaba al borde del sofá, por el chaise longue.

Él se apoyó en el respaldo y la parte baja del mismo y dirigió su verga a la boca de P, que la esperaba abierta. Empezó con un movimiento de mete y saca sin llegar al fondo, sin meterla toda. P se sentía infrautilizado. No era eso lo que quería. Lo que P necesitaba, lo que deseaba de verdad en esa postura era sentir un bombeo fuerte y profundo en su garganta. Una follada de boca, a poder ser con cierto grado de violencia. Esos miramientos y autocontrol solo estaban dejándole con las ganas, frustrando ver su deseo satisfecho.

P se la saco y exclamo "¡Métemela entera! ¡Hasta el fondo y bombea!" Él ya si comprendió, que no debía seguir siendo muy civilizado, sino sacar su lado más animal, más salvaje.

Empezó de nuevo un bombeo, esta vez lento, pero profundo, muy profundo. Cada embestida de ese trozo de carne pasaba la doblez del inicio de la garganta y bajaba, hasta el fondo.

Los huevos de él se empotraban contra la nariz y los ojos de P, que en ese momento era simplemente feliz. Las lágrimas asomaban de sus ojos, la saliva de sus labios, cayendo todo por su rostro. Su cuerpo no paraba de decirle con sensaciones equivalentes a mil fuegos artificiales que sí, que eso era lo que necesitaba... Él estuvo así un rato y paró un momento, mirando a P, que yacía con la boca abierta, el rostro con restos de su propia saliva. La lengua fuera, la boca abierta. Esperando más. P le dijo "Escúpeme" y él de nuevo le escupió en la boca, un salivazo grueso, una bola de saliva grande que cayó lentamente en la boca de P, haciendo diana. La saliva no terminó de caer y él ya metía para dentro su polla, metiendo todo el lapo bien profundo. La bombeada que siguió fue simplemente brutal.

P sintió en ese momento como él se desbocaba, le estaba follando la boca, la GARGANTA sin medir ya si le gustaba o no, si le dolía o no... Y eso era lo que P más deseaba. Necesitaba sentirse follado. Quería sentirse violado de ese modo. El dolor, la fatiga, la falta de aire, la humillación… Nada importaba, solo el torrente de placer, el sentirse realizado como lo que su organismo le pedía siempre, como una puta.

Al de un rato él la saco, le volvió a escupir, esta vez en la cara, y pasó su verga por su rostro, esparciendo la saliva. P fue un paso más allá y le dijo "Coge mi cabeza y fóllame la boca, no te cortes".

Él cambió la postura, dejó de apoyarse en el sofá con las manos, que pasaron a sujetar la cabeza de P por la nuca. Se apropió del control de la cabeza de P, y por tanto de su garganta. Dirigió de nuevo su miembro a la boca de P y embistió. Al principio de un modo algo pausado, pero muy muy profundo. P puso sus manos en el culo de él, y se entregó completamente.

Las pausas fueron reduciéndose, las embestidas cada vez se hacían más seguidas, más rápidas. Al de unos segundos él ametrallaba la boca a P, que no podía aguantar mucho más... Sentía como le costaba respirar, apenas había pausas, como las arcadas eran cada vez más fuertes y difíciles de controlar... Él notaba como llevaba a P al límite, mientras su placer entrando y saliendo de esa boca aumentaba, los sonidos avisaban de que si seguía mucho más P podría vomitar y eso no era lo que buscaban...

Él la sacó, dejó a P boquear como un pez fuera del agua durante unos breves instantes y recuperar algo el aliento. Acto seguido se la metió otra vez. Hasta el fondo, toda. Y la dejó ahí, clavada y observando, dominando. P aguantaba la respiración y las arcadas como podía. No podía respirar, tenía un trozo enorme de carne en su garganta y las arcadas intentaban superar su autocontrol. P en ese momento era feliz. Su cuerpo empezó a protestar cuando los pulmones consumieron todo el aire. P se puso rojo, pero no se movió, no intentó zafarse de esa penetración forzada en su boca. Simplemente aguantó mientras a las arcadas se unía la protesta cada vez mayor de sus pulmones. Él lo noto, notó como P se entregaba. Como P participaba en la violación de su propia boca y llevando a su cuerpo al extremo. Él espero un poco más y cuando P hizo un leve gesto de estar al límite, mientras su cuerpo se retorcía por la falta de aire, entonces ya si él la saco. P respiró profundamente, su cuerpo no podía mucho más, estaba rojo, el rostro cubierto de saliva y la mirada llena de lascivia y medio perdida por la apnea que acaba de realizar…

