El Poder de la Sociedad I
1.1.- quien soy? Trilogía que nos adentra en la sociedad actual desde la visión de Ethan un sobrio joven de 17 años con problema para las relaciones sociales, marcado por un oscuro pasado debilitante.
- ¿Es normal, algunas veces odiarse a sí mismo?
Si solo pudiera quitarme esta jaqueca, por dios, es como tener un taladro en el mismísimo cráneo. El reloj marcaba las 2:46 am, excelente hora para esta molestia. Tal vez en estas tres horas y catorce minutos que me quedan de sueño les pueda contar lo jodido que se ha convertido mi vida.
Verán, mi nombre es Ethan tengo 18 años soy un chico normal, muy delgado, ojos café y un completo inadaptado social. Mi vida fue perfecta hace ocho años atrás, tenía a mi madre, una hermosa casa, estaba en la mejor escuela y un padre ejemplar. En la actualidad, no tengo ni amigos, ni madre y mi padre intenta solucionar todos los problemas con el alcohol. Me despreocupo de buscar amistades. Aunque solía contar con Max Brown quién era mi vecino y nos conocíamos de toda la vida, pero poco a poco se fue desvaneciendo nuestros encuentros a raíz de la muerte de mi madre, cuando me encerré en mi propio mundo, tanto que hasta algunos psicólogos lo confundieron con autismo. A la final nos dejamos de tratar completamente cuando me mudé al gueto de la ciudad.
Volviendo a la actualidad, mi vida se basa en ir a la escuela, estudiar y trabajar de medio tiempo en una empresa diseñadora de software. Así pagar el alquiler de la casa y cubrir los gastos de mi padre. Lo bueno del encierro fue que me dejo mucho tiempo libre el cual me enfoqué en aprender informática, mi única cualidad.
Siempre fui enemigo de los grupos y filas de gente, me aferro a mi calidad humana, mi propia personalidad individual y definitiva. Podrán decirme antisocial, una parte de mi opina lo contrario. Pero el hombre adocenado, me asquea.
Hoy comienza mi último año de preparatoria, por fin se acabaría esta tortura. Me considero muy inteligente pero trato de no sobresalir en la escuela, solo me limito algunas veces en sacar los primero exámenes y dejar de ir cuando tengo las materias aprobadas, estrategia que me ha costado varias quejas con el director y de mi padre.
La jaqueca termina con un correo de Johanna Reven, mi psicóloga, confirmando la consulta de todos las semanas. Intentó buscar ropa limpia y logro encontrar una playera decente, agarro mi chaqueta y salgo al instituto.
El frio viento de la ciudad de Newcastle me recorría por todo el cuerpo, intentaba mantener las manos quietas en los bolsillos de mi abrigo mientras agarro el bus que me llevara al instituto.
A veces pienso que soy un fantasma divagando por esa grande estructura. Me siento como un observador omnisciente en ella, las pocas personas que desvían sus miradas son para reírse de mí atuendo gastado o mirarme extrañamente, no los puedo comprender, por más terapias con la señorita Reven no lograba encajar en esta sociedad es que la lucha de clases. Esa la lucha por clasificar y en contra de ser clasificado, al mismo tiempo que es, indistinguiblemente, la lucha entre las clases constituidas, no la podía comprender, en la actualidad las personas no luchamos como clase trabajadora, luchamos en contra de ser clase trabajadora.
Llegue hasta mi casillero y coloque con ayuda de cinta adhesiva el horario en la puerta, solo para que no se viera vacío. Intento apresurarme pero ya era demasiado tarde, la clase de biología avanzada había empezado. Al pisar el aula, escucha la voz de la profesora muy molesta y al voltear noto todas las miradas en mí, intento mantener la compostura y avanzar hasta la última fila.
Los murmullos no se hicieron esperar, acaso creen que soy el único con problemas. A mi lado está a Scott, un joven que desde los nueve años es acosado por su tío. Zara Beller, quien viste a su novio de mujer para tener sexo. Hasta la Sra. Manson, cuyo problema matrimonial la han llevado al borde el alcoholismo y suicidio. Mucho de lo que hoy se llama "crítica social" consiste en miembros de las clases altas que denuncian los gustos de las clases bajas; el entretenimiento procaz, la comida rápida, el afán consumista, al tiempo que ellos se consideran igualitarios.
