El plan (5 y final)
Todas las verdades ocultas detrás del plan salen a la luz, y con ellas llegamos a la conclusión de esta historia.
(Narra Silvia)
Nada más llegar a casa, los tres bajamos del coche y mi hermano, después de que mi amigo le diera las llaves del vehículo, se fue directo hacia la puerta, mientras que yo me quedé un momento hablando con nuestro chófer improvisado.
- Muchas gracias, Jorge, te debo una.
- Sí, que ya te vale, ahora me voy a tener que bajar andando hasta casa. - replicó él, aunque no parecía muy molesto. - De todas formas ya me lo cobraré, ya...
Al decir eso, alargó la mano y empezó a manosearme el culo. Yo le dejé hacerlo un par de segundos antes de retirarle la mano.
- Tío, córtate un poco, que está mi hermano en la puerta.
- Jaja, ¿pero desde cuándo te importan esas cosas, Silvita? - se burló. - Si te he visto hacer pajas en mitad de una clase, no es que seas el colmo de la discreción...
- Bueno, con mi hermano es distinto. - confesé, no muy contenta con el rumbo que tomaba la conversación. - Venga, vete. Que ya te pagaré en carnes otro día, si es lo que quieres.
- Joder, Silvia, qué puta eres. - dijo en un tono brusco pero amigable. - Sí, mejor me voy ya porque sino me voy a empezar a poner contento y la liamos.
- Venga, hasta luego.
Nos despedimos con dos besos, aunque él no perdió la oportunidad de meterme un poco de mano una vez más. Jorge era un compañero de clase con el que me había liado unas cuantas veces, varias de ellas a cambio de algún favor por su parte. No era muy diferente al resto de mis compañeros, en realidad.
Me dirigí a casa y comprobé que mi hermano ya se había metido dentro, pero había dejado la puerta entreabierta para que yo entrase.
Lo hice, me fui directa hacia mi cuarto, me puse el pijama (una camiseta ancha y unas braguitas, en realidad) y me encaminé hacia el cuarto de mi hermano. Todo estaba saliendo a la perfección, como de costumbre.
Al entrar vi que estaba con la luz apagada pero con la lámpara de la mesilla encendida, tumbado en su cama en calzoncillos, bocarriba, mirando al techo con la mirada perdida.
- Ya pensaba que no venías. - musitó en voz baja, sin cambiar la expresión ni mover un músculo.
- Perdona, me he quedado hablando un poco con Jorge. Pero ya estoy aquí.
Me senté a su lado y, lentamente, le bajé los calzoncillos, dejando al descubierto su pequeño pene, que de inmediato comencé a masturbar.
- ¿Por qué siempre pasa lo mismo, Silvia? - preguntó, justo cuando una lágrima empezaba a brotar de sus ojos.
- Te lo tengo dicho, Manu. La gente es superficial. Y sobre todo las tías. - seguí pajeándolo, lentamente. - Lo que no sé es por qué te empeñas en echarte novias teniéndome a mí.
- Joder, Silvia, lo hemos hablado mil veces. Eres mi hermana, esto no está bien.
- Sí, soy tu hermana, y precisamente por eso te quiero y nunca te haría daño. Cosa que no puedes decir de tus novias ni de tus amigos.
- Ya...
- Asúmelo, hermanito. Tienes la polla pequeña. Yo tengo las tetas pequeñas. Y a la gente le gustan las cosas grandes.
- A mí me gustan las tetas pequeñas... - contrarrestó.
- Ya, claro, por eso te echas las novias que te echas. - le recriminé, molesta. - Te gustan mis tetas porque son mías, pero fuera de casa te las buscas bien tetonas.
- Supongo que tienes razón... ¿Y a ti no te da curiosidad probar con una polla grande?
- ¿A mí? No, yo con la tuya tengo suficiente. - mentí.
No disfrutaba especialmente de mentirle a mi hermano, pero era necesario. Me había tomado muchas molestias estropeando todas sus relaciones como para que ahora se enterara de que yo también me acostaba con otros hombres. Pero en mi defensa he de decir que nunca he querido a ninguno, solo a él. Por eso sabía que lo mejor para él era estar conmigo, que le ocultaba la verdad pero no le hacía daño.