Él estaba MUY satisfecho, podía hacer con P lo que quisiera, lo que le diese la gana. P era la putita que él necesitaba para dar rienda suelta a sus instintos. Si lo trataba “bien” podría sacar mucho juego de P... Y a pesar de los lapos, los pellizcos, los azotes o la violencia empleada en el sexo, P le daría las gracias y pediría más…

Él ordenó "Quiero darte por el culo, ponte a cuatro" señalando el sofá, para que P se volviese en esa postura. P obedeció y él le dio un bote de lubricante de base agua, de la misma marca que los preservativos que estaban usando. P se metió los dedos, untados en una buena cantidad de lubricante, intentando dilatar su culo. Un dedo, dos y hasta tres...

Esa misma mañana P se había hecho un buen enema y metido un dildo, abriéndose, pero de eso hacía más de una hora. Su culo estaba no cerrado, pero tampoco abierto. P saco sus dedos de su ano, tenía la mano pringada entera con lubricante aún, así que lo esparció por la entrada de su ano, por fuera. Luego cogió más lubricante y lo puso sobre el condón que cubría la verga de su amante. P estaba a cuatro, expuesto y... ansioso.

Cogió la polla de él y la dirigió a la diana. P rogó "Despacio o me dolerá, déjame a mí". Puso esa polla, grande y gruesa, contra la pequeña entrada, pequeña por el momento... Él empujo un poco y P protestó "Espera.... uffff.... Así.... Des-pa-cio...." Su ano se abría, poco a poco... La cabeza entró sin demasiado esfuerzo, P era amplio una vez abierto, pero aún no estaba del todo abierto.

Y entonces él jugó sucio, embistió TODO de una vez. Dolor. No era el típico dolor de meter algo que no cabe, porque cabía. Pero era doloroso. P instintivamente se la saco y se echó adelante, juntando las piernas por el dolor. Él se percató de que se había pasado e intentaba ayudar en ese trance a P que exclamaba "Joder.... Eso ha dolido". Él le respondió "Espera y no te muevas... ".

Estaba claro para P que no era la primera vez que él le hacía esa jugada a alguien... Y que le gustaba hacerlo, era el lado oscuro del cabrón que todo activo lleva dentro. P se sintió entregado, deseado, a pesar del dolor. Esa forma de follarle era nueva para él, no le estaba respetando, pero no quería que le respetasen al 100%... En menos de un minuto, P lleno de lascivia y deseo, se puso de nuevo a cuatro y dijo "Haz lo que te pida, a mi ritmo". Y ahí sí, él cumplió su palabra.

P dirigió de nuevo hacia su ano ese vergón. Se metió de nueva la cabeza, de ese grueso miembro, en su interior, y se movió lentamente hacia atrás él mismo, lentamente, introduciéndosela hasta el fondo, abriendo sus entrañas al paso de ese falo.

En un momento las pelotas de él tocaban el culo de P. No hizo falta mucho más, P estaba abierto ya. Él empezó a bombear, tomando el control de nuevo.

A P ya no le dolía nada. Esa masa de carne entraba y salía de su interior y le producía un enorme placer y ningún dolor. Cada movimiento era una nueva oleada de agradables sensaciones. Y ahí fue donde P descubrió algo más de él… Él no solo tenía una buena verga, muy buena. Él sabía moverse. Y aguantaba sin correrse.

10... 20... 30.... minutos de bombeo. Sin parar. Sin sacarla. Hubo azotes, fuertes. Los glúteos de P cada vez estaban más y más rojos. Le cogía de las caderas. Le sujetaba por la nuca. Le pellizcaba dolorosamente los pezones, a veces llevándole al límite. Y también le besaba.

A ratos P se apoyaba en las manos, a ratos pegaba su pecho en el sofá, a ratos echaba los brazos atrás y él le sujetaba por los mismos. Sin parar de bombear, todo el rato. Un puto semental, en toda regla. Y el culo de P a la altura del mismo. Un polvazo.

