El Poeta Maldito (Capiítulo 7)
Luego del episodio de flaquesa, Midas regresa con sentimientos encontrados por reparar y dañar corazones...
CAPITULO 7
Sale el sol
Crepuscular,
Te desvaneces
fundido en el horizonte
No hay cuerpo,
no hay alma
Sólo existe todo
lo que nos separa de los hombres.
Crepuscular,
Oscuridad blanca
borrando nuestros nombres
Sin reparo,
con mucha calma
Perdido en tus latitudes,
buscando tu norte.
Como relámpagos helados observo escenas blanquesinas, sin ningún sonido de fondo. Nada más que una intermitente luz roja que se antoja a desesperante junto a la escala de grises de este recuerdo… la primera imagen es de árboles... la segunda es de Minos abrazándome fuertemente… la siguiente es de total oscuridad… le siguen mis manos llenas de raspones, el suelo, Minos a unos cuantos metros de mí, y a unos cuantos más lo que queda de la motocicleta…
Luego el mundo se apagó por completo cuando intentaba acercarme a él…
Desperté en una habitación de hospital, en la que sólo estaba Helena.
No tenía heridas graves, pero debido a la pérdida de conocimiento, me mantendrían allí para realizarme una serie de estudios.
Helena no sabía nada sobre Minos, más que había sufrido algunas fracturas, y todos los detalles del accidente
-Niño Midas, no debió subirse a esa moto… Apenas su amigo la encendió los vi desaparecer de inmediato; imagino que corrían todavía más estando en carretera… Gracias a Dios a las niñas que iban en el carro no les pasó nada y ya están con su mamá, para ellos no fue más que un susto, pero mírense ustedes, Ud. Aquí que está y no está, y su amigo con unos huesos rotos…-
Pasaron los días y fui conociendo cada vez más verdades; Minos había resultado herido de gravedad, cuando nos desplomábamos él se giró para abrazarme y protegerme de los golpes, resultando con costillas partidas que perforaron su pulmón, una lesión en la columna y una herida grave en la cabeza; pero dentro de todo esto, Helena me aseguró con algunos titubeos que se recuperaría…
Por mi parte mis manos temblaban sin control, padecía de una migraña incontrolable y la culpa y la tristeza me invadían como si fueran mis carceleras, la única explicación que puede recibir se relacionaba con un shock emocional por la escena traumática del accidente…
Escapándome de mi habitación, tanteando las paredes infinitamente blancas del ala de internos, me escabullí hasta la habitación de Minos… Fue allí donde en realidad deseé haber muerto contra aquél auto para no ver al hombre que amaba entregando sus labios a esa mujer… Lorena Aranguren… hacer notar mi presencia fue bastante incómodo, sin embargo, aquellas palabras me helaron por completo
-Que bueno estás bien… Midas, todo esto no ha debido ocurrir jamás, por favor aléjate de mí. Mi única prioridad de ahora en adelante, será salir de esta cama… Con la ayuda de Lorena-
Esa fue la última vez que lo ví… Sentí puntadas en el estómago que lentamente subieron a mi cabeza, no era capaz de percibir ningún sonido más que el aturdidor zumbido del silencio absoluto, lleno de ira y de dolor di la vuelta creyendo haberles deseado bienaventuranzas y notando como mi alrededor se descomponía en líneas de colores hasta sumergirme en una completa oscuridad blanca… Caí desmayado… deseando estar muerto…
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El maldito Darío me estruja la piel como si quisiera arrancármela. Me pregunto cuantas veces habrá hecho esto conmigo y por primera vez siento asco del sexo. Una de las sensaciones más desagradables que podido experimentar en carne propia, la vulnerabilidad.
Me lame el pene flácido y no experimento más sensaciones que las del puro tacto, mi pene está en otra dimensión en la que lo único que podría darme placer sería patearle el culo a este idiota.
