El PREDICADOR santurrón y la AFRICANA culona

Genaro suele ir a visitar a los inmigrantes que se instalan en la capital. Junto con su amable y educada sonrisa de bienvenida, les trae la palabra de Dios: el mejor regalo que un ser humano puede hacerles a sus semejantes. Sin embargo, hoy conocerá a una joven que no le pondrá las cosas fáciles.

Genaro siente su fortuna a cada paso. Dios ha premiado su fe y devoción con un florido camino de felicidad y buenas sensaciones. Atrás quedaron las dudas y los temores que lo atormentaban en su juventud. Se siente tan feliz y puro que necesita contagiar a la gente de su gozo:

“¿Qué mejor manera de alegrar la vida de los demás que mostrándoles el sendero del Señor?”

Él siempre le ha tratado bien desde que abrazo su amor. No necesita lujos ni comodidades. Vive en una burbuja de bienestar en medio de la penuria mundana. Está convencido de que quien sufre es porque lo merece:

“Los caminos del Señor son inescrutables y el que no tengamos la capacidad de comprender algunas cosas no puede hacer que se tambalee nuestra fe”

“Nº 9, ático 1º. Es aquí. Aquí vive... ... Noma Nguema”

Se trata de una inmigrante africana que, muy probablemente, no ha sido bendecida, todavía, con la luz divina. Puede que no le sea fácil, pero Genaro ya ha logrado conducir a más de cien almas junto al gran rebaño. Nada da más sentido a su jubilosa existencia que mostrar el camino de la verdad a los desdichados que aún no han oído la voz de Cristo en sus corazones.

El edificio es bastante decente, teniendo en cuenta que se encuentra en el suburbio más marginal de la Fuerte Castillo. Aquí solo hay rusos, chinos, indios, africanos… y algún reducto de españoles que han aguantado el chaparrón de foráneos en las dos últimas décadas. Es terreno virgen para la fe cristiana. Ni siquiera debería molestarse en consultar el padrón municipal, pero Genaro es metódico; prefiere recabar algo de información con sus fuentes para rentabilizar al máximo sus visitas.

La escalera está recién pintada y se ve limpia. No hay ascensor: primero, segundo… por suerte el edificio tiene pocos pisos.

“Riiiiiiiiiiing”

Un sonido clásico suena a través de la puerta de madera. La luz de la mirilla se apaga por un momento, señalando una presencia al otro lado. Tras unos segundos de duda, una joven de piel oscura entreabre la puerta asomándose con curiosidad.

El traje y la corbata de Genaro hablan a su favor. Lleva las canas bien peinadas intentando disimular su calvicie. A través de unas lentes, se asoma una mirada sincera y positiva.

.

-¿Noma Nguema?-   leyendo sus notas.

-Sí-   murmura ella con una voz apenas perceptible.

-Soy Genaro. Quisiera saber si dispones de unos breves momentos para que pueda ilustrarte con el motivo de mi visita-   con una sonrisa en la cara.

-No sé… … mejor vuelvo cuando mis hermanas grandes están-

.

Su pronunciación delata su origen, pero, aun así, es fácil adivinar que ya lleva algún tiempo en este país y que entiende nuestra lengua.

.

-No, no. En realidad, es contigo con quien quiero hablar. Tengo entendido que eres nueva en esta ciudad y, como buen vecino, quisiera darte la bien venida y ofrecerte, como regalo, el conocimiento de la palabra Dios-

.

Con las manos juntas y asintiendo con la cabeza, pronuncia calmadamente su guion como tantas otras veces.

.

-Yo ya tengo dioses-   susurra mientras baja la mirada.

-Solo hay un Dios verdadero, por eso estoy aquí-   con una seguridad insultante.

-Lo siento, no interésame-   intentando cerrar la puerta lentamente.

-Dime, Noma: ¿te han ayudado tus dioses en la turbulenta travesía que te ha permitido encontrarte aquí, hoy?-   en un intento de superar su rechazo.

.

Ella se detiene y reflexiona por un momento hasta que enfoca sus ojos apenados hacia la mirada esperanzada de su interlocutor, negando con la cabeza.

.

-¿Lo ves, bonita? Estoy aquí para librarte de esa tórrida confusión que nubla tu vida-

.

