El plan

A veces los planes no salen como uno quiere... salen mejor.

Recibí un correo de una mujer que dijo llamarse Lucía. Había leído mis relatos y le habían gustado mucho. Me preguntó si eran reales y yo le contesté la verdad: La tentación, El chantaje y La infidelidad están basados en mis propias experiencias a las que obviamente he modificado aspectos como los nombres, por cuestiones de privacidad, y algunas descripciones, para hacerlo más literario y erótico. Fue entonces cuando Lucía me contó su propia experiencia y me pidió que la escribiese a mi manera y la publicara en esta página. No se si la historia que me contó Lucía es real o si de verdad ella existe, pero he cumplido mi promesa y ahí tenéis el relato.

Lucía salió de la bañera y se miró en el espejo. Se sintió orgullosa de su cuerpo. La hora diaria en el gimnasio daba resultado y seguía conservando la figura a pesar de tener 33 años. Su culo siempre había sido perfecto, su mejor arma de seducción, pero siempre había tenido complejo por tener poco pecho hasta que se había operado tres meses antes. Ahora le encantaban sus tetas. Y a Marcos también. Se secó y se puso su nuevo vestido que resaltaba sus encantos. Estaba despampanante. Perfecta para llevar a cabo el plan. No estaba segura de querer hacerlo. Lo hacía por Marcos, pero... Recordó como con tan solo trece años ya usaba sus armas de seducción para entrar en las discotecas. Su cuerpo se desarrolló muy rápido y le encantaba que los tíos babearan por ella. Disfrutaba calentándolos y luego dejándolo a medias. Pues, a pesar de esto, Lucía siempre había soñado con encontrar el amor verdadero. Por ello se mantuvo virgen hasta que a los 15 años conoció a Martín y se enamoró perdidamente de él. Tras un mes juntos, él la dejó porque estaba harto de follar con ella. Lucía lloró hasta quedarse seca y decidió que los tíos no merecían la pena más que para follar. Y folló con todo el que quiso hasta que una noche se tiró a un tal Marcos. A la mañana siguiente, Lucía se dio cuenta de que Marcos le caía bien, se hicieron amigos y ya llevaban ocho años felizmente casados. Y ahora Lucía, que siempre le había sido fiel a su marido, tenía que desempolvar sus armas de seducción a petición del propio Marcos.

-Estás que te sales con ese vestido.

-Ya lo sé. ¿De verdad quieres que lo haga?

-Lucía, es la única forma de librarme de ese cabrón. Te quiero muchísimo y con lo que vas a hacer por mí me demuestras que tú también me amas.

La besó en los labios y le tocó las tetas. ¡Uf, como le gustaban las nuevas tetas de su mujer!

-Marcos, ahora no. La cena empieza a las diez. Voy a llegar tarde.

-Uno rapidito.

-Cuando vuelva.

-Bueno.

-Adiós.

-Hasta luego.

-Te quiero.

Lucía llegó al restaurante. Casi todos ya estaban ahí. Un cincuentón la saludó. Era el jefe de Marcos.

-Lucía, estás guapísima. ¿Dónde está Marcos?

-Está enfermo. Siente mucho no poder venir.

-¡Joder, que pena!

-¿Y Marta?

-Ya sabes que ella no viene nunca a las cenas de Navidad.

-Es verdad.

-Pero ha venido su prometido.

-¡Ah, el famoso Alberto! Tenía ya ganas de conocerle. Marcos me ha hablado tanto de él.

El jefe de Marcos le presentó a su yerno. Era un joven rubio, de ojos azules y sonrisa perfecta. Era alto y, a pesar de llevar un elegante traje de chaqueta, se podía apreciar su portentoso cuerpo. Aunque la saludó de forma amigable, Lucía se dio cuenta de que Alberto no paraba de mirarle las tetas. El muy cabrón. Se iba a enterar. Marcos siempre había sido la mano derecha de su jefe y el hijo de puta de Alberto, con tan solo un año trabajando en la empresa y solo por salir con la hija del jefe, había sido ascendido al puesto que debía haber sido de Marcos. Un puto enchufado. Marcos tenía que librarse de él. Ese cabrón lo había conseguido todo por salir con la hija del jefe. Si Alberto y Marta rompieran, se le acabaría el chollo. Marcos tenía que conseguir que la caprichosa hija del jefe dejara a su novio por algo tan grave que le pidiera a su padre que lo despidiera en el acto. Una infidelidad.

Hacía una semana que Marcos le había contado su plan a Lucía. Ella asistiría sola a la cena de empresa y seduciría a Alberto. Dejaría que la sobase un poco y luego lo fotografiaría con las manos en la masa. Al principio, Lucía se enfadó con su marido por pedirle una cosa semejante. Ella jamás volvería a estar con otro hombre que no fuese él. Finalmente, accedió. Amaba a Marcos y Marcos se moría por el puesto de Alberto. Así que se pasó toda la cena insinuandosele al joven. Lo miraba con lujuria, lo rozaba al pasar junto a él, hablaba con él de temas picantes, se agachó para que le viese mejor las tetas y le acarició la entrepierna con el pie por debajo de la mesa.