Se preguntaran ¿cómo se todo esto?, pues verán, tengo ya años entrando en el sistema de todas las personas que me rodean, se puede decir que es mi pasatiempo favorito. Todos creen ser perfectos, intentan vivir su día a día bajo un disfraz clasificando a los demás. Las personas juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero muy pocos comprenden lo que ven.
Al terminar la última clase me siento en uno de los bancos a esperar la hora así poder ir al psicólogo y ahí lo veo. Max el niño tímido y gordo que jugaba todas las tardes en mi casa, hace su salida triunfal de la institución, esta vez ha abandonado los kilos demás y los ha remplazado por músculos al igual que su timidez. Ahora es el mas, como decirlo, ¿popular? y superficial chico de la institución. Lo único que conservo fue su sonrisa, ella me hacía transportarme a los viejos tiempos.
Un error que cometí fue nunca decirle que me gustaba, sentía miedo de su rechazo, hasta que ese miedo se convirtió en un horrible monstro que me acoso por muchos años. Max se había convertido en el chico ejemplar en los estudios, en los deportes, con 1.87 cm de altura y con una cara de modelo era la perfección de la institución. Lo único en su contra, Lea Raven, llevaban más de 2 años de relación y el muy tonto no se había enterado que todos los miércoles se reunía con Ben Carter, su mejor amigo, para una sección de sexo.
Lea agarra tan fuente la mano de Max que todos en el campus les queda muy claro su carácter dominante. Pasan sin voltear a los lados y se suben a sus lujosos autos para luego irse. Dejando a los tontos estudiantes suspirando, imagino que el poder algún día llegar a ser como ellos pero muy difícil ya que este pequeño lugar es sumamente elitista, no cualquiera puede llegar hacer reconocido sin pertenecer a la asociación de accionistas de esta preparatoria.
- Me has escuchado, Max-. Su voz interrumpe mis pensamientos y mis ojos se posan sobre sus lentes al mejor estilo de los años ochenta.
- Discúlpame Johanna, pero no estoy todavía preparado para hablar. Me acomodo en el diván y cierro los ojos imaginándome cuál sería su respuesta, y como las veces anteriores repite la misma oración.
- Tienes que salir de ese mundo Max, hemos hablado de eso, eres un chico muy inteligente y guapo. Tenemos ya más de 6 años tratándonos y aún hay desconfianza-. Mi voz intenta seguir la suya, el mismo guion de todas las semanas-. Ocultas tu verdadera cara bajo esas mascaras antisociales y un día esa mascara será tu cara.
- Cuando dejaras de repetir lo mismo, estoy muy cansado-. Me levanto y camino a la puerta para poder salir, así llegar temprano a casa. Volteo mi rostro para despedirme-. Te veré la semana siguiente, tal vez venga de mejor humor, por mi cumpleaños-. Intento mostrar una risa falsa y me sale perfectamente. Ella se levanta hasta quedar a mi lado.
- Lo siento Max, el Estado ya no le es rentable las consultas, temo que esto es todo-. Se acerca más hasta recibir una cálida sensación, me está abrazando, se siente tan extraño…
- Puedo pagarle las consultas, solo tengo que reunir un poco, solo le digo que no será tan seguido. Mucha suerte Johanna.
Mi voz se quiebra y salgo rápidamente, poniéndome la chaqueta, me siento triste, si, esa es la sensación, Johanna es la única persona con la que he entablado una conversación, existe algo de confianza entre los dos, es la única que quiere saber de mi vida, mis estudios y mi hogar. Tengo razón en ponerme afligido. Por dios, ahora estoy llorando, ¿Qué hace la gente normal cuando esta triste?...
Camino sin rumbo hasta parar en una heladería, pido un expreso bien caliente y luego un helado para cenar. Rebusco en mi billetera algunas monedas y salgo del local, camino rápidamente antes que la noche acobije la ciudad, hasta llegar a mi residencia. Un edificio que 4 meses atrás el estado pido desalojarlo. Las pocas personas que en el habitan son tan fantasmas como yo, una trinchera de subnormales visitado por drogadictos y rameras.
