El Préstamo [Lydia]

Estamos en crisis, pero con un préstamo de última hora, podremos celebrar el banquete de nuestra boda.

"Vivan los novios"... se oye al unísono... Todo el mundo nos rodea y aplaude mientras David y yo comenzamos a marcar el vals que abre nuestro baile... ¡Por fin casados!

Me siento muy dichosa. Estoy convencida: Compartir mi vida con David es lo mejor que me ha podido pasar y sé que a partir de ahora voy a ser muy feliz... es buenísimo conmigo, además, con él, por fin, he encontrado el equilibrio, cierta estabilidad emocional que realmente necesitaba. Me trata con exquisita dulzura, con enorme cariño y admiración... la que siempre me tuvo, desde que éramos niños... Hoy, por casualidades del destino y casi treinta años después le he dicho emocionada el "sí, quiero".

Lamentablemente todo se nos ha complicado en los últimos meses, pues en poco tiempo ambos hemos perdido nuestros respectivos trabajos.  A punto hemos estado de suspender la boda en varias ocasiones, a pesar de tener todo apalabrado desde hace tiempo. Al final, David me confirmó que había conseguido un préstamo de última hora, algo que nos ha permitido poder celebrar nuestro enlace en la fecha pactada.

David me observa mientras danzamos en el centro del corro y a duras penas intentamos no pisarnos... Ambos somos, desde siempre, patosos en el baile...

  • "Te quiero" - me dice una vez más, dándome un suave beso en los labios mientras nuestros invitados nos vitorean.

  • Y yo - le contesto dichosa.

  • ¿Eres feliz?

  • Mucho, aunque estoy agobiada por lo que nos va a costar esto... y no me has dicho todavía cómo has conseguido el dinero para el banquete...

David me besa en la frente y me sonríe tiernamente.

  • Hoy nos olvidamos de la pasta, ¿vale? - me dice animándome.

Observo a todos: Mis padres, los suyos, mi familia, los amigos... toda los invitados que nos rodean. Me siento alegre de verme entre toda la gente que quiero, hasta que... mi mirada se cruza con él... ¡Pedro!, mi ex marido.

  • ¿Por qué le has invitado? - le pregunto a David, borrando mi sonrisa de inmediato,  mirándole inquisitiva.

  • Invitado ¿A quién? - dice girando su vista hacia todos lados.

  • A él. – señalo con un movimiento de cabeza.

Siguiendo mi mirada... guarda silencio y alzando nuestras manos, saluda a Pedro, que al fondo de aquel comedor, nos devuelve  el saludo levantando su copa.

Pedro y yo estuvimos casados tres largos años. Precisamente fue David, mi ahora recién estrenado marido, quién nos presentó tiempo atrás. Al principio todo fue sobre ruedas, pero las cosas con Pedro se complicaron bastante, por no decir completamente. Chocábamos en todo y lo que parecía plantearse felizmente en un principio acabó bastante peor de lo que ambos hubiéramos querido... Nuestras broncas diarias también fueron en aumento, hasta que nos dimos cuenta que éramos totalmente incompatibles, con gustos diferentes, con caracteres distintos... Solo hubo una cosa que nos mantenía unidos a ambos y era el sexo. Solo en esos momentos dejábamos de discutir, de pelearnos, de ser almas diferentes. En eso parecíamos estar hechos el uno para el otro, pero en cuanto habíamos terminado con una de nuestras “sesiones”, todo volvía a ser como antes, una auténtica guerra.

David  me ayudó mucho a superar esos momentos difíciles durante la relación con Pedro y los posteriores con la separación. La verdad, no sé qué hubiera hecho sin él... y casualidad o no, el destino quiso que hoy estuviéramos casados.

Ahora, al ver a Pedro de nuevo, todo se me revuelve por dentro como meses atrás, cuando casi había conseguido olvidarle... algo francamente complicado. Sé que las intenciones de David son más que bien intencionadas, queriendo romper todas las lanzas y tensiones, hacer borrón y cuenta nueva para recuperar una amistad con Pedro que definitivamente perdimos, incluida la que me unió a él en matrimonio. Yo no quiero separarles a ellos como amigos, pero a mí, francamente, me cuesta mucho hacer como si nada hubiera pasado.  Ese hombre me marcó demasiado en todos los sentidos y su presencia, me mantiene tensa... no es la persona que más deseo tener presente el día de mi boda.

  • Dime David... ¿por qué le has invitado? - insisto irritada.

  • Porque es nuestro amigo... porque... ¡qué más da!

  • David, por favor...

Entiendo que Pedro ha sido el mejor amigo de David y entiendo que él haya interpretado que lo nuestro pueda ser agua pasada, sin embargo me siento mal, no entiendo como no se ha planteado tan siquiera consultarme algo como esto.

