El placer del morbo III
Madre e hijo van más allá
Unos días más tarde, Sara seguía siendo la encargada de que su hijo dejara de pajearse, haciéndole ella misma las pajas, mamadas y cubanas diariamente, siempre cuando Emilio no se encontraba en casa. Ambos tenían mucho morbo, Álvaro de ver a su madre, semidesnuda, entre sus piernas agarrando su polla y chupándosela, y Sara de ser ella la que satisficiera a su retoño, la que le bajara esa calentura que ella misma, a veces queriendo otras sin querer, le provocaba. Lo que no sabían era que pronto las cosas iban a avanzar al final que ambos deseaban, pero paso a paso. Álvaro deseaba follarse a su madre, pero no quería incomodarla pidiéndoselo, mientras que Sara ya comenzaba a fantasear muchas veces que quién se la follaba no era su marido sino su adorado retoño. Sin embargo, un día todo avanzó, cambió, ya no había vuelta atrás y madre e hijo lo sabían. Estaban en el salón los tres, sentados juntos en el sofá padre e hijo y Sara en un sillón individual, llevaba puesto un vestido blanco, ajustado en el pecho y ancho de cintura para abajo, muy corto, pero tapada con una suave manta. Era una película de terror y en un momento dado, Sara se asustó y se fue para el sofá, sentándose en medio de padre e hijo. Como llevaba la manta en la mano, se cubrieron los tres con ella.
Álvaro: ¿Qué te pasa, mamá? – dijo riéndose - ¿Tienes miedo? – dijo burlón.
Emilio: ¿Puedes matar las cucarachas de la cocina, pero no puedes ver cómo una chica sale volando por un fantasma en una película? – bromeó, riéndose.
Sara: ¡Callaos! – ordenó abochornada.
Siguieron viendo la película, no sin dejar de reírse un poco más de Sara. En un momento dado, Sara sintió cómo el dorso de una mano empezaba a acariciar su pierna, eran una serie de caricias suavísimas, muy lentas, desde su rodilla hasta la mitad del muslo. Sara se colocó mejor, con los ojos cerrados, gozando de aquella caricia y sonriendo, pensando en lo morbosa que era la situación: su marido acariciándome bajo la manta, a escondidas de su hijo. Lo que no sabía era que no era su marido quién la tocaba, sino su hijo. Álvaro no había recibido ese día su paja o mamada diaria de su madre, pero en vez de pedírsela, pensó en devolverle el favor. Lo que él empezó con unas simples caricias cariñosas en la pierna de su madre, sin ninguna connotación sexual, su madre lo malinterpretó y le incitó a tocarla. Era nuevo para él, pero no iba a desaprovechar la oportunidad y menos con el anonimato de la manta. Tapada con la manta, Sara agarró aquella mano y la acarició con sus uñas, rascándole suavemente la palma para hacerle cosquillas, y luego la llevó al interior de sus muslos, invitándole a que le acariciara ahora en esa zona mucho más sensible, porque la verdad es que estaba disfrutando mucho de aquella situación. Siguió con los ojos cerrados, deleitándose con las caricias que estaba recibiendo en su entrepierna, la mano se movía por el interior de sus muslos acariciándolos y apretándomelos a placer, muy despacio y con cariño que sintió cómo su coño despertaba de su letargo y empezaba a mojar sus braguitas. Abrió las piernas para que las caricias se fueran acercando al pozo de sus deseos y notó cómo ahora, esa maravillosa mano le acariciaba el coño por encima de la braga, pero debido a la postura que tenían, la caricia sólo podía hacérsela con un dedo, intentó cambiar de postura para dejarle vía libre hacia su coño y cuando abrió los ojos para moverse, el corazón le dio un vuelco de sorpresa y morbo, pues se percató que quien estaba sentado del lado del muslo que recibía las caricias, no era su amado marido, sino su hijo. Álvaro estaba recostado hacia atrás, con los ojos cerrados, haciéndose el dormido, lo que provocó que Sara, morbosa, exhalara un suspiro, mezcla de morbo y de placer. Emilio la miró sonriéndole, pensando que el rictus de su cara era por alguna escena de la película.
Emilio: Tranquila, que sólo es una película, y no te muevas mucho que lo despiertas – dijo señalando a Álvaro.
