El placer del morbo II

Todo se desencadena (resubido y amplificado)

Después de lo ocurrido, durante la siguiente semana, que su hijo se pajeara delante de ella cada día antes de ducharse era una rutina, así que dio un paso más. Ese día, cuando su hijo le dijo que se iba a hacer una paja estando juntos en el salón viendo la televisión, pasó a la acción.

Álvaro: Mamá, voy a hacerme una paja – dijo con un bulto considerable entre sus piernas que su madre llevaba rato notando.

Sara: Cielo, tú ya no te vas a hacer ninguna paja – dijo seria.

Álvaro: ¿Por qué? – dijo nervioso.

Sara: Porque no es bueno que te pajees tanto, cielo. Debes probar otras cosas, así que a partir de ahora, yo me ocuparé de tus pajas – dijo tierna y morbosa.

Álvaro: ¿En serio? – dijo alucinado.

Sara: Sí, después de todo yo soy la causante de tu calentura, así que seré yo la que me encargue de bajártela. ¿Quieres? – dijo pícara.

Álvaro: ¡Sí! – dijo entusiasmado.

Sara: Pues venga, vamos al lio cielo, desnúdate, que mami se encargará de todo.

Sara, se desnudó quedándose en tanga y se colocó de rodillas en el suelo entre las piernas abiertas de su hijo. Álvaro se desnudó y se dejó hacer sin quitar ojo a su madre, morboso, la idea de tenerla entre sus piernas y que le agarrara la polla le ponía a mil.

Sara: ¿Listo para ver las estrellas, cielo? – dijo sugerente mientras sonreía – Puedes tocarme si quieres.

Álvaro: Sí mamá – dijo sonriente y morboso - Vale.

Álvaro empezó a amasar las tetas de su madre, las amasaba con fuerza, como si se las quisiera arrancar mientras Sara se dejaba hacer, sin perder la sonrisa, morbosa. Ella le agarró su caliente, dura y palpitante polla y empezó una paja muy lenta y sensual.

Sara: ¿Te gusta lo que te hace mami, cielo? – dijo morbosa, morándole a los ojos – Debe ser la hostia tener a tu madre entre tus piernas, casi desnuda, agarrando su polla y pajeándote – le provocó.

Álvaro: Eres genial, mamá – dijo sonriendo lascivo - ¡Sí! ¡Me encanta! No pares – pidió gimiendo.

Sara: Me alegro de que te guste – dijo sonriendo morbosa – a mami le da morbo ordeñar a su niño, sacarle toda la leche, bajar esta calentura que ella misma provoca – dijo morbosa acelerando la paja - mami te va a ordeñar, cielo – dijo lujuriosa.

Álvaro: Sí mamá, ¡ordéñame! – gimió.

Sara comenzó a imprimir a la paja una velocidad más rápida, viendo la cara de placer de su hijo. Sara, sin perder la sonrisa, comenzó a calentarlo.

Sara: ¿Te gustan como te la menea mami? – le provocó - Vamos, ¡dime que te gusta! Complace a mami, dile lo que te gusta, ¡vamos! ¡Suéltate con mami!

Álvaro: ¡Oh sí, mamá! Me encanta que me la menees, puta – gimió muy cachondo - Me pone mucho que me pajees, zorra. ¡Oh sí, sigue así, perra! Me vas a hacer correrme.

Sara lo miraba con cara de puta viciosa que sabía que a su marido le calentaba y sin duda que sabía que le pondría más cachondo a su hijo, mientras no dejaba de pajearlo ahora a una velocidad de vértigo mientras le acariciaba los testículos. Álvaro estaba en el cielo y pronto comenzó a mover su cadera buscando más.

Sara: ¿Quieres correrte, cielo? ¡Llena a mami de leche caliente, cariño! – gimió morbosa.

Álvaro: Sí mamá, quiero correrme ya – avisó a su madre.

Sara: ¿Y a qué esperas, cielo? ¡Dale a mami tu leche, que la está esperando! ¡Dámela toda en mi cara, en mis tetas, vamos, báñame en leche! – pidió.

Álvaro: ¡Oh sí, mamá! Te voy a llenar la cara de leche, puta. ¡Oh sí, que buenorra estás, perra! Toma leche, mami, ¡me corro! ¡Qué buena perra eres, sí! – gimió.

Álvaro empezó a correrse como un bestia en la cara de su madre, quién recibía toda la leche de su hijo sonriendo lasciva y morbosa. Álvaro se corrió en la cara de su madre muy espesa y abundantemente. Cuando terminó de correrse, Álvaro cayó en el sofá rendido mientras su madre se limpiaba el semen de su hijo de la cara y tragaba el que le había caído en la boca, saboreándola, luego se dirigió a su hijo.

Sara: ¿Te ha gustado, cielo? – dijo sonriéndole tierna.

