El polvo canalla
En aquel momento, a él no le apetecía follarla con ternura. Quería follar para darse placer sin pensar en ella. A ella le encantó.
EL POLVO CANALLA
Pelayo, por fin pudo ir a Madrid, donde ella vivía. Por fin podrían tener la ocasión de verse.
Hacía varios meses que su relación de fantasía, había sufrido altibajos. Mantener relaciones en las redes sociales y sin compromisos mutuos, siempre es difícil. Pero al menos cenarían juntos y podrían hablar y explicarse.
Cuando ella llegó, él la esperaba en la puerta del hotel, en el barrio de Salamanca. Ambos tenían la duda de qué hacer si subir a la habitación o ir directamente el hotel a cenar. Pelayo tomó la iniciativa y propuso ir directamente al restaurant. Ella en principio se sintió un poco decepcionada, había pensado pasar la noche con él, pero viendo que la llevaba directa al restaurant pensó: ¿Y dónde voy a dormir esta noche?
Una vez que pidieron la cena, unos surtidos de ibérico y después un pescado, regado con un buen vino de rioja, empezaron a hablar de lo que había sucedido durante los últimos meses.
- Tú me dijiste que cuando cenáramos yo podría pedir el postre – dijo ella – Sigue siendo así.
- Por supuesto, el postre lo elijes tú.
- Sabes, yo he cambiado el turno esta noche y pensaba que dormiría contigo, pero no estoy segura si tú quieres lo mismo.
- Por supuesto, no hay ningún motivo para que no te quedes a dormir.
- ¿Y si el postre que pido incluye tomarlo en tu habitación?
- Pues lo tomaremos, por mi encantado. Y si no quieres postre pues podemos dormir igualmente, puedes estar segura que nada sucederá si tú no lo deseas.
- Yo quiero postre.
- Yo también. Pero sabes que el postre es goloso, y yo no puedo darte postre todos los días, solo esporádicamente.
- Lo sé. Yo lo quiero hoy, y cuando podamos “cenar” juntos, nada más
- Entonces, apuremos la cena y pidamos el postre enseguida para llevárnoslo al hotel.
Quizás parecía una conversación de besugos, pero ambos se entendían perfectamente. Se miraron a los ojos y se sonrieron tiernamente.
Cuando llegaron a la habitación, él cerró la puerta y le dijo:
- Dentro de esta habitación no existe el mundo exterior, hasta que volvamos a abrir la puerta, entonces ya no existirá este mundo, sino el otro.
- Me gustaría que solo existiera este mundo, pero sé que tenemos que abrir la puerta mañana. Así que aprovechemos el tiempo ¡Quiero mi postre ya!
Al decir estas palabras se abrazo al cuello de Pelayo, lo beso en la boca, intercambiando sus lenguas. El posó sus dos manos en el culo de ella, lo notó suelto, ella no llevaba bragas, eso lo excitó de tal manera que su polla se puso dura de golpe. Se apretó contra el vientre ella para hacerle sentir el duro paquete. Ella bajó una mano y buscando la cremallera del pantalón, se la bajó, metió la mano y acaricio la polla por encima del calzoncillo, primero, y luego la sacó por el hueco abierto en el pantalón al bajarle la cremallera.
- Yo no llevo bragas. Pensé que tampoco te pondrías calzoncillo.
- Me he dado cuenta, pero como eras tú la que pedía el postre… no estaba seguro que fuese eso lo que deseabas.
- Eres bobo. La quiero entera, quiero saborearla y que me des todo el zumo que tengas. Tengo ganas de comerme mi postre.
- Espera un momento, creo que primero me comeré yo el mío. Así, luego, saborearas mejor el tuyo – mientras le decía esto, ya le había desabrochado el pantalón, la camisa y los sujetadores.
Con un movimiento rápido la tumbó encima de la cama y, aún vestido pero con la polla fuera, se dedicó a chuparle los pezones. Ella se los ofrecía sujetando las tetas con su mano- Mientras, él se iba quitando la camisa, los pantalones y los calzoncillos, sin dejar de chupar los pezones.
Cuando hubo estado completamente desnudo y ella empezaba a gemir del gusto que sentía en los pezones, le levantó las piernas, ella las abrió todo lo que podía, y se dedicó a chuparle el coño, pasándole la lengua de arriba abajo, masajeando el clítoris con la punta de la lengua. Fue un largo trabajo, ella gemía y estaba colorada del gusto que sentía pero no alcanzaba el orgasmo, hasta que él tomó el clítoris entre los labios y aplicó más velocidad a su lengua, rodeándolo y succionándolo. Por fin ella explotó en un orgasmo que la hizo gritar, se corrió como hacía tiempo que no lo hacía, él sintió tal placer de notar como ella se corría que, de nuevo. su polla se puso dura y unas gotas de líquido empezaron a lubricar su capullo. Siguió chupando el clítoris hasta que notó que el éxtasis de ella iba decayendo.