-Alberto, he bebido mucho. ¿Puedes llevarme a casa? No puedo conducir en este estado.

-Está bien.

Salieron y entraron en el coche.

-Alberto, llevame a tu casa y follame.

-Sus deseos son órdenes, princesa.

El plan había funcionado. El cabrón ni siquiera se había resistido. Seguro que ya le había sido infiel a Marta anteriormente. Entraron en el apartamento entre besos apasionados. El chico besaba bien y eso le hizo sentir culpable a Lucía. Pero al fin y al cabo era su marido el que le había pedido que lo calentara. Le quitó la chaqueta y le desabrochó la camisa. No pudo resistir la tentación de tocar su espectacular cuerpo. Alberto estaba buenísimo. Y también bastante salido. Sus manos ya se habían metido bajo el vestido de ella y le tocaba las tetas con lujuria. Fuerte y despacio. Era el momento de hacer las fotos. Mientras él le chupaba el cuello y le bajaba una de las tiras del vestido, ella hurgó en su bolso en busca del móvil. Alberto le bajó el vestido dejando sus tetas al descubierto. Se las llevó a la boca. Le besó los pezones y se los chupó apasionadamente. Lucía dejó escapar un leve gemido. No quería sentir placer, pero era algo inevitable.

Sacó el móvil e hizo una foto en la que Alberto tenía una mano en una de las tetas de ella y la boca en la otra.

-¿Una foto para el recuerdo, putita?

-Sí, para el recuerdo del momento en el que arruinaste tu carrera.

-¿Qué dices?¿Qué haces?

-Ya está. Acabo de enviarle está foto a Marta.

-¿A Marta? ¡Buf, como me pones!

Lucía se quedó perpleja al ver a Alberto besarla, cogerla en brazos y meter una mano bajo su vestido acariciándole el coño por encima del tanga. En cuanto reaccionó, le dio un empujón e intentó apartarlo de ella. Él no le hizo caso y le bajo el tanga. Se disponía a chuparle el coño cuando ella lo volvió a empujar.

-¡Suéltame, hijo de puta!

-¿Se puede saber que coño te pasa?

-Me pasa que soy una mujer casada

-¿Qué?

-Que quiero a mi marido. No le voy a poner los cuernos.

-Curiosos que me digas eso con tus tetas al aire.

Lucía se tapó las tetas y se sonrojó. Un pitido sonó en su móvil.

-No tenía intención de acostarme contigo. Marcos y yo queríamos...

-Queríais que yo y Marta rompiésemos. Vale. Pues os habéis equivocado de plan.

-¿Qué?

-¿Te han mandado un mensaje?

Lucía miró su móvil. Era un mensaje de Marta. LUCI NO SABIA K FUESE TA GUARRA PERRA M ENCANTA M TOI METIENDO E DEO MIRANDO LA FOTO LO SABE EL CORNUO D TU MARIO? SEGURO K NO

-No entiendo nada.

-Digamos que Marta y yo somos una pareja bastante liberal.

-Lo que sois es unos enfermos.

-¿Unos enfermos? Por dios, Lucía. Tu marido te ha pedido que me hagas una foto mientras te chupo las tetas.

-No exactamente.

-¡Ah, que lo de dejar que te chupe las tetas ha sido idea tuya! Ya sabía yo que no estabas fingiendo.

-Me voy de aquí.

-Antes tendremos que terminar lo que empezamos, ¿no?

-Vete a la mierda.

Alberto la agarró y la sujetó frente a él.

-Mirame a los ojos y dime que no me deseas.

Se aguantaron la mirada unos segundos hasta que inevitablemente empezaron a comerse la boca y se fueron a la cama.

-No, espera. No puedo hacerle esto a Martcos. Yo le...

-Shhhhhhhhhhhhhhhhh. Calla y disfruta.

Le besó las tetas y se desnudaron por completo. Albertó se dio la vuelta y empezó a lamerle el coño a Lucía que se quedó con la polla de Alberto en su cara. Al final hicieron un 69 espectacular. La inmensa polla de Alberto estaba riquísima y ambos se corrieron a la vez. Con el rostro empapado en semen, Lucía se olvidó de Marcos y de la fidelidad para volver a ser aquella adolescente caliente que disfrutaba del sexo. El sexo con Marcos siempre había sido bueno. Pero el que te metan siempre la misma polla acaba volviéndose rutinario. Aquella noche a Lucía le metieron otra polla. Más larga y más gorda que la de su marido. Se la metió por delante y por detrás y después se ducharon juntos. A las cinco de la mañana se despidieron con un beso. Marcos se tragó que Alberto la había rechazado y se tuvo que conformar con que el yerno del jefe mandara en la empresa y le chuleara y, aunque él no lo sabía, se follara a su esposa cuando le apetecía.

Y hasta aquí la historia de Lucía. Al parecer ella y Alberto siguen siendo amantes y hasta hicieron un trío con Marta. Espero que os haya gustado la historia.