Álvaro: ¡Mucho! – dijo agotado.

Sara: Me alegro. ¿A que ha sido mejor que hacerte tú una paja? – dijo picara.

Álvaro: Muchísimo mejor – dijo sonriendo.

Sara: Pues ya sabes, a partir de ahora esto es lo que te espera – dijo sonriendo – Pero con una sola condición – dijo seria – Debes dejarte de hacerte pajas, no es sano, cariño, solo mami te las hará ya que soy la causante de tu calentura, pervertido – dijo acariciando su cabeza juguetona.

Álvaro: Está bien, prometo contenerme y dejar que me hagas pajas tú – concedió - ¿Por qué me has hecho correrme encima de ti? – dijo curioso.

Sara: Porque lo pones todo perdido y es más fácil limpiarme yo que limpiar tus restos de corrida de los muebles – dijo dándole un pico – A la ducha, señorito.

Álvaro: Vale mami. Gracias. ¡Te quiero! – dijo yendo hacia la ducha.

A partir de ese momento y durante los siguientes días, Sara le hacía las pajas a su hijo, siempre estando solos y siempre a la hora de la ducha de su retoño. Emilio sabía, por boca de su mujer, lo que hacían madre e hijo, y aún que le daba algo de celos, no le importaba, si su hijo dejaba de ser un pajillero compulsivo y mejoraba, no solo su salud sexual, sino su confianza con las mujeres. Unos días después, después de comer, Sara vio que su hijo estaba más caliente que de costumbre y era porque ese día ella solo llevaba un tanga para estar por casa. Sara, presa del morbo, pensó en ir más allá de las pajas con su hijo.

Álvaro: Mamá, hoy ya no aguanto más – dijo mirándola con lascivia – quiero una paja – dijo con un bulto considerable entre sus piernas que su madre llevaba rato notando.

Sara: Claro, cielo, ponte cómodo, que mami se ocupa – dijo pensando en la sorpresa que le esperaba a su hijo.

Sara ese día, le miró y vio cómo su hijo, se desnudaba de cintura para abajo dejando ver su polla grande y gruesa. Sara se levantó del sofá y se colocó en mitad del salón, de rodillas con las piernas abiertas, como hacía últimamente, pero esta vez con una idea en mente: le daría a su hijo su primera mamada.

Álvaro: Joder mamá, ¡qué buena estás! ¡Me pones a 1000! – dijo embelesado.

Sara: Gracias cielo – dijo sonriendo orgullosa – Ven aquí, que mami se ocupa de ti – dijo sonriendo.

Álvaro se desnudó de cintura para abajo, como acostumbraba a hacer para no manchar, y se colocó delante de ella, con la polla erecta enfrente de su cara, como les gustaba a ambos. Sara sonrió pícara, morbosa, y agarró la polla de su desesperado hijo para, sin dejar de mirarle, comenzar a masturbarle agarrando su polla con las dos manos. Luego de unas sacudidas, mientras le masturbaba le fue lamiendo su polla de arriba abajo, desde los testículos. Álvaro gemía sin aún poderse creer lo que estaba viendo, a su propia adre lamiendo su polla. Eso les puso más cachondos a ambos. Sara comenzó a meterse en la boca la polla de su hijo sin dejar de mirarle a los ojos.

Sara: ¿Te gusta lo que te hace mami, cielo? – dijo sacándose la polla de su hijo de la boca.

Álvaro: Eres genial, mamá – dijo sonriendo lascivo - ¡Me encanta! No pares de comérmela.

Sara: Me alegro de que te guste – dijo sonriendo – mami te va a ordeñar, cielo – dijo lujuriosa.

Álvaro: Sí mamá, ¡ordéñame! – gimió.

Sara volvió a engullir de nuevo la polla de su hijo hasta la garganta y comenzó a imprimir a la mamada una velocidad más rápida, viendo la cara de placer de su hijo. Álvaro estaba en el cielo, nunca pensó que su madre, la que era desde hacía años su mito erótico, esa mujer inalcanzable sexualmente, le estuviera haciendo una mamada. Y qué mamada. Sara engullía su polla entera hasta la garganta y la dejaba allí incrustada unos segundos para después sacársela y volver a engullirla de nuevo. Eso, unido al morbo y al placer que su madre le daba, hizo que la calentura del muchacho aumentara exponencialmente y tuviera que controlarse para no correrse enseguida. Sara se dio cuenta y comenzó a calentarlo.

Sara: ¿Te gusta cómo te la come mami? A mami le gusta comerse la dura polla de su pervertido hijo – dijo lujuriosa besando la punta de su polla.

Álvaro: ¡Oh sí, mamá! ¡Me encanta que me la chupes, puta! ¡Me pone mucho! ¡Oh sí, sigue así, perra! Me vas a hacer correrme - gimió.

