El placer de tu sentir
Tu placer es igual o mayor que el mio propio.
--- El Placer De Tu Sentir ---
Ayer mientras dormías te observé detenidamente. Me preguntaba cuánto más podría sucumbir a tus encantos, cuánto más podría vivir de tu aire sin sentir que me consumía lentamente. La respuesta era clara. Siempre. Tanto tú como yo sabemos que inevitablemente para bien o para mal estoy ligada a ti de tal forma que necesito cada día, y exponencialmente una dosis de ese néctar de tu ser.
Estabas completamente desnudo, las sábanas tapaban parte de ese torso masculino que me vuelve loca. Tenías una expresión dulce y una media sonrisa dibujada en tu rostro. Tuve que reprimir mi deseo de saltar ferozmente sobre ti y apoderarme de tus caricias, vestirte con mis besos húmedos que tanto te gustan.
Los bordes de la almohada se marcaban débilmente en la piel de tus mejillas. Besé tu frente, perlada por un sudor cálido y experto seductor. Sabes que me encanta tu olor a macho, ahogarme en él, que sea lo único que respiro cuando estoy contigo.
Hiciste un pequeño movimiento general. Las sábanas dejaron entrever tu pene inmerso en sueños. Me estremecí y mi cuerpo dejó de responder racionalmente. Me quité la ropa y me tumbé junto a ti. El frondoso vello de tu pecho rozó tiernamente mis senos. Mis pezones relajados en el calor de la habitación se tornaron erectos, como dos botones. Tomé tu mano y la puse sobre uno de mis pechos. La agarré con firmeza, haciendo movimientos circulares sobre él. Fue entonces cuando creo que empezaste a despertar. Pegaste tu cuerpo al mío, y la misma mano que acariciaba mi pecho y pellizcaba mi pezón excitado bajó recorriendo mi vientre hasta el comienzo del clítoris. Tuve un espasmo. Tenía la vagina especialmente lubricada, tus dedos se deslizaban sobre ella con una increíble facilidad de movimiento. El sonido de la humedad de mi entrepierna, el tacto de mi piel y el saberme cerca y entregada a ti hicieron crecer tu pene.
Llevé una de mis manos a tu entrepierna y acariciando la cara interna de tus muslos subiendo lentamente te arranqué 3 suspiros contados. Cuando llegué a tus testículos y me centré en ellos lanzaste un grito ahogado como prueba del inmenso placer que te proporcionaba. Seguí la ruta y encerré entre mis dedos tu grueso e hinchado pene. Mi mano se movía acompasada a tu respiración. Todos los días recuerdo como susurras en mis oídos cuales y como son tus preferencias. Haciéndome saber lo mucho que te gusta que te acaricie.
Tu mano seguía buscando entre mis muslos, mientras te estremecías de placer entre mis brazos. Uno de tus dedos se abría paso por mi cálida cueva. Más tarde fueron dos. . .
Me incorporé y me arrodillé frente a ti, que seguías tumbado y embriagado. Abrí mis piernas y me coloqué justo encima de ti. Llevé la cabeza de tu pene a mi boca, la rodeé con mi lengua y fue introduciéndose poco a poco. Mis labios hacían una agradable presión en toda su extensión. Desde la base hasta la cabeza. Tus manos acariciaban mi pelo, guiándome por el camino hacia tu placer. Me levanté de nuevo y caminando sobre mis rodillas me acerqué más a ti, hasta que noté entre mis piernas el calor de aquel pene ensalivado dispuesto a invadir mis entrañas.
Bajé con sumo cuidado, la penetración fue perfecta, el deslizamiento firme y suave. Paré un instante y nos miramos a los ojos. Tus manos se posaron en mis caderas y comencé entonces el vaivén. Arriba, abajo...arriba...abajo... movimiento circular para mejor acceso. Qué lentitud y que sutileza, me elevas al séptimo cielo pero me asustas. . .
Me asustas porque me veo indefensa cuando no te tengo, me veo perdida, perdida al igual que me pierdo en los terribles orgasmos que me desencadena tu cuerpo.
Disfruto mirando tu rostro, sabiendo que te gusta que te acaricie tanto como a mi me gusta. Sabiendo que cada beso es compartido con esa intensidad que me mueve por dentro.
Sigo subiendo y bajando sobre ti, ahora tus manos agarran las mías, me apoyo en ellas para continuar...estoy a punto de...ahora te siento, esa descarga que me quema por dentro, mi cuerpo se contrae y un escalofrío recorre mi espina dorsal.
Tras el éxtasis me tumbo sobre tu pecho. Ya pueden pasar segundos...minutos...u horas.
La Escorpiona Amarilla