Tras una breve pausa, Noma le abre la puerta, acompañando su oferta con un suspiro de resignación. Mientras la sigue al interior del piso, Genaro contempla, sorprendido, el descomunal tamaño de su trasero; un rasgo propio de su exótica raza. Sus redondas nalgas tensan la fina tela de un cortísimo pantalón rosa que no alcanza a cubrir ni un centímetro de sus muslos. Sus nutridas piernas articulan lentos pasos a través de sus pies descalzos.

Después de rehusar la oferta cafetera de la chica, aquel buen samaritano se acomoda en el salón y empieza a ilustrarla con las grandes verdades de su credo. Noma abandona, poco a poco, esa actitud condescendiente, vencida por la amabilidad de su invitado, y escucha sus relatos con interés. Genaro es un buen orador y no escatima facultades para cautivar a su oyente quien, aun así, se muestra poco participativa. Al termino de un ameno repaso por las fábulas más pintorescas de la religión católica, toca empezar con las moralejas:

.

-Esa es la clave, Noma, el camino recto te llevará a la felicidad más plena. Cristo es la luz que te guiará lejos de las tentaciones pecaminosas de una vida descarriada-

-Pero, señor Genaro: las personas no somos santos, todos mentimos y tenemos cosas pequeñas y eso no dice que somos malos-

-No todos. Nuestra fe no solo te prohíbe pecar, sino que, gracias a ella, comprobarás que no lo necesitas. Solo se trata de ver las cosas tal y como son-

-Yo no creo como usted. Por ejemplo, mi hermana grande necesita apuestas, y la otra hermana no tan grande bebe mucho alcohol…  pero son buenas-

-¿Y tú? ¿Noma? ¿Cuál es tu pecado?-   levantando las cejas.

-A mí me gusta mucho… … sexo-   susurrando esta última palabra.

.

Genaro se ve sorprendido por un inesperado bochorno, pues no estaba preparado para aquella respuesta. Ella se percata de lo impertinente de su confesión ante un hombre tan religioso, y baja la cabeza con cierta perplejidad. Tras un silencio que parece eterno se pronuncia con timidez:

.

-Perdón-

-No, Noma, no tienes que disculparte por responder a mi pregunta. De hecho, es necesario saber cuál es el pecado para lograr borrarlo de tu vida y poder llegar a ser premiada por tu pureza-   argumenta él sin superar aún su desconcierto.

.

Ella hace morritos con sus carnosos labios mientras levanta la cabeza poco a poco. Sin apartar los preciosos rizos de pelo negro que cubren parcialmente su rostro, recupera el contacto visual. Proyectando una mirada de lo más sugerente susurra:

.

-Pero: ¿y si yo quiero ser pecadora?-   llena de picardía.

-N o o0o. Debes superar la tentación para ser alumbrada con la luz divina-   afirma como si le hablara a una niña pequeña.

-Todo mundo cae en tentación cada día: fumadores, comedores, folladores…-

-No. Te equivocas. Yo hace más de veinte años que no caigo en ninguna tentación-

-No creo eso. No es verdad-   girando la cabeza para mirarlo de reojo.

-Que sí, Noma. ¿Cómo podría demostrártelo?-   ansioso por verificar su pureza.

.

Ella piensa en un modo y, esbozando una sonrisa malévola, le sugiere:

.

-Báñese conmigo-   propone con un tono picaron.

-Pero ¿qué dices?-   responde atónito

-Soy una chica sucia-   susurra ella.

-Pero…-   empieza viéndose interrumpido:

-Necesito que me laven unas manos puras para curarme-   dice guiñándole un ojo.

.

Genaro no logra procesar aquella situación ni argumentar una réplica espontanea. Su gastado guion no contempla esa tesitura.

.

-Si usted puede bañarme sin correrse me demuestra que gana a la tentación-

-Esa no es la manera, Noma-   intentando alejarse de tan sinuosa petición.

-Es la única manera, señor. Yo no creo que usted pueda. Si yo no creo que usted puede, yo no creo que yo puedo. Si usted habla, pero no demuestra, yo no creo en su fe ni en su Dios. Si usted me demuestra que puede yo lo creo y le sigo en su camino de luz-

.

La expresión paralizada de Genaro delata su conflicto interior:

“Puede que el diablo se sirva de aquella joven para intentar torcer mi rectitud, pero:

¿acaso no puedo superar cualquier prueba de fe?

¿Qué hay más importante que salvar a esa chica del pecado?

Aun así:... ... ¿es que no hay otro modo?”

.

