El plan (1)

Una persona del entorno de un amigo está interesada en que él rompa con su preciosa novia, y yo no puedo evitar prestarme a colaborar...

  • Jajajaja, ¿qué es eso, tío?

El “tío” era Manuel, uno de mis amigos de la universidad. Y “eso” era su pene flácido, un colgajo que en ese instante rondaría los 5 cm de longitud.

  • Es por el frío, joder. - protestó.
  • Ya, claro, porque de esa ducha a esta hay una variación térmica de la hostia, ¿no? - dije, encarando hacia él mi blanda polla, que en ese estado ya duplicaba (y de sobra) el largo de mi compañero.

Aunque llevábamos ya casi dos años siendo colegas, pues estábamos en 3º de carrera, esa era la primera vez que nos veíamos tal y como Dios nos trajo al mundo, pues ese curso nos habíamos apuntado al equipo de fútbol de la facultad y acabábamos de salir de nuestro primer entrenamiento.

Los dos teníamos un cuerpo bastante atlético, aunque yo lo tenía depilado y él no. Yo era algo más alto (mi 1'82 frente a su 1'75), pero él era más guapo de cara, con el pelo casi rubio y los ojos verdes. Yo tenía oscuros tanto el iris como el cabello, y ninguno de los dos teníamos vello facial.

Yo me llamo Daniel, por cierto.

  • Déjame, gilipollas. - siguió quejándose, aunque no dejaba de respirarse buen rollo entre los dos. - Lo importante es cuando está dura.
  • Ya, joder, pero esa cosa tendría que triplicar su tamaño al empalmarse para empezar a ser una polla decente, tío. - me seguí burlando.
  • Anda, cállate ya.
  • No, venga, ahora en serio. - respaldando mis palabras, adopté una actitud más grave. - ¿Cuánto te mide empalmada?
  • ...Doce. – confesó tras unos segundos de duda, demostrando que el asunto le preocupaba de verdad.
  • Coño, pues aún te crece. - me sorprendí. - A ver, no es muy grande, pero tampoco es nada escandaloso. Creo que la media en España está en los 13 y pico.
  • ¿Cuánto te mide a ti? - preguntó, bastante desanimado.

No pude evitar dejar escapar una media sonrisa al escuchar su pregunta.

  • 19.
  • Venga ya. - refunfuñó mientras cerraba la ducha en la que estaba y se encaminaba el vestuario.
  • ¿No me crees? - pregunté mientras le seguía.
  • No sé...
  • Puedes preguntárselo a Sofía si quieres. - retomé el tono burlón, subiéndome el calzoncillo.

Sofía era una compañera de clase con la que ambos nos llevábamos bastante bien, y con la que yo me había acostado en un par de ocasiones. Aunque había otra persona a la que se me ocurrió que podría preguntarle...

  • Joder, qué cabrón eres. - se relajó, volviendo a reír conmigo. - Tienes mucha suerte.
  • Suerte no... - le contradije y me agarré el paquete. - Esto.
  • Vete a la mierda. - finalizó la discusión.

Varios minutos después, sentados ambos en el autobús que nos acercaría a nuestras casas, Manu decidió retomar el tema.

  • ¿Te abre muchas piernas? - soltó, de repente, en voz lo suficientementa baja como para que no lo oyera la señora que estaba sentada delante de nosotros (solíamos ocupar la última fila).
  • ¿Qué?
  • Tu polla. ¿Te sirve para ligar o solo era una broma? - inquirió con genuina curiosidad.
  • Bueno, algo ayuda, no te diré que no... - admití. - Pero no te creas que hace todo el trabajo.
  • Ya, bueno... Supongo que los chicos como yo tenemos que esforzarnos el doble.
  • Tío, no le des tantas vueltas. Las tías no se fijan tanto en eso. - le animé. - Puede que a algunas les dé morbo un pollón, pero si les gustas de verdad no te van a rechazar por tenerla... bueno, no tan grande.
  • Lo que tú digas. - soltó, poco convencido. - No sé, yo siempre he vivido con el miedo de echarme novia y que luego llegue un tío con un rabo enorme y me la quite.
  • No te des mal con eso. - insistí, y quise concluir volviendo a las risas. - Pero por si acaso no te eches de novia a una tía que me mole, ¿eh?

  • ¿Qué opinas de la nueva novia de tu hermano? - pregunté.

Habían pasado unos cuantos meses desde aquella conversación sobre tamaños con Manuel. Finalmente parecía haber superado sus miedos y se había echado novia.

  • No la soporto. Parece doña perfecta. - criticó Silvia antes de volver a engullir más de la mitad de mi polla.

