El placer llega a Mony
Un orgasmo llegò de manera sorpresiva y sin dejar que Mony recuperara el aliento, la enorme verga la estaba penetrando...
El placer llega a Mony.
Tendida sobre una vieja cama de madera desgastada por el tiempo, y cubierto con una sábana con vivos amarillos, el bello cuerpo de Mónica se percibía apenas con la luz de la calle que entraba por la ventana.
El murmullo tenue de la noche la hizo despertarse de su profundo sueño, Mony, para muchos que la conocían, empezaba apenas su labor.
Se diò una ducha y al sentir las gotas de agua sobre su piel, tibias y agradables se sintió relajada, tranquila. Sus manos empapadas de jabón, recorrieron su cuerpo. El cuerpo de la noche, el cuerpo de nadie, el cuerpo de todos, el cuerpo de la ausencia.
Despacio y acariciando cada rincón de piel, sintió su suavidad, palpó su extraña belleza. Sus dedos muy lentamente se deslizaron por su hermoso cuerpo: sus brazos, sus hombros, su cuello, sus enormes pechos; luego, despacio, muy despacio recorrieron su abdomen, bajando suavemente por su pubis.
Las paredes recubiertas por azulejos de colores fueron testigos silenciosos del ardor, del deseo, de la soledad, de la esperanza . y del recorrido de unos dedos temblorosos y húmedos sobre un clítoris inflamado y perdiéndose en la vulva.
Irónico, hombres, hombres, hombres, y Mony masturbando sus desdichas.
Su mirada se perdió en el reflejo, cuando pasó su mano tibia por el empañado espejo y dibujó su rostro. Quizá no el más bello, pero sus ojos expresivos decían mucho.
Lágrimas ocultas, humedades reprimidas, gotas de soledad se asomaron indecisas . al fin rodaron por su rostro, recorriendo como siempre el diario camino del dolor.
Luego un perfume barato se esparció sobre su cuerpo, las pequeñas gotas, apenas perceptibles se adhirieron a su piel, listas a emanar su fuerte aroma.
Vistió su cuerpo con pequeñas prendas. Una tanga roja hizo juego con el exquisito brassiere, luego una diminuta blusa por demás escotada entró en su cuerpo combinando perfecto con la pequeña falda. Los llamativos zapatos de tacón muy alto fueron lo último que agregó, se viò en el enorme espejo de la habitación satisfecha de lo logrado.
Era bella, sus largas piernas eran admiradas por cualquiera, y que decir de las curvas de sus grandes caderas que a muchos encantaban.
Si, lo estaba logrando, solo un poco de arreglo a su cabello y el maquillaje apropiado para la noche su noche y lograrían la transformación total.
Calle abajo, al sur de la ciudad, un bar de mala muerte, con luces incompletas y encendidas recibió a la bella Mony.
Su porte seguro, su belleza, la vulgar vestimenta mezclada con su elegancia, además de su amplia sonrisa pronto fueron distinguidas por algunos clientes que morbosos la veían. Pero claro, los escasos pesos no alcanzaban para invitar a su mesa a tan bella puta.
Mony, se acercó a la barra pidió una bebida y espero.
Tomó asiento con la esperanza de encontrar a alguien con más dinero que los viejos, sucios y pobres clientes que ahí se encontraban. Sus escasas monedas apenas alcanzaban para tomarse unas cuantas cervezas, que al final de cuentas las hacían rendir para varias horas durante la noche.
Su mirada recorrió paciente el salón. La tenue luz dificultaba distinguir a todos los rincones del austero lugar. Se detuvo en un punto, sin ver, con la vista perdida en el pasado, perdida en el dolor la rabia y la tristeza.
La salida de la fábrica se anunció con el fuerte sonido de la sirena. Inmediatamente y con la alegría que da llegar a casa, Mony preparó su bolso para irse.
Tomó el primer colectivo que llegó, con la ilusión de encontrarse con su esposo. El trayecto no era grande, así que en unos doce minutos estaba en la puerta de su casa.
Un ruido extraño la hizo detenerse, escuchó voces y permaneció quieta, muy quieta con la intención de sorprender a su marido, aún sin imaginar lo que vería.
Introdujo la llave, despacio y abrió solo un poquito. Lo suficiente para distinguir perfectamente aquella escena que le dolió en el alma, y además marcaría su vida para siempre.
Allí estaban dos cuerpos desnudos.
Él, sentado en el sillón, con sus piernas bien abiertas su cabeza recostada hacia atrás, disfrutando sensaciones, gimiendo infidelidades, y gozando de las bondades de la lengua de su hembra.
Paralizada, logró ver perfectamente el gozo de ambos.
Ella, saboreaba los abundantes jugos de Roberto, y él con el cuerpo bien arqueado ofrecía su sexo muy gustoso. Entregaba totalmente su cuerpo, brindando sin pudor su esencia, ofreciendo excitado todo aquello que en los años de casada a ella misma no había dado.
No pudo más, solo atinó a salir del lugar . al que nunca regresó.
Lo demás fue un ir y venir de cosas en su vida, la eterna búsqueda de algo digno, dolor, carencias, lágrimas escondidas, pudores ignorados, aromas soportados, hambre, deudas, y hombres muchos hombres .
La mirada perdida entre humo de cigarro, entre el sonido de la música vibrante, y las voces de los pocos clientes fue interrumpida por una mano fría que la jalaba fuerte, sin voltear a verlo accedió, solo sintió la mano en su cintura que la guiaba gentilmente hacia los cuartos traseros.