Se levantó, le dolía el cuello de haber estado tanto rato con la cabeza entre las piernas chupándole el coño. Ella se incorporó, tomo en su mano la polla dura y mojada, se la llevo a la boca y empezó a mamarla despacio, saboreando cada entrada y cada salida. De cuando en cuando, la sacaba de la boca y con la lengua la recorría de arriba abajo, le chupaba los huevos y le pasaba la punta de la lengua por debajo de los huevos hasta llegar al ano. Ella se dio cuenta que eso le daba un inmenso placer a Pelayo. Nunca antes lo había hecho, pero ahora le apetecía seguir y con la punta de la lengua se recreó en ese punto. Pelayo pensó que se correría solo con el placer que estaba sintiendo, no podía menos que gemir y levantó el culo para permitirle a ella la maniobra, aunque le daba apuro que le hiciera aquello, pero estaba sintiendo tanto placer que… no podía resistirse.
Después de un buen rato ella volvió a hacer el recorrido inverso, volvió a meterse aquella polla dura y jugosa en la boca. La saboreó, se recreó succionándola y rodeando el capullo con la lengua, hasta que notó un chorro caliente y salado que se derramaba sobre su lengua, salía a borbotones, al tiempo que él levantaba el culo y gemía de placer. Ese era su postre, ¡Por fin!, ella lo disfrutó, lo saboreó y se lo tragó todo. Siguió chupando hasta que él le dijo que lo dejara, “ya no puedo más”.
Se abrazaron, ella se subió encima de él y sintieron el roce de sus pieles, se miraron con ternura y en silencio. Permanecieron así un rato, hasta que ella tuvo necesidad de levantarse.
- Tengo que ir a mear – dijo ella
- Te acompaño
- Umm… sí, me apetece chuparte la polla, mientras meo.
- Joder, eso me pone a mil, pero no sé si la encontrarás.
¡Caray, si la encontró! Ella sabía hacerlo. Mientras meaba se metió de nuevo la polla en la boca, estaba pequeña, pero poco a poco se fue volviendo a poner dura. Él la tenía agarrada por la cabeza y le estiraba suavemente el pelo de la nuca, mientras la polla entraba y salía de nuevo en su boca y el sonido de la orina lo acompañaba como una música morbosa.
Cuando hubo terminado de mear, él ya tenía la polla dura de nuevo y dispuesta para una nueva corrida. La llevó a la cama y le pidió que se pusiera boca abajo, le ayudó a flexionar una pierna sobre el vientre. Él se colocó por detrás, en aquella posición pudo contemplar el culo y el coño en todo su esplendor, húmedo, hinchado y palpitante. Sintió ganas de aproximar su capullo al ano de ella e introducirle la polla allí, pero no tenían ningún lubricante a mano y temió hacerle daño, así que decidió llevarla al coño.
- Te voy a echar un polvo canalla. Disfruta todo lo que puedas, porque te follaré fuerte hasta que me corra, sin esperarte. Quiero llenarte el coño de leche.
- Sii. Fóllame fuerte y échame un polvo canalla. Me gustan esos polvos sin ternura, que me folles como si fuera tu putilla.
Metió y sacó la polla, dándole fuerte, sintiendo como en cada entrada la polla llegaba al fondo del coño. Ella gemía, le gustaba aquella forma de ser poseída por detrás, sentía como la polla le entraba mucho más y además sentía los huevos de él rozar sobre su otro muslo. Le gustaba, aunque sabía que no se correría, sin embargo deseaba que él se corriera y le llenara el coño de leche, quería sentir el chorro caliente y como luego le mojaba los muslos al salir.
Pelayo, sintió un gusto tremendo durante al menos diez minutos, hasta que ese gusto se concentró en el capullo y desde sus huevos empezó a salir leche bombeada hacia arriba. Él mismo se sorprendió que en tan poco rato volviera a haber tanta leche, la sentía salir dentro del coño de ella que ya parecía un charco de mojado que estaba.
Cuando hubo acabado de correrse, sacó la polla y tuvo que tumbarse. Estaba agotado. Ella, se puso boca arriba y mientras le acariciaba a la polla, empezó a hacerse una paja.
- Lo siento, debería hacértela yo, pero estoy agotado – se excusó él, respirando con dificultad.
- No te preocupes me encanta hacérmela delante tuyo. Quiero que descanses y me eches más polvos canallas.
Al rato él cambio de postura y la acompañó, chupándole los pezones mientras ella seguía haciéndose la paja, hasta que dio un grito, levantó el culo y se corrió.
Se durmieron abrazados, desnudos, y a media noche volvieron a follar. Ella le pidió que no fuera tierno, que siguiera follándola al estilo canalla. Ambos se corrieron dos veces más.
A la mañana siguiente bajaron a desayunar, volvieron a la habitación y antes de irse ella le volvió a sacar la polla, se puso de rodillas y le hizo una última mamada, que él disfrutó y agradeció. Una mamada completa antes de despedirse que fue maravillosa.
- Tú te quedarás todo el día con el gusto que te acabo de dar, y yo con el sabor de tu leche – Le dijo ella, mientras los besaba en la boca aun con sabor al semen que se había tragado.
Abrieron la puerta de la habitación para irse cada uno a su mundo. Su mundo ya no existiría hasta la próxima cena y el próximo polvo canalla.
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