El potrillo
A decir verdad, me encontraba algo nervioso, pensando en que quizá se arrepintiera y no llegara a la cita. Me senté en una banca y le marqué a su teléfono. En un asiento cercado, observé a un guapo joven de cuerpo bien formado, que portaba una mochila y uniforme escolar, y contestaba una llamada...
MI POTRILLO
Mauricio Adalid Campos N.
Que tal, amigos lectores. Después de un silencioso tiempo, vengo a relatarles una experiencia que tuve con un guapo joven de la huasteca hidalguense. Ocurrió hace algunos años, cuando todavía se establecían contactos a través de páginas como Manhunt, y otras.
Navegaba buscando algo interesante, cuando encontré una foto de un chavo espigado, de buen cuerpo, que estaba de espaldas, desnudo, y mostraba un excelente trasero. Le mandé mensaje y, afortunadamente me contestó e iniciamos una interesante conversación.
Me comentó que era estudiante preparatoriano de 19 años, que radicaba en una ciudad industrial de la Huasteca Hidalguense, para ser precisos, en ciudad Sahagún. Intercambiamos nuestros teléfonos y platicamos un buen rato. Me dijo que le gustaba la charrería, por lo que, a partir de ese momento, le empecé a llamar Mi Potrillo , porque se me antojaba para hacer peripecias en la cama con él. Yo viajaba entonces muy seguido a la ciudad de México, y me atreví a sugerirle que llegaría hasta aquella ciudad, para conocerlo personalmente, lo que aceptó de inmediato y fijamos una fecha próxima para nuestro encuentro.
Como he comentado anteriormente, soy un hombre maduro de alrededor de 49 años, dedicado a cuestiones de asesoría para pequeñas y medianas empresas y cuento con una clientela en diferentes ciudades de mi estado, al sur de México. No soy un adonis, pero trato de conservar mi presencia física. Mi edad me ha regalado algo de canas. Creo me conceden cierto atractivo, pues noto que ocasionalmente me observan con detenimiento. Soy moreno claro, y como dije, pelo entrecano, ojos cafés y complexión regular y me siento atraído sensiblemente por hombres de entre 18 y 28 años, que estén preparándose profesionalmente.
Llegó la fecha programada, y con cierto entusiasmo viajé hasta aquella ciudad, con mi portafolio y una pequeña maleta. Nos encontraríamos en el zócalo a una hora determinada, en la que ambos deberíamos de ser puntuales, pues estaría poco tiempo con él, para regresar a mi ciudad.
A decir verdad, me encontraba algo nervioso, pensando en que quizá se arrepintiera y no llegara a la cita. Me senté en una banca y le marqué a su teléfono. En un asiento cercado, observé a un guapo joven de cuerpo bien formado, que portaba una mochila y uniforme escolar, y contestaba una llamada, coincidiendo con mi marcación. Lo saludé y pregunté donde estaba.
-Estoy cerca del kiosco del zócalo. Llevo un uniforme color verde con gris y una mochila.
-Voltea a la izquierda, Potrillo, estoy muy cerca de ti.
Lo hizo, y una agradable sonrisa adornó su rostro, moreno claro, con una dentadura perfecta. Se levantó y vino hacia mí. Nos saludamos como si tuviéramos años de conocernos. Un estrecho abrazo rubricó nuestro encuentro. Sentí buena vibra al rodearlo con mis brazos por breves momentos, pero muy agradables.
Me dijo que estudiaba en un cercano plantel, donde estudiaba su quinto semestre y que tenía planeado estudiar su carrera como contador público, lo que me agradó en sobremanera. Decidí seguir llamándole Mi Potrillo , por razones de discreción y seguridad para ambos. El recién cumplió los 19 años y estaba lleno de vitalidad. Físicamente medía 1.70 y su complexión era envidiable. Su tórax mostraba unas apetecibles formas de barras de chocolate, que hacían resaltar su piel morena clara. El pelo lacio le caía suavemente con un corte regular, cuya frente mostraba un fleco sumamente atractivo. Sus ojos cafés resaltaban al verse rodeado de una ceja regular y unas pestañas que bien podían soportar el peso de un palillo. Su nariz regular enmarcaba unos labios carnosos que pedían a gritos ser devorados en apasionados besos.