Al acercarme cada vez más al recinto veo a los desesperanzados acostados en la acera, nada relevante, hasta que preciso una figura recostado en la entrada del edificio algo inquieto. Podría ser cualquier chico esperando que su mercancía caiga por la ventana, para saciar sus ansias y ser más miserable su vida. Intento acercarme más y me sorprendo de ver a Max. Por unos cuantos segundo lo veo, su rostro esta en dirección contraria, así que aprovecho para entrar sigilosamente. Pero subir el primer escalón pronuncia mi nombre. Es extraño oírlo en alguien más que no sea los profesores y Johanna, tan extraño que sigo caminando hasta llegar a mi piso. Al cerrar la puerta las botas de Max detienen la podrida madera.
- Por dios, si esto es un asco, ¿Aquí vives?-. Sus ojos inspeccionan el lugar antes de mirarme. Un escalofrío se produjo en mi cuerpo. Simplemente intente ignorarlo y servirme agua.- Pero si es uno de los peores lugares que he estado-. Entra a la pequeña cocina y se para justo al frente, rosando con sus pectorales mi vaso-. Ahora puedes dejarme de ignorar-. No tiene gracia. Siento su mirada en todo mi cuerpo y es inevitable posar mis ojos en su rostro, lentamente intento retroceder hasta chocar con el mesón.
- ¿Que…que… haces aquí?-. su respuesta fue una sonrisa-. Vete ahora mismo por favor-. Digo bajando la mirada hasta percibir el minimalista diseño de su camisa.
- No has cambiado la voz-. Se sacude su chaqueta y vuelve hablar-. Bueno a lo que vine, Ethan necesito varios favores-.
- No… entiendo-.
- ¿Que no entiendes amigo?-. ¿Amigo? Acaso me consideraba su amigo después de mucho tiempo.
- ¿Por.. que me hablas ahora, que quieres de mí?-. no sabía que me pasaba intento mantener la compostura.
- Oye, tranquilo no te alteres. Me han contado de tus habilidades con las computadoras, quería saber si era verdad-. sus brazos se cruzaron haciendo que sus bíceps se contrajeran. Se veía muy fresco, era la primera vez en tantos años que lo tenía tan cerca.
- No sé de qué me hablas-. Busque una salida y me adentre a la sala.
- Vamos amigo, es solo unos favores-. Sus ojos turquesa me miran penetrantemente, tanto que desvió la mirada hacia un lado. Como puede alguien ser tan bello. La adolescencia le asentó muy bien, en cambio a mí me puso más demacrado.
Siempre he imaginado la paradoja de si estuviéramos todavía siendo amigos. Dejo de mirarme y camino en círculos un tanto desesperado, parecía que iba a perder la paciencia, hasta que en unos instantes termino en mi habitación y bingo.
Al entrar lo observe mirando todos los aparatos eléctricos que había. Siempre me ha gustado la tecnología, le tratado de mantenerme a la vanguardia.
- Haremos un trato, Ethan, me ayudas y a cambio volvemos a retomar nuestra amistad-. Dijo sentándose en la mesa junto a 3 monitores.
- ¿Quieres ser mi amigo Max?
- Sí, claro. Solo tienes que ayudarme a saber que se traen Lea y Ben-. Es mejor cerrar la boca y parecer tonto, que abrirla y confírmalo. Una sonrisa salió de mi rostro junto a un gesto de negación con la cabeza-. Vamos amigo ayúdame.
- No…no puedo hacer eso.
- Hace dos semanas rastre un ip diferente entrando a mi macbook, investigando con ayuda de una genio dimos con esta dirección, y me sorprendí al ver que eras tú Ethan.
Sorprendido agarre el mouse y comencé abrir todos los correos entre la zorra de Lea y el estúpido de Ben. Ja, el muy animal se la pasaba enviándole imágenes de su miembro a Lea. Max no mostro ninguna expresión, termino de leer y se fue sin decir nada. Al cerrar la puerta pude respirar cómodamente, busque el helado que había comprado y lo encontré en el piso junto a mi asqueroso padre.
