El polvo de las arañas
Del asco por las arañas que siente mi madre surge algo más: lujuria.
Esta historia transcurrió hace bastantes años.
En aquella época yo tenía 8 años y mi madre 30.
Ella era morena y con muy buen cuerpo.
Venimos de la calle y entramos en nuestra casa con artículos que acabamos de comprar en el supermercado de la esquina.
Mi madre se va a la cocina a dejar la bolsa.
De pronto, la oigo gritar asustada y sale corriendo de la cocina. Una araña. Hay una araña y a ella la dan pánico.
Salimos de la casa corriendo y vamos al portal.
Hay un vecino de unos treinta y tantos años en el portal.
Ante la excitación de mi madre, la pregunta que la pasa.
Ella le dice que hay una araña en la cocina.
El hombre le dice que no se preocupe, que él la mata.
Subimos con el hombre a casa.
El hombre entra primero en la casa y mi madre le dice donde está la cocina y donde vio la araña.
El hombre va a la cocina, le oímos moverse por la habitación. Dice que no ve nada.
Ella le explica nerviosamente donde está. El hombre continúa diciendo que no la ve.
Ella se acerca a la cocina y la veo que se mete dentro. Yo voy detrás y me quedo en la puerta.
Ella pega un brinco, chilla, dice que está allí y señala.
El hombre mira, pregunta donde, coge algo con la mano y pregunta que si es ésto, se lo enseña a ella.
Ella chilla histérica, dice que lo mate-
El hombre indica que no pasa nada, y se la echa a ella por el escote del vestido.
Ella empieza a gritar como una loca, a pegar brincos, a retorcerse.
Se quita el vestido, se lo arranca, el sostén, las bragas, se queda desnuda encima de la ropa, mirando la ropa, pisándola.
Me quedo estupefacto viéndola las tetas enormes y tiesas, el conejito peludo, el culo respingón, su cuerpo desnudo.
Sus tetas saltan en cada bote.
De pronto se da cuenta que está desnuda, se queda quieta sobre su ropa.
Levanta poco a poco la vista hacia el hombre, que la mira con los ojos muy abiertos, sorprendido.
Se lanza rápido hacia ella, la tumba boca arriba sobre la mesa de la cocina.
La levanta las piernas, se desabrocha el pantalón, le veo el rabo tieso, enorme, y se lo mete en el conejito, con ganas, con fuerza, hasta el fondo.
Ella suspira fuertemente, tiene los ojos muy abiertos y la boca, como de sorpresa.
Él la sujeta las piernas con las manos.
Las piernas de ella sobre los hombros de él.
El hombre se mueve adelante y atrás con fuerza.
Veo su rabo tieso aparecer y desaparecer dentro del conejito de ella.
Una de las piernas del hombre está apoyada sobre la mesa, ayudando a metérsela con más fuerza.
Oigo ruido, no se la causa del ruido, me doy cuenta que son los huevos del hombre que chocan con el culo de ella.
La oigo gemir, el hombre continúa follándosela, se la folla cada vez con más fuerza.
Ella tiene los ojos cerrados, creo que disfruta.
Las tetas enormes se mueven adelante y atrás, se bambolean por los movimientos del mete-saca, los pezones de punta.
De pronto el hombre se para, ya ha acabado, saca el rabo, chorreando.
Ella está quieta, su pecho sube y baja por la respiración.
El hombre se marcha rápido subiéndose el pantalón.
Le oigo decir “De nada”.
Ella continúa tumbada boca arriba sobre la mesa.
Aprovecho la ocasión para salir disimuladamente de la cocina para que mi madre se arregle, como si no hubiera pasado nada.
Desde entonces, miro a las arañas con otros ojos, hasta libidinosos.