El primer puñal
La primera vez que mi novio me fue infiel; y ojalá que la última también... Aunque la cosa va camino de todo lo contrario.
Queridos lectores, éste es mi primer relato. Siempre me ha gustado esta página y quería escribir un relato yo también, pero nunca imaginé que el primero que escribiría iba a ser éste. Es un relato verídico, aunque el nombre no sea verdadero. Espero que os guste, porque lo he relatado tal como lo vivieron mi novio y la otra chica.
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Se despertó en medio de la noche, sintiéndose un poco mareado. Su cerebro se puso en marcha y comenzó a recordar qué había pasado mientras identificaba el lugar en el que estaba: la casa de Sara.
Se habían corrido una buena juerga y habían bebido mucho, quizá demasiado. En algún momento de la noche, se habían sentido cansados y él la había acompañado hasta su casa, para terminar desplomándose muerto de fatiga en su cama. Conservaba sus calzoncillos, y olía bastante a alcohol, pero no se percató de ello.
Cuando sus ojos se acostumbraron a la escasa luz nocturna, se dio la vuelta y se topó con un el cuerpo exhausto de Sara, que respiraba de forma acompasada. Hacía bastante que no dormía cerca de una mujer, la última vez fue hace casi cuatro meses, cuando su novia pasó quince días en su casa. Echaba mucho en falta esa sensación tan agradable de sentir su respiración tranquila a su lado, en armonía con la suya propia, y el tacto de su cintura rozando con su brazo...
Estiró la mano y rozó el cuerpo de ella; para su sorpresa, no llevaba pijama puesto. Eso le recordó de nuevo a su novia. Tanteó suavemente aquella cintura delicada y caliente, y sintió una punzada de excitación. Diciéndose a sí mismo que controlaba, que sólo quería sentir de nuevo la agradable sensación de acariciar un cuerpo femenino, exploró cuidadosamente las curvas de la joven dormida. Esto le provocaba tal sensación de bienestar que cuando ella se despertó, continuó acariciándola pausadamente con sus expertas manos.
Sara, que adoraba provocar y se había percatado en varias ocasiones de las miradas un tanto lujuriosas de su amigo, se dejó hacer sonriendo, aún un poco adormecida debido a los efectos del alcohol. Las suaves manos masculinas recorrían sin prisa su cuerpo ladeado, despertando más calor que cosquillas al rozarse con su vientre. De pronto, ella le pidió un masaje. Encantado, él la colocó boca abajo y se situó sobre ella, sentándose prácticamente en su firme culo. Se notaba que la chica hacía ejercicio, porque tenía un cuerpo escultural.
Comenzó masajeándole los hombros y fue acercándose a la parte posterior de su cuello, apretando los músculos y estirándolos para relajarla. Enseguida notó que su cuerpo perdía tensión. Sabía que los masajes eran uno de los puntos flacos de Sara, y se recreó en la fantástica sensación de estar sentado encima de ella. Empezó a restregarse contra su culo imperceptiblemente, acompañando con la pelvis a sus manos, pero poco a poco fue haciendo más evidente su movimiento, y notó que ella respondía levantando un poco la cadera. Se encontraba medio excitado y aquello terminó de calentarle. Pasó sus manos por la línea que marcaban las vértebras de la espalda de Sara y bajó lentamente, subiendo de nuevo hasta sus omóplatos. Sara notaba el roce de los testículos de su compañero sobre sus nalgas y se estaba excitando sobremanera. Arqueó su cuerpo más y rozó su sexo contra el de su amigo.
Él se bajó de su espalda y cogió a Sara por las caderas atrayéndola hacia sí. Se imaginó que era su novia a la que agarraba y se preparó para penetrarla. Sara gimió suavemente cuando sintió que él paseaba su pene a lo largo de su sexo, y movió un poco las caderas, incitándole a penetrarla. Poco le importaba que él tuviera novia, eso lo hacía aún más excitante y le otorgaba una victoria mayor sobre la chica. Él se decidió; cuando sintió que los labios se abrían para recibirle, empujó suavemente pero sin detenerse, hasta introducir todo su miembro. Por fin esa sensación tan cálida y envolvente, cómo había echado de menos sentirse así. Cerró los ojos e imaginó que estaba dentro de su novia, pero ni las formas ni la estrechez de la vagina eran las mismas; aun así era excitante, sobre todo sabiendo que aunque a ella no le agradara la idea, había terminado consintiendo en que él tuviera la libertad de acostarse con quien quisiera. De todas formas, le excitaba el hecho de imaginarse que estaba haciéndole el amor a su chica en la posición que a ella más le gustaba.
Comenzó a moverse lento, pero enseguida aceleró el ritmo animado por los gritos y gemidos de la chica, que se contoneaba intentando alcanzar su máximo placer. Continuaron en la posición del perrito varios minutos, pero ella se cansó y decidió cambiar. Se dio la vuelta, quedando frente a él, y volvieron a empezar. Él se inclinó y la besó; fue un beso tierno, como solían ser los suyos. Sara introdujo su lengua en la boca masculina y comenzó a moverla, lo que a él le extrañó ya que con su pareja solían aumentar progresivamente la intensidad, pero correspondió a su juego explorando su boca y jugando con su saliva y con la lengua de ella.
Volvió a penetrarla, esta vez de frente, pero en esta ocasión la fuerza de los recuerdos y la diferencia evidente entre su novia y Sara hicieron que comenzara a dudar. Embistió con fuerza, pero notaba cómo su pene perdía dureza, y al mirar a los ojos a Sara descubrió en ellos sorpresa y decepción. Se siontió incapaz de continuar; no era lo mismo. Sacó su miembro de ella y le dijo: "Lo siento, no puedo hacerlo. No es lo mismo que con mi novia y aunque eres muy atractiva y sexy no me excito si no es con ella".
Sara le dijo que le comprendía, que no pasaba nada, que era normal, pero en su fuero interno se sintió incómoda y frustrada. Hablaron del tema y después cambiaron y charlaron sobre estupideces hasta que él se fue. Pese al contratiempo que habían tenido, Sara se dijo que iba a seguir jugando con él, o dejando que él creyera que jugaba con ella y consiguiendo poco a poco que terminara de nuevo en su cama. Era un juego excitante para ella, y se consideraba experta en conseguir lo que se proponía.
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Muchas gracias por leerlo, agradecería que comentárais tanto si os ha gustado como si no. En cuanto a los hechos... son los que son, y no puedo cambiarlos por mucho que quiera. Al menos me he liberado de un peso al contaros algo que nadie más sabe, porque no tengo a quién contarle esto. Así que, ¡gracias de nuevo por leerlo!