El precio

Otra variación sobre un tema archiconocido.

EL PRECIO

Era esa hora en la que en el horizonte empieza a verse una fina línea de luminosidad, como si la noche fuese un telón y se estuviese levantando para dejar paso al día.

Julia yacía desnuda sobre la cama, con el cuerpo sudoroso. Frente a al espejo, su amante se anudaba la corbata.

  • Buff – dijo Julia -. Eso ha sido fantástico. Después de tantos años de decepciones, tanto machito vanidoso que no veía más allá de la punta de su verga… Te lo juro, hasta hoy nunca tuve un orgasmo. Pero hoy… hoy….

  • Esa era mi parte del trato – dijo él -. Ahora le toca a usted cumplir la suya. Debe abonar el pago acordado.

  • ¡Qué frío eres! – dijo ella – Quién lo diría… ¿No hay tiempo para un revolcón más?

  • Mi empresa es muy estricta en la cuestión tiempo. No sería la primera vez que, con un ardid semejante, nos dan gato por liebre, si me permite la expresión.

  • Vaya – dijo ella, con un mohín de decepción -. Bueno, ya que lo mencionas. Sí, no puedo negar que tus servicios son excelentes pero… ¿El precio no es un poco alto?

  • Cuando contrató los servicios de mi empresa – dijo él, con un tono severo pero educado – tenía usted pleno conocimiento del precio de nuestros servicios, señora.

  • Sí, claro… Pero es que estaba muy caliente

  • ¿Ha quedado insatisfecha? ¿Tiene algún reclamo que hacer?

Ella calló y le miró a sus profundos ojos negros. Estaba visto que no había nada que hacer.

  • No. Tienes toda la razón. Procede con lo que tengas que hacer.

Él sólo se agachó hasta ella y deposito ligeramente sus labios sobre los de la mujer, en un beso tan tierno que no parecía representar lo que realmente significaba. Después, se incorporó, cogió el alma de Julia de sus labios y la guardó en el bolsillo interior de su chaqueta.

Después, se fue.

Julia nunca pudo olvidarle.