- ¿Y por qué no hay más chicas que piensen como tú? - preguntó, desesperado.
- Porque la mayoría de esas chicas no saben lo que es sentirse rechazado por el físico. Las que están buenas nunca han tenido ese problema, y las que no se comportan como putas y así obtienen lo que quieren.
Eso era verdad. Durante mis primeros años de adolescencia me había visto eclipsada continuamente por chicas con más pecho que yo, que se llevaban a los chicos sin hacer ningún esfuerzo. Todos los chicos que me gustaban se iban con una tetona o con una guarra que se acostaba con cualquiera. Y como lo de ser tetona lo tenía un poco difícil ya, empecé a comportarme como una guarra, y desde entonces no me ha faltado sexo.
Pero el amor, el amor era una cosa distinta. Nadie se enamoraba de una chica fácil. El amor me llegó por otra vía, por la vía de mi hermano. Él siempre me consoló cuando me sentí rechazada, y cuando me di cuenta estaba enamorada de él. Fue entonces cuando decidí hacer que él se enamorara de mí, empecé a fastidiar sus relaciones y a ser yo la que lo consolaba a él. Solo que yo no era tanto de consolar con palabras y abrazos, me era más fácil consolarlo con pajas, mamadas y polvos. Precisamente en ese instante, me incliné y empecé a hacerle una felación a su ya erecta polla.
- Joder, como echaba de menos esto... - suspiró, cerrando los ojos.
- ¿Lo hago mejor que Carol? - interrogué con picardía, sabiendo perfectamente que ella no se lo había hecho.
- Sí, mucho mejor...
Me sonreí, divertida con su mentirijilla. Aunque estaba segura de que yo la chupaba mejor que Carol, por mucho que mi hermano no hubiera tenido la ocasión de comparar. Igual se lo preguntaba a Dani, aunque no tenía muchas ganas de volver a hablar con él y seguro que él conmigo tampoco.
Seguí chupando hasta dejarlo a punto de caramelo, paré unos segundos para evitar que se corriera y, respondiendo a su mirada de súplica, me subí encima de él y me metí su polla.
Empecé a cabalgarlo, los dos cerramos los ojos y, sin hacer mucho ruido para no despertar a nuestros padres, disfrutamos de un fantástico polvo. Sí, mi hermano no la tenía muy grande, pero el amor que nos profesábamos y la pasión que le ponía compensaban con creces. Cuando estaba seguro de sí mismo, no era nada malo en la cama. Pero solo estaba seguro de sí mismo conmigo, cuando se acostaba con otras (si llegaba a hacerlo), seguro que lo hacía con la cantinela de la polla pequeña metida en la cabeza y no rendía como podía. Por algo yo me encargaba de repetírsela siempre que tenía ocasión. Mi hermano era mío y solo mío, ni sus amigos ni sus novias se lo merecían tanto como yo.
Había pasado más de una semana desde aquella noche en la que mi hermano pilló a su novia y su amigo follando. Él seguía bastante hecho polvo, pero yo conseguía tenerle bastante contento con mis encantos. Esperaba que esta vez fuera la definitiva y dejara de buscarse novias. No es que me costara demasiado esfuerzo romper sus relaciones, pero prefería evitarle el mal trago y que simplemente fuera feliz conmigo.
Una tarde, mientras mi hermano se echaba la siesta y mis padres estaban en el trabajo, llamaron a la puerta. Yo iba en mi pijama particular, pero para abrir la puerta me puse también unos pantalones. Al abrirla, me encontré con Dani y Carol, cogidos de la mano y con cara de pocos amigos.
- Hola, Silvia. - dijo Dani. - Queremos hablar con Manu.
- Manu se está echando la siesta, y además dudo mucho que quiera hablar con vosotros, así que será mejor que os vayáis. - respondí con brusquedad, pues no me hacía gracia tener a ninguno de los dos cerca de mi hermano. - Además, ¿qué hacéis cogiditos de la mano? ¿No me digáis que estáis juntos?
- Así es, es una de las cosas que queremos hablar con él. - insistió el chico.
- ¿Qué queréis, hacerle más daño todavía? Mantenéos alejados de él.