-Hagamos una cosa, ven este domingo a la iglesia y…-   sin lograr terminar de nuevo.

-Yo vengo, sí, pero solo si usted me demuestra-   sintiendo la paella por el mango.

-Pero, Noma…-   replica intentando negociar.

-Usted cuenta historia de Abraham y su hijo Isaac. Eso es prueba de fe. Yo necesito prueba de fe para creer en usted. No solo palabras-

.

Genaro no puede tolerar que la cobardía empañe su determinación. Su labor es lo que da sentido a su vida. Nunca ha dudado en hacer lo necesario para salvar, una a una, todas las almas que intenta rescatar en su camino. Esta no será una excepción. Se siente casi como un arcángel, y esta situación le evoca algunas de las divinas estampas de la lucha sagrada. Un lado, teñido de azul celestial, contra el otro, ilustrado por la rojiza y pérfida esencia del mal. Abandona sus divagaciones para situar a la chica en el vértice de su campo visual de nuevo. La encuentra expectante y percibe la diversión en sus ojos.

.

-¿Cumplirás tu palabra si no desfallezco en la prueba?-   asintiendo seriamente.

-Si supera la tentación de follarme, yo creeré en usted y le seguiré a su iglesia-

.

Genaro siente que juega con ventaja, ya que hace años que no tiene una triste erección. No confía plenamente en Noma, pero su honradez no depende de él. Se reafirma en sus actos sabiendo que, cómo más dura sea la prueba, más glorioso será su triunfo.

“Solo está en mi mano cumplir mi parte y por Dios que soy capaz de mover montañas para conducir a mis ovejas por el camino del buen pastor”

Tras un leve chasquido lumbar al levantarse, sigue la voluptuosa silueta trasera de su exótica anfitriona a través de un pasillo que se oscurece a cada paso, abandonando la luz del salón. El andar de Genaro es lento, temeroso y, aunque intenta sobreponerse, lo que le espera al otro lado de la puerta del baño le da miedo. Eso le agudiza los sentidos y hace más notorios los detalles de ese escenario desconocido que le hace sentir muy lejos de casa:

Las baldosas de piedra antigua, los estropeados marcos de las puertas turquesa, la textura del blanco roto en las paredes…

Empuja levemente la puerta de madera y aparece, frente a él, una amplia estancia iluminada, intensamente, por la luz natural que entra por las grandes ventanas del techo. No hay azulejos modernos, todo es de piedra y mármol. Se ve antiguo pero limpio y ordenado. Noma está de pie, ya dentro de la bañera. Aún lleva puesta su breve vestimenta que defiende, a duras penas, el honor de sus partes más íntimas.

Sostiene la alcachofa de la ducha en una mano y, con la otra, comprueba la temperatura del chorro acuático. Cuando está bien caliente, empieza a mojar su ajustada camiseta blanca de tiras,  la cual no tarda en trasparentar, tiñéndose con el tostado color de su cuerpo a modo de segunda piel. Presenciando los femeninos gestos de esa culona mojada, Genaro empieza a dudar de su propia nulidad sexual, y augura una dura lucha.

.

-Venga, señor Genaro, ¿se quita la ropa o quiere se moja?-   con una sonrisa inocente.

.

No puede permitirse mojar su traje. Piensa en terminar con el asunto cuanto antes, y empieza a desnudarse bajo la curiosa mirada de aquella desinhibida joven. Se siente extraño. No recuerda la última vez que su desnudez tuvo público. Aunque no tiene ninguna intención de impresionarla, no puede evitar sentir vergüenza por el pasivo estado de su miembro arrugado.

Mientras sus pasos lo aproximan a ella, mira, humildemente, hacia arriba para observar el despejado cielo azul, y ora para lograr salir victorioso de tan dura prueba.

Parece que Dios haya manejado el destino para que aquella desvergonzada chica centroafricana se encontrara en un ático, y así poder contemplar, desde primera fila, ese duelo a través del techo acristalado.

Aquella leve sensación de frio empieza a desvanecerse en cuanto sus pálidos pies se sumergen en la cálida y espumosa agua, aún con escasos centímetros de profundidad.

La chica se acerca a él hasta que su proximidad hace más notoria su corta estatura.

.

-¿Por qué usted tan alto?-   pregunta a modo de protesta    -siéntese-

.

Genaro se sienta en el amplio borde de piedra notando la pared en la espalda. Ella está muy cerca y sus generosas carnes le acechan libidinosamente.

