El portero se me folla 3
Aún con el pijama puesto salgo de casa y me acerco al ascensor.
-Adiós mamá.
Despido a mi madre con esa voz aflautá de que me dotó la naturaleza y espero aún conservar durante unos pocos años más. Como si fuera una muchacha inocente y primerizamente virgen, pero no se llegan a imaginar mis papás las últimas experiencias que he tenido con ese hombre tan gordo, feo y desagradable que se ocupa del servicio de portería del edificio. Mamá me dice adiós con el gesto y esa encantadora sonrisa que he heredado de ella y que igualmente le muestro despidiéndola. Si supiera que en menos de lo que un semáforo se pone en verde esos conocidos labios van a estar masturbando una polla, y es más, no la polla de un príncipe azul o uno de los esbeltos, educados y simpáticos compañeros de clase que en ocasiones ha tenido la ocasión de "admirar" mi mamaíta cuando por una u otra cosa se ha cruzado con alguno de ellos.
Sino la polla del maldito portero, ese asqueroso Antonio que no rinde honor a tan clásico nombre que han ostentado desde profetas de la salvación, reyes, príncipes, científicos, actores, cantantes famosos... pero no, el Antonio con que me trato es un hombre pasados ya de trozo los 50 y a punto de sobrepasar la sucia, fea y maloliente línea de los 60.
Sin dudarlo un momento y aún con el pijama puesto salgo de casa y me acerco al ascensor. Antonio me ha dado una copia de la llave necesaria para activar en el ascensor el acceso a su piso, para que así cuando lo desee yo, sin necesidad de llamarle ni pedirle nada, y aún con la opción de darle una dulce y adolescente sorpresa, hacerle una visita.
Cuando llego a su puerta la llamo y sé que él sabe que soy yo pues prácticamente nadie tiene acceso a esa puerta excepto el presidente de la comunidad, y este lo último que hará es dignarse a hacerle una visita. Nada más abrir me le lanzo a los brazos y lo morreo. Su lengua gorda y rasposa y su mal olor han terminado por agradarme porque es precisamente ese mal olor el que activa en mi cerebro mis receptores sexuales, que han aprendido a que poco después de sentir ese hediondo estímulo, mis partes sexuales van a sentir otro bastante más placentero estímulo, no desde el punto de vista ético de la tal que nos enseñan en la escuela, sino todo lo contrario. Sexo, perversión, suciedad, polla gorda, morena y sucia que se mete en mi primerizo chocho dando de si mis paredes vaginales para albergar a ese falo gordo y duro cual si fuera de un verdadero fauno.
< qué pasa perra, vienes a buscar a tu longaniza ¿quieres que te folle?
- sí va, vamos a la cama.
< no...hoy vamos a hacer otra cosa.
Manolo me toma de la mano y nos movemos hacia el lavabo. ¿Qué diablos querrá? Me saca y se saca toda la ropa y sin esperar a que me pida nada me arrodillo ante él y le como la polla. Una grande polla que me duele tragar al máximo lo que puedo pero es eso mismo lo que quiero sentir, como le cuesta de entrar aún cuando él empuja y tomándome de la nuca me hace sufrir.
< hoy te voy a enseñar una cosa nueva.
Sacándome su polla de la boca le inquiero a qué se refiere.
- a qué... cabrón.
Con rudeza me toma de la mano y me levanta, me mete en la ducha y da el agua que de inmediato cae sobre mi.
- aaaaaaaaaaah, está fría!!!!!!
Trato de salir de la gélida cascada pero él me pega una leche que dejándome petrificada por su reacción me hace insensible a esa helada agua que me cae encima.
- pero qué...
< tranquila, espérate que ahora se calentará.
Aunque le cueste sin duda el agua se termina calentando y eso lo agradece mi tensa piel que se empezaba a cuartear por la violenta sensación. Cuando ha adquirido una temperatura adecuada yo misma me regalo bajo su influjo para de alguna manera hacerme olvidar la violenta sensación pasada. Manolo también se mete en la ducha y me ordena que me agache.
- sí claro, cielo, ahora te la como.
Estoy mirando fijamente su polla a 10 centímetros de mis labios pensando en alguna inspiración original con que amenizar esta mamada cuando de esta empieza a salir un chorro de orín que me da en toda la cara.
- eeeeeeh, uhmmmmppmps.
Trato de apartarme y levantarme pero otra Leche me indica que esa no es la vía a seguir.
-PLAS-
- ¿Pero qué haces!!!
< ¡estate quieta!
- pero pero.
< estate quieta... no quiero lamentarlo.
El ardiente miedo que sube desde mis pies hasta llegando a mi cabeza me indica que lo mejor será obedecer a sus órdenes.
- vale, haré lo que me digas.
< arrodíllate.
Me pongo de rodillas ya esperando lo que está por venir, pero no tengo remedio. Antonio pesa como 3 veces lo que peso yo y oponerme a cualquiera que sea de sus propósitos es más que absurdo y peligroso.
Se me empieza a mear en la cara, yo cierro los ojos y siento como ese caliente líquido impregna todo mi rostro como el agua de la ducha que pasa a mezclarse con él.
< así me gusta pequeña, como si fuera un helado de nata, está rico verdad...