-Bueno. Ya estamos juntos. ¿Y Ahora? ¿Conoces algún lugar discreto? Puede ser un hotel, en donde me registraré como empresario de visita en la ciudad, con salida el mismo día. Pero no conozco la ciudad. Una vez que me registre, platicaremos un rato y tu decidirás lo que sigue. No te obligaré a nada que no quieras hacer. ¿De acuerdo?
-Si, vamos. Hay un hotel aquí cerca, que es visitado por empresarios y turistas que llegan a la ciudad.
Caminamos un poco, hasta llegar a un hotel de construcción tradicional. En la recepción estaba el mostrador de registro. Pregunté si había habitaciones y si me podrían recomendar algún lugar para comer, para crear confianza. Me dieron una habitación para dos personas en el primer piso. Subimos por una escalera ancha, que a la mitad se dividía en dos, una parte a la derecha y otra a la izquierda.
Entramos a la habitación. Coloqué el seguro y dejé mi maleta y portafolio. El dejó su mochila a un lado y nos volteamos a ver al mismo tiempo. Sonrió y me abrazó. Nuestros rostros estaban muy cercanos, por lo que, levantando su lampiña barbilla, le di un beso.
Me rodeo el cuello y abriendo sus labios, nos dimos otro beso más cálido y prolongado. Me sentí gratamente sorprendido por su respuesta, por lo que empecé a acariciarle el pelo, su rostro y espalda, mientras él hacía lo propio. Sentí como su masculinidad reaccionaba igual que la mía, y con mayor razón estrechamos el abrazo. Estaba en el cielo. Había valido la pena el viaje.
Empecé a quitarle el suéter, la camisa y, ¡oh!, que hermoso espectáculo. Un tórax bien formadito, unos brazos trabajados por la charrería y, cuando bajé sus pantalones, unas piernas musculosas y bien formadas. Sus calzoncillos mostraban una gran carpa que lo hacían más atractivo.
-Potrillo, que quieres que hagamos, le pregunté.
-Lo que usted quiera. Esta es mi primera vez con un hombre. Siempre he tenido curiosidad, pero hasta ahora, no he hecho nada.
Lo recosté en la cama, mientras me despojaba de mi ropa, para estar desnudo igual que él. Me coloqué a su lado y lo atraje hacia mí. Sentí un rico calorcito que emanaba de su piel, mientras lo acariciaba de pies a cabeza. El me abrazaba y me seguía besando. Le acaricié su enhiesto pene, que palpitaba marcadamente y empezaba a soltar un suave y transparente lubricante, que me atreví a retirar con la punta de mi lengua. Luego envolví la hinchada cabeza que anunciaba una deliciosa batalla entre ambos. La introduje hasta el fondo de mi garganta, mientras Mi Potrillo gemía deliciosamente y tomaba mi cabeza, empujando para meterla más al fondo.
Por la posición que teníamos en la cama, tomó mi pene y también empezó a chuparlo. Que rico. Estábamos dándonos placer mutuamente en un delicioso 69. Recorrí todo su pene a lo largo y me detuve en sus ricos testículos, que se notaban duros, prestos a descargarse en cualquier momento. Mientras ello ocurría, acariciaba suavemente sus nalgas, que sentía muy firmes y suaves. Me atreví a separar sus piernas y empecé a besar el rico canal donde se alojaba su atractivo ano, a cuyo alrededor no había bello alguno. Al sentir mis labios, noté como se estremecía y gemía de placer, mientras me seguía mamando la verga. Empecé a insertar la punta de mi lengua durante un buen rato. Poco a poco se dilataba este hermoso, virgen y joven culito.
Lo giré y quedó sobre su pecho, dejando a la vista su espalda, sus hermosas nalgas y a mi alcance, ese ano que me atraía, por su color rosado y palpitante.