  • ¿Me lo vas a contar o qué? - le pregunto de nuevo apretando su mano y cada vez más nerviosa.

  • Verás cariño... le he invitado, porque él ha pagado el banquete. – me dice con una sonrisa forzada.

En ese momento no logro asimilar del todo lo que me acaba de contestar, creo que si me pinchan, no sangro, es lo último que me esperaba oírle como respuesta.

  • Si es una broma, David, no tiene ni puñetera gracia. - le afirmo.

  • No es broma, cariño, él es nuestro amigo de siempre, le dije que estábamos pasando un momento jodido y se prestó a ayudarnos... sabes que está forrado.

  • ¡Pero por Dios, David!

  • Es un préstamo, cariño... se lo devolveremos... no te alteres, por favor... - me contesta besándome nuevamente en la frente.

El vals termina y a continuación suena otra canción, que la orquesta anima con un tema movidito. Todo el mundo se lanza a la pista y entre las cabezas de todos no puedo desviar la mirada de Pedro al otro lado del salón de banquetes.

David ha salido a bailar y yo me quedo sentada un rato, intentando asimilar tantas emociones juntas. Le observo tan feliz, tan radiante, que quiero olvidar cualquier tipo de problema... incluso estoy haciendo acopio de fuerzas por olvidarme por completo que nuestras vidas de casados comenzarán nada menos que en la cola del paro, sin embargo, somos felices, nos queremos y sabemos que en saldremos de esta, pero si empezaba a olvidarme de nuestros problemas económicos, ahora la presencia de Pedro, ha vuelto a dejarme preocupada. ¿Tan mal estamos como para haber recurrido a él?

Termina la canción y comienza  a sonar otra, esta vez una lenta, cuando de repente veo a Pedro de pie a mi lado, estirando su mano e invitándome a bailar el tema. Mi primera negativa no le echa para atrás y gira su cabeza, acercándola a mi oído.

  • ¿Un bailecito por los viejos tiempos? - me susurra.

Cuando apenas intento pronunciar un "no, Pedro... por favor", él ya ha tirado de mí y agarrando mi cintura me ha llevado casi en volandas hasta la pista de baile. Su fuerza y altura le han permitido fácilmente que me deje llevar, además, no quiero ser grosera, menos el día en el que yo soy el objetivo de todas las miradas, pero cuando quiero darme cuenta estoy en la pista agarrada a mi ex-marido.

El cuerpo de Pedro se ha pegado al mío y aun sigo con los ojos a David, suplicándole que me rescate, preguntándole con la mirada "¿por qué me haces esto?". Es la voz de Pedro, la que me vuelve a la realidad y me hace recordar ese sonido, esa voz grave que tanto me hechizaba.

  • Hola nena.

Sostiene mi mano firmemente y mi cintura con su otra mano mientras nos adentramos entre el resto de invitados. Siempre supo llevarme hasta el punto de saberme manejar como una virtuosa bailarina que definitivamente no soy, pero a su lado, resulta tan fácil... Se arrima más a mí, me mira fijamente a los ojos de esa forma con la que me ha transmitido miles de sensaciones años atrás.

  • ¡Qué guapa estás! - dice susurrando con sus labios apoyados literalmente en mi cuello.

No contesto, apenas puedo pronunciar palabra. Es ya más de un año sin verle y ahora me tiene abrazada en ese baile lento... el baile de mi boda...

  • Pedro, David me ha contado lo del préstamo... pero...

No me deja terminar la frase. Apoya su dedo índice entre mis labios impidiendo que termine mi frase, siento el calor de su dedo y mi mente me lleva al recuerdo de cuando jugábamos a comernos, cuando yo me deleitaba lamiendo esos maravillosos dedos...

  • La novia más guapa del mundo - me repite como un ronroneo mientras percibo sus tibios labios rozando mi cuello.

  • Pedro, te lo devolveremos muy pronto. - le corto, intentando no ser arisca, pero siendo lo suficientemente clara, para que entienda que esto es circunstancial, que pronto se va a arreglar y que quiero borrarle de mi vida para siempre.

  • No hay prisa, sabes que no tengo problemas por eso... - contesta con esa sonrisa cínica y cargada de aires de superioridad.

  • Te prometo que te lo devolveré. Hemos sacado pasta de los invitados y seguramente consiga un empleo muy pronto... - insisto para que entienda lo poco que me gusta que haya sido él nuestro improvisado patrocinador.

  • Sois mis amigos, nena... y entre amigos nos hacemos favores.

Vuelvo a recordar los momentos tan bonitos que viví junto a él, cuando yo estaba tan enamorada, tan enganchada... y me dolía pensar que David, mi otro amor, el que siempre guardó silencio en sus sentimientos y lo mucho que me ayudó para conseguir a Pedro y tanto o más para olvidarle.