Sara: Eso quiero, cariño, que te corras con la mamada de mami, de la guarra de tu mami – dijo antes de volver a engullir su polla de nuevo.

Sara lo miraba con cara de puta que sabía que le pondría más cachondo a su hijo, mientras no dejaba de chuparle la polla ahora a una velocidad de vértigo. Sabía por su marido que no aguantaría mucho sin correrse, por lo que no paró de aumentar el ritmo y la presión de sus labios en la polla de su retoño. Álvaro estaba en el cielo y pronto comenzó a mover su cadera buscando más, incontrolado.

Sara: ¿Quieres correrte, cielo? ¡Llena a mami de leche caliente, cariño! – gimió caliente.

Álvaro: Sí mamá, quiero correrme ya – avisó a su madre.

Sara: ¿Y a qué esperas, cielo? ¡Dale a mami tu leche, que la está esperando! ¡Dámela toda en mi cara, en mi boca, vamos, dame de beber! – gimió.

Álvaro: ¡Oh sí, mamá! ¡Te voy a llenar la boca de leche, puta! – gimió - ¡Oh sí, que puta eres, perra! Toma leche, mami, ¡me corro!

Álvaro empezó a correrse como un bestia en la boca de su madre, quién recibía toda la leche de su hijo con gula, almacenándola en su boca como un tesoro, lasciva y cachonda. Álvaro se corrió muy abundantemente, por lo que la boca de su madre se llenó bastante. Cuando terminó de correrse, Álvaro cayó en el sofá rendido mientras su madre se tragaba todo lo que podía de la grandísima corrida de su hijo, sin dejar de mirarlo a los ojos en ningún momento, lujuriosa, lasciva, morbosa.

Sara: ¿Te ha gustado, cielo? – dijo relamiéndose.

Álvaro: ¡Mucho! – dijo sonriendo.

Sara: Me alegro – dijo enseñando su boca ya vacía - ¡Casi me atragantas con tanta leche! – dijo riendo, morbosa.

Álvaro: No pensé que te fueras a tragar mi corrida – dijo sorprendido.

Sara: Leche, hijo, dile leche – dijo riendo – Sí, y no es algo común, siempre debes avisar como lo has hecho de cuándo te vayas a correr, no todas las mujeres van a querer recibir la leche en la boca, a algunas les da asco – explicó – Lo he hecho por haberlo hecho bien y avisarme y por el morbo que me da recibir tu leche, quitarte el calentón que yo misma provoco – confesó – Ahora a hacer los deberes y a estudiar, señorito.

Álvaro: Sí mami – dijo abrazándola, feliz - Gracias. ¡Te quiero! – dijo yendo hacia su habitación.

Álvaro se fue a estudiar muy contento, y aunque cachondo, prefirió no hacer nada, pues no quería perder lo que ya había ganado, que su adorada y sexy madre le pajeara y chupara su polla. Sara esperó a su marido ansiosa y nada más quedarse solos, le hizo pasar una noche muy apasionada. A partir de ese momento y durante los siguientes días, Sara le hacía las pajas por las mañanas y mamadas por las tardes a su hijo. Emilio sabía, por boca de su mujer, lo que hacían madre e hijo, pero no se metía, pues, aunque le daba celos pensar que su mujer hiciera algo sexual con otro hombre, le daba morbo que este hombre fuera su hijo y que su mujer no solo le complaciera, sino que educara al mismo tiempo. Le hacía feliz que no se guardara nada y le tuviera la confianza de contarle siempre hasta el último detalle. Unos días después, después de merendar, Sara vio que su hijo esperaba ansioso su mamada, pero ese día le esperaba otra sorpresa. Emilio, en uno de sus ya recurrentes juegos sexuales, le había dejado caer que no le importaría que su hijo disfrutara de las tremendas tetas de su madre en su polla, y eso iba a hacer. Le iba a dar a su retoño otro buen regalo por haber dejado de pajearse tanto y ser tan obediente, y de paso más morbo a la noche de sexo desenfrenado que le esperaría con su amado marido cuando se lo contara.

Álvaro: Mamá, quiero que me la comas – dijo con un bulto considerable entre sus piernas – No aguanto más, y menos si vistes así – dijo señalando su escasa vestimenta, iba en tanga únicamente.

Sara: Claro, cielo, ponte cómodo, que mami se ocupa – dijo pensando en la sorpresa que le esperaba a su hijo.