Al día siguiente me levante bien temprano producto de los gemidos que se escuchaban a través de las delgadas paredes.
Corría a los pacillos buscando el aula, y como siempre llegaba tarde. Al entrar me encontré con la mirada de Max, quien me ofreció una sonrisa. Todos estaban organizados en grupos de tres.
- Pero joven no se cansa de llegar tarde-. Dice el profesor intentado mantener la calma.- alguien que quiera trabajar con este chico-. Nadie alzo la mano, hasta que el profesor señalo al grupo de Max-. Estas con ellos.
Lentamente me dirigí al grupo, busque una silla me senté sin pronunciar una sola palabra, escuchaba como Max le comentaba con sus amigos las jugadas hacer en el próximo partido de futbol.
- El fin de semana todos a mi casa, así haremos la investigación-. Dijo Max mirándome a los ojos-. Oye, Ethan eso va contigo también, todos debemos participar.
- Si…-. Eso fue lo único que pude expresar, estas palabras vinieron acompañados con las risas de sus amigos.
Max se veía tranquilo, es sorprendente estar así, sabiendo que su novia lo está engañando. Si algo estoy seguro es que lo venía sospechando desde ya mucho tiempo. Su rostro era muy sereno, hablaba con calma y sonreía cada vez que las chicas se lo quedaban viendo.
Luego de la jornada escolar, salí apresurado hacia el trabajo, pero por mala suerte el bus me había dejado, empecé a caminar hasta llegar al majestuoso edificio. Entre rápidamente, marque el biométrico y me dirigí a mi puesto de trabajo.
- Ethan te estaba esperando, el jefe quiere una inspección en las instalaciones del club náutico-. Dice Naomi, quien desde hace ya mucho tiempo intentaba ser mi amiga.
- Se le realizó una inspección hace 2 meses, donde se actualizo el software de seguridad. No veo la necesidad-. Naomi sonríe y me ofrece un caramelo
- Pues eso quiere el jefe ya sabes cómo es, Nick te está esperando.
Una de las pocas personas en las que no debo confiar es justo él, es el director ejecutivo de la empresa. Si es posible vender su alma lo hace con tal de obtener dinero. Aún recuerdo cuando me acogió en su empresa con el único fin de atormentarme todos los recesos para que sea su juguete sexual.
Toda la tarde se la mantuvo acosándome, daba gracias que la jornada había terminado. Lo único bueno fue traerme a mi residencia no sin antes tratarme de robar un beso. Al salir me encuentro con Max fumando en las escaleras del edificio.
- Creí que nunca llegarías-. Me dijo poniéndose de pie.
- ¿Qué haces aquí?-. dije mientras subía las escaleras.
- Tenemos un acuerdo no es así, hoy saldremos como amigos, así que cámbiate, te espero en el auto, no olvides tu portátil la vamos a necesitar-.
Acaso era una jodida broma, Max invitándome a salir. Pocas veces he salido y es obligado por Naomi. Rápidamente me visto y en 10 minutos estoy saliendo hacia el carro de Max.
- Espero que no tengas ningún otro compromiso, va hacer una larga noche-. Sus ojos me miraron de pies a cabeza y luego me brindo una de esas cálidas sonrisas.
- ¿A dónde…vamos, donde me llevas?-. pregunte mirando por la ventana del copiloto.
- ¿Tienes hambre?, yo muero de hambre-. Hizo un pucheo y luego se estaciono en un restaurant de comida rápida.- Primera parada McDonald.
Salió rápidamente del auto y al momento de bajarme este me abrió la puerta. Max busco una mesa de grandes bancos donde fácilmente caben 6 personas. Todavía no creía que estuviera con Max, después de tanto tiempo
- Yo pediré dos Big Mac, Ethan ¿que quieres?
- Nada….No tengo hambre-. La verdad no tenía ni un centavo para comprarme nada, ya tenía pensado ir a la escuela caminando lo que queda de semana.
- Veré que te compro-. Se marchó y a los pocos minutos trajo la bandeja-. Te he comprado una hamburguesa y como sé que te gusta comer helado, aquí tienes uno.
