El placer del pecado (2º y último)
Un edificio cargado de sensualidad y un cura atrapado por ella.
Después de buscar a Salvador por toda la estancia y no encontrarlo, se apoderó de mi una desazón, que oprimía mi estómago. Tras la visión que había tenido, podía estar completamente seguro de que el encuentro con el sacerdote había sido del todo real. Todavía notaba la humedad caliente de mi corrida bajo mis calzoncillos. No entendía lo que estaba pasando.
Por estos instantes me olvidé de Rosto, el objetivo de mi visita a este lugar.
Pensé que lo mejor sería salir de este edificio, el que antes había sido una iglesia, y buscar el hotel donde tenía la reserva para alojarme. Llamaría a la Sociedad del Arte para la Conservación y les diría que volvía porque no me encontraba bien. Era la única excusa que se me ocurría para dejar un trabajo tan importante. Podrían mandar a otro para acabar el trabajo.
Al salir al jardín, en dirección a salida a la calle, vi que Salvador se encontraba sentado en un banco de piedra al pie de una estatua de un joven desnudo en posición pensante.
Un alivio recorrió mi cuerpo"no estoy loco"-pensé.
Me acerqué al padre Salvador, que no hizo ademán de levantarse. Sólo se atisbó en su cara el movimiento de su boca para esbozar una sonrisa.
Me senté a su lado, y todavía notaba el perfume de su cuerpo, el que antes había aspirado mientras el me follaba.
-Pensé que habías desaparecido y me iba a marchar.
-Lo siento-dijo.-Salí a esperarle aquí fuera porque el ala del edificio donde se encuentra la estatua sólo tiene entrada a la izquierda de este jardín.
Al oírle hablar, volví a sentirme tranquilo. Su voz tenía una cadencia tranquila, don que seguro cultivaba en sus sermones a sus feligreses temerosos del ser Divino.
Salvador se levantó y se dirigió hacia una pequeña puerta , que me pasó desapercibida cuando llegué.
Entramos y un fuerte olor a madera vieja nos recibió. Era el olor de muchos edificios antiguos y mal conservados.
-Ya veo que le ha sorprendido el olor. Yo estoy ya casi acostumbrado. La parte de arriba está restaurada y se encuentra en perfecto estado. Es donde guardamos las pocas obras de arte de valor, muchas de ellas fueron robadas cuando la iglesia permanecía abierta a los feligreses. Esto ha sido una enfermedad generalizada en toda Europa. Usted lo sabrá mejor que yo.
Vaya si era así. Muchas iglesias han sido saqueadas durante el último siglo. La venta de arte ilegal estaba a la orden del día. Muchos coleccionistas pagan fortunas por estas piezas.
En vez de subir las escaleras hacia la estancia donde se encontraba la estatua de Rosto, nos dirigimos al fondo, donde se encontraba la entrada a otras habitaciones.
-antes de ver la estatua, creo que le sería interesante conocer un poco de la historia del edificio, la cual está ligada a la historia de la pieza que estudiará.-comentó.
Sólo hace unos minutos estábamos en el campanario follando y desde entonces parecía que eso no había ocurrido. Yo no tenía esa capacidad de olvidar tan pronto. Entendía que para un sacerdote, que tenía votos de castidad, una cana al aire no era una situación a la que quisiera darle muchas vueltas. Para el era pecado, o por lo menos, eso entendíamos el resto de los mortales. Por eso comprendí que no hubiese hecho ningún comentario acerca de lo ocurrido. Por un momento vino a mi mente la imagen de Salvador desnudo en su dormitorio, flagelándose mientras rezaba pidiendo perdón. Esta imagen me puso cachondo.
Abrió la puerta de madera y pasamos a una enorme habitación que no tenía nada que ver con el resto del edificio. Estaba decorado con muy buen gusto. Sofás de terciopelo y cortinas a juego. Tapices con imágenes casi reales de jóvenes practicando el sexo en esa misma estancia. Eran como fotografías en hilo, de lo que podía haber sido la utilidad de esta habitación. Sorprendido me quedé cuando a la derecha, en la pared del fondo, colgaban unas cadenas con grilletes. En un pequeño mueble de madera maciza que se encontraba a un lado de los grilletes, varios falos de distintos tamaños, estaban expuestos como quien tenía jarrones de adorno.
-El conde de Otero, el que fue propietario del edificio por más de sesenta años, tenía una predilección especial por los jovencitos , como habrá podido comprobar.-me dijo con aire desenfadado- Los captaba en los pueblos de los alrededores y los contrataba para el cuidado de la casa. Se encontraron diarios en los que explicaba su filosofía de vida, nada ortodoxa. El conde no los maltrataba , muy al contrario los cuidaba con mimo. Les infundía la idea de que el sexo era como una religión , un culto al dios que les dio el don de disfrutar al máximo de una de las cualidades humanas que les diferenciaba de los animales, el prácticar sexo por el puro placer del disfrute. En esta habitación se pasaba horas con ellos. En los diarios relata las innumerables relaciones que mantuvo. Explicando con detalle todo lo que hacía y le hacían. Buscaba la perfección a través del sexo, con el éxtasis del orgasmo como conexión a un ser superior. Cuando el poder eclesiástico trató de recuperar el edificio para volver a darle su función original de iglesia, mandaron a unos expertos para estudiar esta posibilidad , pero estos volvieron con informes que relataban que el diablo había infestado el edificio y que en todas las estancias podían verse a jóvenes endemoniados practicando actos impuros y demoníacos, así que desistieron del propósito.