Yo no tengo intención a responderle nada, lo que me está haciendo es asqueroso y puede estar seguro que nunca más va a recibir la visita de su tierna vecinita que tantos recreos le ha propiciado. Entre ellos permitirle ser mi primer hombre, algo que aunque pueda parecer una estupidez, todas las hembras le damos un gran valor. No va a tirarse el resto de la tarde meando, esto es algo que se acaba, por lo que paciente espero que se le termine el suministro de orín. Pero de pronto me da un fuerte pellizco el moflete.
< abre la boca.
- no.
Niego ladeándola sin abrirla.
Me pellizca de nuevo el moflete pero esta vez con mucha más fuerza, seguro que me quedará la marca unos días.
- Aaaaaaaaaaaaaaaah.
Junto al mismo grito dejo la boca abierta dando paso al orín a que me llene la boca. Es por supuesto asqueroso y no sé como le puede haber dado a mi querido Antonio por hacerme una cosa así, pero de esta se va a acordar, voy a complicarle la vida mientras siga viviendo en este edificio y puede estar seguro que mi maligna mente le devolverá con alevosía este mal "trago". Afortunadamente el orín no da para mucho más y en unos pocos chorros más dejo de sentir esa tibia fuente duchar mi cara.
Cuando ha terminado me levanto y con el teléfono de la ducha aún soltando agua caliente me aclaro tanto la cara como todo mi cuerpo. Antonio se acerca a mi y extrañamente pretende besarme.
- no.
Pero me toma con rudeza la mano y temiéndome otra de sus represalias le termino concediendo en beso. Nos besamos cariñosamente bajo el agua que aún cae encima de nosotros y yo tengo verdaderas dudas de qué diablos está pasando y si me atreveré a hacer nunca más el amor con él, después de lo que me ha hecho. Antonio, peró, parece convencidísimo de ello pues su comportamiento no dista en absoluto del que tiene habitualmente y me ha hecha tanto amar los embistes de su polla.
Cierra el grifo de la ducha y ambos nos secamos un poco con un par de toallas. No parece haber perdido su mandatoria encima de mi y cuando me ve lista me vuelve a tomar de la mano y nos vamos a la habitación. Me tumba en la cama y.
- ¿qué pretendes hacer?
< follarte.
- ¡después de mearte en mi cara! ni hablar! ahí te pudras.
Le respondo furiosa, trato de levantarme pero un inesperado empujón vuelve a tenderme ante él, en medio de la cama.
- ¿qué pretendes hacer, violarme?
< nadie te va a violar pequeña, vamos a follar.
Se estira encima de mi y me besa. En el fondo no estoy tan histérica como parece intento dar a parecer y sin mucho a temer asimilo su beso con la misma boca abierta con que suelo hacerlo. Al cabo de unos momentos e intentando yo, olvidar tan penosa experiencia le pregunto.
- ¿por qué lo has hecho?
Antonio se me separa y se sienta a mi lado.
< no temas, ya lo verás....
Me toma del rostro y acercándose a mi con el mismo cariño con el que lo haría un príncipe azul después de salvar de las garras del dragón a su amada me vuelve a dar un beso. Yo me pierdo en él porque aunque temblando de la asquerosa experiencia de la ducha, Antonio fue el 1er hombre en besarme y no conozco de momento a nadie que lo haga mejor.
Su beso va haciendo progresiones como es habitual hasta que empieza a bajar por mi cuello, empieza a sorber mis pezones. Yo no ceso de preguntarle.
- pero por qué, por qué.. uhmmm.
Él no me da respuesta alguna y prosigue su camino duchando con su lengua esa piel que hace un rato estaba impregnando con su repugnante orín.
Termina sorbiéndome la almeja. Cuando me oigo a mi misma gemir, doy por olvidada la cabronada de la ducha, voy a hacer el amor con Antonio por mucho que me pese. Le tomo la cabeza para apretarla contra mi vagina, le hace falta un buen rato para elevar mi excitación al grado habitual pero termina consiguiéndolo hasta que llega el momento que me incorporo, le tomo la verga y meto en mi boca ese miembro maldito que hace apenas media hora se me estaba meando.
Ni yo misma doy crédito al habitual sabor de su polla que siento en mi boca cuando ni hace un rato la estaba maldiciendo y prometiendo que nunca más iba a ser adorada. Al mismo hombre a que bajo su tortura a los pies de la ducha prometía odio eterno y nunca más dirigirle la palabra, pero ahora le estoy comiendo la polla con la misma pasión que lo hice el primer día, la primera polla de mi vida.
Cuando me veo satisfecha me incorporo de nuevo y con una angelical y receptiva actitud me tiendo ante él.
- házmelo.
Él se me sube encima y mientras me apunta el pene en la vagina nos besamos con pasión. Me es difícil precisarlo con lo desequilibrado que tengo el humor después de las vivencias pasadas pero da la sensación que nunca había estado tan mojada, porque su polla entra prácticamente de golpe y sin ninguna sensación dolorosa. Me entrego a su follar, mis gemidos rompen prácticamente los cristales de las ventanas pues nunca, ni la 1era vez, habían sido tan fuertes las sensaciones. Ahora mismo no hay esa habitual mezcla de placer y dolor sino que todo es exclusivamente placer. Toda su polla al entrar y salir de dentro de mi no hace más que maravillas.
Si pudiera me escaparía de casa y me vendría a vivir con este hombre, pero mis papás terminarían descubriendo que su hija perdida vive en el mismo edificio, por lo que de momento tendré que contentarme con hacerle eventuales visitas.
Hasta que cumpla los dieciocho, entonces haré lo que me salga de las narices.