El preso - por Doro
Un grupo de autores de TR hemos decidido escribir una serie de microrelatos como ejercicio. Esperamos que sean del agrado de los lectores.
Viiiiiiiiiiiiiiip Al fin. Estoy tan nerviosa que las piernas casi no me sujetan. No veía el día en que llegara este momento, después de tanto tiempo, tantas cartas escritas, tantas y tantas cintas grabadas para tener una mayor cercanía y poder escuchar nuestras voces... Ahora parece que nos conociéramos de siempre. Será un encuentro breve , lo único que importa es que por fin nos conoceremos en profundidad. Me he comprado la ropa interior en su color favorito, negro. Sujetador de encaje, tanga transparente y un liguero también de encaje con unas suaves y brillantes medias negras. Espero estar a su gusto. Me han dicho que me siente y espere. ¿ Me habré puesto demasiado perfume? ¿ Le gustará el color de mi pelo?...¿ Que pensarán los demás cuando lo sepan ? Qué como se me ocurre venir a conocerle, que es peligroso... Cómo si yo no supiera que es peligroso. Empecé a escribirle por eso mismo. Me da morbo. Ya sé que es una locura, pero le estoy amando como nunca amé a nadie. El resto no importa. Aquí esta, igual que en las fotos... Le abrazo, le beso, le vuelvo a abrazar... El guardia se va y nos deja solos. Los dos sabemos que no tenemos mucho tiempo, así que no lo demoremos más. Nos quitamos la ropa con violencia, beso su torso y el besa mis pechos. Baja la mano a mi entrepierna , frota mi clitoris y casi estoy a punto de correrme. Lleva los dedos a su nariz y aspira profundamente. La erección es brutal. Demasiado tiempo encerrado sin una mujer, dice. Calma tu dolor conmigo, digo. Y sin más, me sube encima de él y apoyándome en la pared me la clava tan fuerte que creo que me va a salir por la boca. Las enbestidas son feroces, pero el placer es tan grande que no me importaría que me partiera por la mitad. Besa mis pechos con desesperación, los muerde y los araña, y eso hace que pierda el control, y noto como sus huevos golpean mi culo con fuerza. Mi cuerpo se convierte en un orgasmo prolongado que me hace gritar salvajemente y él me deja dentro todo su ser mientras clava su barbilla en mi pecho. Me baja, me besa tiernamente, y ya ha pasado el tiempo. Vienen a por él. Adiós, dice. Gracias, digo yo.
Doro.