El primer rayo de sol
Un dulce despertar .....
El primer rayo de sol se coló por la ventana, y fue justo a reflejarse en su pelo. Ese pelo tuyo me había despertado hacía unos instantes.
Estaba disfrutando del momento, tú a mi lado, tu pelo acariciándome el rostro y mi mano recorriendo toda tu espalda.
Notaba como aún estando dormida te estremecías cada vez que mis dedos te llegaban hasta el cuello. Era como si te revolvieses de placer.
Mi mano, osada ella, se atrevió a ampliar su recorrido hasta llegar a tu cintura, rodeándola y dejándose caer por tu precioso culo, que me miraba mientras te contemplaba extasiado con tanta belleza concentrada en una única mujer.
Mis dedos tropezaron con el inicio de tus piernas y decidieron explorar esa oscura gruta que se forma en el límite de tu culo. Primero entró uno, sintiendo tu calor, le siguió un segundo dedo que encontró además de ese calor cierta humedad, y cuando el tercero hizo acto de presencia, el primero se topó con el centro de tu placer.
Ligeros toques, ligeras caricias a su alrededor hicieron que tu piernas facilitaran el acceso de mis dedos a ti. Te exploraron, te acariciaron, te hicieron vibrar suavemente a medida que mi dedo recorría con mayor frecuencia tu clítoris, acariciándolo de arriba abajo, de una lado a otro, de manera circular, hasta que por fin tú te giraste, abriendo tus piernas dejando ya todo el camino expedito a mis caricias.
En ese momento me puse entre tus piernas para que todos mis dedos pudieran acariciarte, pudiera hacerte sentir ese placer que tanto anhelas, y que yo estoy deseando de darte.
Poco a poco, fui besándote por todas tus piernas sin dejar de acariciarte. Primero besos largos y después besitos pequeños a medida que iba acercando al foco de tu placer.
Y por fin llegaron mis labios a encontrarse con los tuyos. Y encontraron unos labios grandes, jugosos, tiernos y sobre húmedos. Húmedos y con sabor a ti. Un sabor como ningún otro, único. Tu sabor.
Mi lengua empieza a jugar tu clítoris, dando pequeños golpecitos en él, y a cada golpecito, notaba como te movías, como inquieta, sintiéndolo.
Aprisioné tu clítoris con mi labios. Tu cuerpo se tensó y tus piernas se cerraron sobre mi cara, haciendo que todavía presionara más sobre tu sexo, y que soltaras un ligero gemido de puro placer.
Mi lengua recorría todo tu sexo. Mis dientes daban pequeños mordisquitos en tu clítoris haciéndote dar grititos de placer. Tu cabeza se movía de un lado a otro sintiendo un cúmulo increíble de sensaciones.
Mis manos se levantaron y se dirigieron hacia tus pechos, cogiendo cada una de mis manos uno de tus pechos, y apropiándose de cada uno de tus pezones, que estaban duros, muy duros, y lo mejor de todo, muy sensibles, ya que con solo rozarlos gritaste y gemiste como una loca.
Y así, con una pecho en cada mano, tus pezones entre mis dedos y mi boca mordiéndote el clítoris, empezaste a sentir esa agradable sensación de placer que viene en aumento, unida a tus gritos y gemidos cada vez más notorios y fuertes, y que hacen que mi excitación aumento más si cabe.
Llega el instante deseado, ese clímax que hace que te derritas de puro placer, que te muevas como una loca, haciéndome el hombre más feliz de todos, porque he sido yo el que te lo ha provocado.
Continúo con mi boca en tu sexo, sin parar de lamerlo, mordelo y chuparlo, hasta que llega el segundo clímax todavía más fuerte y sentido que el primero.
Me incorporo, me acerco a tu caro, me miras con esos ojos preciosos, te beso y me abrazas. Seguimos besándonos, rodando por la cama, hasta que te quedas sobre mi.
En ese momento me miras con lujuria y pasión, y me coges la cara con tus manos para volver a besarme.
Te incorporas, me vuelves a mirar, y con una de tus manos lo guías hasta encontrar tu entrada, haciéndolo muy suave, introduciéndolo muy despacio, sintiéndolo como entra, poco a poco, milímetro a milímetro en ti.
Ya dentro, aspiras fuerte. Lo sientes en ti, duro, mientras lo aprietas fuerte, para que no escape. Y en ese momento, siento como empiezas a moverte hacia arriba y hacia abajo sin prisa, despacio, saboreando cada movimiento.
Tus pechos empiezan a moverse de un lado a otro, me fascina verlos, incorporándome a intentar morderlos, pero no me dejas, me echas hacia atrás y tu acercas tu cara a la mía, aumentando en ese momento el ritmo, yendo cada vez más rápido, volviéndome loco.
Aceleras el ritmo, y sigues, cada vez más rápido. Te coges lo pechos y empiezas a pellizcarte los pezones, y vuelves a gritar de placer. Los gemidos ya son continuos, y yo siento como estoy a punto de llegar al final.
Quiero llegar contigo, y para ello meto mi dedo y te empiezo a acariciar el clítoris mientras tu no pares de subir y bajar.
Estamos llegando los dos al clímax, cuando tus gritos se confunden con los tuyos, gimiendo por el placer que nos acabamos de dar.
Finalmente caes sobre mi, te abrazo, huelo tu pelo, me besas y nos quedamos así mirando como el rayo de Sol sigue contemplándonos.