El platano

¿Y de verdad te comiste el plátano metido en su coño?

“El plátano”.

Fue un juego. Como el que hacen muchas parejas. Un simple plátano. El juguete o el consolador casero por excelencia. Tal vez incluso el más antiguo o accesible del mundo.

Para ella el tamaño si importaba: la gustaban grandes. Era su fantasía erótica, su obsesión.

Y lo hizo. Una tarde, algo cargada de cervezas me lo confesó: “lo había hecho”. Miré perplejo,. No sabía a qué se refería.

Estaba sola en casa, viendo una película y tomándose un cubata. Caliente, muy caliente por la película. Se desnudó. Se tocó. Y al rozarse con las sábanas, aun se puso peor. Fueron las sábanas las culpables, la excitaron más de lo que ya estaba. Comenzó haciéndose unos deditos, pero… la tela, el roce, la sensación de estar desnuda, lo que acababa de ver en la tele… Y la duda. ¿Qué se sentirá? ¿Y por qué no probar? ¿Con qué?

Se levantó desnuda y recorrió toda la casa buscando algo. Un plátano. Y se decidió. Lo único que con lo escrupulosa que era de vez en cuando, por no mancharse, pues lo envolvió con una bolsa de plástico. Me hizo gracia por lo ridículo. Me reí.

Siguió contando. Allí mismo, sentada en la mesa de la cocina se restregó el plátano por los pechos y se lo acercó al coñito. El plátano en la bolsa duró poco. Los ruiditos del plástico y su rugosidad no la hicieron gracia. Lo lavó y volvió a probar. Eso me pareció más lógico.

El tacto la resultó frio. Adelante atrás, con cuidado, sin prisa pero sin pausa. Los dedos jugando con “el botoncito”. Y el plátano cada vez más y más adentro. Llegó a meterse casi la mitad. Como que la “raspaba” un poco. No fue una maravilla pero se fue a la cama con él. Si lo hizo, bueno más bien lo intentó, porque dijo que por culpa del alcohol, pues se la habían pasado un poco las ganas.

Al día siguiente, nada más despertar le vio en la mesilla y probó a calentar algo el plátano. El tacto la resultó más agradable, la sensación algo mejor, más placentera. Esta vez el plátano entró adentro, muy adentro. Parecía como si el coñito quisiera recibirle. Y la gustó. Antes de levantarse se hizo una buena paja.

Mi chica me contó cómo se masturbaba. Esa noche yo no pude dormir. Me la imaginé. Desnuda, tumbada en la cama, abierta completamente. Una mano acariciando sus pechos. La otra tocando lasciva su pelambrera, con el plátano preparado. Jadeando, esperando el momento más adecuado para entrar en acción. Los dedos entre los labios. Los pezones erectos y los labios abriéndose de par en par para albergar al afortunado platanito.

La imaginaba. Casi hasta podía oír sus jadeos. Y la respuesta que me dio retumbando en mis oídos: ¿y qué piensas mientras te lo haces? Joder qué bobo eres, pues que me está jodiendo otro tío… y que su polla es enorme…

Y la contestación se me quedó grabada. Y la imaginó desnuda, con los ojos cerrados, imaginando que el plátano es la polla de otro tío.

Por fin un día me dejó hacérselo… Claro que previamente tuve que suplicárselo mil veces y solo me dejó hacerlo a cambio de lamer su coñito hasta que me dolió la lengua. Incluso con el plátano dentro, yo tenía que seguir jugando con la puntita de la lengua en su botoncito. Me dio igual. La hubiera lamido el culo si me lo hubiera pedido.

Estaba como loco mirando como la entraba en su agujero. Eran unas imágines fascinantes, me tenía embobado. Como un autómata miraba como entraba y salía. Miraba sus caras de placer. Y ella con los ojos cerrados, a lo mejor imaginando que era la polla de otro tío, respiraba cada vez más agitada.

Y yo miraba ensimismado como su pecho subía y bajaba, como sus tetas temblaban locas como si fueran flanes de gelatina.

Y de repente esa risa vergonzosa… Tapándose la cara… “si te lo digo”… Mi perplejidad… Si cariño dime lo que quieras la dije, no te de vergüenza. Claro yo pensaba que a lo mejor me iba a decir que la gustaba o algo así, pero va y me salta con un”dime cosas”… Y yo sin saber ni qué decir ni a qué se refería. “Idiota, que me llames puta y cosas así”… dijo burlándose de mi ingenuidad.