- Mira, niñata. - saltó Carol, enfadada como nunca la había visto. - No vayas de hermanita perfecta, que aquí todos sabemos perfectamente que has sido tú la que lo ha planeado todo, así que si alguien le está haciendo daño a Manu esa eres tú.
- Qué digna te veo, Carol. - ironicé. - Qué raro, porque la última vez que te vi estabas poniéndole los cuernos a mi hermano en el coche de nuestro padre, y la última vez que pisaste esta casa se los pusiste conmigo.
- ¡Pero si fuiste tú! - gritó ella, y se hubiera abalanzado a por mí si Dani no la hubiera sujetado. - ¡Yo no hice nada!
- Correrte como una cerda, te parecerá poco. - repliqué con una sonrisa malvada.
- Pero eso... eso es porque estaba vulnerable. Llevaba mucho tiempo sin hacerlo y me pillaste desprevenida. - confesó, ya más tranquila y, sobre todo, avergonzada.
- Pues mira, estabas necesitada y yo te he dado un orgasmo y un novio que te va a satisfacer mucho más de lo que lo habría hecho mi hermano. Deberías estarme agradecida. - razoné.
- Nosotros estamos bien, Silvia, esto no es por nosotros. - intervino Dani. - Es por tu hermano. Creemos que tiene derecho a saber toda la verdad.
- Ya os lo he dicho, solo conseguiríais hacerle más daño. - insistí.
- Pero si no se lo seguirás haciendo tú. - argumentó Carol. - No sabemos que te traes entre manos, pero sabemos que no estás bien de la cabeza y que tu hermano es la principal víctima de todo esto.
- Sí. - reafirmó Dani. - Así que si no nos dejas pasar, ya encontraremos la manera de hablar con él, pero no te irás de rositas.
- Así que la mala soy yo, ¿no? - respondí, indignada. - Que yo sepa no le he puesto una pistola en la cabeza a nadie para hacer nada. Lo único que he hecho ha sido poneros a prueba, y los dos habéis demostrado que sois unos hijos de puta. No os merecéis a mi hermano más que yo.
- Sí, tienes algo de razón. - reconoció Dani, para disgusto de Carol. - Ninguno de los dos quiere que Manu nos perdone como si no hubiera pasado nada, solo queremos decirle la verdad y que juzgue él lo que es mejor para sí mismo. Así que, por favor, déjanos pasar.
Medité unos segundos. Estaba claro que no podía dejar que se fueran sin más, pues acabarían enconrando la forma de contactar con Manu y sería peor. Había que encontrar otra solución.
- Esta bien, pasad. Pero como os he dicho, está durmiendo, así que veníos a mi cuarto hasta que se despierte.
Los dos se miraron con desconfianza pero, finalmente, asintieron y me siguieron hasta mi dormitorio.
Una vez allí, cerré la puerta. Carol y yo nos sentamos en mi cama, mientras que Dani se quedó de pie. Estuvimos unos segundos en silencio, generándose una situación incómoda. Pero yo seguía teniéndolo todo bajo control.
- Oye, Dani. - hablé de repente. - Solo por curiosidad, ¿cuál de las dos es mejor de la cama?
- ¿Eh? - reaccionó él, desprevenido.
- Carol y yo, ¿cuál es mejor?
- Ah, pues... - dudó.
- ¡Ja! Lo sabía. - exclamé triunfante.
- ¡Pero si no ha dicho nada! - protestó Carol.
- Pues eso. Tú eres su novia y no ha dicho tu nombre inmediatamente, eso significa que soy mejor yo. - razoné. - ¿O no?
Las dos miramos inquisitivamente al chico, que no supo salir del charco en el que yo le había metido. Y el que calla, otorga. Carol estaba mosqueada y yo me estaba divirtiendo un montón.
- De todas formas no te preocupes, Dani. Seguro que también soy mejor que tú. ¿A que sí, Carol?
- Pues... sí. - admitió ella, con vergüenza pero con ganas de devolvérsela a su novio. - La verdad es que me diste uno de los mejores orgasmos de mi vida, pero no sé si sería cosa tuya o del momento...
- ¿Y por qué no lo comprobamos?
Me acerqué a ella y, sin darle tiempo a reaccionar, le di el morreo más apasionado que pude dar. Ella tardó un par de segundos en corresponderme, pero lo hizo. Cuando nos separamos, nos quedamos los tres callados, yo con una sonrisa de oreja a oreja, Carol inmóvil y Dani con la boca abierta.
