El pollón de mi sobrino (5)
La historia de un chico muy dotado desde el punto de vista de su tio
Fue a los pocos días siguientes cuando encontré una nueva fuente de información. Tenemos dos teléfonos en casa: uno en el salón y otro en nuestra habitación. Llamaron y yo que estaba en el salón lo cogí mientras que mi mujer lo cogía a la vez en la habitación.
-¿Quién es? –dijo mi mujer.
-¡Hola! Soy yo, Sara.
-¡Ah! ¡Hola Sara! ¿Qué pasa?
No sé por qué me quedé callado y tapé el auricular despacio para que no me oyeran respirar. Sara era una amiga de mi mujer. Desde que la conozco son uña y carne y no me extrañaba que mi mujer le pudiera contar algo a ella de lo que estaba ocurriendo. Recuerdo que cuando empecé a salir con mi mujer las dos eran el centro de atracción ya que al igual que ella, Sara es bastante atractiva, aunque muy diferente a mi mujer. Sara es morena de ojos verdes y piel blanca, con unas curvas de escándalo, aunque sus tetas son operadas como en cierta ocasión me confesó mi mujer (aunque yo ya lo sospechaba). Para que os hagáis una idea tiene un cierto parecido a la actriz Shannon Doherty
-Pues nada, te llamaba por si querías quedar hoy a tomar café.
-Que va, no puedo, tengo cita en el dentista.
-Vaya, qué putada, ¿te tienen que hacer algo?
-Nada, es una revisión rutinaria.
Estaba a punto de colgar porque parecía que la conversación no tenía mucha chicha, pero de repente Sara preguntó:
-¿Y con tu sobrino qué?
Me dio un vuelco al corazón. Aunque podía ser una pregunta normal de cómo le iba en nuestra casa yo sabía perfectamente a qué se refería y que mi mujer contestase bajando la voz reafirmó mi sospecha.
-Uff tía.
-¿Qué?
-No sé qué hacer.
-¿Pero ha pasado algo?
-Hombre… pasado, pasado no, pero porque yo no le dejé.
-¡No me digas! ¡Cuenta, cuenta!
-El otro día dijo de ayudarme a hacer croquetas y empezamos a jugar a mancharnos con la masa y luego…
-¿Y luego? ¿Luego qué?
-Pues nos quitamos la masa a lametones.
-¿Qué? ¿En serio? Joder tía. ¿Pero él a ti o tú a él?
-Empezó él pero yo le seguí el juego.
-¿Y dónde te lamio él?
-Empezó por la cara y luego yo le chupé sus dedos.
- ¡Ja, ja, ja! Serás guarra. Seguro que lo pusiste a mil.
-Pues sí, pero no quedo la cosa ahí.
-¿Qué más?
-También me había caído masa en el pecho y el cuello.
-¿Y te lamio también ahí?
-Sí, se comió todo y fue lamiendo y besando mi cuello y se puso detrás mía pegando su pene contra mi culo…
-¡Dios! Me estas poniendo cachonda hasta a mí. ¡Ja, ja, ja!
-Pues luego el peque, ni corto ni perezoso, empezó a magrearme las tetas. Y madre mía… ¡Me puso a mil!
-¡Ja, ja, ja! ¿Pero cómo te puede poner tanto ese chaval?
-Es que tú no lo conoces… nunca vi nada igual. Aparte está muy bueno.
-¿Pero tan grande la tiene?
-Enoooorme. ¿Te acuerdas del dominicano del viaje fin de curso?
-¡No me voy a acordar! ¡Ja, ja, ja!
-Pues más grande.
-¡No puede ser!
-En serio.
-¡Dios mío! ¿Y cuándo me vas a presentar a tu sobrinito? ¡Ja, ja, ja!
-¡Ja, ja, ja! Serás guarra tú también…
-Bueno, sigue contándome.
-Pues acariciaba mis pezones como un experto, quién diría que tiene 16 años… Yo estaba completamente ida, a su merced. Me tenía completamente excitada sintiendo ese pollón en mi trasero. Entonces soltó uno de mis pechos y su mano bajo hacia tú ya sabes dónde.
-Uff, joder tía…
-Pero conseguí reaccionar y tomar el control. Le pedí que parara cuando su mano ya tocaba mi pubis por encima del pantalón. Pero él seguía. Me decía “joder tita te voy a follar”. Me di la vuelta y le dije enfadada “¡he dicho que pares!” y le di un empujón. Joder, si hubieras visto como la tenía en ese momento… Poco me faltó para quitarle los bóxers y comérsela allí mismo.
-Yo que tú lo hubiera hecho.