P estaba inundado de sensaciones placenteras. Y no, P no se corría. Para P era como rozar el orgasmo, todo el tiempo, pero sin llegar a él. Ese no llegar le daba a P un enorme placer, continuo, sin parar. Y a la vez le mantenía detrás del límite sin retorno que es correrse. Si P se hubiera corrido el placer podría haberse tornado en dolor, pero al no hacerlo, al ser incapaz de correrse siendo follado, P aguantaba y lo que es peor, no sabía dónde estaba su propio límite. En su mente P se preguntaba si sería capaz de hacer esto mismo con más de un semental como este a la vez, y cuantos podría sin que le superasen en su capacidad… El cuerpo de P le sugería probar a tener un macho adueñándose de su culo, mientras otro se adueñaba de su boca y su garganta. Y la mente de P volaba de ese pensamiento a imaginar no solo dos, sino una cola de hombres esperando turno para tomarlo.

Él tampoco se corría. P estaba dejándose llevar por la lujuria, pero siguió manteniendo un mínimo de autocontrol. P empezó a preocuparse, había que cambiar el condón o se rompería a pesar del lubricante. Llevaban mucho, mucho tiempo follando duro, así que se la saco dando a la vez un intenso morreo como premio de consolación por la interrupción.

P bajo al suelo mientras él le miraba, cubierto de sudor. Y sacó de su mochila algo que sorprendió le a él. Un dildo color carne, de buen tamaño, no demasiado grueso. Con huevos y ventosa incluidos. P lo pego al suelo y se sentó, metiéndoselo entero de una vez. P hizo su jugada para cambiarle la goma a él. De nuevo la puta tomando el control.

"Quítate esa goma y ponte otra, no me gusta el sabor de mi culo". Él se la quitó y anduvo alrededor de P, mientras se ponía la siguiente goma, sin acercarse del todo. Él ordenó "Enséñame como te lo metes", P obedeció, bajando y subiendo mientras el dildo entraba dentro de él. P sentía como ese dildo, más delgado, entraba sin ningún esfuerzo en su culo... Y mientras lo metía y sacaba, P cautivaba con la mirada, sonriendo y con lujuria, cazador cazado, la puta dirigiendo al macho. P no iba a dejar que este macho se relajase, iba a terminar con él, a vaciarle los huevos. Costase lo que costase.

Él picó, y con el dildo en el culo P notó como de nuevo esa polla entraba hasta el fondo de su boca. Un bombeo sin pedir permiso, sin decir nada, sin rodeos, a saco. Ya no hacía falta decir nada. Se acabaron las chorradas y los miramientos. Puta y macho. P era la puta de él y no se negociaba ya nada. Podían haber ido al registro de propiedad, si hubiera sido legal, y declarar a P la puta voluntaria y entregada de él, lo cual habría sido lo más apropiado dadas las circunstancias. ¡Plas plas plas! las pelotas de él contra su barbilla y el dildo en su culo... P era feliz. Duró poco tiempo aquella doble penetración, entre dildo y verga.

Él la saco, dio una orden seca "Al sofá, boca arriba, las piernas para arriba". P obedeció sin pestañear, entregadísimo, puta al 100%. Él se acercó, cogió sus piernas manteniéndolas arriba y sin ningún tipo de miramientos, ese culo estaba abierto como la bandera de Japón, entró hasta el fondo de una sola embestida. A P no le dolió en absoluto, se preguntó a si mismo si no le cabría una mano entera… A la vez sus bocas se juntaron. Y él empezó una bombeada brutal.

Fueron otros 15 minutos de bombeo sin parar. P no paraba de retorcerse de placer y él no paraba de besarle, de pellizcarle los pezones, de escupir en la boca P, también le abofeteo el rostro sin causarle dolor, pero sin que fuera una caricia. P lo aguantó todo. P pedía más saliva, más besos, más bofetadas, se metía la mano de él en la boca… Su cuerpo pedía más y más... Y estuvieron así hasta que él estalló. P notó como su polla se tensaba en su interior, alcanzando una dureza aun mayor... Y noto como él se quedaba dentro, tenso... Su mirada perdida mientras eyaculaba.... P le miraba, feliz mientras él derramaba su semen en el condón. P no se corrió, pero no había sentido más placer en toda su vida, era lo que necesitaba. Cuando todo terminó la sensación de plenitud, de satisfacción llenaba a P. Y esa sensación duro bastante tiempo, horas, días…

Desde ese instante P supo que ni las mujeres, ni los hombres normales lo satisfarían nunca más del todo... ESO era lo que estaba buscando. Desde ese día P se volvió una puta en celo, una puta pasiva que buscaba vergas XL en manos de auténticos sementales. Y aunque no supo cuál sería su siguiente paso, si supo que habría más.