Esos firmes pechos llamarían más la atención si no se vieran eclipsados por tan exageradas redondeces traseras. Apresada entre dichos rasgos étnicos, su discreta tripita apenas adquiere una leve complicidad erótica. La única burbuja de aire que aún contiene aquella camiseta empapada rellena su ombligo.

El agua de la ducha alcanza de lleno a la chica y Genaro sufre las salpicaduras consecuentes, aun así, se siente abrasado por las viciosas llamas que desprenden las libertinas curvas de la moza. Un intenso deseo arde en su interior equiparándole con algunos de los protagonistas más atormentados de las escrituras sagradas.

.

-Antes de limpiar mi cuerpo tiene que sacar mi ropa-   susurra Noma.

.

Aún intentando esquivarla con los ojos, Genaro enrolla la camiseta de la chica desde la cintura hacia arriba, hasta liberar sus preciosas tetas resplandecientes.

Ella levanta sus brazos lentamente para facilitarle la tarea. El suavísimo tacto de esa piel morena llama la atención de la huidiza mirada del feligrés, quien se encuentra de lleno con sus duros pechos a escasos centímetros de su cara.

En aquel preciso instante, su blando pene abandona la quietud con un primer pálpito. De pronto, las intensas sensaciones calenturientas de Genaro empiezan a canalizarse de un modo más carnal, rellenando de lujuria una extensión fálica que va adquiriendo, a golpe de latido, una virilidad inédita en años.

Noma termina de deshacerse de su húmeda camiseta rotando sobre sí misma para darle la espalda al buen pastor, al tiempo que él se entretiene a descolgar ese pequeño pantalón rosa.

Los movimientos de la chica, cruzando sus piernas y curvando la espalda, le otorgan más notoriedad a la redondez de su esplendoroso culo. Sus grandes nalgas siguen emitiendo destellos de luz a cada salpicadura, en su parte superior. El agua se derrama, abundantemente, por el resto de su anatomía, como intentando empujar hacia abajo esa última prenda.

Notándose traicionado por su propio cuerpo, Genaro intenta desentenderse de sus emociones y empuña firmemente la botella de jabón mientras busca una esponja.

.

-Nono non0non onó: esponja no. Para esponja ya puedo hacerlo yo-   dice regañándole.

-¿Cómo? Es para enjabonarte-   responde él perplejo.

-Necesito sus manos puras en mi cuerpo, sino es muy fácil para usted-

.

Noma cierra el grifo al tiempo que su pretendido mentor se unta las manos de jabón. En cuanto ella lo vuelve a encarar, él esparce su viscosidad jabonosa directamente sobre sus firmes pechos negros. La muchacha gime, suavemente, con sorpresa.

Genaro se apresura abarcar, rápidamente, todo ese infartante cuerpo para terminar cuanto antes, pero el extraordinario tacto de aquellas preciosas tetas exige más atención y, desobedeciendo a su voluntad, sus manos se entretienen gozosamente.

.

-Señor Genaro, veo que le gustan mis pechos-   susurra Noma.

-No, no. Es que, no-   deteniéndose estresado.

-¿No? Creo que su polla no piensa como usted-   dice entre risas.

-No lo conseguirás-   afirma con cierto desprecio resentido.

-No se enfade, aún falta la parte más difícil-   mientras coge la botella de jabón.

.

Noma parece no tener un solo pelo en todo el cuerpo, pero lo compensa con una melena exuberante que, sometida a los efectos del agua, ha abandonado la modulación de sus rizos para convertirse en un atributo de lo más salvaje y desaliñado.

.

-Ponga las manos-

.

La chica vierte abundante flujo en sus palmas y, tras dejar caer el envase, se le acerca frontalmente de nuevo. Lo dirige para que alcance su desproporcionado culo a través de un abrazo.

Mientras Genaro intenta abarcar sus imponentes nalgas con sus manos resbaladizas, nota cómo su más que completa erección sacude su honor a modo de alarma roja. Sintiéndose prisionero de las caricias de Noma, en sus hombros y en su cuello, enfoca su pensamiento en un pasaje de la biblia:

“Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también, juntamente con la tentación, la salida, para que podáis soportar”

- Corintios 10:13-

Genaro es víctima de un tremendo desgarro en su ser causado por la arrolladora seducción de Noma. El divorcio entre su mente y su cuerpo resulta inaudito, hasta el punto en que pierde el control sobre su propia motricidad. No puede evitar empaparse del tacto mojado de esa tremenda chica al tiempo que sus propias manos desgobernadas se afanan en reconocer todas aquellas abultadas formas con gran avidez.