Tal como si fuera una simple marioneta me voltea sobre la cama siento como comienza a recorrerme con sus labios desde el cuello montado sobre mí hasta morder una de mis nalgas y aspirar profundamente entre ellas… siento como se estruja como queriendo cogerme con su ropa puesta, y me congelo en incomodidad cuando escucho su cremallera bajarse y siento su pene babeante caer entre mis nalgas… Por lo que más quieras Darío… Cuando reaccione prometo cogerte si es lo que querías… pero no hagas esto… Es mi parte sagrada…
Como si mis plegarias hubieran sido escuchadas por él o por el mismo Dios del sexo no consentido, lo siento bajarse velozmente y oigo su cremallera una vez más. Me voltea de nuevo como si se tratara de un saco de papas y siento como me mal viste rápidamente… me arropa y pegado a mi oído susurra exaltado, casi gimiendo
-Es la vez que he llegado más lejos… vas a ser mío jefe… ya que no puedo ser tuyo…-
Escucho muchos pasos que no logro reconocer, murmullos en voces masculinas, mientras siento unas manos delicadas palpando mis muñecas, cuello, y colocando una pieza de metal fría en mi pecho y mi cabeza… Lo hace repetidamente y me siento temblar… de frío y de impotencia… aún deseo levantarme para moler a Darío…
-¿Mejoría?-
-Doctor, reacciona al frío del estetoscopio. Ya está reaccionando al tratamiento-
-Son buenas noticias, afortunadamente conseguimos su expediente médico… Nunca había visto nada como esto. Finalmente contactaron a sus familiares, necesitaremos apoyo cuando debamos revelarle la noticia-
-Doctor, ¿Mi jefe ya siente?-
escucho al maldito sin lograr discriminar si está nervioso o sigue excitado.
-No puedo asegurarlo, pero está reaccionando a los estímulos. Como dije antes, Buenas noticias!-
Espero estés suponiendo lo que te va a ocurrir cuando despierte… Bastardo haciéndole esto a Rubén… Me sorprendo a mi mismo con este pensamiento, defendiendo una relación de pareja, defendiendo a otro que pudo significar simple sexo para mí, defendiendo a aquella niña que jugaba con él tal como si fuera un segundo padre… No sé ni siquiera que es lo que siento…
-Doctor, la única persona a la que fuimos referidos al tratar de encontrar a algún familiar fue a la Sra. Lorena Aranguren. Está fuera del país, pero acordó venir en cuanto le mencionamos que se trataba del Sr. Calabrés-
¿Lorena vendrá? ¿Cómo es posible que hayan logrado dar con ella?... Ella no tiene nada que hacer aquí…
Nuevamente me siento desprotegido, maldita sea no poder mover un dedo y mandarlos a todos al mismo demonio!, grito tan fuerte como puedo dentro de mi cabeza, hasta que de mi garganta logra salir un ligero gemido… Saldré de esta asquerosa cama antes de que Darío vuelva a tocarme, y antes de que esa puta me vea en este estado.
-¡Avisen a su ahijado!-
Yo no tengo ningún ahijado, a quien más pretenden traer a ver este circo…. Entonces recuerdo…
“debí decir muchas mentiras para que me dejaran entrar a verte”…
Se trata de Moisés.
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Desperté un día envuelto en un intenso resplandor amarillento. A mi lado en un sofá mi adorada Helena que se desparramaba en llanto agradeciendo que volviera a la vida. La recuperación fue lenta, ya que había durado un par de meses postrado inconsciente en esa cama debido a un pequeño coagulo que habían descubierto en mi cabeza por a la contusión, y que con tratamientos invasivos pudo ser eliminado… Sin embargo, mi cerebro atravesaba un desequilibrio químico al que los médicos se refirieron como “distonia”, que me condenaba a sufrir cambios bruscos de ánimo oscilando entre la depresión y la irá… Además mis manos eran víctima de un ligero temblor que me impedía en ciertas ocasiones tomar objetos delicados, como mis pinceles o mi violín… Sentía como poco a poco dejaba de ser yo mismo, guardando un creciente rencor en contra del mundo al que ya no podía pertenecer…
Caminé nuevamente, ese año de rehabilitación terminó convirtiéndose en un año de entrenamiento, físico y emocional…
La belleza se puso de mi parte, y lograba controlar mis emociones buscando un punto neutro… me volví frío… Me enteré del matrimonio entre Midas y Lorena, y los odié con grandes proporciones de mi alma, necesitando distraer mi mente…
Retomé y terminé la universidad rápidamente, tomé todos los cursos que pude en historia del arte, diseño gráfico y publicidad, tomando la computadora como mi nuevo medio frio para expresarme… Me hice realmente bueno… Luego llego la muerte de Helena… Y lo que quedaba de mi alma se fue con ella…
Su cuerpo fue enviado a Venezuela, con su familia... y yo me fui con ella.