Acaso le daba lastima que estaba intentando regalarme la cena, no era justo porque sería como abusar de su amistad, apenas llevamos hablando 2 días. Por más que me gustara la compañía de Max, quería estar a solas en mi cuarto y no en un lugar repleto de personas.
Max empezó a devorarse sus dos hamburguesas mientras hablaba por celular con Lea. Mis ojos estaban clavados en sus jugosos labios, como se unían al compás de la conversación, intente llamar la atención tratando de hacer sonidos con la mesa, otra vez era ignorado. Después de un tiempo cayo en cuenta de que estaba junto a él y colgó.
- Ethan no has comido nada-.
- En serio, no tengo hambre puedes comerte esto.
- Acaso no te has visto, estas muy flaco Ethan, las veces que te he visto en la cafeterías es con las manos vacías. No nos iremos hasta que termines con todo en la bandeja.
Lentamente empecé a comer hasta que termine todo, fueron como hora y media de las cuales no dejo de mirarme, me sentía intimidado. Al terminar saco la laptop y se sentó a mi lado.
- Hoy es miércoles, eso significa que Lea debe de estar con el maldito de Ben-. Sus manos se juntaron maléficamente-. ¿Qué tan lejos puedes llegar?
- No lo sé, puedo hacer muchas cosas, la verdad no sé qué estás pensando.
- Quiero grabarlos y después sobornarlos-. Dijo seco, mirándome-. Traje una cámara, segunda parada, a casa del infeliz.
Con nadie había compartido mis habilidades ya que en la actualidad nos hacen creer que ayudar a un amigo es moralmente equivalente a atacar un barco por esa sencilla razón te llaman pirata. De inmediato hackeo la computadora de Ben y activo la webcam, grabando todo lo acontecido en su habitación, y efectivamente estaban los dos en con sus típicas jornadas de sexo.
La mandíbula de Max se tensó, y sus ojos se iluminaron con tanta intensidad que podrían arder en candela. Escuche como suspiraba y agarraba fuertemente sus manos. Creo que estoy ¿celoso?, si ese sería la sensación al ver la reacción de mi compañero, no podía quedarme más tiempo en ese lugar y menos viendo como Max se consumía en su agonía.
- Aquí tienes, ahora por favor llévame a casa-. Me pare con algo de frio y me dirigí a la salida.
- No quieres salir más conmigo Ethan-. Pregunto entrado al auto.
- No es eso, solo que me cuesta estar con otra persona.
- Oye quiero saber que paso con ese Ethan extrovertido de antes-. Ahora lo entendía todo Johanna había contactado a Max para sacar toda la información, Maldita psicóloga.
- Johanna hablo contigo verdad, no sé qué te dijo pero todo es mentira-. Mi cuerpo comenzó a tambalear, mientras mis manos buscaban el seguro del carro.
- Johanna, no se quien carajo es esa tal Johanna. Solo quiero saber que paso contigo nada más, pero dejémoslo hasta aquí, si te afecta podemos cambiar el tema-. Su mano sujeto mi hombro hasta deslizarlo por la espalda, lentamente los temblores se esfumaron.
En todo el trayecto de salida no dijo nada, intento conducir por la vía más larga hasta que por fin llegamos. Rápidamente bajarme pero Max me detuvo.
- No entiendo tu timidez, cuando en la tarde te veías tan cómodo con el conductor -. Mi expresión fue de sorpresa, había visto todo lo ocurrido con mi jefe.
- ¿Que…estas queriendo decir? Déjame salir por favor.
- NO-. Sus dedos se posaron en su cabello peinándolo para atrás-. Digo es claro que son algo más que amigos-. Espero por mi respuesta pero al ver que no dije nada, apago el auto y me condujo hasta mi habitación.- Gracias por la ayuda-. Dijo colocándose en el marco de la puerta, se veía tan sexy con sus típicos pantalones ajustados, una camisa de cuatro y su típica chaqueta de cuero negra.
- De nada.
En ese instante sentí sus manos recorriendo mi pecho, me estaba abrazando pero al poco tiempo bajo más hasta quitarme el suéter. Me sorprendí tanto que me aleje rápidamente, en un instante estaba en la otra esquina del cuarto intentando entender lo que había sucedido.