  • ¿Por qué has venido? - le pregunto a Pedro cortante, separando mi cara y mirándole a los ojos.

  • Porque quería verte, así, radiante, preciosa y no imaginaba que lo estuvieras tanto... vestida de blanco. ¡Impresionante!

Su mano se aferra a mi cintura por detrás y hace que nuestros cuerpos se vuelvan a unir.

  • Pedro, por favor. - imploro.

Sus manos suben por mi cintura mientras que su pelvis intenta pegarse más y más a la mía.

  • Vaya suertudo David... menudo regalazo que se lleva...  lo que daría yo por quitarle el papelito a este bombón. - dice con esa sorna que me resulta desagradable.

Sin embargo, al decir eso, con su boca tan cercana, provoca inevitablemente que un cosquilleo me invada por completo. Intento no mirar sus labios, porque sé que si lo hago, mi mente me jugará una mala pasada y  caeré en su juego. Si ya le dije a David que no me sirviera otra copa de cava tras los postres...

  • Muñequita, cuanto te he echado de menos… – sigue susurrándome - Aun recuerdo este olor tuyo. Y cuantas veces he soñado este cuerpazo, solo de pensarlo me estoy poniendo muy burro.

Su bulto contra mi abdomen confirma que no miente. No puedo evitar que lleguen a mi mente las imágenes de  ¡su grandioso y perfecto miembro! Intento por todos los medios pensar en otra cosa, pero no puedo. Esa imagen viene a mí sin cesar. Tengo que odiarle, tengo que empujarle y separarle de mí.

  • ¿Que llevas debajo del vestido, princesa? - me pregunta de pronto arrimándome a él con un impulso.

  • Pedro, calla ya... por favor, te lo suplico. - imploro intentando que esa canción acabe cuanto antes.

  • Vamos mujer, ¿todavía estás enfadada conmigo?, venga, pelillos a la mar. Dime, ¿cómo es tu ropa interior? Solo eso.

  • Pedro, vale ya, de verdad. - le digo apretando su mano y entonando mi voz enfadada.

No sé si ceder a sus juegos es la mejor manera de salir del embrollo, pero el baile parece ser eterno y ya no sé como librarme de su acoso. En uno de los giros mis ojos se encuentran con los de David. Me sonríe y me lanza un beso. Sé que quiere quitar hierro a esta relación, pero no se da cuenta de que es imposible, que todo es un eterno lío, del que quiero huir a toda costa.

  • Vamos, niña, ¿No puedes contestar mi pregunta? Si seguramente no me vas a volver a ver, ¿Qué trabajo te cuesta?, ¿Qué llevas debajo, preciosa?, anda.

  • Pedro... eres un cabrón.... pues un sujetador y unas braguitas. - contesto seca.

  • Vamos,  jajaja, me lo imagino. Sé más explícita, mujer, como cuando me esperabas en casa y me decías por teléfono como estabas vestida... o casi desnuda.

Otra vez los recuerdos llegan a mi mente y aquellos momentos en los que jugábamos por teléfono, excitándonos mutuamente. Nos encantaba hacer esas travesuras al teléfono, calentarnos tan solo con palabras, pero cuando nos reencontrábamos aquello había conseguido llevarnos al máximo nivel de fogosidad y terminábamos follando como locos.

  • Llevo un tanga blanco, un sujetador blanco también y medias con un liguero. - Al decirlo así, vuelvo a sentirme como entonces y también siento la transformación de mi cuerpo como un año atrás.

  • Mmmm, suena bien princesa... muy bien. Me lo estoy imaginando y se me pone más dura. Estoy viendo ya ese tanga ajustándose sobre tus ingles y metiéndose con descaro entre tus preciosas nalgas.

  • Pedro, por favor, déjalo ya. - mis manos y mis pensamientos empujan a Pedro, intentando en vano alejarlo de mí.

  • Siempre me lo has contado y nos hemos divertido con estos juegos... - me dice riendo.

  • Pedro ya no soy tu mujer... ahora estoy casada con David, no sé si te has dado cuenta.

  • Jajajaja... - otra vez su risa me desconcierta. - Bueno y  ¿Y cómo llevas el coño? - dice de pronto.

  • ¡Pedro! - lo digo casi gritando y miro a mi alrededor por si alguno de los invitados me han podido oír, sin embargo percibo que siguen a lo suyo tranquilamente.

  • Vamos nena, supongo que lo llevarás recortadito, como siempre, con ese chochito precioso que tienes y que me vuelve completamente loco.

Esas palabras siempre habían conseguido provocarme y ahora, a pesar de querer concentrarme en cualquier cosa, no puedo evitar que vuelva a pasarme, me está calentando con su forma de hablar y por mucho que le mire o le haga gestos para que se calle, él continúa con su perversidad de siempre, ese juego canalla que me desarma.