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Abro los ojos recibiendo el intenso brillo de la luz del amanecer; muevo mi brazo intentando sujetar el borde de la cama y comienzo a analizar la habitación, tan blanca y tan simple que casi me siento en un manicomio… sonrío dentro de mí por lo irónico de aquel pensamiento… ya que si supieran todo lo que pasa dentro de mi cabeza sería el único lugar en el que tratarían de internarme.
Me resulta increíblemente difícil moverme y ponerme de pie, recuerdo que Moisés mencionó que llevaba semanas internado, mis músculos se han debilitado, pero logran mantenerme…
Me desplazo apoyándome de las paredes, y logro llegar hasta el closet casi invisible empotrado en la pared… Siento alivio al ver que hay algo de ropa, aunque no sea de mi agrado, y la tomo para intentar vestirme… Me iré de este lugar.
Me siento en el borde de la cama sintiendo que mi corazón saldrá corriendo delante de mí, y un gran mareo me nubla la vista por unos largos segundos y temo volver a perder la conciencia; para evitar llamar la atención me recuesto mientras pasa el episodio y al escuchar la puerta abrirse otra ola de susto me invade…
Como he aprendido a odiar esa puerta…
Lentamente voy recobrando la claridad en la visión y lo que encuentro frente a mí se convierte inmediatamente en mi imagen favorita… La más bonita de todas… Ahí está ese jovencito delgado, con su melena rizada y sus ojos felinos que parecen no creer lo que podrían estar viendo en este momento… Va vestido con un pantalón azul marino, una camisa beige manga corta, un pull over del color del pantalón y un papel en su mano…
-Señor…-
Quiero reír al escucharlo decir esa inocente palabra, pero mi garganta reacciona en forma muy diferente…
-Discúlpame… Carajito…-
Y tendiéndole los brazos se vino a mí, incrustando su cabeza en mi pecho y yo mi cara en su cabeza, creyendo que aquél olor a gel de peinar era maravilloso.
-Sé que estuviste pendiente de mi… Podía oírte…-
-Lo sabía, por eso nunca dejé de hablarte…-
-Por eso debo agradecerte, ahijado-
-¿Cómo te enteraste?- Me divirtió su expresión
-Sólo tuve que atar algunos cabos- y una vez más me mira con esa vergüenza de la noche en que lo encontré –Ven, ayúdame a vestirme… Quiero salir de aquí-
-¿Ya estás bien? ¿Puedes hacer eso?-
-Carajito… Yo soy Midas, hace muchos años que hago lo que quiero- trato de decir esto con algún tipo de humor que ni yo entiendo, notando que sólo logré incomodarlo; así que intento corregirlo con algo de magia –Debemos ir a un lugar apropiado, necesito reparar un par de corazones rotos… y quitarme este olor a enfermedad-
Su expresión sigue sin ser la que espero, pero comienza a ayudarme con las prendas, una franela de algodón muy sencilla y un mono deportivo gris. Me siento muy delgado mientras me visto y trato de obtener información de Moisés
-Pasaron tres semanas y cuatro días desde que te desmayaste-
-Me parece increíble… ahora veo por qué me cuesta tanto mantenerme de pie-
-Te dieron terapia física… Fue esa enfermera la que me permitió entrar todos los días, cuando me preguntó quién era sólo se me ocurrió decir que era tu ahijado-
-Lo hiciste bien carajito… Discúlpame nuevamente por hacerte pasar aquél mal rato… no sabía que estaba tan mal-
-¿Pero que tienes? ¿Estás enfermo?-
-Eso no importa… ahora estoy bien. Ven, ayúdame a salir de aquí-
Me tomó de la mano ayudando a ponerme de pie, y tomándose la libertad guió mi brazo alrededor de su cuello mientras con el otro me abrazaba por la cintura. Sentí que aquellos doce pasos hasta la puerta fueron eternos, y sin embargo, no suficientes para pensar mi estrategia. Afuera, a un lado de la puerta, Rubén se lanzó sobre mí tratando de sostenerme, una orden bastó para que me dejara continuar caminando con Moisés como mi apoyo, mientras las enfermeras trataban de convencerme de que regresara a la habitación… Y luego frente a mí, el doctor que había estado atendiéndome.
