El placer de recibir placer
Nunca es posible imaginar, lo placentero que puede ser recibir el amor de alguien que amas.
El placer de recibir placer
Estábamos los dos estirados en la arena, mis labios acariciaban los suyos por encima con miradas discretas a sus ojos qué aun denotaban el placer qué le proporcioné. Verla de esa manera hacía que mi cuerpo necesitara algo, algo que sólo ella podía darme.
Cuando estuvo repuesta me miró fijamente a los ojos, con una mirada de tigre, decidida a atacar, pero por debajo de su nariz asomaba una sonrisa pícara. Sin decirme nada me agarró por la cabeza, y me acercó a sus labios dándome un beso de fuego, mi cuerpo se relajó gracias a ese enorme beso, y ella aprovechó para tumbarme de espaldas al suelo en un arrebato. sin que me diera cuenta.
Me encontré estirado con su cuerpo desnudo encima del mío, podía ver sus ojos, sus labios, su pelo, su rostro, su cuerpo, su belleza en un fondo de estrellas acompañadas por una hermosa luna que se sentía inferior al lado de esos brillantes ojos qué me miraban fijamente con pasión.
De repente sus manos se vinieron a mi cuello, y agachándose posó sus labios sobre los míos, mientras su cuerpo se movía acariciando cada rincón de mi cuerpo. Podía notar como su sexo rozaba con el mío, tapado por mis pantalones, pero que perfectamente podía notarse mi tremenda excitación. Mis manos estaba estiradas en el suelo, me sentía a merced de lo que ella quisiera hacerme. Apartó su cara de mi, y sin girar la vista de mis ojos, puso sus manos sobre mi pecho, acariciándolo, pasando por mi tripa, pos mis hombros, bajando y pasando cerca de los pantalones, intentando que desease con locura que sacase mi sexo de sus ataduras, y lo conseguía. Me miró como preguntándome, y solo con un gesto de aprobación se apartó un poco, y con mucho tacto bajó uno de sus dedos por mi tripa, hasta llegar a mis pantalones.
Desabrochó con facilidad mis pantalones y sin sacármelos empezó a acariciármela por encima de mis calzoncillos, sin parar de acariciarme, dejando que mis suspiros fueran subiendo de intensidad mientras me miraba a los ojos. Entonces me sacó los pantalones habilidosamente, y mi cuerpo quedó libre al viento de la brisa marina. Mis manos fueron hacia su rostro y la acerqué a mis labios para besarle locamente, la deseaba como nunca, la quería como nunca, su cuerpo era lo más bello que existe en el mundo, y estaba dándome lo mejor que alguien puede desear.
Una de sus manos bajó hasta la entrepierna y se coló por dentro de mi ropa interior, acariciándola, la tenía durísima, nunca me había sentido así, y en un gesto la sacó de dentro con facilidad, y aprovechó para bajarme en su totalidad mis calzoncillos. Entonces separó sus labios de los míos, para bajar besándome el cuello, besándome el tórax, besándome la tripa, y llegar a mi sexo. Era tal mi excitación gracias a sus anteriores caricias, qué si intentaba hacerme algo más excitante enseguida me correría, pero ella intuitivamente lo sabía. Así que empezó suavemente a acariciarme con su mano, mientras me besaba el glande con dulzura. Cambiaba el ritmo según mis suspiros y cuando sentía que iba a irme, paraba de repente dejándome en un estado de excitación total.
Veía sus ojos brillando en la oscuridad, su cara mostraba un placer intenso viendo como disfrutaba con sus caricias, y solo deseaba que llegase al mejor orgasmo que nunca he tenido.
Siguió acariciándome y besando, y jugando con su lengua hasta que en una de las veces dijo que ya no pararía, y eso me excitó aun más. Subió el ritmo y yo no podía aguantar mucho más, pero apartó su cara y dejó que me corriera fundiéndome en un orgasmo que nunca habría imaginado. Nos quedamos un rato abrazados, besándonos, mirándonos sin decir nada, hasta que de mis labios y los suyos, salieron al unísono dos palabras: "Te quiero"
Nunca imaginé lo excitante que podría ser tanto dar placer, como recibirlo, de alguien a quien amas con locura, con pasión, con amor, con afecto, deseando pasar cada día con esa persona, sin que haya nadie más en tu vida.