El relato de Salvador se había vuelto muy interesante y ahora entendía lo que había visto. Se le notaba entusiasmado y atrapado por el poder del conde que aún se respiraba en la habitación. Yo también lo notaba.
Me miró fijamente a los ojos durante unos instantes y como la primera vez, tomó las riendas de la situación. Sacó un pañuelo que guardaba en uno de los bolsillos de la sotana y se dispuso a vendarse los ojos. Yo me acerqué y le besé en los labios, que carnosos y calientes se rendían a mi. Quité el alzacuellos y empecé a desabotonar la sotana. Esta se deslizó por su cuerpo y cayó al suelo dejando su cuerpo completamente desnudo. Me detuve unos instantes a mirarlo con detenimiento. El pecho ligeramente velludo dejaban ver unos pectorales fuertes y varoniles. Y la polla que me había follado y de la que ya había intuido el tamaño, reposaba gruesa y penduleante en dirección al suelo. Aspiré el aroma de su pecho y descendí con besos al pubis donde me detuve a juguetear con mi lengua. El vello fuerte se humedecía con mi saliva y desprendía un olor a sexo varonil. Notaba como su polla se hinchaba , pero yo quise entretenerme un rato en los alrededores. El se mantenía inmóvil dejando escapar algún pequeño suspiro. Lamí sus testículos que colgaban relajados mientras su verga rozaba mi cara. La notaba caliente y con la punta húmeda. Y este ligero roce aumentaba mi excitación. Con las manos así sus nalgas y mi lengua acarició la punta de su polla que daba pequeños respingos. La fui metiendo poco a poco en mi boca donde alcanzó su máximo tamaño. me la comía con deleite y rodeaba con mi lengua su capullo, que caliente me proporcionaba el sabor a macho que tanto me gustaba. Salvador hacía ligeros movimientos con sus glúteos para follar mi boca, y yo me dejaba. Me incorporé a su misma altura y le cogí del brazo. Lo apoye contra la pared y le levanté los brazos a la altura de los grilletes. Se los coloqué y lo dejé esclavizado. Ahora era yo quien tenía el poder. Una sensación grata me invadió y sentí que no estábamos solos. Al girarme, dos jóvenes estaban tumbados y abrazados en el sofá. Se besaban con dulzura y hasta podía notar el calor de sus cuerpos. Al contrario de asustarme, los acepté como compañeros de juego. Retomé el cuerpo de Salvador y me apoyé en él. Mi camisa se deslizaba suave en su espalda. Mi polla que estaba dura desde hacía rato, presionaba su culo desnudo. Tomé unos momentos para quitarme la camisa y los pantalones hasta que me quedé desnudo también. Recorrí su espalda con mis manos y mi lengua y deje su culo a la altura de mi boca. Salvador se movía despacio receptivo de las caricias que eran más intensivas debido a la ceguera impuesta y voluntaria. Apoyé mi polla entre sus nalgas e hice presión para penetrarlo. Su culo se abrió a mi como la mantequilla, y dejó que entrara de una vez. Un instante dentro sin moverla ,notando la cavidad caliente y escuchando los gemidos de placer de Salvador que estaba totalmente rendido a mi voluntad. Los jóvenes del sofá ya se estaban comiendo la polla el uno al otro, y al fondo de la estancia ,otros tres más, desnudos se tocaban las pollas entre ellos. Mi excitación aumentaba y empecé a moverme y a deslizar la polla dentro de Salvador. Con cada movimiento que aumentaba en intensidad , aumentaba la intensidad de los gemidos placenteros del pecaminoso cura, que giraba sus muñecas para agarrarse a las cadenas que le mantenían atado.
El ambiente que se respiraba era totalmente sexual y los fantasmas del pasado revivían los momentos de placer acompañándome. Mi verga explotó llenando de semen su culo abierto. Con mi mano derecha cogí su polla y noté que se había corrido también. Su cabeza apoyada en la pared descansaba.
Nos quedamos solos de nuevo en la habitación.
Tras vestirnos fuimos a la estancia donde se encontraba la estatua de Rosto. Y con mi cámara fotográfica capté toda la sensualidad del joven inanimado que reflejaba el espíritu de la filosofía de vida del conde de Otero.
Durante los tres días que duró mi estudio volví repetidas veces a la estancia con Salvador. Fui poseído de nuevo por el sacerdote ,y ahora sabía que el había absorbido las enseñanzas del conde, intentando prolongar el legado que este había dejado. Seguía siendo sacerdote porque era la única manera de permanecer allí.
Yo seguí con mi vida, pero una de las mejores fotos que hice adorna el cabecero de mi cama, recordándome los placeres vividos.