- ¿Quién besa mejor? - pregunté, casi con ilusión.
- T-tú... - reconoció Carol de inmediato.
Acto seguido, me levanté, me aproximé a Dani y repetí el proceso con él.
- ¿Y bien? - cuestioné con confianza.
- Tú, besas mejor tú. - coincidió el chico, al que ya se le notaba una erección en los pantalones.
- Carol, ven aquí. - le hice un gesto para que se acercara, y ella, aunque lentamente, obedeció. - A ver, que vea cómo lo hacéis vosotros.
Agarré suavemente sus dos cabezas y las acerqué la una a la otra, haciendo que se besaran.
- Fíjate en cómo lo hago, Carol. - le dije cuando se separaron, y volví a morrearme con su nuevo novio. - Ahora tú, Dani.
Así seguimos un rato, besándonos entre los tres. Ellos cada vez estaban más calientes, y yo también, claro.
- Bueno, ¿queréis ir a molestar a mi hermano con tonterías? ¿O preferís que le enseñe a Carol como chupo una polla?
Los dos se miraron, en silencio.
- Era una pregunta retórica. - dije divertida, sabiendo que no eran capaces de negarse a sus deseos y empezando a desnudarme. - Venga, Carol, ayúdame a bajarle los pantalones.
No dudaron ni un segundo más. Rápidamente le bajamos a Dani pantalones y calzoncillos hasta los tobillos, liberando su durísima polla.
- Mira. - procedí a chuparla, esmerándome más que nunca, mientras los otros dos no podían apartar la mirada de mis movimientos. - Ahora tú.
Carol me imitó y, de nuevo, estuvimos un rato compartiendo esos 19 centímetros, turnándonos. Hasta que Dani dijo:
- Chicas, creo que la lección está calando ya, y tenéis casi 10 centímetros para cada una. ¿Por qué no chupáis las dos a la vez?
Dicho y hecho, nos pusimos lenguas a la obra, y ahora cada una se encargaba de una porción del miembro. Estaba siendo la mejor experiencia de nuestras vidas, y eso que no habíamos tenido pocas. Los tres estábamos ardiendo, Dani gemía como un loco y Carol y yo alternábamos la mamada con morreos entre nosotras. Nos habíamos olvidado del mundo. Pero había mundo. Y Dani gemía como un loco. Y cuando mi hermano entró en mi cuarto para ver qué pasaba, se encontró con su hermana desnuda y su ya ex-novia mamando la polla del que había sido su amigo.
Los tres nos quedamos paralizados. Él, esta vez, no. Su reacción fue abalanzarse sobre Dani y emprenderla a golpes con él.
- ¡Hijo de puta! - empezó a gritar. - Mi novia, mi hermana... ¿A quién más te estás tirando? ¿A mi madre?
Por primera vez en mucho tiempo, fui yo la que me quedé sin reacción. Carol, sin embargo, sí reaccionó, sujetando a Manu e intentando proteger a Dani, que pillado literalmente con los pantalones bajados no tuvo opción de defenderse.
- ¡Manu! ¡Manu, tranquilo! - gritaba Carol.
Manu no le hizo caso, y Carol no tenía la fuerza para pararle. Cuando se calmó, Dani estaba en el suelo bastante destrozado, aunque pese a lo aparatoso de sus heridas no parecía que estas fueran graves.
- ¡Manu, la culpa es de tu hermana, joder! - gritó desde el suelo, casi sollozando. - Es ella la que va follándose a todo el mundo, coño, que no te enteras.
- Ya, claro. Tú quítate las culpas, cabrón. - espetó Manu, y lanzó una patada contra el costado del otro.
- Manu, que es verdad, te lo prometo. - intervino Carol. - Tu hermana es más puta que las gallinas. Lleva follándose a Dani mucho tiempo, a mí me sedujo el otro día en el baño y también fue ella la que propició que yo me acostara con Dani. Lo que me extraña es que no se haya acostado contigo también.
En ese mismo instante, algo hizo “clic” en las cabezas de todos. Por la cara que puso mi hermano, los otros dos dedujeron la verdad: que sí me había acostado con él. Y mi hermano ató cabos de alguna forma y llegó a la conclusión de que le estaban diciendo la verdad. Los tres me miraron a mí, que me sentía entre la espada y la pared.