-Un gran avance Sr. Calabrés, pero no puedo permitir que abandone la institución en ese estado de debilidad-
-Haga lo que crea necesario, pero debo retirarme hoy mismo… Es un día importante para mi ahijado y para mí- Dije guiñándole un ojo a Moisés
-Lo necesario es que regresemos a la habitación Sr. Calabrés, necesita reponer fuerzas, necesita cuidados que sólo puede recibir aquí-
Y jugando mi última carta digo en voz alta
-¿Hay en esta sala alguna enfermera capacitada para atenderme en casa?, si es así que diga su precio…-
Noto a Moisés sonreírle a una joven mujer, que se acerca a nosotros dirigiéndose al Doctor
-Yo puedo asistir al paciente por algunos días, después de todo la terapia física resulto mejor de lo que esperaba, no necesita mucha ayuda…-
Poniendo los ojos en blanco y suspirando por el derrocamiento de su autoridad, accede pidiéndome sólo unos minutos para conversar. Accedo mientras ordeno a Rubén que se encargue del procedimiento administrativo. Moisés sigue apoyando mi caminar, hasta que el Doctor lo detiene y toma su lugar
-No será prudente conversar frente a su ahijado-
Fue una conversación breve, directa y fría… Sentí por un momento que en esos minutos la vida me devolvía toda la soberbia que yo había repartido en un trago concentrado…
Crucé la puerta tratando de caminar con mayor firmeza, volviendo a apoyarme en un abrazo sobre Moisés notando en su carita un dejo de preocupación muy mal disimulada
-¿Qué ocurre?-
-Nada carajito… Todo está perfectamente… Lo sé sólo con verte. Acompáñame a casa, hay un regalo para ti que no pude entregarte y además tenemos una larga conversación pendiente…-
-Pero mis clases…-
-Entonces que Rubén te busque y te lleve conmigo…-
Recorrí las calles de Caracas una vez más sintiéndome como aquél día en que llegué de Madrid, dejándome acariciar por el sol que se colaba a través de la ventana, disfrutando del tacto de la mano de Moisés hasta llegar a su colegio… Católico para mi sorpresa… No supe como despedirme de él, así que sólo le dediqué una sonrisa… y lo vi empequeñecer mientras Darío ponía nuevamente el auto en marcha. Entonces, desprendiéndome de aquel aura pacífica y ligera que me envolvía, sentí como la fuerza regresaba en mi presión sanguínea, tal como si mi cuerpo recobrara el color y mis ojos todo su poder…
-Vamos directo a casa; debo conversar con Darío… Y Rubén, tengo una asignación especial para ti en esta oportunidad. Es hora de conocernos mejor-
Y mientras disfrutaba de la expresión en la cara de Darío me percaté de que Moisés había dejado a mi lado ese papel que traía en la mano... me hielo al revisar que es una Foto autografiada de Valder con un fragmento del que seguramente es uno de sus poemas
Amanecer incandescente
que lo cubre todo
Llenando cada recóndito rincón de luz
Exponiendo cada ínfimo matiz
Y desnudando al mundo.
Amanecer abrazador
que revela verdades
Represor de inquietudes y vanidades
Agresor de ilusiones
y verdugo del sueño
Hacedor de pequeños momentos de claridad.