- Sé que quieres esto Ethan, será mi agradecimiento por haberme ayudado-. Se acercó más acorralándome en la pared
- Eso… eso no lo hacen los amigos-. Trato de buscar escapatoria en eso piso mi ropa y me resbalo cayendo a sus pies.
- Veras las veces que quería tirarme a Lea siempre sacaba la jodida excusa que quería llegar virgen al matrimonio, así que por casi 2 años me abstuve al sexo para esperar el momento indicado. Y me sale con esa putada-. Mi mirada fue de sorpresa, el chico más popular y que todos pensaban ser un don Juan no había tenido relaciones en dos años. Que inverosímil es su historia-. Sé que es una completa estupidez pero si algo soy es un caballero que respeta las promesas. Pero ahora quiero recuperar todo ese tiempo perdido.
- Pero, ¿qué tengo que ver yo en eso?-. digo intentándome parar del suelo.
- Tu bueno, me vas ayudar a recuperar ese tiempo, los amigos están para ayudarse, a cambios me obtienes a mí.
- No quiero hacerlo
- Vamos Ethan, todo el instituto se muere por estar conmigo, cualquiera no lo pensaría dos veces. Además me temo que sino aceptas tendré que sacar tu verdadero secreto a la luz.
- Pero eso no hacen los amigos-. Mis lágrimas no se hicieron esperar
- BASTA, ya fue suficiente mocoso de mierda. Crees que somos amigos, por dios, si solo eres una escoria, no puedes ni entablar una conversación con alguien como pretendes tener a un amigo. Quieres que la sociedad te acepte, pero ni siquiera tú eres capaz de aceptarte.
Mi mundo se vino abajo, las lágrimas corrían por todo mi rostro. El muy maldito me había utilizado. Siento una presión muy grande en el pecho. Nunca recibí peor discriminación y menos de quien un día fue mi único amigo. Todo se volvió negro y caí de nuevo al suelo mientras escuchaba salir a Max. Tengo que recurrir con alguien, detesto no poder contener mi soledad.
Era la primera vez que estaba en la escuela antes de abrir. No había podido dormir en toda la noche, así que me levante y vine hasta aquí temprano. En el receso abrí mi casillero y me encontré con una nota. “ 10:30 en el laboratorio de bioquímica ”. No hizo falta pensar quien había escrito la carta, Max.
Al comienzo pasaba día y noche investigando los ordenadores de Max, móvil, redes sociales y era la única persona limpia. Llegue a pensar que todo era una fachada pero poco a poco estaba en bocas de todos como el chico perfecto, pero veo que me he equivocado.
De pequeño empecé a despertar un sentimiento hacia él, las veces que lo defendía con los compañeros se burlaban de su sobrepeso y aquellas tardes jugando videojuegos hizo que ese afecto creciera. Recuerdo que una época mis padres pelearon para que me alejara de Max, según me estaba convirtiendo en algo que estaba mal. El sentimiento era tan grande que mis padres lo notaron. Hasta que mi madre murió y ocurrió la separación.
- Veo que se te da en todo momento el llegar tarde.
- Lo siento me he perdido, no sabía que el laboratorio quedaba en este lugar tan desolado.
- Bueno al grano. El sábado después de hacer el trabajo te quedaras en mi casa y cumplirás con lo que te dije-. Dio tres pasos y quedo justo al frente-. Me has entendido.
Asistí rápidamente, agarro su bolso y salió sin decir más.
No, no, no de nuevo, no podía entrar en crisis y menos aquí. No quiero terminar como mi padre. Mis piernas dejaron de funcionar y en un instante estaba tocando el frio suelo. Mis manos empezaron a golpear mi cabeza, cualquier espectador pensaría que estoy desquiciado. Tenía que controlarme joder, tengo que ser fuerte.
Mis manos buscaron con desesperación el móvil, una vez en mis manos y marque al único número que me sabía de memoria.
- Buenas ¿quién habla?-. Se escuchó una voz confundida, pero muy tranquila.
- Dr. Johanna, soy…eh, soy Ethan su paciente.
- Oh Ethan que alegría oír tu voz. Dime, ¿sucedió algo?, ¿estas llorando?