No me salía ni una palabra de lo nervioso que me puse. Para un solo día era demasiado. Mi novia dejándose masturbar con un plátano, si, yo metiéndola un platanazo enorme por el coño, ella sola acariciándose las tetas como en las películas, corriéndose como loca y pidiéndome casi a voces que la llamara puta. En mi vida la había visto correrse de esa forma. Sobre todo por el descontrol. Aquello era muy fuerte.

Su coño estaba desconocido. Muchísimo más hinchado que de costumbre. No estaba húmedo, estaba mojado, calado. Podía sentir sus jugos entre mis dedos mientras me susurraba el típico y cursi “no pares mi amor, no pares mi amor”, pero ahora, de vez en cuando adornado con algún que otro “fóllame ya maricón”,”jódeme ya”, “soy tu puta”, y cosas así.

Hice todo lo que me pidió. Todo, todo, todo. Ella llevaba el control y yo obedecía.

Solo cuando ya estaba que explotaba y no aguanté más, se me ocurrió. Correrme en sus tetas, dejárselas manchadas. La primera vez que lo hacía. “Ven aquí so puta, te voy a regar las tetas, so zorra”.

Me salió del alma. Bueno del alma precisamente no, más bien de la polla,  pero… el efecto fue genial. Increíble.

No se me olvidará la imagen. Allí la tengo tumbada en el suelo. Espera, me dice, y se coloca un cojín bajo la cabeza. “Ahora, sigue maricón”… Y otra vez a mover a toda velocidad el plátano. Alucinante. Pero no solo por lo rápido sino por lo profundo.

Y su”ahora maricón, ahora”, me grita cuando alcanza el cuarto, quinto o yo qué sé qué orgasmo. Y mi leche salió disparada. A las tetas. A los pezones. Algún chorrito salpicó en la cara. Y mi corazón al borde de la taquicardia…

Caí tumbado a su lado.  Extenuado. Los dos jadeantes…

En cuanto recuperó el aliento se subió a horcajadas sobre mí. “Guarro… mira como me has puesto las tetitas”. (Era una broma porque precisamente tetitas no eran, más bien todo lo contrario. Menudas bolas se gastaba la muy puta). Y comenzaron sus juegos otra vez.

Mira como me has puesto... Serás cerdo. ¿Te gusta hacer marranaditas a tu novia? me preguntaba burlona… Increíble… había metido una mano por dentro hasta llegar al coño y ya estaba otra vez dale que te pego… en cuanto se te se vuelva a poner, me vas a hace cositas, ¿verdad que si cariño?. Y de nuevo la misma pregunta… ¿te gusta hacer marranaditas verdad cariño?. ¿Vas a ser mi cerdito? ¿Y a mí, me vas a dejar hacértelas, verdad cariño? Yo decía siempre que sí, claro.

Y volvió a explotar el volcán. Venga, dímelo, dime que me vas a follar como a una guarra… Dímelo. Y de nuevo salió de todo por mi boca. Y cuanto más fuerte fuera el insulto, más fuerte la burrada más se aceleraba aquella máquina desenfrenada.

Sigue, sigue… y yo seguía, con ella subida sobre mí, masturbándose, abrazándose a mi aplastándome con sus tetas manchadas de mi semen, jadeando en mi oreja mientras yo la insultaba sin parar y magreaba con dificultad su culito y uno de sus pechos.

De repente me susurra “tengo que parar, se me va a salir… no puedo más”… Y yo incauto, sin saber a qué se refería, la salto: “no pares sigue tonta”… y sus jadeos casi me dejan sordo…. Por primera vez comencé a notar esa extraña sensación. Ese calorcito en “mis bajos”. Alucinante, mi novia se estaba masturbando y en mitad de su orgasmo, la muy guarra se estaba meando encima de mis huevos. Ni yo me lo creía. Sí mientras se corría como una cerda, en este caso nunca mejor dicho, se estaba meando encima de mí.