  • Me vuelve loco tu coño, princesa, - continúa con su juego - lo sabes de sobra y además que sabe delicioso... mmm, aun guardo su sabor en mi boca. La cosa más rica que he probado nunca. ¿Te acuerdas cuando te lo comía y mi lengua te hacía ver las estrellas?

  • ¡Por Dios, cállate ya!- es un ruego, al que mi cuerpo parece no acompañar, me estoy excitando por momentos. Intento pensar en David, eso me aísla de una realidad que me tiene aturdida.

  • Vamos mujer, solo estoy recordando aquellos tiempos, no te enfades. Pero es difícil de olvidar ese lindo coño, con esos pliegues, tan blanditos, la estrechez cuando metía un dedo y los músculos se aferraban a él, cuando mi lengua jugaba con ese clítoris que con el roce te hacía casi gritar, ¿te acuerdas?

Es imposible no acodarse ni que esa película se meta en mi cerebro y llegue a torturarme, como lo ha hecho durante todo este tiempo. Ahora que casi lo estaba empezando a olvidar, ahora que apenas había dejado de masturbarme pensando en esos momentos, Pedro está aquí, el día de mi boda, abrazándome, pegándose a mi cuerpo y susurrándome esas cosas que me hacen perder el equilibrio. Él lo sabe, por eso me sujeta, pues sabe que con todo ello, me deshago.

  • ¿Cómo te lo come David?.. Dime, preciosa ¿mejor que yo?... seguro que no.

  • Ya vale. - Lo digo mirándole fijamente a los ojos intentando ponerme seria. Pero sus ojos son los de la pasión, lo mismo que sus palabras, pero no consigo hacerle callar.

  • Vamos, nena, dímelo, al menos ya que él lo disfruta, déjame a mí la duda de saber si lo hace mejor que yo.

  • No lo hace... ¿vale? - Contesto seca.

Al decirlo, me doy cuenta de lo estúpida que soy e inevitablemente me pongo roja como un tomate. ¿Por qué no le he mentido y le he dicho que lo hace de maravilla mejor incluso que él?

  • A ver, a ver... ¿me estás diciendo que tu nuevo maridito no ha probado esa delicia de coño  que tienes? No puede ser. ¿En serio nunca te lo ha comido?

No contesto, me limito a mirar al suelo, avergonzada y maldiciéndome por haber confesado la verdad. Pedro me observa sonriente, casi diría… triunfante. Me tiene a sus pies, sabe que no le puedo mentir, me conoce demasiado y cualquiera de mis gestos me delata.

  • Entonces, ¿Hace más de un año que no te comen ese manjar? – me pregunta.

Vuelvo a silenciar la evidencia, intentando ocultar mi cara. Al hacerlo David me sigue observando, noto que lo hace con tanta admiración que me hace sentirme peor. ¿Por qué me pasa esto?, ¿Qué puedo hacer? Le voy a pegar un bofetón a Pedro aunque sea lo más escandaloso de mi boda. Necesito que se dé cuenta que esto es una locura, que ya nada es como antes.

La suerte, ahora de mi lado, quiere que la música cese, lo que me permite separarme por fin de los brazos de Pedro, aunque al hacerlo me sienta rara, como vacía e inevitablemente cachonda.

  • Pedro... Te devolveremos el dinero muy pronto - le digo para cerciorarme que esa será la última vez que habrá podido abrazarme, tenerme cerca, jugar conmigo...

Una de las invitadas se acerca a felicitarme y al besarme me doy cuenta que mis carrillos arden, además del temblor de mis piernas y un extraño estremecimiento por todo mi cuerpo. Tengo que sentarme en una silla para no caerme.

En ese momento David se acerca a mí.

  • Hola cariño, ¿qué tal todo? - me pregunta.

  • Bien... - intento contestar con cierta credibilidad - ¿Por qué dejaste que él pagara nuestra boda? - le digo enfadada por no haberme consultado previamente, pero enfadada conmigo misma por dejarme llevar por una persona a la que tenía que estar odiando.

En el fondo me encuentro fatal. Todo ha sucedido tan deprisa y tan alocadamente que ahora no sé ni lo que pienso. Lo único que sé, es que mi cuerpo no reacciona a lo racional, porque me encuentro excitada, noto mi sexo palpitar desde que me he separado del baile apretado con Pedro. Sentir su bulto pegado a mí, volver a oír su voz y escuchar esas palabras que me aturden ha sido demasiado para mí.

La ocasión se presenta cuando una de mis primas me dice que va al baño y me decido a acompañarla. La verdad es que necesito refrescar todo el calor que me invade, aunque no estoy muy segura si voy a conseguirlo.