- Manu, yo... - empecé a decir. - Yo solo quería lo mejor para ti...
- ¿Lo mejor para mí? - mi hermano estaba más tranquilo que hacía unos segundos pero, de alguna forma, parecía aún más enfadado. - ¿Mentirme y utilizar a la gente que más me importa para hacerme daño es lo mejor para mí?
- Pero ellos no te merecen, hermanito. - insistí en mi defensa, empezando a perder la calma. - Solo tuve que darles un empujoncito para que demostraran lo mucho que les importas...
- ¿Y tú qué? - me espetó él, justo en el momento en que una lágrima contenida escapaba de uno de sus ojos. - Pensaba que me querías.
- Y te quiero... - respondí con sinceridad, empezando a llorar también. - Pero tenía miedo de perderte, por eso te quería solo para mí.
- ¡Y por eso has hecho todo esto! - exclamó Dani, que ya se había subido los pantalones y puesto en pie como buenamente había podido. - ¡Para hacernos quedar a los demás como los malos de la película y alejarnos de él!
- Sí, pero eso no es todo. - aclaró mi hermano. - Hay otro motivo detrás de todo esto.
- ¿Cuál? - preguntaron los otros dos al mismo tiempo.
- Silvia siempre ha llevado muy mal el rechazo, y ha vivido acomplejada con el tamaño de sus pechos. - expuso Manu. - Creo que su forma de lidiar con ello ha sido hacerme pasar por lo mismo, metiéndome en la cabeza complejos que después alimentaba fastidiando mis relaciones.
Nos quedamos todos en silencio. Yo bajé la cabeza y mi llanto se intensificó. Estaba descubierta, desnuda literal y metafóricamente ante los tres pares de ojos que me fulminaban con la mirada.
- Manu, si te sirve de algo... - habló Carol. - De verdad me gustabas. Todo lo que ha pasado ha sido... una locura que se nos ha ido de las manos a todos, pero yo he sido feliz estas semanas a tu lado.
- ¿Entonces por qué...? - empezó a preguntar Manu, pero Dani lo interrumpió.
- Manu, joder, porque no le dabas lo suyo. - explicó como si fuera lo más obvio del mundo. - Por muy buena que sea una relación de pareja, si a nivel sexual no hay un buen entendimiento la cosa no puede durar mucho...
- Así es. - confirmó la chica. - De todas formas, ahora he encontrado en Dani a alguien con quien me entiendo a la perfección en todos los aspectos. No queremos hacerte más daño, Manu, y la verdad es que todo este asunto con Silvia me está dando un poco de miedo, así que creo que lo mejor será que nos vayamos y mantengamos las distancias.
Manu y yo no tuvimos el cuajo de poner ningún impedimento, y Dani enseguida se sumó a las palabras de su novia, así que rápidamente se recompusieron del todo y se marcharon sin mirar atrás.
Los dos que nos quedamos permanecimos callados un buen rato. Yo no levantaba la mirada del suelo, así que no supe a ciencia cierta si mi hermano prestaba alguna atención a mi cuerpo desnudo o no. Finalmente, me atreví a preguntar:
- ¿Me odias?
- No. - respondió, tras dudarlo un par de segundos. - Estás mal de la cabeza, eres retorcida, mentirosa y malvada, pero pese a todo creo que tus sentimientos hacia mí son sinceros.
- Lo son, hermanito. - reafirmé sollozando y, finalmente, levantando la mirada. - Si te he querido alejar de todo el mundo es porque te empeñabas en buscar fuera lo que yo siempre he estado dispuesta a ofrecerte.
- ¿Y tú? - preguntó, más relajado, antes de acercarse y empezar a acariciarme un brazo. - ¿Acaso tú no te has tirado a todo lo que has podido?
- Sí... - admití, mientras su mano pasaba a rozar mi espalda. - Pero es que me gusta mucho hacerlo, pero para mí es solo un juego. Cuando me acuesto con alguien no siento nada, solo por ti.
- ¿Y no podrías habérmelo explicado en lugar de mentirme? - pasó a tocarme el culo, demostrando que ni el enfado ni la tristeza lo dominaban en ese momento.