Y así terminamos. Allí, tiraos en el suelo, sucios… jadeantes, yo encima de un charquito… Y el plátano encima del sofá. ¿Qué hacemos con él? Su mirada de picardía que no anuncia nada bueno… La veo pelarlo con tranquilidad. Le lame, le chupa con cara de vicio, como si fuera un pene y de repente… otra vez para adentro, pero sin cáscara…. Y su cómetelo… La locura total, comiéndome el plátano metido en el coño de mi novia, tratando de distinguir el sabor a ella y el sabor de la fruta…

Han pasado los años y sigo recordándolo. Ese morbo lo he recuperado o más bien lo he vuelto a encontrar con mi secretaria.

Si, aunque es algo distinto. Comenzamos por lo del morbo de follar en la oficina. La locura de tirar los papeles al suelo y entregarte a un polvo desenfrenado, como en las películas americanas.

El juego que ya casi era habitual los viernes en cuanto nos quedábamos solos, los últimos en salir. Pero esa tarde fue distinto. Ella había ido a hacer la compra y en las bolsas había plátanos y las dos botellas de champán que nos bebimos en un pis pas.

“Mi marido no se va a enterar, no viene hasta mañana, me decía mientras nos besábamos ya algo borrachines”.

Y las confidencias cargados de alcohol. Mi marido no tiene imaginación, mi marido es un cerdo, mi marido es un… que seguro que me pone los cuernos con otra…

Siempre estaba con lo mismo, pero no se divorciaba. Además curiosamente ella hacía lo mismo, le ponía los cuernos conmigo.

Seguimos bebiendo, y no sé, pero cuando sus preciosas tetas ya estaban fuera de la blusa, vi el plátano.

¿Sabes lo que hacíamos mi novia y yo con los plátanos? Y sin más,  la giré. Tumbada de bruces, la minifalda remangada. Las bragas por debajo de las rodillas…

A esa zorra la gustaban “las cosas grandes”. Su fantasía era follar con un tío que la tuviera (palabras textuales) como un caballo. De hecho la regalé un consolador enorme y nos lo pasábamos muy bien jugando con el aparatito, pero la primera vez, lo hicimos con un plátano. Como este, la dije mostrando el más grande y grueso que encontré.

Si, la contaba lo que hicimos. La contaba que para mí fue brutal ver a esa puta abierta de piernas, con un coño súper peludo metiéndose aquello. Ahora tú, me dijo, y yo se lo metía y lo movía. Y no veas cómo se retorcía la muy zorra.

Y de nuevo me veo con un plátano en la mano, que desde atrás busca una entrada. Pero esta vez no es el coño peludo de mi novia, sino el de mi secretaria. Y el juego comienza a repetirse años después. Pero ahora es más fuerte. Somos dos adultos que buscamos sensaciones fuertes, y cuanto más fuertes mejor.

Y el placer se recrea con el morbo… pero no un morbo cualquiera. Ahora es un morbo enfermizo, que quiere encontrar la más fuerte de las sensaciones.

Y mi secretaria no para de preguntar mientras jadea cada vez más alto.

¿Y de verdad te comiste el plátano metido en su coño? Si so puta, contesto sin dejar de masturbarla.

¿Y la gustaba que la llamaras de todo?

Si…

Y ella lo quiere repetir, quiere que la siente, que la desnude, que la coma el coño, que la vuelva a masturbar con el plátano mientras la cuento secretos morbosos de mi ex.

Está deseando que la coma el chumino y la insulte como lo hacía con ella… y la obedezco y lo recreo todo para ella mientras se lo cuento, sin olvidar ni un solo detalle.

Y sin dejar de tocarla la voy confesando todos mis secretos, todos mis vicios, todos los juegos en los que mi novia me usaba y manejaba como una simple marioneta.

La excita que la cuente como cedí en todo, como fue mi decadencia hasta que un día terminé viendo como dos tíos se follaban a mi novia en mi cama.

Sí, tengo que admitirlo. La muy puta no solo follaba con cualquiera sino que acabó poniéndome los cuernos incluso en mi propia casa. Ya sé que me lo busqué yo solo por ir diciendo a todo que sí.

Yo lo sospechaba, pero lo descubrí el día que llegué a casa por sorpresa y les vi allí a los tres. En mi cama. Desnudos. Morreándose con los dos. Dejándose sobar.

