El portero de mi finca
Así conocí a Tomás y lo pasamos muy bien juntos.
Cuando me fui a vivir solo, encontré un chollo en una urbanización con vigilancia 24 horas, garaje y piscina. Tuve mucha suerte, tenía ya 28 años, un trabajo decente y una vida muy independiente sin aún pareja estable. El piso estaba muy bien y aunque no era grande, era muy luminoso. Tres vigilantes hacían el turno completo de vigilancia, pero el portero oficial era Tomas, un señor de poco más de 50 años, sin algún diente, no muy alto pero que conservaba algo de lo guapo que debió haber sido de joven. No era muy alto, pero era ancho sin ser gordo con el pelo corto entre moreno y canoso y bastante rudo al hablar. No me había fijado en el nunca como hombre, pero me resultaba de lo más amable.
Un día tuve un problema en casa, una cisterna se estropeó y le pregunté si sabía de alguien que lo pudiese arreglar. Él me contó que además de vigilante y portero era además unas chapuzas que hacía pequeños arreglos en la urbanización y que podría echarme una mano cuando no estuviese de servicio.
Un viernes al acabar el turno llamó a mi puerta y cuando la abrí me encontré a un nuevo Tomás. Ya no llevaba el uniforme de la portería, olía a limpio y llevaba una camisa de cuadros medio abierta, con toda la pelambrera a la vista, unos vaqueros gastados bastante apretados y unas Adidas blancas bastante usadas. Hice el mismo recorrido visual que hacía con todos los hombres, pero no pasó nada especial.
Estuvo revisando la cisterna y cuando salió del baño me dijo que no había traído herramientas pero que viéndolo ya sabía lo que necesitaba y que vendría la mañana del sábado, ya que ese era el día para sacarse algún dinero extra. Como yo no iba a estar y me fiaba de él, le di un juego de llaves y le dije que cuando quisiera y que luego arreglábamos lo que tendría que pagarle.
El sábado me fui tranquilamente de compras y al gimnasio y cuando vuelvo me encuentro con Tomás en el baño. La impresión fue brutal, estaba con zapatillas y calcetos blancos, pero solo llevaba unos minúsculos slips blancos. Vi unas piernas fuertes y un torso firme, no musculoso, lleno de pelos. Me quedé alucinando al verlo prácticamente desundo.
“Perdona chaval, me he puesto así para no mojarme. Ha explotado una bomba de agua y me iba a poner perdido” Si se le veía algo mojado, el slip de hecho lo estaba y se le marcaba bien la polla. Le dije donde podría encontrar toallas y me fui a la cocina.
Al rato se aparece secando en la cocina tal y como estaba en el baño, pasándosela por la entrepierna, el pecho, los sobacos…vamos, no era mi tipo, pero tener un tío haciendo eso un sábado por la mañana en casa me puso burro. Me sonrío, mostrándome esa dentadura con alguna falta, y me dijo:
“Ya está arreglado y no te va a salir caro, total era solo cambiar una pieza que me ha costado dos duros” Yo se lo agradecí y le ofrecí una cerveza y le pregunté si quería algo de comer. “Si, dame la birra mientras me seco ¿no te importa que me quede así? ” por supuesto que no me importaba, esa toalla me iba a servir de mucho por la noche cuando lo recordase.