Estuvo a punto de decirle que su hijo estaba más despierto que él, pero no lo hizo. Estaba morbosa, sabiendo quién era el que le había metido mano, tenía que reconocer que aquello le había gustado. Le gustaron las caricias de su hijo y le gustó muchísimo más la situación morbosa en la que se las hizo, tanto que la humedad que sentía en las braguitas fue en aumento exponencialmente. Sara se quedó quieta. El morbo de la situación le había puesto a mil y quería saber hasta dónde llegaría su hijo, así que adoptó la misma posición que él, se recostó en el sofá a su lado, echó la cabeza para atrás y se dispuso a dejarle hacer, pero antes cerró los ojos. Álvaro no se esperaba ese movimiento de su madre, sino todo lo contrario, cuando habló su padre. Le dio un vuelco al corazón sabiendo que su madre le permitía tocarla bajo la manta delante de su padre. Se armó de valor, preso del morbo y la calentura, y la polla a mil, erecta y dura, a seguir hasta el final. La mano de Álvaro de nuevo en las inmediaciones de sus bragas le sobaba el coño a placer y Sara disfrutaba a tope soltando jugos, tantos que cuando Álvaro notó sus dedos mojados, los llevó a su nariz para oler sus caldos, haciendo como que se rascaba la cara para que su padre no se diera cuenta. Aquél gesto de ver a su hijo oliendo los jugos que soltaba su coño, en presencia de su marido, elevó su calentura hasta el extremo de que sus pezones se pusieron erectos y necesitaban un buen apretón, por eso, en cuanto Álvaro volvió a meter su mojada mano debajo de la manta, ella misma la puso entre sus muslos y la apretó contra ellos, aumentando el contacto y rozando durante un buen rato su ardiente coño contra sus dedos haciendo que, tras unos segundos muy intensos y morbosos, Sara explotara en un silencioso orgasmo. Álvaro, al darse cuenta de lo que le pasaba a su madre, la dejó unos minutos tranquila, para que se repusiera, y cuando Sara pensó que ya todo había pasado, agarró una de sus manos y la llevó a su entrepierna, incitándola a acariciarle la pierna y notase su dura polla por encima del pantalón del pijama. Ambos gimieron ante ese contacto, Sara lo notó empalmado y le sobó el muslo un ratito por encima del pantalón, pero cuando llegó cerca de su polla, la agarró con fuerza por encima del pantalón. Emilio miró a su mujer, extrañado.
Emilio: ¿Te pasa algo, amor? – dijo extrañado y curioso, mirándola sin imaginar lo que ocurría bajo la manta.
Eso fue algo que Sara no pudo soportar. El morbo que sentía la nubló. Cogió la mano de su hijo y la metió de nuevo entre sus piernas, esta vez por debajo de la braguita. Álvaro se sorprendió, pero empezó a mover su mano notando la humedad de su coño empapándole. Al mismo tiempo, Sara se giró hacia su amado marido y le besó con ardor, con pasión, llevando las manos de su marido a sus tetas, por debajo del camisón, para que se las sobase, y bajando su mano, para agarrar la polla erecta de su retoño bajo el pantalón, empezando una brutal paja. Emilio no dejaba de sobarle las tetas a su mujer con ardor, correspondiendo a su beso. Álvaro, al notar la mano de su madre, se calentó muchísimo. Sara estaba más cachonda que en toda su vida. Era tanta la calentura de madre e hijo por la situación que, en menos de un minuto, ambos se corrieron gimiendo bajito, en silencio. Primero se corrió Álvaro, mojando la mano de su madre con su corrida y eso desencadenó que Sara, al sentir la corrida de su hijo en su mano, se corriera de placer debido al triple estímulo que recibía y el morbo que sentía. Emilio se sorprendió, pero gustoso siguió sobando y besando a su amada mujer hasta que terminó su orgasmo. Sara no movió la mano de la polla de su hijo hasta que terminó la película, unos minutos después. Álvaro no podría levantarse del sofá porque la mancha de su entrepierna era tan evidente que hasta un tonto se daría cuenta, así que debió permanecer allí, sentado, quieto y tapado con la manta, hasta que terminó la película y Emilio se levantó para ir al baño.
Sara: Venga, métete en tu habitación y cuando salga papá del baño te duchas ¿vale? – dijo como si nada - Deja el pantalón bajo tu cama, que mañana lo lavo.
Álvaro: ¿No estás enfadada? – dijo serio – No quería hacer nada, solo acariciarte las piernas – confesó.
Sara: Ya imagino, cielo, ha sido culpa mía, pensaba que eras tu padre – explicó – Pero cuando me he dado cuenta de que eras tú, me ha dado mucho morbo que me tocaras y encima delante de tu padre, que no me he podido aguantar – confesó.
Álvaro: ¿Te gustó? – dijo nervioso.
Sara: Tú qué crees – dijo sonriente, dándole un piquito en la boca.
Álvaro se fue a su habitación y no salió de allí hasta que Emilio salió del baño, y en cuanto el muchacho entró a ducharse, Sara fue a su habitación, agarró el pantalón que había dejado bajo su cama y olió su corrida. Nunca lo había hecho, pero se sentía orgullosa de haber sido ella la causante de aquél maravilloso néctar y se puso mucho más cachonda de lo que lo estaba. En ese momento, fue consciente de una cosa, las cosas no serían como antes. Esa noche, folló como una loba con su amado marido, pensando en lo ocurrido y soñando en qué más podrían hacer con su marido delante.