Ella, sin inmutarse, lo dijo: Sigue, no pasa nada, es mi novio. Intenté decir algo pero solo balbuceé. Me cortó en seco: “Oye tío si te vas a quedar te quedas, pero solo a mirar y calladito, y si no quieres, vete a dar un paseo y vuelve en un par de horas”.

Entonces me fijé. Jamás había visto una polla de ese tamaño. La del otro era similar. Vi su cara. Era el retrato de la lujuria. Se dejó colocar. Dejó que la abrieran bien las piernas, que la llamaran de todo. Menuda puta, dejarse follar delante de su novio.

Pero la daba igual, sabía muy bien lo que quería. No la importó que se burlaran de mi, que me llamaran cornudo y mil cosas más. Y vi como la primera de aquellas gigantescas pollas entró en ella. Su cuerpo tensándose. Sus gemidos. Los ojos cerrados. Jadeando, gozando. Si, se la follaban delante de mis narices. Y yo lo miraba estupefacto desde la puerta.

La vi hacer de todo. Aluciné en colores cuando la vi comerse con autentica ansia una de aquellas descomunales pollas. Vi como aquellos enormes pollones perforaban su coño, se restregaban por sus tetas y se corrían en su boca. Y no dije nada. La vi acompañarles hasta la puerta y darles un beso de despedida. El mismo beso que me daba a mí cuando la dejaba en casa. Más o menos el mismo beso, salvo que ella estaba en mi casa, completamente desnuda, y que acababan de follarla, de ponerme los cuernos en mis narices.

Mi secretaria está al borde de la locura. No para de gemir. Confiesa entre jadeos que ya se ha corrido varias veces.

Pero no tiene bastante. Quiere más, quiere ser mejor que mi ex, quiere alcanzar más placer que mi ex, quiere más morbo que con ella... quiere tener sobre mi más poder que ella.

Fóllame cabrón. Fóllame ahora mismo. Su voz es la de la soberbia. Déspota. No me lo pide. Me lo ordena. Su mirada provocadora, retadora.

¿Así se lo hacías a tu novia?, dice nada más sentir como mi polla penetra por completo en ella. No me extraña que te la follaran, tenias a esa puta mal follada cornudo.

¡¡¡Vamos cuéntame cómo se la follaron!!!

Y yo loco de morbo se lo repetía a voces.

Sí, me la follaron, me la follaron muchas veces. Si, se follaron a esa puta. Joder qué quieres que te diga, me puso los cuernos miles de veces. Si esa zorra hasta me contó cómo se la follaron en la oficina. Si, la muy puta me contó cómo se la follaban sus compis mientras yo la tenía que lamer el coño.

Mira, algunos sábados pasaba de mí y salía con las amigas. Muchos llegaba a casa sin bragas, y llegaba tan follada, que tenía el coño rojo, si, irritado de tanto darle al asunto, y me decía: me lo he hecho con Fulanito o con Menganito, o he conocido a unos tíos en la discoteca y me les he tirado… Y la muy puta me contaba todos los detalles. Mira, me han follado en un coche, en los W.C. de un bar, en un parque… y tenían la polla de esta manera, o de esta forma, o se la he tenido que comer, o… .

Y yo me hacia pajas mientras me contaba cómo me ponía los cuernos, porque no me dejaba follarla, solo me dejaba lamerla el coño o mirar.

Y mientras confesaba mis más íntimos secretos, furioso, la embestía con más fuerza. Y sus jadeos desenfrenados acompañaban a sus insultos y a sus provocaciones. Jódeme más fuerte cornudo, me gritaba mientras alcanzábamos casi simultáneamente un tremendo orgasmo…

Sin salirme de ella, rodeado por sus piernas. La vi coger el plátano. Lasciva lo comenzó a pelar. Y a lamer. Conocía esa mirada.

¿Quieres que me lo meta en el coño para comértelo? ¿A que si cornudo? Eso le hacías a la puta de tu novia. Y asentía, y contestaba que sí.

Pero lo que pasó no es lo que esperaba. Volví a sentir ese extraño calor en “mis partes”. Y mi secretaria fue la segunda mujer que se orinó encima de mí, pero esta lo hizo sin avisar, mirándome burlona a los ojos. Con la seguridad de que iba a volver a hacerlo, de que iba a repetirlo siempre que quisiera.

Dedicado a mi amiga, la de zanahoria.

csdsumiso@hotmail.com