En seguida nos relajamos y se puso a hablar. Me contó que se había separado y que llevaba ya tiempo solo y que el curro le gustaba porque era de mañana. Enseguida entró al tema. “he visto salir algún chico de tu casa ¿eres de esos?” No tenía ningún problema con mi sexualidad así que le contesté que era gay. Él me dijo que no era marica pero que había oído que los gays la chupábamos con muchas ganas y se empezó a reír. Yo me fijaba en su slip mojado y en como se le marcaban los huevos y la polla que parecía morcillona
Se dio cuenta y me pidió que le perdonase, que hacía mucho que no estaba con alguien y que al pensar en sexo se ponía contento. Yo estaba algo alterado y va y me suelta. “me da un poco de vergüenza, y te prometo que no lo sabrá nadie, sé que no soy tu tipo, pero tengo una buena tranca ¿me la chuparías? Nada de besos, que no yo no soy marica”
Me desnudé poco a poco delante de él mientras seguía bebiendo su cerveza y acariciando el calzoncillo que no paraba de crecer. Me acerqué y empecé a arrastrar mi cara por su calzoncillo mojado con mucho olor a polla. El me miraba desde arriba con los ojos desorbitados. El olor a macho me puso a mil y por fin se los bajé y me encontré con una polla no muy larga, pero si muy gruesa y dos huevazos exageradamente colgones llenos de pelos negros y blancos. Cuando me la metí en la boca empezó a gruñir, yo me la metía, la lamía y la recorría con la mano mientras masajeaba sus huevos llenos de leche.
Me pidió sentarse y fuimos al salón donde se sentó en pelotas en el sofá, impregnando el mismo de todo su olor y abrió bien las piernas para que, según él, “me hartase de polla” y así fue, porque llevaba un rato mamando y su anchura me provocaba hasta dolor de mandíbulas, casi me alegré de que solo quisiera eso. Para descansar algo lo descalcé, le quité las zapatillas y me subió un tufo que me excitó mucho. Me metí los pies con los calcetines blancos bien sudados en mi boca y se puso como loco viendo como me recreaba en cada dedo y se empezó a pajear.
“te gustan los pies ¿eh?, joder lo que me estaba perdiendo” le dije que me había ido a sus pies para descansar mi mandíbula de su polla y eso lo lleno de vicio “¿qué? Te gusta mi polla ¿eh? Seguro que te envicias de ella y me la quieres chupara a todas horas” no, no se equivocaba y volví a metérmela en la boca.
En la posición que estaba, de rodillas sin parar de mamar, el se estiró par llegar con su mano a mi culo y me empezó a meter dedos. Me la saqué de la boca y le dije que con ese tamaño ni de coña me la iba a meter, que me iba a romper. Eso lo puso bruto y me metió dos dedos de golpe y me preguntó si me gustaba. Yo empecé a gemir y a pedir que siguiera mientras mantenía su polla pegada a mis mejillas.
Me subió al sofá, me puso el culo en pompa, escupió y me la metió de golpe hasta el fondo. Yo gritaba y para callarme me metió su zapatilla olorosa en la cara y yo casi me desmayo del gusto. Tomás estaba sabidísimo, gemía y bufaba al penetrarme . No había conocido a un tío tan bruto nunca, parecía que me iba a travesear y yo me moría de gusto. “toma polla maricon” “a ti te hacía falta un macho” . Empezó a gruñir me la saco del culo y me mancho toda la espalda con un montón de leche diciendome ha hacía días que no se corría. Yo estaba exhausto y abierto, pero me giré y me la metí en la boca aún llena de jugos “mira como te has enviciado de polla, ¿Quieres que venga todas las mañanas? Eso sí, subiré sin ducharme que ya he visto lo que te van mis olores” y me cogió la cabeza la metió en su sobaco diciendo “este es el olor de tu macho, no lo olvides” y me corrí mientras mi lengua se llenaba de sus pelos.
Se vistió y me sorprendió con dos cosas. La primera, es que me besó, un beso tierno, pero con lengua para decirme “me ha gustado mucho, por eso te beso que se que te gusta” y la segunda fue que se quedó la llave que le había dado. “como vea a otro entrando le corto las piernas, a partir de ahora eres para mí” , me guiño el ojo y se fue colocándose la polla.
Se convirtió en una relación casi estable, donde, como veréis más adelante, además de sesiones salvajes de sexo hubo momentos divertidos y mucho, mucho morbo. Para empezar, todos los días al salir de casa, me encontraba en el buzón los calcetines suyos del día anterior con una nota “lavamelos”…