Silvia era la hermana pequeña de Manu. Apenas era un par de años menor, así que era bastante cercana a él y, ahora, a mí. Era una chica muy pequeñita, de unos 150 cm de estatura, delgadita y con poco pecho, aunque con un culo respingón que me encantaba. Aunque lo que la hacía más atractiva era su rostro, que según su actitud podía parecer el de un angelito o el de un demonio. Una media melena del mismo color que el pelo de su hermano enmarcaba una cara en la que lo que más destacaba eran sus grandes ojos, también verdes, que en ese momento me miraban desde abajo, pues estaba de rodillas delante de su cama, en la que yo estaba sentado.

  • ¿No te cae bien?
  • No. Y lo peor es que no solo mi hermano bebe los vientos por ella, es que hasta mis padres la adoran. - se quejó. - ¡Pero ojo como se me ocurra a mí traer a un tío a casa!
  • Yo estoy en tu casa. - me burlé.
  • Bueno, ya me entiendes. - siguió mamando, mientras me masturbaba con una mano. - Si no fuera por la excusa de esperar a mi hermano tampoco podríamos vernos aquí.
  • Ya... También tienes que entender que eres la pequeña de la casa.
  • Ya tengo 18 años, joder. - en ese momento, y durante unos segundos, imprimió más fuerza a la masturbación. - Estoy en mi derecho de follar con quien quiera y cómo quiera.
  • Amén a eso. - coincidí, dejándome caer de espaldas sobre la cama, disfrutando de la felación.

Permanecimos en silencio un rato. Silvia era bastante ducha en el arte de comer pollas, se notaba que tenía bastante experiencia para su corta edad. Pero también era obvio que le costaba un poco lidiar con mis dimensiones.

  • ¿Por qué preguntabas? - volvió a hablar de repente.
  • ¿Eh?
  • Por Carol. ¿Por qué preguntabas por ella?
  • Ah... No sé, curiosidad.
  • Ya... - murmuró, poco convencida. - Te gusta, ¿no?
  • ¿Qué?
  • Venga, que no soy tonta. Tengo ojos en la cara. - tiró de mi prepucio hacia abajo con un poco más de brusquedad de la necesaria, haciéndome soltar un pequeño gemido de dolor.
  • No sé de qué...
  • He visto cómo la miras. Y joder, me da rabia admitirlo, pero la chica es guapa.

Era verdad. Carolina, la nueva novia de Manuel, era una preciosidad que no había podido quitarme de la cabeza desde que mi amigo me la presentó. Morena, relativamente alta (más o menos de la estatura de Manu), con un cuerpo con curvas, no excesivamente despampanante pero con todo en su sitio. Con una sonrisa inocente y encantadora, unos cálidos ojos marrones y una larga melena. Además, le gustaba mucho arreglarse y vestía muy bien. Era un poco pija, a decir verdad, y creo que por ahí también venía parte del resentimiento de su cuñada.

  • Sí, la verdad es que está muy buena... - reconocí finalmente, temiendo un poco la reacción de Silvia.

Pero Silvia no se inmutó, continuó su mamada un poco más y, finalmente, soltó la bomba:

  • Tíratela.
  • ¿QUÉ? - me sobresalté, y si no salté fue porque en ese momento más de 10 centímetros de mi cuerpo estaban bajando por la garganta de la chica.
  • Que te la folles. - dijo como si nada. - Todos ganamos. Tú te tiras a un bombón, yo me libro de esa zorra y ella se va bien follada.
  • ¿Y... y tu hermano?
  • Él también sale ganando. Al fin y al cabo, le ayudaremos a descubrir que su novia es una guarra.
  • ¿Pretendes que se lo digamos? - cada vez tenía más claro que a esa niña se le iba la olla.
  • No revelaremos que has sido tú. Solo nos encargaremos de que mi hermano se entere del engaño. Aunque claro, siempre corremos el riesgo de que ella destape el pastel...
  • ¿Y qué pasa si me rechaza? Yo quedaré como un cabrón...
  • Dani, no te va a rechazar... - replicó ella con desgana, sosteniendo mi pene en posición vertical como si ese fuera su argumento. - He visto a mi hermano desnudo, mucho tiene que quererlo para no dejarse seducir por ti. Y no llevan saliendo tanto como para quererlo así.
  • Joder... - las piezas empezaban a encajar en mi cerebro, que en ese momento no estaba en mi cráneo sino en mi glande. - Qué mala eres, Silvita.
  • Y cómo te pone eso, ¿eh?
  • Me pone mogollón. - solté antes de levantarme, agarrarla y subirla a la cama, donde me la follé con ganas durante los minutos siguientes.

Y, mientras me follaba a la hermana de mi amigo, las palabras de este seguían resonando en mi cabeza: “Siempre he vivido con el miedo de echarme novia y que luego llegue un tío con un rabo enorme y me la quite”.

Continuará...

(Como veis, en este capítulo todavía no hay infidelidad, pero es en lo que va a consistir la serie [que quizá solo dure dos capítulos, aún no lo sé], por eso lo he metido en esta categoría).