Sara le miró y vio cómo su hijo, se desnudaba de cintura para abajo dejando ver su polla grande y gruesa. Sara se levantó del sofá y se colocó en mitad del salón, de rodillas, como era su costumbre, con las piernas abiertas. Álvaro se colocó delante de ella, con la polla erecta enfrente de su cara. Sara, que sonrió lasciva y pícara, agarró la polla de su desesperado hijo y sin dejar de mirarle comenzó a masturbarle para, luego de unas sacudidas, mientras le masturbaba, lamerle la polla de abajo hacia arriba. Álvaro gemía. Sara comenzó a meterse en la boca la polla de su hijo sin dejar de mirarle a los ojos. Luego de unos tortuosos minutos para Álvaro, Sara comenzó a imprimir a la mamada una velocidad más rápida, viendo la cara de placer de su hijo. Sara, de repente y para sorpresa de su vástago, se sacó la polla de su boca y la soltó. Sara, ante la sorpresa inicial de su hijo, se cogió sus grandes tetas y envolvió con ellas su polla, comenzando a hacerle una cubana mientras no dejaba de chuparle, lamerle, succionarle, la punta de la polla.

Sara: ¿Te gusta cómo te la come mami? Vamos, ¡dime que te gusta! Complace a mami, dile lo que te gusta, ¡vamos! ¿Quieres que siga con la cubana? – gemía, morbosa.

Álvaro: ¡Oh sí, mamá! ¡Me encanta que me la chupes, puta! ¡Me pone mucho! ¡Oh sí, sigue así, perra! Me vas a hacer correrme. ¡No dejes de pajearme con tus tetazas, oh sí! – gemía.

Sara lo miraba con cara de puta que sabía que le pondría más cachondo a su hijo, mientras no dejaba de chuparle y exprimirle la polla con sus tetas y boca, ahora a una velocidad de vértigo. Álvaro flipaba con lo que estaba pasando, nunca soñó, ni siquiera se le pasó por la cabeza, ni en sus más oscuros deseos, que su madre usara sus tetas para pajearle. Era nuevo para él, y no podía negar que la idea le gustó, le dio morbo y, sobre todo, placer, porque no cabía duda qué su madre sabía mover las tetas, y usar su boca para complementar sus movimientos. Álvaro estaba en el cielo y pronto comenzó a mover su cadera buscando más.

Sara: ¿Te gusta la nueva sorpresa de mami? – dijo con lascivia, traviesa – ¿A mi hombrecito pervertido le gusta que mami juegue con sus tetazas en su polla?

Álvaro: ¡Oh sí, mamá, me encanta! ¡No pares! – gimió - ¡Sigue chupando mi polla! ¡No voy a tardar en correrme, puta!

Sara: ¿Y a qué esperas, cielo? ¡Dale a mami tu leche, que la está esperando! ¡Dámela toda en mis tetas, en mi boca, vamos, dame de beber! – gimió, aumentando el ritmo.

Álvaro: ¡Oh sí, mamá! ¡Te voy a llenar de leche, puta! – gimió - ¡Oh sí, que puta eres, ordeñando a tu propio hijo! ¡Toma leche, mami, me corro! ¡Qué buena perra eres, sí! ¡Toma leche caliente en tus tetas de puta!

Álvaro empezó a correrse como un bestia en la boca y tetas de su madre, quién recibía toda la leche de su hijo sonriendo y con la lengua fuera, mirándolo lujuriosa y cachonda. Cuando terminó de correrse, Álvaro cayó en el sofá rendido mientras su madre se tragaba todo lo que podía de la grandísima corrida de su hijo, sin dejar de mirarlo a los ojos en ningún momento, y se restregaba la inmensa corrida de su hijo de sus tetas con las manos, jugando en sus duros pezones y sopesando sus tetas.

Sara: ¿Te ha gustado, cielo? – dijo relamiéndose.

Álvaro: ¡Mucho! – dijo sonriente.

Sara: Me alegro – dijo acercándose a su hijo y dándole un pico en los labios – Eso es por ser tan buen hijo, hacerme caso y no hacerte pajas.

Álvaro: Y mira que me cuesta – dijo divertido – Aunque me desahogo contigo, me pone tanto recordarlo en mi mente cuando estoy solo que me dan más ganas de pajearme – confesó ante la cara curiosa y seria de su madre – Pero no lo hago, me gustan tus premios – dijo con cara de pillo.

Sara: Es normal, cariño, mucho morbo toda esta situación, pero me gusta que te aguantes y dejes que mami se ocupe de ti – dijo divertida y tierna – Ahora a lavarse y estudiar.

Álvaro: Vale mami, gracias – dijo abrazándola, cariñoso - Me has hecho realidad ya varias fantasías – le confesó - ¡Te quiero! – dijo yendo hacia la ducha feliz.

La vida sexual de Emilio y Sara mejoró muchísimo más desde que Sara complacía a su hijo con pajas, mamadas o cubanas. Ella se sentía una puta y eso le encantaba. Le encantaba satisfacer a su hijo y a su marido y que su marido le usara, satisficiera y follara cómo nunca.