Por el pasillo veo venir a Pedro de frente, acercándose a nosotras y vuelvo a sentir ese nerviosismo y ese deseo aumentado. Al pasar a nuestro lazo roza con el dorso de su mano ligeramente la mía y me sonríe mientras pasa su lengua por sus labios, haciéndome recordar con ese gesto otros momentos en el que esa lengua estaba en “otros labios”.

Justamente al entrar en el baño, suena el bip de mi móvil. Acabo de recibir un mensaje. Lo saco de mi pequeño bolso y me dispongo a leerlo pensando que es otra de las muchas felicitaciones de esa noche.

Mi prima se mete en uno de los cubículos del baño y yo hago lo mismo en el siguiente, dispuesta a leer el mensaje. No puede ser... ¡Es de Pedro!

Siento como todo el calor vuelve a apoderarse de mi cuerpo. Abro el mensaje:

“Nena, como me has puesto.: Te propongo un trato: Me dejas pagarte este banquete y te olvidas del préstamo si me dejas comerte ese delicioso coño por última vez”

Cierro los ojos y busco la manera de autocontrolarme, no estoy sobria del todo, pero estoy segura que todo esto es una locura. Le contesto con una sola palabra:

“¡Cerdo!”

Como imaginaba, Pedro no va a rendirse y me vuelve a mandar otro mensaje:

“Dentro de 10 minutos en la despensa que hay detrás de las cocinas. No te apures solo yo tengo la llave. Te espero, preciosa, vas a volver a ver las estrellas. Te lo prometo”

Me dirijo al lavabo, mojo mi nuca y me miro al espejo, diciéndome a mi misma que no cometa ninguna locura, que no me deje embaucar, que con él se acabó, que estoy recién casada ¡con David...!

En ese preciso instante en el que mi prima me comenta:

  • Oye, has bebido demasiado...estás colorada.

Sonrío mirándola a través del espejo  queriendo afirmar esa apariencia, aunque mi sofoco no viene solo por el exceso de alcohol, precisamente.

Al llegar de nuevo al salón, ver a mis invitados y a David que me sonríe al fondo, me hace sentirme mucho mejor e intento olvidar todo lo sucedido con todas mis fuerzas. Sin duda que esto ha sido demasiado extraño, pero mi postura debe ser inteligente y sensata. Por eso es necesario que el préstamo para pagar el restaurante no condicione ningún tipo de vínculo con Pedro, quiero olvidarlo todo.

Mi mente no atiende a razones y no puedo evitar recordar aquellas sesiones de sexo que hacíamos a diario, proporcionándonos tanto placer mutuo, infinitas sensaciones en unos momentos vividos que no he vuelto a tener jamás. Yo comprendo que todo pasará con el tiempo, que David me adora y yo también le quiero, pero creo que no voy a encontrar a ningún otro amante como Pedro. Supongo que tendré que vivir siempre con esa idea torturándome, pero nadie sabrá hacerme el amor y vivir tantas pasiones como las que viví con él. Y nadie mejor que él saboreará mi sexo, haciéndome disfrutar tantas veces, algo que nunca intentó David y que ni siquiera me atreví a proponerle. Tampoco me pidió nunca que le hiciera sexo oral a él. Alguna vez hice ademán de acercarme a su sexo con mi boca y él levantaba mi cabeza, algo que confirmaba que el sexo oral no le atrae. Y seguramente acabaría por olvidárseme a mi también... eso creía. Pero el sexo con Pedro era bien diferente... conseguía que sacara de adentro toda mi lascivia y me hacía convertirme en una adicta al sexo, especialmente al suyo. Algo que parecía renacer hoy, tras el baile y sus juegos.

Han pasado los diez minutos y sé a ciencia cierta que Pedro me está esperando en el almacén, seguramente sediento de mi cuerpo, de mis pechos, de mi sexo, de todo mi cuerpo... con tanto deseo como yo sentí siempre por el suyo.

Decido no hacer nada e intentando borrar de mi mente tan torturadores pensamientos, me siento junto a mi marido y agarrándome a su brazo, escucho atenta su conversación con unos invitados que acudieron a felicitarle. David me besa en la mejilla con su ternura de siempre y me siento muy feliz de tenerle a mi lado... de ser por fin su nueva esposa.

En ese momento mi móvil vibra sobre la mesa y hace la señal de haberme llegado un nuevo mensaje. Lo tomo en mi mano, antes de que David pueda ver lo que hay en él.

“Nena, estoy impaciente, no tardes en llegar. Recuerda que ganarás el doble, por un lado cancelarás el crédito y por otro volverás a sentir lo que es una lengua virtuosa en tu coño. ¿O acaso se te ha olvidado?”

Un cosquilleo llega a mi entrepierna al leer ese mensaje y recordar nuevamente aquellas sesiones.

  • Voy un momento al baño - le digo a David sonriendo forzadamente.

  • ¿Otra vez? ¿Te encuentras bien?

  • Sí, si...