Por si fuera poco, ella lo alienta con una malévola coreografía que lo cautiva, arrastrándole hacia la parte más oscura de su propia alma, donde habitan bajos instintos que creía desterrados.

.

-Límpieme… … señor Genaro… … límpieme bien-   entre sugerentes suspiros.

.

Sin poder parar de manosearla, se sorprende a sí mismo mordiéndole las tetas. Como viéndose desde fuera, experimenta un punto de ruptura que le permite parar esa situación.

.

-!No! Ya está. Se acabó-   girando la cabeza y apartando sus manos.

-Todavía no me ha limpiado toda, señor. Falta el culo-   con una voz angelical.

-Pero, ¿qué dices, niña? Te he enjabonado las nalgas más de lo que quisiera reconocer-

.

El pobre hombre se siente como un títere sujetado por los diabólicos hilos de Satán, cuando ella le replica:

.

-No, se trata de… …el centro. Es profundo. Tanto como mi pecado-   con un hilo de voz.

-… … "Y esto no es sorprendente, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz"-

.

Recita mientras le mete el dedo gordo en el culo. Ella esboza un suspiro, nacido del placer, al notar esa perniciosa intrusión digital que se vuelve insistente a medida que su ano lubrica:

.

-0oh… ¿Qué habla? mm, no soy Satán, aah, no soy ángel de luz, mmh, solo soy ángel oscuro. Oscuro pero bueno-   buscando, sonriente, la huidiza mirada de su víctima.

.

Genaro la contempla, por fin, y, cautivo de su encantadora sonrisa y de la proximidad de sus exuberantes curvas, baja momentáneamente la guardia. Sin proponérselo, sus dos manos vuelven a pegarse a ella, a modo de imán, profiriéndole un combo de firmes caricias. Actúa abstraído, fundiéndose con Noma, hasta que su arrinconada decencia le pide auxilio.

Mira de nuevo el cielo tras los cristales y siente el desprecio de Dios, que ningunea su voluntad. Se siente degradado.

No se considera racista, pero concibe la raza de ese ángel negro como primitiva y secundaria. No se considera misógino, pero considera débil y desamparada a la mujer. No se considera arrogante, pero asume que su edad le confiere una sabiduría y una inteligencia muy alejada del alcance de una chica joven y negra saturada de instintos animales y guiada por la ignorancia.

Todo eso hace su derrota más vejatoria. Noma le humilla mordiéndole los labios; restregándole sus gloriosos encantos y trasmitiéndole, con su cálido aliento, su particular inhibidor de cordura.

.

-Mi pecado es… … Oo0h… … es muy hondo-    con largas respiraciones.

-¿Que quieres de mí !o0h Señor!?-    sin poder librarse de ella.

-Es muy hondo. No llegas a limpiar con los dedos-    sonriendo con ligereza.

.

Sintiendo las pecaminosas manos de la chica, Genaro intenta huir de esa realidad infranqueable cerrando los ojos y repitiendo pasajes para sí mismo:

.

-"Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno"-

.

Noma sigue a su rollo. Agarra con firmeza la polla del viejo y acomoda su postura para metérsela por el culo mientras le da la espalda. Unos pocos movimientos basculantes son suficientes para dar la bien venida al recién llegado. Ese pedazo de carne, colapsado de depravación sanguínea, se abre paso por aquella lubricada trayectoria anal hasta lo más hondo. La chica jadea:

.

-!Ooh!… …  !Ooo0Oh!… … !Siiií!… … !!Dentro toda!!-   con un creciente desahogo.

-ooooooh… … … "si tu… … si tu mano derecha te es ocasión… … ocasión de caer, córtala, y échalahaha de tiiii… …; pues mejoO0hr te es que se pierda uno de tuuUus miembros… … y no que tod0Ooh tu cuerpo sea echado al infier n oo0ooh"-

.

Como escupido, de repente, fuera su plano espiritual, Genaro regresa a la chocante realidad. Los lejanos y esotéricos gemidos de Noma, que parecían no alcanzarle en su nube de abstracción, se han vuelto repentinamente terrenales y cercanos.