- Es que tú siempre has sido más de novias que de rollos, no sabía si lo entenderías... - reaccioné y empecé a acariciarle el pecho por encima de su camiseta.
- ¿Y cómo voy a ser de rollos si me haces acomplejarme de mi cuerpo? Si no me atrevía a enseñársela a mi novia, ¿cómo me voy a liar con cualquiera? - con su mano libre agarró la que yo tenía sobre su ropa y la hizo descender rápidamente hasta su entrepierna, donde yo inmediatamente le agarré el paquete.
- Lo siento, Manu... - me disculpé con verdadero arrepentimiento. - A mí me gustas mucho.
- Lo sé, ya lo veo. - señaló a mis pezones, erectos, liberó mi mano y empezó a masajear con cada una de las suyas cada una de mis tetas. - A mí también me gustas tú, y tus tetitas.
- Lo sé... - sonreí levemente, apretando con más fuerza la tienda de campaña que formaba su ya erecta polla.
- Lo que no sabía es que fueras bisexual. - comentó, cambiando de tono tan bruscamente como de tema.
- Pues sí... - reconocí, ya con una sonrisa completa y con mirada traviesa.
- ¿Qué te parece si a partir de ahora en lugar de intentar alejarme de mis novias, las compartes conmigo? - sugirió él, también divertido.
- ¿En serio? - se me iluminó la cara, preguntándome cómo no se me había ocurrido a mí la idea. - Pero... ¿y si no quieren?
- Querrán. - aseguró Manu. - Al fin y al cabo, hermanita, aún no he conocido hombre ni mujer que se resista a tus encantos...
Y selló sus palabras con un morreo que acabó definitivamente con todos nuestros males. No hace falta decir que hicimos el amor como locos y que a partir de ese momento nuestra relación mejoró en todos los sentidos. No diré que fuera coser y cantar, pues mi hermano seguía teniendo que lidiar con problemas de autoestima que ahora yo ayudaba a combatir en vez de a favorecer, y además por nuestra condición de hermanos teníamos que mantenernos ocultos de miradas indeseadas (especialmente de la de nuestros propios padres), pero poco a poco fuimos consiguiendo la ansiada felicidad.
En cuanto a Dani y Carol, perdimos casi por completo el contacto con ellos. Dani se desapuntó del equipo de fútbol y, pese a los intentos de Manu por reacercar posturas, lo evitaba todo lo que podía en la universidad. Tanto Manu como yo teníamos claro que Carol era la que estaba detrás de esa actitud, y tampoco podíamos culparla. En cualquier caso, ambos fueron muy discretos con todo lo ocurrido, algo por lo que siempre les estuvimos agradecidos desde la distancia. Años después supimos que se habían casado, así que debía ser verdad que congeniaban a la perfección.
Yo tuve muchas parejas sexuales a lo largo de mi vida, pero nunca una relación seria, si no contamos lo de mi hermano. Él siguió siendo más de novias que de rollos, pero ahora el reto no era solo que tuvieran una buena relación con él sino que hubiera también química conmigo. Así, tras unas cuantas chicas que lo intentaron sin demasiado éxito y otras tantas que salieron corriendo, Manu acabó casándose con Lorena, una mujer encantadora y bisexual, que disfruta con nosotros tanto como nosotros con ella, y con un cuerpo espectacular. Sobre todo su enorme par de tetas, porque sí, a mi hermano le gustan las tetas grandes... ¡pero es que a mí me gustan más!
FIN
(Pues esto es todo, espero que os haya gustado el final. Lo he metido como siempre en Infidelidad, aunque hubiera tenido cabida en otras categorías, para no spoilear nada, aunque realmente ya habréis visto que la parte de sexo es escasa porque me dedico más a explicar las situaciones que a describirlas. Sé que esto habrá mucha gente a la que no le gustará, que prefiere relatos más “gráficos” en las partes sexuales, pero a mí se me da muy mal escribirlas y, además, personalmente también prefiero leer relatos que se centran más en la historia, que es donde para mí está el morbo, que en el sexo en sí, que al fin y al cabo es sexo y todos nos lo podemos imaginar sin necesidad de leerlo. Gracias por leer hasta aquí.)