  • Te acompaño. - me contesta.

  • No, no te preocupes, voy con mi prima Rocío, tranquilo.

Llego al pasillo y en lugar de meterme en los servicios voy derecha hasta el punto de reunión con Pedro, pero con la decidida intención, no de que me coma el coño, como él insiste, sino de cantarle las cuarenta y que deje de molestarme de una vez por todas. Volveré a prometerle que el préstamo será por muy corto espacio de tiempo. Es necesario recordarle también, que deje de tratarme así, que ya no le pertenezco, que lo nuestro ha terminado y que acabo de casarme con su mejor amigo. Estoy agradecida porque nos haya ayudado, claro que sí, pero voy a decirle firmemente que le pagaré la deuda, euro a euro y cuanto antes. Que se olvide de tener un roce más conmigo, lo nuestro terminó hace tiempo. Y si insiste, le amenazaré con contárselo a David.

Al abrir la puerta del almacén no puedo creer lo que ven mis ojos. Pedro, apoyado ligeramente contra la pared está completamente desnudo. Su inolvidable cuerpo está ahora frente a mí, mostrando cada una de sus curvas, de sus músculos, los pliegues que conducen a ese miembro erecto que parece estar mirándome. Pedro me sonríe invitándome a pecar con esa mirada con la que sabe que no me puedo resistir. Sus abdominales marcados, su pecho depilado, su piel morena me vuelven a trasladar a cuando estábamos juntos. He olvidado todo lo que le tenía que decir, porque ahora solo puedo quedarme admirándole, deseándole como entonces. Se está acariciando esa enorme verga, jugando conmigo, incitándome, excitándome, dominándome....

  • Ven aquí preciosa.  Mira como me tienes...- Me invita a acercarme estirando su otra mano.

Tengo que decirle que no, tengo que decirle que no, eso es lo que mi cerebro martillea una y otra vez, pensando que es un maldito cabrón, que ya no somos nada, pero cuando mis dedos rozan los suyos mi cuerpo no responde a mis órdenes... sino a las de él.

Me abraza de nuevo, puedo notar su calor, creo que no voy a poder resistirme, por eso algo de dentro de mí me empuja a separarme pero casi sin fuerza.

  • Pedro... - le digo.

  • Schhsss... calla putita mía. Ahora no digas nada. Solo vamos a recordar viejos tiempos.

  • No puede ser, Pedro... - le digo medio llorando, intentando luchar contra todos los demonios que me rodean, sé que no debo hacerlo, pero no puedo, algo me impide ser lógica.

  • Ven aquí nena, déjame ver esas tetas.

No sé cómo pero sus manos a mi espalda han bajado velozmente la cremallera de mi vestido y este baja hasta mi cintura de inmediato. El contorno de mi sujetador blanco está siendo perfilado por sus dedos y su mirada clavada en la mía... con esos ojos que me fascinan, que no me dejan actuar con sentido común.

  • Vaya, que preciosidad, las recordaba así, pero verlas al natural es aun más alucinante. - añade con su cara llena de lujuria observando mis tetas aprisionadas bajo el sostén blanco.

De nuevo su mano se acerca a mi espalda y con la habilidad de siempre suelta el primer corchete de mi sujetador. Apenas me puedo mantener en pie, mucho menos poder actuar de otra manera, mis manos apoyadas sobre su vientre pueden palpar sus abdominales marcados... Dios que bueno está, cómo regresan a mi mente los recuerdos de su cuerpo desnudo y yo entregándome de lleno a él. Su polla está repleta de energía, la veo tambalearse, como lo hacía entonces.

Mi sujetador sin tirantes no tarda en caer al suelo, en el preciso instante que Pedro ha conseguido soltar el último corchete. Mis tetas al desnudo están ahora ante su mirada.

  • ¡Dios nena... qué maravilla!

Sus manos se apoderan de mis pechos y son amasados con esa devoción y esa fuerza de siempre, jugueteando con sus palmas sobre los costados, pellizcando mis pezones con sus dedos. Su boca rápidamente se acerca a la mía, sé que aun tengo fuerzas, sé que aun puedo parar todo esto, sé que es una locura... le tengo que decir que pare.

  • Pedr...

Sus labios se han posado sobre los míos... esos dulces labios, calientes, grandes y ardientes que abarcan los míos y los aspiran, los chupan, los besan, mientras sus manos siguen sobando mis tetas sin cesar. Me abrazo con fuerza a él y noto su poderosa espalda que acaricio como antaño, notando su piel entre mis dedos. Mis pechos están ahora pegados a su abdomen noto la dureza de sus músculos y también la de su verga sobre mi vientre. Pedro es muy alto, pero no impide que su boca alcance la mía ladeando su cabeza, mientras yo me mantengo de estirada con mis sandalias de tacón. Sus poderosos brazos abarcan mi espalda, rozan mi culito. Nuestras lenguas se cruzan entre beso y beso, se introducen en nuestras bocas, juegan revueltas fuera de ellas, nuestras salivas se intercambian, nuestros jadeos se revelan con la pasión que nos invade. Volvemos a ser los animales que éramos.