Parcialmente sumergido ya en la bañera, nota cómo las enormes nalgas de su contrincante botan violentamente sobre su bajo vientre. Su polla esta tan, tan dura, que apenas logra percibir su trayectoria anal.

La chica pronuncia tan lujuriosos gemidos en su idioma natal, pero, a oídos de Genaro, esos incomprensibles vocablos parecen llegar directos del averno.

Sus movimientos acelerados le transportan al terreno más depravado de dicha fornicación. Ella se sujeta, con ambos brazos, a los bordes de la bañera para lograr imprimir aún más energía a sus embestidas. Es tanto el esfuerzo que dichos contoneos llegan a adquirir connotaciones atléticas.

Afectada por tan agresivo ajetreo, la grasa de sus nalgas fluctúa de un modo inverosímil, dotando a su culo de infinidad de formas fugaces.

Tras una inesperada desenvainada accidental, Noma aprovecha para reposar unos segundos y volverse lentamente.

Genaro teme que ella se encare mostrándole el horripilante semblante de un demonio infernal, pero, en lugar de eso, reaparece el más hermoso rostro celestial; más bello que el de cualquier otro ángel paliducho y asexuado.

El intenso flujo sanguíneo dota a sus coloreados mofletes de un tono aún más vital que sostiene una mirada limpia, asomada entre los mechones mojados de tan alborotada melena.

Una hilarante sonrisa es el preludio de un cálido y salivado beso al que acompañan unas suaves caricias. Todavía encarada hacia él, le monta. Levanta el torso e, irguiendo sus preciosos pechos, se apresura a sujetar la polla de su invitado para introducírsela, cuidadosamente, de nuevo en el culo.

La progresión de sus movimientos es exponencial, y pronto el vaivén de sus tetas reclama la sujeción de las manos de Genaro.

Noma no intenta disimular su diversión. Mueve sus caderas a modo de batidora para enriquecer la profunda penetración que le profiere su presa. El viejo se desata golpeando sus nalgas con fuertes palmadas.

La chica lo folla tan bien que lo lleva al clímax, desterrando toda su culpabilidad cristiana. Genaro cabalga una nube de placer; galopa muy por encima de los aposentos de Dios, quien ahora tiene que levantar la vista para mirar, con envidia, a su intrépido devoto.

Ella goza tanto como él y termina por correrse, una y otra vez, sin detener su trepidante traqueteo. Lejos de intentar disimular sus orgasmos, los proclama rompiendo su voz en agudos y sonoros sollozos, hasta ofender a sus recatados vecinos.

El agua salpica por doquier mientras los jadeos de ambos empapan la estancia de lujuria.

Noma se muerde los labios, lanzándole una mirada desafiante, al tiempo que intensifica su esfuerzo.

Genaro intenta sujetarla con fuerza. Nota cómo esa joven obra el milagro en él y domina las blancas aguas de su Mar Rojo interior, no para separarlas, sino para hacerse con ellas. Medio enloquecido exclama:

.

-!Ya vieneee!… … !ya vieneee!-   con una voz irreconocible, rota de entusiasmo.

-!Oh sii!… … !siii!… … hhh… … !fólleme, señor!-   grita ella casi sin aire.

.

Una explosión torrencial, de dimensiones bíblicas, fluye por su polla inundando el hondo pecado de Noma con la líquida semilla del buen pastor. Tan intenso placer arrolla la consciencia de Genaro a un limbo alejado del espacio y el tiempo.

.


.

Un fuerte sobresalto le lleva, a través de una vertiginosa caída, de vuelta al mundo real. Al abrir sus parpados, puede ver cómo la luna contempla su desnudez bajo un manto estelar. El silencio y la oscuridad gobiernan ese amplio baño que da lugar a su soledad. Se levanta e intenta mantener el equilibrio sobre pasos confusos, pero no lo logra y cae resbalando, cómicamente, al suelo, todavía mojado de agua fría. Avergonzado, gatea hasta su ropa para cubrir sus impúdicas carnes.

Notando su pene dolorido, empieza a recordarlo todo. Enciende la luz buscando algún rastro de Noma. No logra entender cómo ese ángel oscuro le ha abandonado en una situación tan poco decorosa.

Finalmente ve algo en el espejo; algo escrito que debía de resultar mucho más visible con aquella humedad ya lejana:

.

M i p e cadoe s De m asiadohon d o pa r aus t ed

.

.

[El PREDICADOR santurrón y la AFRICANA culona] 1/10

-por GataMojita-