-Ja, ja, ja… Estás loca tía. ¡Es mi sobrino! Y tiene 16 años, muy bien cumplidos, eso sí, pero 16 años. Aparte que estaba mi marido en el salón y si nos llega a ver yo creo que le da algo. Eso sí, me tuve que ir a la habitación a tocarme…
-Ja, ja, ja. Ya. Oye, que tal si voy un día de estos a tu casa y conozco a ese portento.
-Ja, ja, ja. Como quieres, ya sabes que siempre eres bienvenida, pero ni se te ocurra hacer nada con el ¿eh? Que te conozco…
-Te lo prometo, solo quiero verlo.
-Bueno, como quieras.
La conversación me había excitado sobremanera así que decidí ver si la cámara de nuestra habitación había grabado algo interesante y tuve suerte, demasiada diría yo. Primero vi a Manu entrar en nuestra habitación y abrir el cajón donde mi mujer guarda su ropa interior. Empezó a curiosear sus sujetadores, acariciándolos, sintiendo el lugar donde debían estar sus pequeños y a menudo puntiagudos pezones (sobre todo cuando Manu estaba cerca marcando su cipote). Luego comenzó a ojear sus braguitas y sus tangas. Ella siempre ha cuidado mucho su ropa interior, es coqueta y siempre se lo ha comprado muy sexis. Ni corto ni perezoso y a pesar de que a esa hora mi mujer debía estar en casa se sacó su rabo y empezó a masturbarse. ¡Joder! ¡Cada día parecía más grande! Por mucho que viera aquella polla no me acostumbraba, era absolutamente desproporcionada a ese chaval. Se masturbo sin prisas, lentamente acariciando su pollón con la ropa interior de mi mujer, que al lado de tremendo monstruo parecía de miniatura. Siguió así durante unos 15 minutos y hasta que aceleró el ritmo y, jadeando, su polla expulsó lo que a mí me parecieron litros de leche. Lo soltó todo encima del cajón de mi mujer, supongo que empapando toda su ropa. Luego volvió a esconde su tranca como pudo en sus ajustados bóxers y se marchó de la habitación. A los pocos minutos entró mi mujer con una toalla envolviendo su cuerpo, era evidente que acababa de salir de la ducha y que mi sobrino había aprovechado el momento en el que ella estaba allí para hacerse ese tremendo pajote. Dejó caer la toalla dejando ver su, a sus 32 años, todavía espectacular cuerpo. No me la merecía. Abrió el cajón de su ropa interior y cogió un sujetador para ponérselo. Pensé que se daría cuenta de lo acababa de hacer Manú, pero en ese momento no lo hizo, se dio cuenta una vez ya se había colocado el sujetador. En cuanto lo tuvo colocado puso una cara rara e inmediatamente miro sus pechos, se quitó de nuevo el sujetador y un buen chorro de lefa comenzó a chorrear por su teta izquierda. Con un dedo recogió una muestra de la corrida del semental y la olió, sus mejillas se encendieron. Miró a la puerta de la habitación, luego volvió a mirar su dedo manchado de semen y lo chupó, pero todavía había bastante corrida en su teta para que resbalara hasta su pezón y comenzase a gotear cayendo en su abdomen y bajando poco a poco hacía su seguro que ya empapado chochito. La imagen era espectacular. Ella palpó el resto de leche que quedaba en su teta y las restregó por ellas dejándolas brillantes y apetitosas, sus pezones parecían que iban a reventar. Luego rebuscó en su cajón y encontró las braguitas donde parecía que había caído el resto de la corrida, parecía que pesaran de lo empapadas que estaban. Cuando las sacó chorrearon cantidad de leche todavía caliente que pringó de nuevo a mi mujer. Ella solo acertó a decir “madre mía, esto no es normal, ¿cómo puede soltar tanto?”. De nuevo restregó todo el semen contra su cuerpo, sus tetas y por primera vez por su vagina lo que la hizo suspirar. Todo su cuerpo brillaba y su cara seguía roja de la excitación. Lo siguiente que hizo fue ponerse las braguitas, mientras lo hacía no dejaba de tocarse y por sus gemidos era evidente de que había tenido el primer orgasmo, parecía totalmente que en vez de ponerse unas braguitas se la acabaran de clavar. Luego, con ellas puestas y mientras el semen le corría por las piernas siguió tocando su coñito por encima de la prenda mojada que acababa de ponerse. Disfrutaba como nunca, jamás la vi tan excitada. Tenía un orgasmo tras otro mientras yo no dejaba de pajearme viéndolo. Seguro que ella imaginaba como mi sobrino le metía su pollón sin compasión y luego la inundaba con una corrida como la que acababa de soltar, por lo menos era lo que yo imaginaba. Al poco me corrí no sin sentirme un poco ridículo al ver la cantidad de semen que era capaz de expulsar en comparación con ese semental.