Pedro termina de bajar la cremallera hasta que mi vestido acaba irremediablemente en el suelo de aquel almacén, rodeando mis pies. Con esas enormes manos me separa unos centímetros de él para poder admirarme al completo.

  • ¡Que buena estás, joder!

Su lengua va a avanzando entre mis pechos, alcanzando uno de mis pezones, mientras intento buscar la manera de decirle que se detenga, que no puede ser, que le pagaré y que no quiero su sucio trato, que he venido a recordárselo, pero cuando sus manos se agarran firmemente a mi tanga y lentamente lo bajan por mis muslos, entonces ya no puedo decir nada, solo regresar a aquellos instantes en los que tanto disfruté con él.

  • Tal como imaginaba... el coño precioso y dispuesto a ser devorado. - me dice relamiéndose.

  • Pedro, esto no puede ser... no me hagas esto. – Le suplico.

Sabe que esas súplicas son en vano y no le convencen a él... menos a mí, que no puedo remediar esperar ansiosa a que esa lengua entre en contacto, de una maldita vez, con mi sexo.

Me coge en volandas y me sienta sobre una mesa del almacén, dejando mis piernas abiertas y mi sexo totalmente expuesto. Mis únicas prendas son mi liguero, mis medias y mis sandalias.

  • ¡Dios, como hueles! - me dice acercando su nariz a la parte alta de mi pubis y bajando despacio, hasta entrar en contacto con los pliegues de mis dilatados labios.

Es increíble, estoy tumbada sobre una mesa, totalmente desnuda, con mi ex-marido despelotado y lamiendo mis ingles con aquel arte insuperable... nadie desde entonces, desde hace más de un año, ha conseguido rozar con su lengua mi dilatado clítoris, es ahora Pedro, quien lo va a hacer y ya no puedo negar nada, estoy totalmente entregada, a pesar de que se que me voy a arrepentir un millón de veces, que esto, será más traumático, pero ese demonio que llevo dentro no responde a mi mente.

Su lengua sigue hurgando en cada uno de los milímetros de mi húmeda rajita. Veo literalmente las estrellas y no quiero que eso acabe, a pesar de mis negativas, quiero seguir así, sintiendo la lengua de Pedro, haciéndome ese regalo divino de sus lamidas, mientras sus manos masajean mis pechos.

Me mira desde allá abajo y me sonríe, porque sabe que estoy sometida, totalmente entregada. Cuando muerde mis labios, cuando su lengua se apodera de mi clítoris, cuando sus dedos pellizcan mis pezones y cuando su mirada penetra en la mía, es entonces cuando llego a un orgasmo prolongadísimo, cargando en mi interior un montón de sensaciones que casi había olvidado. En ese momento no quiero comparar nada, pero sí considerar que es uno de los momentos que hacía muchísimo tiempo no había vivido. Quiero gritar y salen gemidos e hipidos de mi garganta, mientras mi mano acaricia el pelo de Pedro que sonríe entre mis piernas victorioso.

  • ¡Joder nena, que delicia, qué coño más exquisito! - declara sonriente.

Pedro se pone en pie y con su enorme daga en la mano se acaricia suavemente para decirme:

  • Tu turno.

Me asusto, porque vuelvo a recordar que no había venido a esto, que no teníamos que haber llegado a tanto, que David, es mi marido, que nos hemos casado hoy... Me pongo en pie y le digo empujándole.

  • Pedro, ese no es el acuerdo. - le digo intentado buscar mis braguitas perdidas en algún lugar recóndito de ese almacén.

  • Nena, no puedes dejarme así - me dice señalando su empalmada verga.

  • No quedamos en eso, Pedro.

Él no contesta, sabe que no hace falta, es conocedor de todas mis debilidades y que cuando se abrace con su cuerpo desnudo al mío, no voy a resistirme, aunque quiera, porque en el fondo lo estoy deseando. Lo hace, acercándose y siento su desnudez pegada a la mía, algo que me mata, algo que me vuelve loca.

  • Te la chupo y ya. - digo sintiéndome más puta que nunca, al soltar esa frase.

Vuelve a guardar silencio, porque con su mirada ha ordenado que me arrodille frente a ese enorme miembro, para volver a degustarlo como entonces. Hacía mucho tiempo que no tenía una polla en la boca y ese es el momento en el que no tardo en abarcarla entre mis labios, en devorarla como una posesa. Vuelvo a sentir el relieve de sus venas, la dureza de esa daga que se adentra en mi boca, que roza mi paladar y siento como crece cada vez más. Acaricio sus huevos, saco toda la carne de mi boca, para dibujar con mi lengua sus pliegues, su frenillo, ese glande vigoroso y duro, para volver a engullirla con total entrega.