El bar tenía detrás del negocio unas pequeñas habitaciones que eran usadas cuando clientes necesitaban ser "atendidos" de manera especial.
-No encenderemos la luz- pidió él
-Como gustes- se escuchó la respuesta femenina.
Al principio, se sintió extraña ante la delicadeza de ese cliente, pero no tuvo tiempo de pensar más, la distancia entre ambos se esfumó y las manos varoniles acariciaban su bello cuerpo. Se deslizaron suavemente por debajo de la pequeña blusa roja.
Mony cerró los ojos esperando como siempre que aquello terminara.
Pero no, sus pezones reaccionaron al toque de los dedos, se volvieron duros, grandes, apetecibles y muy sensibles.
Sintió en su cuello tibios y cálidos besos, la distancia entre ambos era nula, así que notó la excitación del hombre al sentir la dureza y el calor en su entrepierna.
El deseo de tocarlo fue aumentando.
El ajustado jeans del cuerpo masculino, cayó al suelo luego que ella misma de manera experta y rápida bajó la pequeña cremallera. Y así, por encima de la prenda íntima, acarició con la palma de su mano muy abierta, los testículos endurecidos y la verga que crecía con cada roce de su diestra.
Se dejó llevar. Una mano pronto se perdió por debajo de la falda, con total descaro e hizo a un lado la pequeña tanga roja. Jugueteó tranquila con el pubis depilado que de manera sorprendente se humedecía, como nunca.
La excitación de Mony iba en aumento, poco a poco fue sintiendo la enorme necesidad de que ese hombre continuara, que las agradables sensaciones no pararan, que esas manos la hicieran vibrar con sus caricias y anhelò sentirse follada como nunca lo había sido.
Mony se sintió ahí . no ausente como siempre, cuando quería que el tiempo pasara rápido y los billetes convenidos fueran depositados de inmediato en el buró.
Mezcla de aromas piel a piel, caricias eternas, atracción, pocas palabras, oscuridad ..todo junto envolviéndose en una pequeña habitación y generando un ambiente vibrante, cargado de energía, de pasión, de excitación y de deseo.
El cuerpo desnudo de Mony y tendido sobre la pequeña cama, sintió la lengua varonil recorrer su tibio cuerpo, muy despacio, surcando un largo y húmedo camino hacia el perfumado pubis.
Con movimientos circulares, insistentes y perfectos, la lengua del hombre hacía efecto en el clítoris ya inflamado que aceptaba gustoso la caricia. Mony respondía arqueando la espalda, y gimiendo pequeños gritos ante tal gozo, sus manos a su vez, presionaban la cabeza masculina, sin decir nada, pero pidiendo siguiera ahí eternamente.
Pocas veces, quizá ninguna, Mony había entregado su cuerpo de tal manera, siempre era ella quien atendía a los clientes, y cumplía sus caprichos, ahora era distinto.
Un orgasmo llegó de manera sorpresiva, acompañado de un ahogado grito, el grito que de su boca pocas veces en su vida había salido.
Sin dejar que Mony recuperara aliento, la enorme verga del hombre, la estaba penetrando, con el cuerpo aún boca arriba, y las piernas flexionadas en la orilla de la cama, sintió de nuevo el enorme placer ahora de sentirse penetrada ..
Los movimientos provocaban un placer intenso, la verga entraba y salía, llegando hasta el fondo en su vagina, llenando cada rincón,,, cada rincón de soledad.
Por momentos, y provocando que el ardor y la urgencia de Mony aumentara, el cliente salía de su cuerpo, para dar pequeños golpes en su pubis con su endurecido y pesado falo.
Con el cuerpo inclinado hacia adelante, el cliente alcanzó perfecto los pezones excitados, que endurecidos aceptaban la succión intensa, la caricia húmeda, voraz e insistente de su boca.
Sigue por favor, cògeme más, sigue, no pares, salían sin pensar las palabras, sigue, sigue, quiero más!!!
En medio de toda aquella excitación y deseo, Mony se sintió amada o más bien, deseó sentirse amada, y que lo que estaba sucediendo, viniera de alguien que le brindaba amor, el amor incondicional que nunca tuvo.
Los movimientos de él fueron en aumento, lo mismo que el placer supremo de Mony, que ahora se duplicaba al sentir que dos dedos penetraban su ano, con dificultad al principio, pero luego, con sabios movimientos se combinaron de manera rítmica y perfecta en un vaivén delicioso mezcla de dolor y satisfacción.
El orgasmo se veía venir, con las uñas enterradas en la espalda del hombre y los dientes clavándose en su hombro, Mony tuvo el mejor de sus orgasmos.
Un grito inundó el pequeño cuarto, se liberó sin importar nada y permitió que fluyeran los deseos olvidados
Quedó sin fuerza alguna.
El hombre, salió de la empapada, inflamada y enrojecida vagina
y vació su abundante semen, esparciéndolo en el abdomen, pecho y cara y el inmóvil cuerpo de Mony,,,, un gemido ronco mezcla de satisfacción gozo y plenitud salió de su garganta.
Luego, salió de la habitación apenas se vistió
A la salida del lugar, se vio a un hombre despedirse de manera cordial del empleado de la barra, solo se alcanzó a escuchar:
¡Que le vaya bien señor Roberto!
Y en la habitación ,,, un vientecito entró por la ventana, fresco y agradable como la hermosa noche de Mayo . y dos billetes cayeron del buró