- Veras. No solo estoy cansado. Ya he reunido el dinero, solo llamaba para confirmar la cita de la semana próxima.
- ¿Seguro que no te pasa nada hijo?
- Sí.
- Bueno nos vemos la semana entrante, cuídate.
El transcurso de la semana fue muy monótono, ir a la escuela después al trabajo y por ultimo ir a la porquería de casa. Gracias a la venta de un software pude reunir para el transporte y el alquiler.
Ahora me encontraba parado al frente de la casa de Max, el cual me traía muchos recuerdos. Sin dudas había tenido remodelación aunque el jardín seguía igual.
Di tres toques lo suficiente para sentir como habrían la puerta de madera, dejando a relucir el gastado cuerpo de la señora Katte, toda una socialité, reconocida por estar casada con Maximiliano Brown, hombre cercano a la realeza.
- Buscas a Max-. Asistí, en unos instantes vi la figura de su hijo saliendo por un lado de la puerta.
- Llegas tarde, entra, ya casi tenemos todo listo. Solo falta que le des tu aprobación.
Lo seguí por toda la casa hasta llegar a su cuarto. Mantenía el mismo estilo pero había perdido el toque de niñez ahora estaba más minimalista, y unas de las paredes la ha remplazado por vidrios, dando vista al reconstruido patio con una piscina sacada de revista.
El trabajo lo terminamos, bueno terminaron, pocos minutos de haber llegado. Luego se la pasaron jugando consola hasta que llegó la hora de irse. Max salió a despedirse, dejándome solo en la habitación.
- Baja, ya-. Dijo gritando desde la planta baja.
Al llegar a la sala estaba sentado en el sofá con su madre, cuando me vio se levantó y sus grandes manos abrazaron mi espalda. Su parecido era sorprendente, tenían la misma cara incluso el color de cabello eran iguales, un avellana claro. Su familia representaba el capitalismo a toda su expresión, lastimas que sus tarjetas estuvieran al borde de un colapso.
Si algo estoy seguro es que la apertura económica ha traído riqueza al país pero ha provocado múltiples problemas. La corrupción y las desigualdades hoy son enormes. Los problemas sociales que quedaron ocultos por el crecimiento económico empiezan a aflorar. La única manera de cubrirlo fue una millonaria transacción por parte de los Brown a tres instituciones públicas. Claro todavía buscan al culpable y no saben que está pisando su casa en este momento.
- Madre a que no te acuerdas de Ethan-. Dijo con una sonrisa divertida.
- Por dios, ya se me hacía familiar cuando le abrí-. Se levantó y me miro detenidamente abrochándose su lujoso chaleco Prada-. Pero que te ha pasado chico, tiempo sin saber de ustedes, ¿cómo has estado?
- Yo muy bien-. Pero no se da cuenta, que es una patética actriz, fingir emoción cuando la verdad se desborda la lastima.
- Estas muy flaco y pálido, aun así te sigues pareciendo a tu madre-. Sus manos tocaron la delgada piel de mi mentó-. Sus ojos seguían clavados en mi cara-. ¿No estarías por malos pasos verdad?
- No.
- Es muy tímido, se quedará a dormir por hoy-. Max se acerca y vuelve a deslizar su mano por mi espalda.- tenemos que ponernos al día.
- Muy bien cielo, me alegra mucho que estés con tus viejos amigos. Ya todo lo que te rodeaba son puros animales con las hormonas alborotadas-. Katte se levantó agarro su chaqueta y se despido de nosotros.
En seguida Max agarro mi mano y subimos rápidamente a su recamara. Había llegado el momento, en los últimos años nunca había tenido un amigo ni mucho menos un relación, no sabía qué hacer, me quede petrificado en el medio viendo cómo se despojaba de sus prendas hasta quedar solo en calzoncillos y franeslas. Se acercó a mí y me comenzó a quitar la ropa, solo voltee mi rostro hacia un lado y apreté fuertemente mis ojos. Sus manos masajeaban todo mi cuerpo setia su respiración en mi nuca, rápidamente me dejo con el bóxer y me lanzo violentamente hasta la cama.