- ¿Potrillo , Quieres que te penetre?
-Sí. Hágalo, pero despacio, pues es la primera vez, pero no quiero perder la oportunidad de sentirlo dentro de mí. Desde que lo vi, cuando nos encontramos, decidí que hoy sería suyo.
Tomé un condón lubricado que había dejado en la cabecera de la cama y me lo coloqué. También tenía un pequeño frasco de lubricante soluble al agua, que embarré en mi pene.
Seguí besando su espalda y acariciando sus nalgas, mientras dejaba que mi pene lo rozara. Lo coloqué en medio de sus glúteos y seguí rozándole, para que sintiera una suave fricción y se excitara más. Mientras tanto, Mi Potrillo se movía como si él estuviera penetrando a alguien bajo de su cuerpo. Cada vez que el vaivén iba hacia mí, yo hacía presión con la punta de la verga, rosando aún las nalguitas. En un momento dado, con una mano tomó mi pene y lo colocó en la entrada del ano. Con la lubricación y excitación, pude introducir suavemente la punta, aunque por reflejo, Mi Potrillo lo apretaba.
-Aflójate un poco para que entre suavemente. Si lo mantienes apretado, va a ser más difícil y te puede doler y lastimarte. Cuando empuje hacia ti, tu empuja hacia atrás y afloja el culito, como si quisieras hacer del baño.
Así lo hizo y poco a poco lo fui penetrando. Cuando llevaba introducida la mitad de mi verga, me quedé quieto, para que se adaptara a este cuerpo extraño que por primera vez recorría ese hermoso lugar de placer.
Después de unos momentos, Mi Potrillo , solito, empezó a moverse y poco a poco logramos que recibiera toda la extensión de mi pene. Y empezamos a movernos con más velocidad, pero, por mi parte trataba de no llegar al orgasmo, para poder experimentar otras posiciones y dejarlo satisfecho, para que le quedara el deseo de repetir la experiencia.
Después de un rato, me retiré del culito y lo giré para que quedara de espaldas y lo besé largamente. Levanté sus piernas hasta mis hombros y lo volví a penetrar, ahora con más facilidad. Agarré un buen ritmo por varios minutos, mientras veía en su rostro el placer que sentía con los ojos entrecerrados. Mi Potrillo me abrazaba y besaba con desesperación. Sentía como su lengua se enredaba con la mía y ambos succionábamos. Que placer tan delicioso.
Se la volvía a sacar y ahora yo me recosté de espaldas con la verga apuntando al cielo.
-Que crees que sigue? Le pregunté.
-Que yo me suba y cabalgue. Lo que hizo de inmediato.
Y empezó a retozar con mucho gusto y placer. Desde la cabecera veía como su verga se sacudía rítmicamente con sus movimientos. Y de momento empezó a gemir y me dijo que “¡Ya me voy a venir!”
Al escucharlo, empecé a moverme con más rapidez, a su mismo ritmo. El subía y yo bajaba y viceversa, en un auténtico trote, delicioso, exquisito.
Llegamos simultáneamente a nuestra eyaculación. Sentí como mi pene palpitaba en su culito y descargaba toda mi reserva, mientras Mi Potrillo salpicaba mi pecho abundantemente.
Suavemente se recostó en mi pecho y descansó por unos minutos.
Nos levantamos y tomamos un delicioso baño con agua tibia, para recuperarnos.
Al terminar, descansamos y dormitamos un poco.
Más tarde, salimos para comer algo, pues ya era más de medio día.
Después de comer, se despidió y me pidió que no lo olvidara. Que él siempre sería Mi Potrillo. Que cuando pudiera él viajaría a México para vernos o, si no, que yo regresara a su ciudad.
No se ha dado la oportunidad, pero nos hemos mantenido en contacto y ahora con la actual tecnología, seguido me hace un espectáculo muy agradable por videollamadas.
Seguiré comentando con ustedes lo que venga a futuro.
Escríbanme sus opiniones a mi correo electrónico. mauricioadalid7807@hotmail.com
Saludos.