  • ¡Joder como la chupas, nena! - dice suspirando y acariciando mi cabello.

Sé que si sigo así, no tardará en correrse, porque también sabe que mis mamadas fueron ganando técnica en cada una de nuestras sesiones de placer y desenfreno y aunque casi he perdido la práctica, no se me olvida hacerlo con ese arte que le vuelve loco, conocedora de cada uno de sus puntos débiles. Como él también lo sabe, no quiere acabar en mi boca, sino que quiere follarme, no hace falta que lo diga, porque sus movimientos son claros y concisos. Se sienta en una de las banquetas que hay en ese almacén y con un gesto me invita a subirme sobre él.

  • Ven. - me ordena.

  • No Pedro. No podemos follar. Me acabo de casar con tu amigo... con David.

  • Ven aquí. - insiste agarrándome por las caderas y acariciándome el culo. Mi perdición.

  • No podemos...

Abre mis piernas y me obliga a subirme sobre sus muslos. Quedamos con nuestros cuerpos unidos, esta vez sentada a horcajadas sobre él. Me acaricia las tetas  y me besa... ¡Dios! ¡Cómo lo hace! Esa lengua se apodera de la mía, con tanta habilidad, que no me doy ni cuenta que mientras me soba una teta, con la otra mano ha orientado su polla hasta ponerla en las puertas de mi rajita. Lentamente me empuja hacia arriba y después deja caer el peso de mi cuerpo sobre su glande que abriéndose paso en mi húmedo coño recibe el resto de su largura hasta que estoy totalmente insertada, clavada en esa polla hasta lo más hondo. Suspiramos y veo su cara sonriente seguramente al ver la mía descompuesta. Sus manos se aferran a mi cintura, me empuja suavemente hacia arriba y luego me deja caer de nuevo. Me penetra hasta el fondo, incesantemente, una y otra vez. Dirijo mi mirada hacia abajo y veo como desaparece toda su longitud en mi interior, como tiempo atrás, para volver a salir lentamente, haciéndome gozar en cada embestida. Está follándome, sí, Pedro, mi odioso ex-marido, al que prometí olvidar, el que no aprendió a darme todo el amor que David me regala en cada instante, el que no quiso entenderme, que no supo respetarme, estaba ahora follándome y yo entregada a ese sexo salvaje, prohibido y lascivo.

He vuelto a tener un segundo orgasmo cuando percibo que él también está a punto. Quiero salirme de él, pero lo impide agarrándome de los hombros y empujándome hacia abajo y tras esa tensión continua puedo percibir como inunda mis entrañas con una anhelada corrida. Uno tras otro, noto los chorros de su semen chocando en mi interior.

  • ¡Hijo de puta! - le digo, sin poder evitar que sentir su corrida dentro vuelva a hacerme sentirme aun más cachonda, a volver a ser esa putita que yo era para él. Y así me siento más puta todavía al estar engañando a mi marido... ¡el día de mi boda!

Cuando he conseguido levantarme, busco con urgencia mi ropa para no tardar más tiempo en reunirme con David, no quiero que piense... ¡Dios! ¿Cómo he podido hacerle esto?, yo no quería que esto fuera así, no quería llegar a esto... sigo pensando y culpándome buscando mis braguitas por el suelo.

  • Bueno, nena, no ha estado mal ¿eh? - dice burlándose el muy canalla.

  • Pedro, esto no tenía que haber pasado... - le contesto arrepentida y a punto de llorar.

Él ya está vestido y se dispone a abandonar el almacén, dejándome tirada, como ha hecho siempre.

No encuentro mi tanga y lo dejo por imposible, vuelvo a encontrarme con David, a quien se le ve intranquilo buscándome. No sé si habrá notado mi cara descompuesta, mi pelo revuelto, mis carrillos ardiendo…

  • Cariño, ¿te encuentras bien? – me pregunta.

  • Sí, si, estoy bien David, solo un poco bebida.

En ese momento suena mi móvil con un nuevo mensaje... Otra vez es Pedro que me dice:

“El primer plazo del préstamo ha estado genial nena. Te llamaré para el segundo”

Apago el móvil con la intención de apagar un episodio de mi vida, de olvidar esta locura en la que se ha convertido el día de mi boda... de la presencia de mi ex marido, pero en el fondo sé a ciencia cierta que irremediablemente volveré a pagar a Pedro unas cuantas cuotas de ese préstamo.

Relato procedente del XX Ejercicio de Autores de TodoRelatos: "Erotismo en tiempos de crisis económica". Perfil de Lydia: http://tinyurl.com/LydiaTR