El policía (02)

Sexo con la madre de la novia de mi hijo.

El Policía 02: Alejandra

Los labios de Elisa recorrían mi glande cuando me desperté. No hay forma más placentera para despertarse que con los labios de una bella señorita rodeando tu falo. Al verme despierto fue arrastrando su lengua cual babosa por mi piel desde mi miembro hasta mi cara y un lametón, fueron sus buenos días. Sus pechos grandes, firmes pero tiernos, eran como el tocino de cielo para mis labios, con dos pezones duros que hubiese mordido como unos Sugus, aquellos caramelos blandos, si no fuese por el dolor que le causaría. Pronto, bajé yo a su rajita en busca de sus jugos. Dulces se derramaron con el roce de mi lengua en todo lo que el sexo de esta mujer dejaba al alcance de mi lengua áspera como la de un animal, que es lo que soy cuando alcanzo el estado horizontal, para qué negar nuestra naturaleza.

Sus gemidos y sus jugos me indicaron que podía acoplarme a ella como si de un enchufe se tratase. Una y otra vez la metí para sacarla, arrancando los gemidos de la dulce jovencita rubia que llevaba una semana trabajándome. Cuando no pude más descargué en su interior, lo mejor de mí.

Cuando salí del portal del edificio, mi compañero estaba en el coche esperando. Estaba gracioso esa mañana.

  • ¿Ligue nuevo?-dijo.

  • Jo, ¡qué cachondo!, deja el show cómico para luego.

Teníamos un día complicado, buscar a Eulogio González, el nécora, para interrogarlo sobre una denuncia. Luego, estaba lo de ir a hablar con la inspectora del servicio de atención a la mujer, SAM. Una histérica, bueno, no soy justo porque ella tiene bastantes razones para estar enojada conmigo. Yo soy bastante provocador, es decir, suelo hacer comentarios irónicos, mofas y cualquier cosa que provoque a la gente, sólo por el gusto de hacerlos enfadar. ¿Qué le voy a hacer es mi carácter? En cuanto veo la debilidad, ataco cual lobo. Y para una feminista como la Inspectora López, cualquier comentario machista o que atente contra lo que ella entiende como dignidad de la mujer es el mejor detonante de su cólera. Bueno, que me liase con ella cuando llegó a la comisaría y luego me enrollase con otra policía de su grupo, no ayuda para nada en nuestra relación.

María estaba aquel día bastante irritable y más cuando me fui de su despacho.

  • Buenos días, Mari Tere, vaya culito, parece que estás yendo al gimnasio últimamente.

  • Lo que yo haga o deje de hacer, así como el estado de mi cuerpo, no es asunto suyo, Inspector Montoya. Además, para usted soy la inspectora López.

  • Vale, Mari Tere, no te enfades. ¿Qué querías?- pregunté, los ojos de la inspectora indicaban que su nivel de odio hacia mi estaba pasando de muerte inminente a destrucción masiva.

  • Aquí tiene la lista de mujeres que deben tener vigilancia en su distrito.

Por mi mente comenzó a circular la palabra ROLLO, eran cinco mujeres, ponle un coche para cada una para vigilar su zona con dos policías. Diez tíos haciendo el imbécil y comiendo donuts, como en las pelis americanas.

  • Ni de coña, les pongo un coche y dos novatos para todas y vas que chutas. Tengo muchas cosas pendientes como para perder recursos por tu porquería de programa de protección.- He de decir que me costó mucho decir eso sin descojonarme, pues predecía la reacción de María.

  • Eres un cerdo machista,….

Me largué mientras me ponía a parir tras haber perdido los estribos, otra vez.

-¿Cómo lo haces?- preguntó mi compañero.

  • ¿Hago qué?

  • Enojar a la inspectora, todos dicen que nunca pierde los nervios y que tiene veneno en vez de sangre, todos los policías de su grupo están acojonados, hasta el comisario le tiene pánico. Nunca la ves perder la compostura ante nadie, la he visto en interrogatorios y es una bruja sin sentimientos. Y tú en cinco minutos la pones así.

  • ¡Qué le voy a hacer! Es un talento que Dios me ha dado y he de usarlo por el bien de la humanidad y el perdón de los pecados, amén.

Cuando miré la lista otra vez, un nombre llamó mi atención Alejandra Villarejo. Era la madre de la novia de mi hijo. El vago de mi vástago se había enrollado con una niña bien que se llevaba día sí día también a casa para beneficiársela. Yo no dormía normalmente allí desde que su madre murió y éste desvergonzado disponía de la casa a su antojo. Me decidí a dar una vuelta por el chalé adosado en el que vivía.

Llamé al timbre y una despampanante rubia de treinta y seis años salió en bata, escote generoso, labios rojos y carnosos, unos ojos que invitaban al vicio. Una loba y pensé que estaba claro porqué estaba tan buena la novia de mi hijo, los genes de su mamá.

Me invitó a pasar y hablando de nuestros hijos, comenzamos a intimar. Su bata se empezó a abrir, mostrando su escote y sus muslos. No aguanté más y, agarrando su nuca con mi gruesa mano, la besé con fuerza e introduje mi lengua hasta tener certeza de cual había sido su almuerzo.

Mis manos pronto recorrían sus pechos, sus muslos y su cintura, mientras las suyas no perdían el tiempo e iban directas a mi cremallera. Pronto, estaba recibiendo las caricias de las manos y labios de Alejandra en mi rabo, pronto la tenía con las venas tensas sobre mi piel. Yo acariciaba sus cabellos y supervisaba ligeramente su trabajito. Cuando me harté, la levanté sujetándola de las axilas y la puse sobre una mesa, besé sus pechos mientras acariciaba su sexo, amplia gruta en la que perderse. Al comenzar a chorrear, paré y de un golpe se la metí. Ella gimió, pero más aún, cuando la agarré del cuello con fuerza, entre asustada y excitada, gemía ante mis embestidas. Yo apretaba ligeramente su cuello con una mano, besaba sus pechos y la penetraba. Ella se removía como si fuese una culebra herida hasta que no aguanté más y descargué en su interior.

Mientras descansábamos en el sofá, ella me dijo, entre calada y calada del cigarrillo que fumaba, que su hija le hablaba de las relaciones con mi hijo y de lo bien equipado que estaba, por ello, estaba deseosa de comprobar si era herencia mía.

Tuve una temporada de sexo y vida pseudo-familiar con ella, pues cenábamos juntos como dos parejas, nuestros hijos, ella y yo. Pero, cuando su hija pilló a mi hijo con su mejor amiga, rompieron y nosotros dejamos de vernos.

Pero, haciendo guardias para el SAM, gané un montón de puntos ante los grupos políticos que sacan beneficio de los casos de maltrato y medré en el organigrama de la comisaría. Claro que las guardias eran en la cama de Alejandra, por lo que no fue un gran sacrificio, pues en mi casa no podía dormir, ni llevar a una chavala, con el picha brava de mi hijo empujando con una chiquilla nueva cada noche.

FIN.

Para quien quiera hacerme llegar sus impresiones o que desee, contarme algo: odiseo.81@gmail.com