- Serás mío Ethan, esta será la mejor noche de toda tu vida-. Metió sus manos en mi última prenda, tocándome el miembro erecto, luego me despojo de estos quedando completamente desnudo-. Por dios si estás muy flaco hombre.
- Lo siento-. dije soltando una lagrima
- ¿Por qué te lamentas?, siente como crese-. Y efectivamente su miembro hacia juego con su tamaño, por dios, mediría 20 centímetros o un poco más era enorme.- ¿qué esperas? Has el trabajo, métetelo a la boca, hazme la mejor chupada de mi vida…
- No… no se hacerlo, nunca he tenido relaciones.
- Nunca has visto una porno, ¿nada?-. Se puso de pies y agarro su móvil, lo vi escribiendo un par de cosa y luego me devolvió la mirada-. Sus pupilas azul verdosas se dilataron y lentamente fue acercándose hasta agarrarme el mentón.- tendrás que aprender, tienes que ser la mejor puta de todas.
Sus gritos fácilmente se pudieron haber escuchado en todos los rincones de la casa, me agarro por los cabellos y me dejo bocabajo sin poder respirar. Sentí sus fríos dedos intentando entrar por mi ano, hasta que un fuerte dolor me hizo salir de mis pensamientos, había introducido uno y la sensación era verdaderamente desagradable. Intente levantarme, mover las pierdas pero de alguna forma Max me logro sujetar de tal manera que solo me quedaba llorar y suplicar que parara, todos mis intentos fueron en vano, sentía adentro hasta tres dedos, fue ahí cuando empezó a sacarlos uno por uno. Agradecía ya que sabía que esta tortura se iba a terminar, pero estaba muy equivocado. Max rápidamente posicionó su tranca en la entrada de mi abertura y empujo. Al principio su cabeza no entro por más trabajo físico que hacía. Los amagos eran insoportable, por un momento voltee y vi una mirada entre lujuria y furia, estaba consumido por el deseo. En uno de sus intentos mi esfínter se abrió hasta que sentí el peor dolor de toma mi vida, mis aullidos fueron inimaginables.
- Puedes darle un último adiós a ese culito virgen-. Dijo victorioso, con algunas gotas de sudor bajando por su marcado abdomen.
- Para, por Dios, para-. Dije con un susurro de dolor
La presión de su glande en mi esfínter era tanta que intente separarme, pero sus manos se aferraron a mis caderas, y fue cuando comenzó a clavármela poco a poco. No sentía nada en ninguna otra parte, ni siquiera podía pensar nada coherente, solo sentir ese dolor intenso que parecía partirme en dos, las pocas veces que entreabría los ojos veía la cara de placer total de Max.
No paraba de gritar y abrazar la almohada, no sabía cuánto tiempo estuvo sin moverse, pero al cabo de unos minutos intento clavármela un poco más, la sensación fue tan desagradable que hice una maniobra y me termine clavando su tranca por completo. Sentía como introducía su puño en mi boca para que dejara de gritar. Max empezó el vaivén y cada vez lo hacía con más fuerza, me levanto y quede en cuatro patas, esa pose permitía una penetración más profunda. No dejaba de taladrarme, sentía como las paredes de mi interior acobijaban su tranca, como mi ser se abría para él.
La molestia era total, mi cuerpo denunciaba a gritos, algunas veces su glande entraba en lugares que me hacía vibrar todo el cuerpo, puntos que no fueron diseñados para ser tocados. No sabía qué hacer, si luchaba iba hacer peor, Max dejo de moverse en unos instante y empezaba a sentir los daños que me estaba causando, lentamente me comenzó a mover, quizás buscando alguna forma de comenzar a sentir placer, él lo sintió y también comenzó a moverse, al parecer mi iniciativa le provoco tanto morbo que sus manos intentaban desprenderme las nalgas.
No paraba de decirme cosas desprestigiantes, su cama se sacudía al ritmo de su cuerpo, algunas veces sentía como quedaba en el aire para luego terminar pegado a su pubis. Nuestros fluidos se unían, en conjunto con todas mis lágrimas, llego un punto que no pude más y poco a poco fui perdiendo la conciencia.
Espero que le haya gustado, no se olviden de valorar y comentar. Próximamente estaré publicando el siguiente capítulo… Cuídense!!!