El portero de mi piso

Nunca imaginé que el portero de mi piso sería capaz de disfrutar conmigo. Todo ocurrió una noche de tormenta.

El portero de mi piso

Nunca imaginé que el portero de mi piso sería capaz de disfrutar conmigo. Todo ocurrió una noche de tormenta.

Hace cinco años que vivo en esta finca. Compré el piso y me instalé lo más rápido que pude. Era un piso alegre con vistas al parque donde solía salir a correr todas las mañanas. Al regresar de mis carreras siempre me habría la puerta Juan, el portero de mi piso. Era un hombre de unos 45 años, bien conservado.

Aquel día regresaba de correr por la tarde, ya que por la mañana tuve que salir de viaje por asuntos de trabajo. La tarde se estaba poniendo fea y las primeras gotas me cogieron justo al llegar a casa, como siempre Juan estaba en la puerta, la abrió y me dijo:

  • Menuda se está preparando.

  • La verdad es que no está el tiempo para bromas, gracias Juan.

Al subir hacia casa lo hice por las escaleras, ya que no me fiaba del ascensor. Efectivamente mientras subía zass, la luz se fue. Como pude bajé el camino recorrido y llamé a Juan.

Juan, está usted ahí.

Sí, claro, contestó él.

Entonces se acercó él con una linterna, me alumbró y me invitó a pasar a su piso. Era un piso pequeño pero muy acogedor. Entré y me senté en el sofá.

Perdona pero estaba muy cansado y encima voy sudado.

No pasa nada, tranquilo. ¿Quieres una cerveza?, el apagón me parece que va para rato.

Accedí a tomar la cerveza pues tenía mucha sed. Me senté en el sofá junto a él. Bebimos durante un rato y hablamos de bastantes cosas, hasta que llegó el tema del sexo. Juan me confesó que había tenido una novia pero que era muy estrecha y no quería tener sexo hasta después de casada, así que la dejó. Desde entonces se masturbaba todas las noches me dijo.

Yo también le conté mis experiencias con mujeres y le dije que en general todas ellas suelen ser algo remilgadas para ciertas cosas. Entonces empezamos a hablar de nuestras fantasías y fue cuando él me confesó que le gustaría que se la chupasen. Cuando dijo eso yo me empalmé y ví como él también lo hacía. Él se dio cuenta y me dijo:

Será mejor que dejemos de hablar de sexo, parece que los dos nos estamos poniendo algo burros

Bueno tranquilo - le contesté – ya sabes que los tíos somos así y me reí.

Fue entonces cuando me acerqué a él y le besé en la boca. Él se dejó hacer y me respondió, su lengua jugaba con la mía, la saliva fluía y en un momento nos quedamos con el slip puesto.

¿Lo has hecho alguna vez con un hombre? – le pregunté.

Sí cuando tenía 16 años con un amigo- me dijo él

A partir de ese momento tomé las riendas del tema. Empecé a lamerle, es algo que me encanta, primero los lóbulos de sus orejas, luego la comisura de sus labios, su cuello, levante sus brazos y lamí sus axilas, bajé a sus pezones que se pusieron duros, los lamí y los mordisqueé suavemente. Llegué a su ombligo peludo, lo llené de saliva. Delante de mí estaba su slip pasé mi lengua por encima recorriendo la silueta de su polla erecta, lentamente le quité el slip y una polla de 17 cm, sin circuncidar, me dio en la cara.

Entonces le pedí que se tumbara en el sofá, pero él me llevo hacia su cama. Se tumbó desnudo en ella y empecé por chupar los dedos de sus pies, después subí lamiendo sus piernas peludas hasta llegar a sus ingles. Allí metí mi lengua rozando sus huevos, él se retorcía de placer. Me metí un huevo en la boca lo chupé, luego el otro. Subí por su polla hasta llegar al capullo que con mis labios descapullé, estaba húmedo, pasé la lengua por él. Tenía un sabor salado agradable.

Él me pedía que siguiera, pero yo le propuse hacer un 69, los dos lamíamos, chupábamos. Entonces le dije:

  • ¿Me dejas que meta la lengua en tu culo?

  • Haz lo que quieras, me estás volviendo loco.

Y así lo hice, abrí su culo, peludo, con algún pequeño resto, lo limpié, era genial, me encantaba, mi lengua hacía círculos hasta llegar a su agujero, mi lengua entró en él, mientras Juan se retorcía de placer. Una vez que ensalivé bien el ano, le dije si quería que lo follara, él asintió. Me tumbé boca arriba y le pedí que sentara encima. Mi polla poco a poco entraba en su culo. Una vez dentro el empezó a moverse arriba y abajo, mientras yo movía mi mano haciéndole una paja a ritmo. Cada vez el ritmo se aceleraba, hasta que de repente, yo llené su culo con mi leche y él tiró la suya sobre mi vientre. Él se dejo caer sobre mí y en ese momento vino la luz.

Nos besamos y nos relajamos.

Desde entonces, cada vez que salgo por la tare a correr, Juan me invita a una cerveza y a algo más.